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EL BAUTISMO DE JESÚS Y SU REVELACIÓN COMO HIJO DE DIOS.


Normalmente el domingo que sigue a la fiesta de la Epifanía es dedicado a celebrar el bautismo de Cristo, este año se celebra el domingo 13 de enero y señala la culminación de todo el ciclo natalicio o de la manifestación del Señor. Es también el domingo que da paso al tiempo durante el año, llamado también tiempo ordinario.

El misterio del Bautismo de Jesús nos adentra en el misterio inefable de cada uno de nosotros, pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia. Hemos sido bautizados no sólo en agua, como hacía el Precursor, sino en el Espíritu Santo, que nos comunica la vida de Dios. Demos gracias hoy al Señor por aquel día memorable en el que fuimos incorporados a la vida de Cristo y destinados con Él a la vida eterna. Alegrémonos de haber sido quizá bautizados a los pocos días de haber nacido, como es costumbre inmemorial en la Iglesia, en el caso de los neófitos hijos de padres cristianos. - (Fernández Carvajal, Francisco. en su obra "Hablar con Dios"). 


Evangelio

Por José Rico Pavés
Obispo español.


En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías.

Juan les respondió dirigiéndose a todos: 
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre Él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:

«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Lucas 3, 15-16.21-22

El Bautismo del Señor cierra y abre al mismo tiempo: cierra la voz de los profetas, abre la enseñanza de la Palabra; cierra las promesas, abre el cumplimiento; cierra la vida oculta de Jesús, abre su vida pública; cierra el conocimiento incompleto de Dios, abre la revelación del misterio de la Trinidad; cierra el signo de conversión, abre el don de la regeneración.

Para cerrar está san Juan Bautista y su bautismo de agua; para abrir, Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, y su Bautismo con Espíritu Santo y fuego. El Evangelio de este domingo presenta conjuntamente a ambos, mostrando así la continuidad en la unidad del único designio salvífico de Dios. Juan acude al Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento que conduce al perdón de los pecados, pero su gesto no puede alcanzar lo que anuncia. Cuando Jesús baja al Jordán se abre el cielo, cerrado desde el pecado de Adán, mostrando que con Él llega la remisión de los pecados.

El Bautismo del Señor no fue ni su conversión ni su adopción; fue manifestación y unción; por eso marca el inicio de su misión. Acudiendo al Jordán para ser bautizado por el Bautista, Jesús acepta e inaugura su misión de Siervo doliente: el que no tiene pecado se deja contar entre los pecadores y carga con nuestros pecados. En derroche de misericordia, el Padre envía al Hijo para liberar al esclavo. Por amor al Padre, el Hijo acepta el bautismo de muerte para perdón de nuestros pecados.

A esta aceptación, responde la voz del Padre que pone su complacencia en el Hijo. El Bautismo de Jesús es su manifestación como Mesías (Ungido) de Israel e Hijo de Dios, amado del Padre.

El Bautismo del Señor es también unción con el Espíritu Santo. El Espíritu desciende sobre Jesús como en forma de paloma, para ungir y enviar. Jesús, que ya posee en plenitud el Espíritu Santo desde su concepción, recibe en el Jordán la efusión del Espíritu en orden a la misión. Es ungido en favor nuestro, como expresó bellamente san Ireneo de Lyon: «El Espíritu de Dios descendió sobre Él, de quien los profetas habían prometido que sería ungido con él, para que de la abundancia de su unción nosotros recibiéramos y fuéramos salvados». Descendiendo sobre Jesús, el Espíritu se habituaba a habitar en el género humano preparando así nuestra santificación. De Jesucristo, manará el Espíritu para toda la Humanidad. Así, en el Jordán, Dios se revela como Trinidad: el Padre es el que unge, el Hijo es el Ungido, el Espíritu Santo es el ungüento.

Como la Liturgia actualiza en el tiempo los misterios de la vida de Cristo, la fiesta del Bautismo del Señor también cierra y abre a la vez: cierra el tiempo de Navidad, abre el curso ordinario del año litúrgico; cierra la contemplación de la infancia de Jesús, abre el conocimiento de su vida y misión; cierra el reconocimiento de lo oculto, abre la constatación de lo manifiesto.

La celebración de esta Fiesta nos recuerda que la vida nueva recibida en el Bautismo exige siempre crecimiento: buscar para encontrar y encontrar para seguir buscando. Bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, hemos vuelto a nacer para dejar atrás la antigua vida de pecado y caminar en el amor de Dios. Dejar lo antiguo y estrenar lo nuevo, tal es la eficacia del Bautismo, que cierra y abre.


