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LA CASTIDAD (meditación por Marino Restrepo)


La castidad es la virtud que “robustece la voluntad para resistir las concupiscencias desordenadas muy vehementes” (1)

Dicho en otras palabras, es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la ley natural, de la ley de Dios y del respeto hacia el otro. Es el hábito de usar del sexo correctamente, moderando y ordenando las apetencias sexuales para que sean razonables. La lujuria es el goce desordenado de las mismas, separándolas de las finalidades de la procreación y de la unión dentro del matrimonio, (único ámbito lícito de la sexualidad según la ley de Dios).

Por medio de la castidad, (hija de la templanza y de la fortaleza), la persona adquiere dominio de su sexualidad, integrándola a una personalidad sana, equilibrada y madura y la prepara para el amor. La castidad no es la negación de lo sexual sino el dominio de sí, de la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo al desarrollo de la persona. Supone un esfuerzo que fortalece el carácter y la voluntad, entrena a la persona en el sacrificio y el renunciamiento y forma su personalidad en el sentido del deber, purificando el amor y elevándolo, aumentando la energía física y moral y dando mayor rendimiento a la persona en el deporte, en el trabajo y en el estudio, preparándolo para el amor conyugal.

Es un trabajo eminentemente personal, e implica una educación desde la niñez a la cual toda persona tiene derecho. En la vida hay que entrenarse a hacer esfuerzos cuando no hace falta para saber esforzarse cuando haga falta. El que no aprende a privarse de lo lícito, no sabrá privarse de lo ilícito cuando le sea necesario. Le faltará carácter, porque no habrá entrenado su espíritu para el combate. “La maduración psicológica es un trabajo de toda la vida. Consiste en forjar una voluntad capaz de aferrarse al bien a pesar de las grandes dificultades. Así como los padres se preocupan de ayudar a sus hijos a lograr esta maduración, también el novio debe ayudar a su novia, (y viceversa), y el esposo a su esposa. El trabajo sobre la castidad es esencial para ello; porque es una de las principales fuentes de tentaciones para el hombre; consecuentemente es uno de los principales terrenos donde se ejercita el dominio de sí. Quien no trabaja en esto no sólo es un impuro sino que puede llegar a ser un hombre o una mujer despersonalizados, sin carácter”. (2) “Ya vimos en su momento los planes de Dios respecto al hombre y a la mujer. Una vez creados a su imagen y semejanza, hombre y mujer, y de unirlos en matrimonio, les da un encargo preciso: “Creced y multiplicaos” (Gén,1,28) revelándose así el sentido, la finalidad, el por qué de la sexualidad humana. De la unión marital, del amor humano, nacen todas las generaciones humanas. Este es el dato no solo biológico, real, histórico, sino también revelado. Las cosas son así, desde el hombre – desde la naturaleza- y desde Dios. Todo bautizado está llamado a la castidad. La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí – obra que dura toda la vida y está orientada al don de sí mismo- que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado.” (3)
La castidad, (ayudada desde la infancia por la educación de las virtudes menores de la modestia y del pudor en el lenguaje, en la vestimenta y en los usos y costumbres de la vida diaria), tiene que ver con lo que se lee, con lo que se ve, con lo que se habla, con lo que se enseña, con lo que se corrige y lo que no, siéndonos necesaria en todos los estados de la vida.

Los solteros están llamados a practicar la castidad en la continencia mutua, rechazando cualquier placer sexual desordenado y consentido, defendiendo y educando el propio corazón, ayudándose y cumpliendo el sexto mandamiento: “No cometer actos impuros” y el noveno: “No codiciar la mujer de tu prójimo”. Los novios especialmente deben abstenerse de las relaciones prematrimoniales como una preparación para lograr la madurez y la castidad en el matrimonio. Deben a su vez hablar profunda y seriamente estos temas durante el noviazgo, para que el matrimonio después no sea una guerra.
“Me dirás: Estos mandamientos están en sexto y noveno lugar, ¿Son tan importantes?. Te contesto: Es verdad que están en el sexto y noveno lugar por razón de la gravedad de los mismos. Es más grave la apostasía y la blasfemia que la impureza. Pero también hay que leer los mandamientos de abajo para arriba, no atendiendo a la gravedad moral sino al sustento, o al cimiento de los más importantes. Los mandamientos que están ubicados numéricamente después son los que sostienen a los principales. No se da el orden sobrenatural sin el orden natural. No se dan, o se dan muertas, las virtudes teologales sin las morales”. (4)

