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DOCUMENTACIÓN ACERCA DEL INFIERNO - El espantoso castigo del malvado -PARTE 2-


EL FUTURO CASTIGO DEL MALVADO: INEVITABLE E INTOLERABLE

Ezequiel 22:14 ¿Estará firme tu corazón? ¿Serán fuertes tus manos en los días en que Yo proceda contra ti? Yo Yaveh he hablado, y lo haré.

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APLICACIÓN



Este tema se puede aplicar en el uso de despertar a los pecadores impenitentes. Lo que se ha dicho en esta doctrina es para ti, oh pecador impenitente, oh, pobre desgraciado, que te encontrarás en el mismo estado en el que has venido al mundo, excepto en que estarás cargado de una culpabilidad sumamente mayor a causa de tus pecados continuos. Estas cosas terribles que has oído son para ti, que permaneces completamente inconvertido, y aún permaneces como un extraño y un extranjero en el mundo, privado de Cristo y de Dios. Son para ti, que también en este día permaneces como un enemigo de Dios, y un hijo del diablo, en esta sesión memorable, cuando aquí y en otras partes, lejos y cerca, muchos se están encontrando con Cristo; para ti que oyes más el ruido y la fama de estas cosas, pero que eres un perfecto ignorante sobre el poder de Dios sobre tu propio corazón.

Quienquiera que seas, joven o viejo, pequeño o grande, si te mantienes alejado de Cristo, en estado de inconversión, esto significa la cólera, significa la muerte a la cual tú mismo te mantienes condenado. Ésta es la cólera que anida en ti; ésta es la muerte a la que estás condenado; éste es el infierno sobre el que pendes; y sobre el cual tú estás preparado para caer cada nuevo día y cada noche.

Si sigues ciego, y duro de corazón, y absolutamente muerto en el pecado un poco más, esta horrible destrucción vendrá sobre ti: Dios ha hablado y Él lo hará. Es inútil que te adules con esperanzas vanas que deberías evitar, o que te digas en tu corazón que quizás no será así; que quizás Él no será tan Justo; que quizás las cosas han sido representadas peor de lo que realmente son. Si te resistes a ser convencido por la palabra predicada a ti por los hombres en el nombre de Dios, Dios mismo se encargará de convencerte, Ezequiel 14:4, 7, 8.

¿No te parece verdad que sufrirás una destrucción tan espantosa, porque te parece que no la mereces? ¿O porque no encuentras algo tan terrible en ti mismo como para merecer un castigo tan horrible? ¿Que no has hecho nada tan malo como para merecer como respuesta tan horrendo destino? La razón es que amas la maldad y esa maldad te parece buena; te parece encantadora; rechazas ver cualquier rastro de maldad en ella, y por lo tanto eres incapaz de percibir que toda esa maldad, que para ti no lo es, merece sin duda toda esta miseria.

Pero debes saber, pobre estúpido, ciego de cerviz endurecida, que Dios no ve, como tú, con tus ojos contaminados: los pecados a Su vista son infinitamente abominables. ¿Tú ignoras que ensuciaste mil y mil veces más la majestad de Dios, y porqué debe esa Majestad, que tú desdeñaste así, manifestarse infinitamente en la grandeza de tu castigo? Tú oíste hablar a menudo qué Dios grande y terrible es Jehová; pero tú Le despreciaste, no te asustabas de Él, no te asustabas de los pecados contra Él, ni continuar día tras día, provocándolo con tus pecados, provocando Su cólera, arrastrando Sus mandamientos en el barro, y pisoteándolos. ¿Ahora porqué no puede Dios, en la grandeza de tu destrucción, justamente vindicar y manifiestar la grandeza de esa majestad, que tú desdeñaste?

Tú desdeñaste la omnipotencia de Dios; tú no Lo respetabas. ¿Ahora por qué Dios no debería mostrar la grandeza de Su potencia en tu grandiosa ruina? ¡Qué rey existe que no muestre su autoridad en el castigo de esos sujetos que lo desdeñan! ¿Y quién no justifica su majestad real en ejecutar venganza contra aquellos que se levanten en rebelión? ¿Y tú eres tan tonto como para pensar que el gran Rey del cielo y de la tierra, ante Quién el resto de los reyes son como ridículos saltamontes, no justificará Su majestad real con los rebeldes despectivos tales como tú? Estás muy equivocado si piensas así. Si a ti no te importa la majestad de Dios, cuando ésta es conocida por ti, a Dios no dejará de importarle Su propia majestad; Él mismo se ocupará de cuidar Su honor, y lo reivindicará.

