San Miguel Arcángel es el ángel bueno, porque es humilde.
Su nombre significa "¿Quien como Dios?, expresión de la humildad de la creatura angélica ante su divino Creador.
El ángel es bueno cuando reconoce humildemente que todo lo ha recibido de Dios, que su vida angelical es un don del amor de Dios hacia él, que le permite responder libremente a Dios que lo amó primero, amándolo y cumpliendo su voluntad amorosa en todo, como persona angélica. De tal manera, el ángel bueno vive en el amor hacia las restantes creaturas angélicas, y hacia nosotros, criaturas y personas humanas.
El ángel malo se niega a ser bueno, porque con su libertad de persona y creatura angélica, elige usar mal esa libertad de creatura personal, y ser soberbio. Por esa soberbia rechaza el amor de Dios y el don de Dios, y pierde toda la grandeza de su condición angélica. Pasa a ser un ángel caído. Ya no es ángel, sino demonio. Odia a Dios, e intenta luchar contra Dios. Odia a los ángeles buenos, y nos odia y nos envidia a nosotros, creaturas personales humanas.
La fuerza de San Miguel Arcángel es un don que recibe de Dios. Sólo Dios es el Todopoderoso, de fuerza infinita. San Miguel Arcángel puede participar de esa fuerza como creatura angélica, por su humildad. Y así, humildemente, nos ayuda a nosotros -débiles creaturas humanas- a seguir su ejemplo y a presentarle humildemente nuestra debilidad a Dios, para que el Señor nos dé a todos la fuerza de su Gracia, que nos ganó bajo el estandarte de la Cruz. La Cruz es el infinito amor de Dios que se hace débil para acompañarnos en el sufrimiento y en la muerte, y Todopoderoso vence al pecado y a la muerte en su Resurrección.
San Pablo le ruega al Señor que lo libre de una debilidad que lo hace sufrir, y el Señor le responde: "Te basta con mi Gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad. Y San Pablo lo comprende y le responde humildemente: "Me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo... porque cuando soy débil, soy fuerte." (2 Corintios 12,9-10). Y así también podrá decir: "Todo lo puedo en Aquel que me da fuerzas". (Filipenses. 4,13).
El demonio no tiene fuerzas propias como para obligarnos a pecar. Es un pobre diablo, que está caído. Pero Cristo lo llama “homicida” y “mentiroso y padre de la mentira” (Jn.8,44) Esa mentira criminal solamente tiene poder si nosotros nos dejamos engañar. Es el tentador que como león rugiente busca devorarnos, como dice San Pedro (1a. de Pedro 5, 8).
Nos odia a muerte, pero no tiene fuerzas para matarnos. Su fuerza es engañarnos con la mentira del mal, para que nos hagamos el mal a nosotros mismos como si fuera un bien, y elijamos el mal hasta la muerte eterna.
Y la mentira asesina, es dejarnos convencer de que la soberbia y el egoísmo son nuestro mayor bien. Dios quiere siempre darnos fuerzas para resistir esa tentación, y si caemos, humildad para pedirle perdón, y fuerzas renovadas.
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