Este combate tiene una raíz de error profunda, como lo explica muy bien en las “Cartas del diablo a su sobrino” el experimentado diablo a su inexperto sobrino para perder a las almas: “Gran parte de la resistencia moderna a la castidad procede de la creencia de que los hombres son “propietarios” de sus cuerpos… Es como si un infante a quien su padre ha colocado, por cariño, como gobernador de una gran provincia, bajo el mando de sabios consejeros, llegase a imaginar que realmente son suyas las ciudades, los bosques y los maizales, del mismo modo que son suyos los ladrillos del suelo de su cuarto.” (5) Contrariamente a este concepto, la Iglesia enseña que los hombres son templos del Espíritu Santo y deben tratarlo como tal. “La educadora natural de la castidad debiera ser la familia. Pero la legislación del divorcio ha contribuido a debilitar el vínculo matrimonial y su consistencia social, alentando de hecho las conductas de infidelidad. Los jóvenes y hasta los niños son iniciados e impulsados a comportamientos eróticos o sexuales prematuros y perversos. La familia ha visto disminuida su autoridad y su capacidad formativa y educativa de las nuevas generaciones por múltiples factores: laboral, social, económico, legal, (recortes de la patria potestad y adelanto de la mayoría de edad), escolar, cultural. Los educadores sexuales son hoy, de hecho, los medios de comunicación y hasta la escuela, (laica y atea desde 1884 por la ley 1420 del gobierno de Roca), que quiere convencer a los padres de que ellos no saben lo necesario para enseñar a sus hijos y que deben delegar el ejercicio de ese derecho natural e inalienable.

En cuestiones sexuales la adolescencia y preadolescencia son las edades de la curiosidad, más que de la pasión, y mucho menos del amor verdadero, que es el generoso, el amor que es capaz de olvidarse de sí mismo para pensar y buscar el bien del otro. El resultado de esto es que las relaciones prematrimoniales entre adolescentes no son actos de amor, sino la mayor parte de las veces de curiosidad y de instrumentación del otro a la búsqueda de sí mismo, en la que está embarcado el adolescente y el joven debido a su edad y al proceso de descubrimiento de sí mismo. Son también actos de irresponsabilidad respecto de su propio cuerpo, y del hijo que ya son capaces de engendrar, pero aún no son capaces de recibir ni de educar ni de sostener y sustentar. El que peca contra uno solo de los mandamientos está, en realidad, pecando contra todos… Así, por ejemplo, la joven que permite que se inflame la pasión de su novio, contribuye a encenderla y por fin condesciende. Así el novio que induce a su novia a mantener relaciones sexuales prematrimoniales pretextando que debe darle una prueba de amor. Faltan directamente contra la virtud de la castidad y contra el sexto mandamiento, pero también faltan, indirectamente, contra los demás mandamientos y virtudes.

Pecan contra la piedad familiar porque generan enormes sufrimientos a sus padres y familiares, pecan contra el quinto mandamiento porque incitan a otros al pecado mortal, pecan contra la justicia porque arriesgan de traer al mundo una criatura cuyo derecho natural de tener una familia estable con padre y madre no se respetará etc. “ (6) “A veces, las relaciones prematrimoniales dan amargos frutos, a largo plazo, dentro del matrimonio. Cuando surgen las tensiones y conflictos de pareja, las relaciones sexuales mantenidas antes del matrimonio pueden ser fuente de rencores o reproches. Unas veces puede ser ella la que le reprocha a él que le haya exigido la prueba de amor antes de tiempo. Otras veces puede ser él quien reprocha a ella que se le entregó para atarlo. Con los años, las semillas de mentira o de insinceridad que se mezclaron con el trigo del noviazgo, crecen como cizaña que infecta la amistad matrimonial y puede llegar a sofocarla.

Las relaciones sexuales entre adolescentes, a veces púberes, tienen lugar por curiosidad más que por pasión, ni que digamos por amor altruista. Otras veces el motivo es de orden social, “para hacer lo que todos” o “para no ser el único que aún no lo hizo”. Hay, a esa edad, un uso o instrumentación del otro y de su cuerpo. Y no siempre lo que se averigua movido por la curiosidad, contribuye a hacer feliz. La promesa del conocimiento funciona aquí como tentación, a semejanza de la tentación del paraíso… la desilusión y las frustraciones de este tipo se mantienen en secreto, mientras que la propaganda para inducir a los jóvenes a las relaciones prematrimoniales, se bocinea. Los pedazos se recogen en secreto o se barren bajo la alfombra. Para los que están habituados a recoger los pedazos y enterrar a los muertos, el mítico: “está bien con tal de que sea por amor”, haría reír si no fuese porque hace llorar. Y lo más triste es que ese mito lo repiten en forma irresponsable algunos padres, muchos educadores, religiosas y hasta sacerdotes en el confesionario. No hay peores ciegos que los que no quieren ver. Y éstos arrastran consigo a la fosa a los que guían y pretenden conducir”. ( 7)