Piensa que no es extraño que Dios deba tratar tan seriamente contigo, o que la cólera que sufrirás deba ser tan grande. Porque tan grande como es, no es mayor que el amor de Dios de tu has desdeñado. El amor de Dios, y su tolerancia, condescendencia, y compasión a los pecadores en enviar a Su hijo al mundo a morir por ellos, es tan grande y maravilloso como esta cólera indescriptible. Esta Misericordia ha sido revelada ante ti, y descrita en Su maravillosa grandeza centenares de veces, y Él se te ha ofrecido a ti muy a menudo; pero no quisiste aceptar a Cristo; no quisiste tener este gran amor de Dios; despreciaste Su muerte por amor; pisoteaste Sus infinitos beneficios. ¿Ahora por qué no habría de ser Su cólera tan grande como ese amor y misericordia que tú rechazaste una y otra vez?

¿Te parece increíble que Dios endurezca Su corazón contra un pobre pecador, como para destruirlo así, y para hundirlo sin piedad con el poder infinito de Su cólera? ¿Y esto es una cosa mayor para ti que endurecer tu corazón, como has hecho, contra la misericordia infinita, y contra el amor del Dios capaz de morir por amor?

¿Te parece tan increíble, que a ese Dios no le importe en absoluto el bienestar de los pecadores, como para hundirlos en un abismo infinito de miseria? ¿Es esto un golpe para ti? ¿Y no es un golpe para ti, que tú seas tan completamente indiferente como has sido del honor y de la gloria del Dios infinito?

Si te parece de locura, de estupidez y de absurdo sinsentido para ti, es porque tienes un corazón de piedra, y estás tan insensibilizado sobre tu propia maldad que piensas que tú no mereces tal castigo, y te resulta tan increíble que piensas que no será infligido sobre ti. Pero si cuando todo está dicho y hecho, tú no estás aún convencido, espera aún un poco rato más, y te convencerás sin duda alguna: Dios mismo se ocupará de hacer el trabajo que los ministros de la Iglesia no pudieron hacer. Aunque el juicio contra tus maldades todavía no se ejecute, y Dios ahora te dejó solo, con todo, Él pronto vendrá sobre ti con Su gran poder, y entonces sabrás quién es Dios, y lo que tú haces.

No te consueles a ti mismo pensando que si estas cosas finalmente prueban ser verdad, y viene lo peor que puedas imaginar, podrás sobrellevarlo sin problemas. ¿Qué significará para ti resistir y fortalecerte reuniendo tus fuerzas para utilizarlas cuando caigas en las manos del omnipotente Rey, Jehová? Él, que te hizo a ti, puede hacer que Su espada se acerque a ti. Su espada no es la espada del hombre, ni es Su cólera la cólera del hombre. Si lo fuese, podrías posiblemente mantenerlo bajo un cierto control. Pero es la fiereza de la cólera del gran Dios, que puede deslumbrarte y disipar toda tu fuerza en un momento. Él puede llenar tu pobre alma de un océano de cólera, de un diluvio de fuego y de azufre; o Él puede llenarla diez veces más de tormento que un horno candente y lleno de fuego; y al mismo tiempo, puede llenarla con la desesperación de no ver jamás final a tu tormento, o cualquier disminución de tu miseria: ¿y entonces donde estarán tus fuerzas? ¿Qué pasará con tu valor? ¿Qué significarán tus tentativas de sobrellevarlo?

