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EL DESCUBRIMIENTO DE LA CASA DE EFESO


El reportaje de Rome Reports sobre la apertura del proceso de beatificación de la monja francesa Sor Marie de Mandat-Grancey, cuando dice de ella que “descubrió la Casa de la Virgen María en Éfeso”, desliza una afirmación que, sin ser exactamente falsa, sólo aporta confusión en lo relativo a una de las grandes, y por otro lado, más modernas, reliquias del cristianismo, cual es la de la Casa de la Virgen María en la ciudad, hoy día turca, de Efeso. Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos paso a paso, que la historia lo merece.

Para empezar, se ha de decir que la versión de una Virgen María que habría vivido en Efeso una vez que su hijo desaparece de este mundo, 
es sólo una de las dos que sobre el tema existen en la tradición cristiana. La otra sitúa a la Virgen en Jerusalén, donde habría vivido sin solución de continuidad hasta el momento de la dormición. Pero esto es harina de otro costal, al que dedicaremos algún capítulo otro día.

Concentrándonos en la versión que aquí nos ocupa, a saber, la de que María se habría desplazado a Efeso donde habría pasado buena parte de su vida e incluso habría terminado sus días sobre la tierra, está estrechamente relacionada, como es fácil de imaginar, con el mandato que Jesús da al apóstol San Juan (y que por cierto, sólo se recoge en el Evangelio del propio Juan) en sus momentos finales sobre la cruz, cuando le dice: “Ahí tienes a tu madre”, aclarando el evangelista que “desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn. 19, 27).

Siendo así que, según la más consolidada tradición, San Juan dedicó lo mejor de sus días a la ciudad de Efeso, donde de hecho habría muerto sobre el año 100 al poco de terminar de escribir su Evangelio, nada más lógico que situar junto a él a la madre de Jesús, cuya protección le había encargado ni más ni menos que su propio hijo. Documentalmente hablando, dicha tradición reposa en testimonios tales como un texto de difícil interpretación del Concilio de Efeso (431), un escrito del obispo jacobitaAbulpharagius del s. XIII, y la afirmación en ese sentido del Papa Benedicto XIV(1740-1758).

A partir de esta piadosa tradición, la veneración de una casa en la que habría residido María no es nada, en principio antiguo (luego veremos que, en realidad, es más antiguo de lo que creemos), y para su culminación hemos de esperar a la aparición en el s. XIX de un curioso personaje, que no es otro que la monja alemana Sor Anna Katharina Emmerick (1774-1824), beatificada en 2004, objeto de unas curiosas alucinaciones que le llevan a visionar muchos de los episodios evangélicos de una manera, por un lado, muy vívida, y por otro, extrañamente verosímiles. Aunque muchos de Vds. habrán oído hablar de esta monja, valga decir de ella que sus visiones son las inspiradoras de no pocas escenas de la extraordinaria película “La pasión” de Mel Gibson.

Las visiones de Sor Katharina Emmerick fueron llevadas a papel por el escritor alemán Clemens Brentano entre los años 1818 y 1824. Dichas visiones dieron para varios libros, uno de ellos “La amarga pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, y otro de ellos, el que nos interesa aquí “La vida de la Virgen María”. Pues bien, en éste último, la monja alemana, -que nunca visitó Turquía, dicho sea de paso-, hace, a partir de las visiones que tiene, una descripción de la casa en la que habría vivido María en la ciudad turca de Efeso, la cual sitúa en la falda de una montaña, cercana a un arroyuelo, con vistas a la ciudad y al mar, de piedra, planta rectangular, con un ábside y una chimenea.

Con esta descripción, los padres paúles H. Jung y Eugene Poulin organizan una expedición en 1891. Hallándose en la región de Degirmerdere y muertos de sed, preguntan a unos paisanos donde pueden encontrar algo de agua, y conducidos a un arroyuelo, se aparece ante sus atónitos ojos una casa que coincidía perfectamente con la descripción realizada por la monja alemana, y que, para colmo de las coincidencias, tiene en el ábside una estatua de la Virgen María, lo que obliga a aceptar la existencia de una tradición inveterada y probablemente ininterrumpida en el lugar. Razón por la que decíamos arriba que el culto era más antiguo de lo que se nos presenta. Analizada por los arqueólogos, se llega a la conclusión de que se trata de una edificación del s. I d.C., sobre la que en el s. IV se habría superpuesto una pequeña iglesia.

