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REALEZA DE MARÍA SANTÍSIMA


Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 1, 12).

La Mujer es nuestra Señora. El Sol que viste a la Mujer es la Santísima Trinidad. Ella aparece bañada con su luz deslumbrante, porque es las Hija del Padre, quien quiso que fuera concebida inmaculada; Ella es la Esposa del Espíritu Santo, y es la Madre de Jesús, el Hijo de Dios.

La Mujer lleva una corona, signo de su realeza, porque Ella es la Reina-Madre, su hijo es el vástago del Rey David y el Rey de Reyes.

La imagen y el oficio de la reina madre en el Antiguo Testamento, la «gran Señora», comoabogada ante el rey por el pueblo del reino,proféticamente preanuncia el oficio de la gran Reina Madre y Señora del Nuevo Testamento. Puesto que es María de Nazaret quien se convierte en la Reina y Madre en el Reino de Dios, como la Madre de Cristo, Rey de todas las naciones. La Mujer al pie de la Cruz (cf. Jn19, 26), se convierte en la Gran Señora (Domina) con el Señor y Rey, y por tanto será la Abogada y Reina del Pueblo de Dios desde el cielo.

La analogía de María Reina, con el reinado de Cristo es una mirada obligada, porque es ciertamente iluminadora.

En 1925, el 11 de diciembre, el Papa Pío XI, en su encíclica Quas Primas, instituyó la fiesta de la«Realeza de Cristo». No lo hizo para que la misma quedara como un añadido litúrgico o devocional, la instituyó «como inspiración para todos los hombres en su vida completa, persona y social», por eso se ha considerado a la misma «el foco de toda su obra, el punto de confluencia de todas sus empresas y planes de acción».

Nos enseñaron los Romanos Pontífices que Cristo debe reinar en los corazones de quienes le siguen, pero debe reinar también en los Parlamentos, en las plazas, en las oficinas, en las escuelas y universidades, en los teatros, y en todo lugar donde se reúnen los hombres, en el laboratorio del científico, en el estudio del artista, en el sindicato, dondequiera los hombres trabajen, se distraen, sufren, viven y mueren.

Jesucristo es Rey por ser Dios, el Verbo Encarnado, su realeza proviene de su divinidad, y es Rey por derecho de conquista. María Inmaculada es Reina por ser la Madre de Dios, prerrogativa fundamental definida por el Concilio de Efeso el año 431.

El venerable Pío XII, proclamó la fiesta litúrgica de la Realeza de nuestra Señora el 1 de noviembre de 1954 (encíclica Ad caeli reginam). La iniciativa, para ese acto pontificio, provino de los fieles. Millares de peticiones fueron enviadas a la Santa Sede solicitando la institución de la fiesta.

Hace 300 años, San Luis María de Montfort escribió su maravilloso Tratado de la verdadera devoción a María, conocido como el «libro de oro de la devoción mariana». Desde la primera línea de su escrito, el Santo da a conocer la razón de ser de todo su libro:

«Por medio de María Santísima, Jesucristo vino al mundo, y así mismo por medio de Ella debe reinar en el mundo» (TVD, nº 1). Reinado de Jesús que se realiza «en los corazones» (113),«en nuestra alma» (68), es decir que «Jesús reinará cuando por mediación de María, Él sea conocido, amado y servido».

Santo Tomás de Aquino, en su Tratado de la Encarnación, luego de exponer la exaltación de Jesús a la derecha del Padre, describe su poder sobre toda la creación. Igual cosa hace Montfort, quien después de habernos mostrado a María a la diestra de su Hijo, nos habla de su dominio universal:


          María impera en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados. En recompensa a su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y la misión de llenar de santos los tronos vacíos, de donde por orgullo cayeron los ángeles apóstatas. Tal es la voluntad del Altísimo, que exalta siempre a los humildes (Lc 1,52): que el cielo, la tierra y los abismos se sometan, de grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien constituyó soberana del cielo y de la tierra capitana de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, realizadora de sus portentos, reparadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de su grandeza y de sus triunfos” (TVD, 28).

He aquí la tesis total de Montfort: 1) el reino de Cristo vendrá ciertamente; 2) este reino llegará como consecuencia necesaria del reino de María; 3) de hecho, este reino de la Virgen Santísima se establecerá en el mundo; 4) este reino de María se establecerá por extensión de la práctica universal de la perfecta devoción a María; 5) el reino de Cristo por María se sitúa particularmente en los últimos tiempos, cuando los grandes hombres que vendrán, realizarán maravillas por la perfecta devoción a la Santísima Virgen; 6) este reino de Cristo, será el reino de Jesús y de María.

Coronada de gloria, María Santísima resplandece como Reina de los Ángeles y los Santos, anticipación y culmen de la condición escatológica de la Iglesia. Ninguna criatura queda fuera de su reinado.


FUENTE: infocatolica.com


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