¿Qué puedes hacer tú en las manos del gran Dios, Quien hizo el cielo y la tierra con una simple palabra? ¿Qué puedes hacer tú, cuando seas atenazado por Esa fuerza, que maneja todo este universo infinito, que sostiene el globo de la tierra, dirige todos los movimientos de los cuerpos divinos durante los eones sin término, y, cuando el tiempo fijado venga, lo sacudirá todo en pedazos? Hay otros seres impíos mil veces más fuertes que tú: están los grandes espíritus de los leviatanes, fuertes y orgullosos, de una fortaleza y de una resistencia gigantescas. ¡Pero qué ínfimos resultan ellos en las manos del gran Dios! Son menos que niños débiles; no son nada, y menos que nada en las manos de un Dios enojado, como aparecerá en el día del Juicio. Sus corazones estarán rotos; se hundirán; no tendrán ninguna fuerza ni valor que oponer; serán tan débiles como el agua; sus almas se hundirán en un pozo infinito, un abismo de muerte y desesperación. ¿Entonces qué pasará contigo, un miserable gusano, cuando caigas en las manos de este Dios, cuando venga a mostrar Su cólera, y te muestre Su poder en ti mismo?

Si la fuerza de todos los hombres impíos en la tierra, y de todos los diablos del infierno, fuese unida en ti, y poseyeses todo su valor, la grandeza, y la fortaleza de todos sus corazones como si fuesen unidos en tu solo corazón, aún así tú no serías nada en las manos de Jehová. Si todo ello fuese aunado, y te acomodases a ti mismo para resistir tan bien como pudieses, todo se hundiría bajo Su gran ira en un instante, y serías aniquilado completamente: tus manos flaquearían inmediatamente y tu corazón se derretiría como un pedazo de cera. -Las grandes montañas oscilan, las rocas más firmes no pueden permanecer asentadas ante el poder de Dios; tan rápidamente como están paradas, se sacuden, corren y saltan como corderos, cuando Dios aparece en Su cólera. Él puede rasgar la tierra en pedazos y en un instante; sí, incluso puede romper el universo entero, y estallarlo en pedazos de un soplo. Entonces, ¿cómo de fuertes serán tus manos, o tu corazón aguantará?

Tú no puedes resistir ante un león; una bestia salvaje enojada, podría fácilmente trocearte en pedazos. Sí, no solamente eso, podría incluso machacarte como tu machacas a una polilla. Una cosa muy pequeña, un pequeño gusano o araña, o algún otro insecto, podría matarte. ¿Entonces, qué podrías hacer tú en las manos Dios? Es inútil utilizar los tallos y las espinas como armas en la batalla contra las llamas feroces; las puntas de las espinas, aunque las sostengas firmemente, no pueden hacer nada para soportar el fuego.

Algunos de vosotros habéis visto edificios en llamas; imaginaos por lo tanto a vosotros mismos, qué podríais hacer con unas pobres manos como las vuestras para luchar contra las llamas, si os encontraseis en el medio de tan grande y feroz fuego. Tú has visto a menudo una araña, o algún otro insecto, cuando es lanzado en el medio de un fuego feroz, y has observado cómo se rinde inmediatamente a la fuerza de las llamas. No hay lucha larga, ningún luchar contra el fuego, ninguna fuerza ejercida para oponerse al calor, o para volar lejos de él; sino que se cae inmediatamente y se rinde; y el fuego toma posesión de él, e inmediatamente se convierte por completo en fuego.

Ésta es una pequeña imagen de lo que serás tú en los infiernos, a menos que te arrepientas y aceptes a Cristo. Sin embargo puedes pensar que te fortalecerás, y resistirás tan bien como puedas; pero desde el primer momento en que seas echado en el infierno, todas tus fuerzas se desvanecerán y tus ansias de resistir se disiparán completamente. Animarse pensando que puedes sobrellevar los tormentos del infierno tan bien como puedas, es exactamente como si un gusano, que está a punto de ser lanzado en un horno en llamas, pueda animarse y fortalecerse para luchar contra el fuego abrasador.

¿Qué puedes hacer contra los relámpagos? ¿Qué significa luchar contra ellos? Qué figura absurda resultaría un pobre hombre, que, en medio de una tempestad de truenos, debiese rechazar el impacto de un relámpago en su cabeza o su pecho, y para ello tuviese a su disposición una espada para defenderse. ¡Cuando una corriente de azufre le arrebataría en un instante todo su espíritu y su vida, y también derretiría su espada!