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Solemnidad del Bautismo de Jesús, Ciclo B.
Redescubrir el propio bautismo

Por P. Raniero Cantalamessa.

1 Isaías 55,1-11; 1 Juan5,1-9; Marcos 1,7-11)

Redescubrir el propio bautismo

«En aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”».

¿Es que tal vez Jesús necesitaba, también él, ser bautizado como nosotros? Ciertamente no. Él quiso, con aquel gesto, mostrar que se había hecho uno de nosotros en todo. Sobre todo quería poner término al bautismo de «agua» e inaugurar el «de Espíritu». En el Jordán no fue el agua la que santificó a Jesús, sino Jesús quien santificó el agua. No sólo el agua del Jordán, sino la de todos los baptisterios del mundo.

La fiesta del Bautismo de Jesús es la ocasión anual para reflexionar sobre nuestro bautismo. Una pregunta que frecuentemente la gente se plantea acerca del bautismo es: ¿por qué bautizar a los niños de pequeños? ¿Por qué no esperar a que sean mayores y decidan por sí mismos libremente? Es una cuestión seria, pero puede ocultar un engaño. Al procrear un hijo y darle la vida, ¿es que los padres le piden antes permiso? Convencidos de que la vida es un don inmenso, suponen justamente que el niño un día les estará agradecido por ello. No se pide permiso a una persona cuando se trata de darle un don, y el bautismo es esencialmente esto: el don de la vida dado al hombre por los méritos de Cristo.

Cierto; todo esto supone que los padres sean ellos mismos creyentes y tengan intención de ayudar el niño a desarrollar el don de la fe. La Iglesia les reconoce una competencia decisiva en este campo y no quiere que un niño sea bautizado contra la voluntad de ellos.

Nadie, por lo demás, dice hoy que, por el sencillo hecho de no estar bautizado, uno será condenado e irá al infierno. Los niños fallecidos sin bautismo, así como las personas que han vivido, sin culpa suya, fuera de la Iglesia, pueden salvarse (estas últimas, se entiende, si viven según los dictados de su propia conciencia). Olvidemos la idea del limbo como el lugar sin alegría y sin tristeza en el que acabarían los niños no bautizados. La suerte de los niños no bautizados no es diferente a la de los Santos Inocentes que hemos celebrado justo después de Navidad. El motivo de ello es que Dios es amor y «quiere que todos se salven», ¡y Cristo murió también por ellos!

Distinto es, en cambio, el caso de quien descuida recibir el bautismo sólo por pereza o indiferencia, aun advirtiendo quizá, en el fondo de su conciencia, su importancia y necesidad. En este caso conserva toda su seriedad la palabra de Jesús: sólo «quien crea y sea bautizado, se salvará» (Cf. Mc 16,16. Ndt). Cada vez hay más personas en nuestra sociedad que por diversos motivos no han sido bautizadas en la niñez. Existe el riesgo de que crezcan y nadie decida ya nada, ni en un sentido ni en otro. Los padres no se ocupan más de ello porque ya, piensan, no es su tarea; los hijos porque tienen otras cosas en qué pensar, y también porque no ha entrado aún en la mentalidad común que una persona deba tomar, ella misma, la iniciativa de bautizarse.

Para salir al encuentro de esta situación, la Iglesia da mucha importancia actualmente a la llamada «iniciación cristiana de los adultos». Ésta ofrece al joven o al adulto sin bautizar la ocasión de formarse, prepararse y decidir con toda libertad. Es necesario superar la idea de que el bautismo es algo sólo para niños. El bautismo expresa su significado pleno precisamente cuando es querido y decidido personalmente, como una adhesión libre y consciente a Cristo y a su Iglesia, si bien no hay que desconocer en absoluto la validez y el don que representa estar bautizados desde niños, por los motivos que he explicado más arriba. Personalmente estoy agradecido a mis padres por haberme hecho bautizar en los primeros días de vida. ¡No es lo mismo vivir la infancia y la juventud con la gracia santificante que sin ella!

VIDEO.

Dejo esta hermosa canción interpretada por el cantautor chileno Fernando Leiva Vallejos, titulada "El Bautismo de Jesús", en un acto de beneficencia en agosto de 2010.



Puede visitar igualmente, nuestra entrada especial para niños, con dos historias animadas acerca del misterio del Bautizmo de Nuestro Señor Jesucristo.

FUENTES:
http://homiletica.org/
http://estaesnuestracasa.blogspot.com/ 
https://www.youtube.com/user/mfierrco

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