SACERDOTE FIEL AL PAPA Y A LA SANTA TRADICIÓN DE LA IGLESIA.
Después de la Resurrección y antes de subir al Cielo, Jesús repitió por tres veces a Pedro: "Apacienta a mis ovejas" (Jn 21, 16), por cuanto anteriormente lo había constituido "Piedra" de su Iglesia, esto es, fundamento visible de la Iglesia. Jesús, siendo Dios, sabía y había previsto claramente lo que habría de acontecer en los siglos futuros. Por esta razón, quiso que una persona lo representara hasta el fin del mundo, y esta persona es el Sucesor de San Pedro. Obedecerle a él, significa obedecer a Jesús, y se demuestra amar a Jesús si se obedece al Papa, legítimo Sucesor de San Pedro.
Las enseñanzas del Papa en materia de fe y moral son para cada católico-PERO PRINCIPALMENTE PARA TODOS LOS SACERDOTES-, leyes que hay que observar, porque es Voluntad de Dios que así sea. Sin su autoridad, cada católico se sentiría libre de obrar como le dicte su conciencia, ignorando las enseñanzas de aquel que tiene el deber de apacentar y dar enseñanzas que conduzcan a la salvación y al la santidad.
Pero hoy, ¿cuántos son aquellos que obedecen fielmente al Magisterio de la Iglesia? Sin embargo Jesús a San Pedro y a sus legítimos Sucesores ha dado la primicia: "Te daré las llaves del Reino de los Cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desatares en la tierra será desatado en el Cielo..." (Mt 16, 19). Quien permanece unido al Papa, legítimo Sucesor de Cristo, es un sarmiento unido a la Vid por medio de la Gracia, y tendrá la linfa para producir brotes y uvas, esto es, frutos de la Gracia, Jesús mismo, el Sacerdote Eterno, no quiso hacer otra cosa sino cumplir la Voluntad del Padre. "Jesucristo, siendo de condición Divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza tomando condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre, se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz" (Fil 2, 6-8).
La "Dei Verbum" del Concilio Vaticano II afirma que: "La Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, por muy sabia disposición de Dios, están entre sí de tal manera unidos que no pueden subsistir independientemente, y todos juntos, según el propio modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (II, 10).
El 25 de junio de 1992 ha sido aprobado por el Papa Juan Pablo II el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica "que se coloca indudablemente en la línea de la Tradición de la Iglesia: de ella expresa y actualiza catequísticamente la perenne vitalidad y la sobreabundante riqueza. Su contenido, bien articulado y que responde a las indicaciones de los Padres del Sínodo, refleja fielmente la enseñanza del Vaticano II, y se dirige al hombre de hoy presentándole el mensaje cristiano en su integridad y completo".
En el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica está todo lo que un católico debe saber, comprender y amar.
El es nuestra guía.
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