Consideren estas cosas, todos ustedes los enemigos Dios, y los que rechazan a Cristo, si ustedes son hombres o mujeres ancianos, padres de familias alejadas de Cristo, o jóvenes y niños impíos. Estén seguros de que si no reflexionan sobre sus vidas y se arrepienten de sus pecados, Dios se propone mostrarles Su cólera, y hacer Su poder conocido por ustedes. Él se propone magnificarse como Le corresponde cuando los hunda a ustedes en el infierno. Él se propone mostrar Su gran majestad en el día del Juicio, ante una grandiosa asamblea, por medio de vuestra miseria; ante la mayor asamblea que nunca ha habido en la Tierra; ante una enorme asamblea de santos, y de una inmensa asamblea de hombres impíos, de una extensa asamblea de ángeles santos, y ante toda la banda de diablos. Y Dios alcanzará la restitución de Su honor en su destrucción.

Tú serás atormentado en presencia de todos ellos. Entonces todos verán que Dios es realmente un gran Dios; entonces todos verán cuan terrible es el pecado contra tal Dios, y el rechazo de Su Salvador, de Su amor y misericordia, como tú has rechazado y desdeñado. Todos se llenarán de temor en el Gran Juicio, y todos los santos y ángeles te mirarán, y adorarán esa Majestad, y ese Poder Omnipotente, y esa Santidad y Justicia de Dios, que aparecerá en tu inefable destrucción y miseria.

Es probable que allá estén algunos, que me oyen este día, y que en este mismo momento no están despiertos, y tengan en gran medida descuidadas sus almas. Me temo que haya algunos entre nosotros a los que estas palabras de terror los hagan endurecerse: sus corazones son más duros que las mismas rocas. Es más fácil hacer impresiones sobre un pedernal que sobre sus corazones. Supongo que algunos de ustedes han escuchado todo lo que he dicho con facilidad y tranquilidad: aparecen ante ustedes como grandes palabras que suenan altisonantes, pero no alcanzan sus corazones. Ustedes han oído tales cosas muchas veces: ustedes son viejos soldados, y han oído demasiado el rugir del cañón en el cielo, como para ser aterrorizados por él. Por lo tanto será probablemente inútil que les diga cualquier otra cosa más. Les pondré solamente en la mente que será el mismo Dios quien tratará con ustedes. Yo no puedo tratar con ustedes, ustedes desdeñan lo que digo. No tengo ningún poder para hacerles sensibles de su peligro y miseria, y del espanto de la cólera de Dios. Las tentativas de los hombres en esta vía se han probado a menudo inútiles.

Sin embargo, Dios ha decidido tratar con los hombres tales como ustedes son. Es Su manera más común de actuar dejar a los hombres intentar utilizar su fuerza más extrema: particularmente deja que los ministros de Su Iglesia lo intenten, así Él puede mostrar a Sus ministros su propia debilidad e impotencia; y cuando han hecho todo lo que han podido y, finalmente, fallan, después Dios toma el asunto en Sus propias manos. Así sucede por su obstinación, y Dios se propone tratar con ustedes. Él emprenderá la tarea de someterles; Él verá si no puede curarles de su insensibilidad y descuido ante Sus amenazas. Y Les convencerá; eficazmente Les someterá: sus corazones serán partidos con su propio testimonio; su fuerza quedará completamente rota, su valor y esperanza se hundirán. Dios sin duda partirá a los que no se doblen. Dios, ciñéndose con Su potencia y cólera, ha decidido ahora ocuparse de muchos corazones obstinados, insensibles, empecinados y duros; y Él nunca falló, Él hizo siempre Su trabajo a conciencia.

No pasará mucho tiempo antes de que cambies maravillosamente. Tú que ahora oyes hablar del infierno y de la ira del gran Dios, y te sientas aquí en estos asientos tan confortables y cómodos, y sales después tan descuidado; a ti te sacudirá en breve tiempo, y temblarás, y gritarás, y chillarás, y rechinarás los dientes, y serás convencido a conciencia del peso y de la importancia inmensos de estas grandes cosas, que ahora desdeñas.


FUENTE: siemprejamas.tripod.com


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