A partir de ahí, comienza el proceso de reconocimiento de la reliquia. En 1914, elPapa Pío X ofrece indulgencia plenaria a los peregrinos que visiten la Casa de Efeso. En 1951, apenas un año después de declarar el dogma de la Asunción de María, último de los declarados por la Iglesia, Pío XII la declara objeto de peregrinaje. Y el 26 de julio de 1967, Pablo VI se convierte en el primer Papa que la visita. Más tarde lo harán también Juan Pablo II, el 30 de noviembre de 1979, y Benedicto XVI, el 29 de noviembre de 2006.

El santuario reviste la notable particularidad de ser lugar de culto común de cristianos y musulmanes, conocida como es la devoción que éstos profesan a la Virgen María, de la que hemos tenido y tendremos ocasión de hablar en estas páginas. Por cierto, que existe entre los turcos musulmanes la tradición de peregrinar a la Casa de María justamente el 15 de agosto, fecha en la que, como se sabe, los cristianos celebramos Asunción de María.


VIDEO
Camino de los altares la monja que localizó la casa de la Virgen en Éfeso.






EL APORTE DE SOR MARIE DE MANDAT-GRANCEY

Sor Marie de Mandat-Grancey(*) nació en Dijon el 13 de septiembre de 1839, en una familia de las que se da en llamar “de rancio abolengo”, que acostumbraba a pasar seis meses en París, y el resto del año en el Castillo Grancey de su propiedad, y en cuyo árbol genealógico figuraban y figuran personajes eclesiásticos de la talla de San Bernardo de Claraval, el Gran Abad del Cluny San Hugo, o Pedro el Venerable.

En mayo de 1857, a la edad de dieciocho años, entra en la comunidad de lasHermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. En 1870, la vemos gobernando como superiora un orfanato en Pecq, cerca de París. Y en 1886, a sus cuarenta y siete años de edad, es asignada a la misión francesa en Turquía, sirviendo en el Hospital Naval Francés en Esmirna, el cual mejora a sus expensas. Apenas cuatro años después, la vemos convertida en la madre superiora de la comunidad en el Hospital.

Estando en Esmirna, Sor Marie hace suya la causa de la Casa de la Virgenen Éfeso, de la que había oído hablar, impulsando con vehemencia la expedición que a partir de los datos aportados por las visiones de la monja alemana Sor Katharina Emmerick, habría de llevar a sus compañeros de orden, los padres H. Jung y Eugene Poulin, -que en todo momento se habían conducido con extraordinario escepticismo sobre el tema-, a descubrir, a apenas 75 kms. del hospital en el que servían, la que hoy día se venera como la Casa de María en Efeso.

No sólo eso, sino que una vez hallada Sor Marie hace una rápida visita al hogar paterno al solo objeto de recabar los fondos necesarios para comprar, de su propio pecunio, la totalidad de la montaña en la que aparece. Cosa que hizo un buen 15 de noviembre de 1892, para después donarlo a la orden a la que pertenecía.

Al proceder a la restauración del edificio, aparecieron tres piedras del ábside que se decían construídas por los apóstoles, una de las cuales fue entregada a la familia Mandat-Grancey, que la colocó en la capilla familiar de su casa en Francia.

Convencida de que la Casa de la Virgen era la verdadera razón de su existir, todavía hará por ella una tercera cosa, al fundar la Orden de la Casa de María con el solo objeto de preservar y cuidar el extraordinario monumento hallado en Efeso.

Sor Marie murió el 31 de mayo de 1915 en plena Guerra Europea, a los setenta y cinco años de edad. El 21 de enero de 2011se abrió la causa de su beatificación.

Cabe al tesón de Sor Marie de Mandat-Grancey el descubrimiento de una reliquia que, amén de constituir hoy día una de las más veneradas de la Cristiandad, objeto de la visita de nada menos que tres papas, tiene la singularidad de servir, como pocas, de hermoso punto de encuentro con una religión, el islam, a la que, en realidad, nos unen no pocas cosas.


FUENTE: .religionenlibertad.com

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