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EL HIMNO AKATHISTOS


ACATISTO (del griego «que no está sentado»): Himno cantado de pie.

El Akathistos a la Madre de Dios es el primer y más conocido de los acatistos. Durante el año litúrgico, entre los católicos, el himno acatisto se canta solemnemente el quinto sábado de Cuaresma. Entre los ortodoxos las estrofas del acatisto se distribuyen en los cuatro primeros viernes de Cuaresma. El quinto sábado de la Gran Cuaresma (viernes por la tarde en la liturgia) en todas las iglesias ortodoxas se canta el himno «acatisto» entero por la gloria de la Madre de Dios, pidiéndole protección y fuerza a los fieles para terminar bien la carrera del ayuno.


El himno acatisto se repite en muchas otras ocasiones, su uso se recomienda a la piedad de los clérigos, de los monjes y de los fieles. Se le considera como obra maestra literaria y teológica que presenta bajo la forma de una oración, la fe común y universal de la Iglesia primitiva acerca de la Virgen María.


Las dos primeras estrofas son una meditación sobre los Evangelios de la Infancia, desde el relato de la Anunciación hasta el encuentro con Simeón. Las dos últimas estrofas despliegan el misterio de la maternidad de María, Virgen y Madre.





Por ti, oh Madre de Dios, vencedora en la lucha, entonamos los tuyos este canto de triunfo y también damos gracias al que te ha protegido de ser presa del mal; pero Tú, fuerte como nadie, nos librarás de todos los peligros, y así aclamaremos: ¡Salve, Virgen y Esposa! El Ángel bajó de los Cielos trayendo un encargo: decir “Ave” a la Madre de Dios. Viéndote en Ella hecho hombre, Señor, extasiado, con gozo a la Madre exclamó: Salve, por Ti resplandece la dicha; Salve, por Ti el dolor se termina; Salve, socorro de Adán el caído; Salve, rescate del llanto de Eva. Salve, ideal encumbrado a la mente humana; Salve, abismo profundo que el Ángel admira; Salve, Tú misma resultas el Trono del Rey; Salve, Tú llevas a Aquél que todo sostiene. Salve, oh Estrella que al Sol se adelanta; Salve, oh Seno en el cual Dios se encarna; Salve, por Ti la creación se renueva; Salve, por Ti el Creador se hace Niño. Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa. Bien sabe María que es Virgen intacta; por eso, serena, responde a Gabriel: “Tu extraño mensaje resulta un enigma en mi alma: predices el raro embarazo de un vientre de Virgen, exclamando: Aleluya”.

Buscaba María luz para el misterio, insistiendo al enviado divino: “¿Acaso mi seno de Virgen podrá dar como fruto ese Niño? ¿Cómo? ¡Dímelo!” Y él, reverente, así la aclamó:

Salve, iniciada en el alto designio; Salve, oh prueba de arcano misterio; Salve, prodigio primero de Cristo; Salve, oh compendio que ofrece Jesús. Salve, pendiente de gracia que baja el Eterno; Salve, subida que llevas los hombres al Cielo; Salve, portento que cantan los ángeles buenos; Salve, espanto sentido por todo el infierno. Salve, la Luz inefable alumbraste; Salve, el “cómo” a ninguno enseñaste; Salve, la ciencia del docto trasciendes; Salve, al fiel iluminas la mente. Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa. El poder del Altísimo la cubrió con su Sombra, y fue Madre la Virgen sin dejar su inocencia; y este seno que estaba sin fruto vino a ser como un campo muy fértil para todo el que quiera cosechar salvación cantando: Aleluya.

El Señor en su vientre, con premura, María, caminó y saludó a Isabel; y el pequeño que la anciana llevaba en su seno escuchó esa voz virginal, exultó y saltando de gozo a la Madre aclamaba: Salve, oh brote del Tronco no extinto; Salve, oh campo de fruto tan bueno; Salve, al buen Arador tú cultivas; Salve, das vida al Autor de la vida. Salve, Tú campo cargado de misericordia; Salve, Tú mesa que sirve perdón abundante; Salve, Tú eres un parque sin fin de delicias; Salve, Tú das a los fieles refugio y descanso; Salve, incienso de grata plegaria; Salve, rescate que a todos redime; Salve, sonrisa de Dios hacia el hombre; Salve, respuesta del hombre hacia Dios. Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

Con el alma agitada el turbado José no alcanza a salir de su gran desconcierto. Sin embargo, sabiéndote pura, imagina que hubo esponsales secretos, oh Purísima. Pero al ver que eras Madre por obra del Espíritu Santo, Aleluya.

