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LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO (Parte 22).

LA LINTERNA MÁGICA


SUEÑO 30.—AÑO DE 1861.



(M. B. Tomo VI, págs. 897-916)




ULTIMA ENTREGA DE EL SUEÑO 30

Parte III
... 



Los alumnos continuaron haciendo sus preguntas. 


******* 

Prosigue Don Ruffino: — ¿Y los que tenían los monos sobre las espaldas, qué 

Quiere decir? —Representa —respondió [San] Juan Don Bosco— el demonio de la deshonestidad. Este demonio, cuando quiere¡ arrojarse encima de alguno, no se presenta por delante, sino por la espalda, esto es, oculta la fealdad del pecado, no la deja ver, lo hace aparecer como cosa de nada. Estos monos gigantescos aprietan el cuello de sus víctimas, ahogando la palabra cuando los tales desgraciados quisieran confesarse. 

Aquellos infelices tenían ¡os ojos desorbitados para indicar que, quien es víctima de este pecado, no puede ver las cosas del cielo. Mis queridos jóvenes: No olviden aquellas tres palabras: Labor, sudor, fervor, y podrán alcanzar la más completa victoria sobre todos los demonios que les vengan a tentar contra la virtud de la modestia. 

— ¡Y qué medios hay para quitar el candado de la boca? [San] Juan Don Bosco respondió las misma palabras que le había dicho aquel amigo misterioso: Auferatur superbia de cordibus eorum. 

Le hicieron otras preguntas respecto el trabajo que cada uno realizaba, pidiéndole las correspondientes explicaciones: —¿Qué más nos puede decir sobre el campo de trigo? —Los que en el trabajan son ¡os llamados al estado eclesiástico; de forma que sé quién se hará sacerdote y quién no. Mas no piensen que los que estaban cavando eran los excluidos absolutamente del ministerio. ¡Oh, no! Vi a algunos artesanos segar el trigo con los demás. A los tales los reconocí y los dedicaré a estudiar. Algún otro iba a coger la hoz, pero el que las distribuía no se la quiso dar, porque le faltaba alguna virtud. Si la adquiere, el Señor le llamará si no se hace indigno de la vocación. Pero, tanto los que cavaban como los que segaban, cumplían la voluntad de Dios y estaban en el camino de la salvación. 

— ¿Qué significaban los bocados de comida y las flores? —Había quienes iban al campo y deseaban segar, pero Provera no les quería proporcionar la herramienta, porque no estaban aún capacitados para trabajar y, en cambio, les decía: —A ti te falta una flor. 

O bien: te faltan dos flores. Debes tomar todavía un par de bocados. 

Estas flores simbolizaban, bien la virtud de la caridad, bien la virtud de la humildad, bien la pureza. Los bocados de alimento significan el estudio y la piedad. Al oír esto, los jóvenes iban a coger las flores indicadas o a comer los bocados que les habían dicho y después volvían en busca de la hoz. 

También le preguntaron sobre las escenas que había visto cada vez que daba diez vueltas a la rueda, relacionadas con el desarrollo de la Pía Sociedad. [San] Juan Don Bosco respondió: —Un largo intervalo de tiempo separaba a cada diez vueltas de la rueda, para que yo pudiera examinar tranquilamente todos los detalles de las escenas que se ofrecían a mi vista. Desde el principio, después de las primeras vueltas, contemplé a la Congregación ya formada y bien ordenada y a un buen número de hermanos y de jóvenes ocupando las distintas casas. Al sucederse las vueltas, apreciaba vez por vez un nuevo espectáculo. Ya no veía a muchos de los que había contemplado anteriormente; después aparecían otros individuos para mi completamente desconocidos, y los que una vez viera jóvenes, los veía más tarde viejos y decrépitos. El número de los muchachos crecía cada vez de una manera más rápida y desorbitada. 

Los alumnos le recordaron también que el personaje del sueño le había dicho: 

—Verás cosas que te servirán de consuelo y otras que te llenarán de angustia. Por eso le preguntaron si a cada diez vueltas había visto a sus hijos en la misma condición, en el mismo oficio, siguiendo una misma línea de conducta o si habían cambiado a peor en las escenas sucesivas. [San] Juan Don Bosco no quiso decirlo; con todo, exclamó: —Causa pena y llena el alma de desolación el ver las muchas vicisitudes a que uno ha de someterse en el curso de la vida. Les aseguro que si en mi juventud hubiera previsto las peripecias que habría tenido que soportar desde hace algunos años a esta parte, me habría dejado ganar por la desanimación. 

Los alumnos se mostraban también maravillados por el número de casas y colegios que el [Santo] aseguró tendría en el futuro, ya que al presente sólo contaba con el 

Oratorio de Valdocco. Pero el buen padre repetía: — ¡Ya verán, ya verán! [San] Juan Don Bosco hablaba de esta forma tan familiar a toda la comunidad, pero se reservó algunas cosas para decirlas solamente a sus clérigos. En efecto, les manifestó que entre los que estaban trabajando en el campo de trigo, había visto a dos que llegarían a ser obispos. Esta noticia cundió por el Oratorio en un abrir y cerrar de ojos. 

Los alumnos comenzaron a hacer cabalas, intentando adivinar los nombres de los candidatos. [San] Juan Don Bosco no había querido ser más explícito, mientras ¡os muchachos pasaban revista a los nombres de todos los clérigos. Al fin se pusieron de acuerdo en que el primer obispo sería el clérigo Juan Cagliero, y manifestaron sus sospechas de que el segundo fuese Pablo Albera. Estas voces corrieron por la casa durante mucho tiempo. Hasta aquí Don Ruffino. 