Los pastores oyeron el angélico himno al Señor que hecho carne se muestre. Corriendo a mirar al Pastor lo ven, Corderito inocente, mamar de la Virgen y elevan a Ella su canto: Salve, al Cordero y Pastor engendraste; Salve, redil para el nuevo rebaño; Salve, barrera que frena las fieras; Salve, del Cielo nos abres la puerta. Salve, por Ti con la Tierra se alegran los Cielos; Salve, por Ti con los Cielos festeja la Tierra; Salve, Palabra incesante en los predicadores; Salve, Ardor indomable en el alma del mártir. Salve, firmísima base del credo; Salve, oh signo Lucero de gracia; Salve, por Ti es desnudado el infierno; Salve, por Ti nos vestimos de gloria. Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa. Vieron unos magos la estrella brillante que hacia Dios pasaba. Su fulgor siguieron, y así, aferrados a esta antorcha de luz con ella encontraron al Dueño, al Señor, y alcanzando al Dios inasible felices lo aclaman: Aleluya.

Contemplaron los magos caldeos en las manos de la Madre Virgen al que al hombre plasmó con sus manos. Sabiendo que era el Señor, a pesar de su aspecto de siervo, presurosos le ofrecen sus dones, diciendo a la Madre bendita:

Salve, oh Madre del Astro perenne;

Salve, Aurora del místico Día; Salve, al error le destruyes la fragua; Salve, tu brillo conduce al Dios Trino.

Salve, arrojaste del trono al mortal enemigo; Salve, a Cristo nos das, el Señor y el Amigo; Salve, rescate de bárbaras idolatrías;

Salve, defensa que libra de toda inmundicia.

Salve, Tú extingues el culto del fuego; Salve, Tú apagas las llamas del vicio; Salve, Señal de la Sabiduría;

Salve, Alegría de todos los pueblos.

Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

De regreso para Babilonia, se hicieron los magos heraldos, portadores de Dios. Así se cumplió el vaticinio, y a todos hablaban, oh Cristo, de Ti, sin pensar en Herodes, el necio, incapaz de cantar: Aleluya.

Irradiando en Egipto la verdad luminosa, del error disipaste la sombra: a tu paso, oh Señor, sacudidos por fuerza divina cayeron los ídolos; y los hombres, salvados de ellos, a la Madre de Dios aclamaban:

Salve, desquite del género humano; Salve, derrota final del infierno;

Salve, aplastaste al error que se arrastra; Salve, descubres al ídolo el fraude.

Salve, Tú, mar que engulliste al soberbio tirano; Salve, Tú, roca que viertes al Agua de Vida; Salve, columna de fuego que guías de noche; Salve, amparo del mundo más amplio que nube;

Salve, oh nuevo Maná para el pueblo; Salve, nos sirves la Santa Comida; Salve, oh tierra por Dios prometida; Salve, Vertiente de leche y de miel.

Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

Pronto ya para irse de este mundo cambiante, engañoso, Simeón te acogió como Niño en sus brazos, pero en Ti descubrió al Absoluto, a Dios, y admiró estupefacto la oculta sapiencia, exclamando: Aleluya.

Aleluya, Aleluya, Aleluya.



Una nueva creación exhibió el Creador al mostrarse a nosotros, que de Él procedimos: germinó en un seno de Virgen, y al salir, lo dejó como antes, intacto; para que, viendo el prodigio, a la Madre cantáramos:

Salve, oh Flor que jamás se marchita; Salve, oh Premio a la santa pureza; Salve, preanuncias la forma futura; Salve, la vida del Cielo nos muestras.

Salve, magnífica Planta que nutre a los fieles; Salve, bello Árbol umbroso que a todos cobija; Salve, en tu Seno portaste a Quien guía al errante; Salve, Tú diste a luz a Quien libra al esclavo.

Salve, al Juez recto tus ojos suavizan; Salve, perdón para todo extraviado; Salve, al desnudo de ánimo vistes; Salve, Bondad que serena en la angustia.

Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

Por tal parto admirable elevados, nos sentimos salir de este mundo y lo ojos indagan al Cielo. Para eso aparece en la tierra, humilde, en humana presencia, el Altísimo: para guiar a la cima a aquellos que alegres lo aclaman: Aleluya.

Aleluya, Aleluya, Aleluya.



Todo entero quedó en esta tierra, sin dejar de estar siempre en el Cielo el Verbo de Dios. Él no está circunscripto. No hubo un cambio de sitio sino que fue un abajarse divino. Nació de la Virgen repleta de Dios. Por eso Ella escucha estas cosas:

Salve, Sitial del que excede el espacio; Salve, Acceso del sacro misterio; Salve, Anuncio ambiguo al impío; Salve, clarísimo Honor del los fieles.

Salve, oh Trono más santo que los Querubines; Salve, oh Sede más bella que los serafines; Salve, oh Tú que reúnes grandezas opuestas; Salve, oh Tú que a la vez eres Virgen y Madre.

Salve, por Ti fue anulada la culpa; Salve, por Ti el paraíso fue abierto; Salve, oh Llave del Reino de Cristo; Salve, oh Promesa de bienes eternos.

Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

En el mundo celeste se asombraron los ángeles por el acto sublime de tu Encarnación divina: que ese Dios tan excelso se haya hecho accesible, humano, para andar con nosotros y por todos oírse aclamar: Aleluya.

Aleluya, Aleluya, Aleluya.


Oradores brillantes como el pez enmudecieron ante Ti, Gestadora de Dios; no son por nada capaces de decir en qué forma Tú siempre eres Virgen aún después de ser Madre. Mas nosotros, admirando el misterio cantamos con fe:

Salve, Sagrario de eterna Sapiencia; Salve, tesoro de la Providencia; Salve, al sabio lo dejas sin luces; Salve, al docto bien mudo lo dejas.

Salve, por Ti se perdieron sutiles doctores; Salve, por Ti decayeron falaces autores; Salve, Tú enredas las tramas de todo sofista; Salve, Tú llenas las redes de los pescadores.

Salve, nos alzas de toda ignorancia; Salve, nos haces bien ricos de ciencia; Salve, Navío que salva al que quiera; Salve, buen Puerto para el que zozobra.

Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

Por salvar lo creado el Artífice Santo del cosmos hasta aquí descendió por bondad. Como Dios, era nuestro Pastor; pero quiso, al venir a nosotros, hacerse Cordero: como humano llamó a los humanos, como Dios nos escucha decirle: Aleluya.

Aleluya, Aleluya, Aleluya.



Madre Virgen Tú eres fuerza de la vírgenes y de cuantos acuden a Ti: tal te hizo el Señor de la Tierra y el Cielo, ¡oh Purísima! al tomar de Ti carne en tu Seno; y enseña a que en tu honor oh Purísima, todos cantemos:

Salve, Pilar de la santa pureza; Salve, Sendero que va hacia la dicha; Salve, Primicia de nueva progenie; Salve, gentil Mediadora de gracias.

Salve, Tú regeneraste al caído en el fango; Salve, Tú hiciste santo al que obró como necio; Salve, oh Tú que anulaste al gran seductor; Salve, oh Tú que nos das al Autor de los castos.

Salve, Mansión de un sin par desposorio; Salve, Tú entregas el fiel al Señor; Salve, Nodriza del alma que es virgen; Salve, Tú das al Esposo las almas.

Salve, Virgen y Esposa, Salve, Virgen y Esposa.

Se hace vano, oh Señor, el intento de igualar en un canto la riqueza de todas tus gracias. Aunque hiciéramos himnos numerosos cual granos de arena, Rey Santo, más serían los dones que diste al que canta: Aleluya.

A María los ojos contemplan como antorcha encendida para el que anda en las sombras. Ella en todos enciende la llama divina y guía a la ciencia del Verbo, brillado en las mentes; y así, todos, con himnos la ensalzan:



Salve, Reflejo del Astro divino; Salve, oh Rayo de Luz de lo Alto; Salve, Fulgor que las mentes aclaras; Salve, Fragor que aterró al enemigo.

Salve, Tú eres la fuente de una Luz brillante; Salve, Tú eres el río del Agua Abundante;

Salve, en Ti se refleja la antigua Piscina;

Salve, Tú limpias las manchas de nuestros pecados.

Salve, oh Fuente que limpias el alma; Salve, oh Copa que brinda Alegría; Salve, fragancia del Crisma de Cristo; Salve, oh Vida del Santo Banquete.

Salve, Virgen y Esposa; Salve, Virgen y Esposa.

Al querer perdonarnos la deuda que de antiguo pesaba, a los hombres llegó el Redentor; se dignó acudir en persona y vivir con nosotros, indignos de gracia. Hizo trizas la antigua sentencia y todos lo aclaman: Aleluya.

Con un himno a tu parto la creación te celebra como Templo viviente, ¡Oh Madre de Dios! El Señor, el que todo en su mano contiene, hizo escala en tu seno; te hizo toda santa y gloriosa, y nos mueve a cantarte:

Salve, oh Tienda del Verbo divino; Salve, oh Santa mayor que el Santuario; Salve, oh Arca de Espíritu Santo; Salve, oh Tesoro inexhausto de Vida;

Salve, Diadema preciosa de los reyes santos; Salve, Orgullo fundado del fiel sacerdote; Salve, Bastión invencible de toda la Iglesia; Salve, Muralla segura que guarda a su Pueblo.

Salve, por Ti conseguimos trofeos; Salve, por Ti se rindió el enemigo; Salve, Remedio que sana mi cuerpo; Salve, Salud de mi alma que espera.

Salve, Virgen y Esposa, Salve, Virgen y Esposa.

Madre digna de laudes, Gestadora del Verbo, el más Santo entre todos los Santos. Nuestra ofrenda recibe en el canto; y a todos líbranos del eterno castigo, a quienes cantamos:

Aleluya, Aleluya, Aleluya.


FUENTES: http://es.mariedenazareth.com    // 
youtube.com/user/MrChristianpaul11

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