Nosotros podemos añadir que nadie pensó en el estudiante Santiago Costamagna, ni sospechó lo más mínimo que a él le reservaba el Señor una mitra. [San] Juan Don Bosco, entretanto —continúa la Crónica— dijo que pondría a estudiar a algunas artesanos que había visto segando o recogiendo espigas en el campo, y, en efecto, desde el día que contó el sueño el joven artesano Craverio comenzó a estudiar. Otro artesano, a la sazón encuadernador, pasó también a la sección de los estudiantes. 

El [Santo] no dio a conocer su nombre. El cuarto fue un alumno que había entrado en el Oratorio como artesano y que estaba aprendiendo el oficio de sastre; a este lo vio [San] Juan Don Bosco en el sueño arrancando la hierba nociva. El mismo joven manifestó confidencialmente al clérigo Ruffino que su conducta pasada había dejado algo que desear, pero que en poco tiempo demostró tal espíritu de piedad que fue propuesto como modelo y se le vio practicar actos de virtud difíciles de olvidar, sobresaliendo especialmente por su profunda humildad. Estando en los estudiantes sucedió por dos veces que habiendo otro joven que llevaba el mismo nombre, en la nota semanal del estudio, por error del encargado, recibió un bene y un fere optime. Cuando se dan estas casos de equivocación, sucede casi siempre que los jóvenes, incluso los mejores, suelen reclamar contra la injusticia involuntaria, y si no se lamentan, al menos procuran hacer reconocer su inocencia y la rectificación de la nota. 

Pero nuestro jovencito, sin inmutarse por nada, a los que le manifestaban su extrañeza, pues el error había sido manifiesto, induciéndole, por tanto, a reclamar, les decía simplemente: —¡Me lo mereceré! 

Y nada hizo para que se rectificase aquella nota; estando dispuesto a someterse a la privación del premio prometido a quienes a largo del año hubiesen sacado óptime todas las semanas. 

Como complemento de cuanto nos brindan las Memorias Biográficas y ¡as Crónicas particulares sobre el sueño que acabamos de exponer, ofrecemos a continuación algunos datos biográficos sobre los personajes más importantes que intervienen en él. 

El profesor Oreglia, de San Esteban, profesó en la Sociedad Salesiana el 14 de mayo de 1862. Habiendo hecho los Ejercicios Espirituales según el método Ignaciano en 1860, abrazó el estado religioso, permaneciendo con [San] Juan Don Bosco hasta 1869, en que entró en la Compañía de Jesús. 

Don Francisco Provera, natural de Mirabello, entró en el Oratorio el 14 de octubre de 1858. [San] Juan Don Bosco, al recibirle entre sus jóvenes, exclamó: "El Señor nos ha mandado otro [Santo] Domingo Savio". 

El año que tuvo lugar el sueño de la rueda era simple clérigo, ocupando el cargo de Consejero del Capítulo Superior dos años antes de su muerte, ocurrida el 13 de abril de 1874. 

Figura destacada en el campo literario fue el clérigo Juan Francesia. Emitió su primera profesión el 14 de mayo de 1862. Al erigirse las tres primeras inspectorías de ¡a Congregación, Don Francesia se encargó de la Piamontesa, permaneciendo en el cargo de Inspector durante veinticuatro años. 

El 29 de octubre de 1865 fue nombrado Director Espiritual de la Congregación. Murió el 17 de enero de 1930, a la edad de noventa y un años. Asistió, en 1929, a la Beatificación de [San] Juan Don Bosco. Y en esa ocasión varios Antiguos Alumnos, colombianos y argentinos especialmente, le presentaron varios retratos del Beato, rogándole les dijera cuál era el más parecido. El se decidió por el de Rollini. Y, entretanto, se cumplía al pie de la letra el pronóstico de cómo lo había visto en el Sueño. 

El Cardenal Cagliero había muerto poco antes. Don Francisco Cerrutti entró en el Oratoria de Valdocco el 11 de noviembre de 1856 hizo los votos perpetuos en manos de [Beato] Miguel Don Rúa el 11 de enero de 1886. Fue Prefecto General de la Congregación desde el 7 de noviembre de 1886. Murió en Alasio el 25 de marzo de 1917, a los setenta y tres años de edad. Estuvo dotado de extraordinaria cultura y esclarecido ingenio. 

Don José Bongiovani ingresó en el Oratorio en 1854; fue contemporáneo de [Santo] Domingo Savio, con el que trabó estrecha amistad. Fue, además, uno de los primeros en dar su nombre a la Compañía de la Inmaculada, siendo fundador de la del Santísimo Sacramento y del Clero Infantil. Ordenado sacerdote, murió a la temprana edad de treinta y tres años. 

Don Domingo Belmonte nació en Genola el siete de septiembre de 1843, ingresando en el Oratorio con diecisiete años de edad. Hizo la profesión perpetua el 29 de octubre de 1871. Al celebrarse el IV Capítulo General de la Congregación Salesiana sucedió a [Beato] Miguel Don Rúa en el cargo de Prefecto General el 1º de octubre de 1871. Murió el 18 de febrero de 1901. 

Don Pablo Albera fue recibido por el mismo [San] Juan Don Bosco en el Oratorio, a la edad de trece años. Sucedió a Don Francesia en el cargo de Director Espiritual de la Congregación en 1869. En el año 1892 es elegido Catequista General, visitando las Casas de América desde el 1900 al 1903. En 1910 es nombrado segundo sucesor de [San] Juan Don Bosco, visitando las Casas de Europa de 1911 a 1915. 

Ocupando el cargo de Rector Mayor, fue elevado a la Púrpura Cardenalicia Mons. Cagliero.

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