Los casados. Las personas casadas también están llamadas a vivir la castidad matrimonial usando correctamente el sexo con su propio cónyuge, rechazando placeres sexuales individuales y con personas distintas del propio cónyuge. “El estado matrimonial no significa una patente de libre curso para relaciones egoístas de lujuria de una parte o de ambas. El matrimonio debe precisamente contribuir, por la gracia del sacramento, a curar la herida de la concupiscencia en la naturaleza. Siendo el hombre el que padece más fuertemente el embate del deseo sexual y más expuesto está a la lujuria, (tanto en el noviazgo como en el matrimonio), es la mujer la llamada a ayudarlo a lograr el autodominio que lo hace verdaderamente hombre, y le permite integrar su personalidad de varón mediante la virtud de la castidad. La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables, (la esterilización directa, la contracepción). Aquí tiene su lugar la virtud de la castidad matrimonial que, dominando la pasión, libra de la lujuria y profundiza aún más la amistad matrimonial.” ( 8)

La práctica de la castidad nos hará falta como entrenamiento ya que, en casos extremos de la vida tal vez nos tocará vivir situaciones que nos serán impuestas, como una enfermedad o accidente de un cónyuge que lo confine a una silla de ruedas y el otro deba permanecerle fiel en total abstinencia, por un viaje por motivos de trabajo en el caso de un marino, años de cárcel etc.

En los consagrados la virginidad o celibato apostólico es la manera de dedicarse a Dios sólo con el corazón indiviso, como la perla y una de las mayores glorias de la Iglesia Católica, por parte de quienes están dispuestos a ofrecerlo en favor de una entrega superior a Jesucristo y a su misión en la Iglesia. Este lenguaje no puede someterse al común de los mortales ya que Nuestro Señor Jesucristo anunció en el Evangelio que sólo que unos pocos lo entenderían. “Hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender que entienda.” (Mat 19,11). Estamos hablando de una instancia superior de la vida. El voto de castidad nace de la entrega voluntaria a Dios y dedicarse a extender Su Reino con un corazón indiviso. Es un amor que implica servir a los hijos de Dios y no a los propios. La castidad le dará una comunión más plena con Él, le asemejará a Cristo célibe. y su amor se potenciará liberándolo de los problemas que trae aparejado la formación de una familia. Por ejemplo, la renuncia a tantos compromisos, hasta del sustento material de los suyos. Si las preocupaciones desvelan a los padres, esto demuestra la cantidad de tiempo y preocupaciones que absorberían al sacerdote y religiosas y que tendrían que quitárselo al rebaño que Dios les ha encargado. Los consagrados por lo tanto tienen mayor responsabilidad para velar por su castidad. Todo su estilo de vida debe ser guiado especialmente por la prudencia para no exponerse a tentaciones cuyas caídas tendrán mayores consecuencias morales y de escándalo, ya que su consagración a Dios es pública.

San Agustín (siglo IV) tuvo en su juventud una dependencia desordenada con una mujer con la que convivía. El amor a la mujer con quien tuvo un hijo era natural, sólo que ilegítimo porque vivía en concubinato. Mientras la lujuria lo tenía preso, era simplemente Agustín, pero potencialmente también era “San” Agustín. Una vez que venció el llamado de la carne y respondió al llamado que Dios le hizo a una vida superior, se convirtió en el santo que todos conocemos.

“El amor cristiano tiene dos vocaciones, dos llamadas de Dios: uno a la vida consagrada y el otro al matrimonio. En la vida consagrada la sexualidad no se expresa genitalmente, sino que permanece como fuente de energía afectiva al servicio del amor a Dios y al prójimo, que se expresa en el apostolado y el servicio. Este amor engendra nuevas vidas en el sentido espiritual, pues a través del testimonio evangélico logra ganar nuevas almas para Cristo y Su Iglesia. En la vida matrimonial nuestra sexualidad sí se expresa genitalmente, además de espiritualmente, ya que los valores inherentes a ella son la expresión y renovación del amor conyugal, así como la transmisión generosa de la vida humana, vida que luego debe ser educada con esmero por los padres para que alcance la madurez humana y cristiana…De todo ello se deduce que la castidad no es simplemente una virtud
“privada”, sino que tiene evidentes implicaciones sociales. Si en una sociedad no se vive la castidad, antes y dentro del matrimonio, entonces aumentarán las fornicaciones, los adulterios, la anticoncepción, el aborto y, en consecuencia, los casos de enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el SIDA, los corazones rotos (para los cuales no hay ningún preservativo que sirva, aunque a decir verdad, ninguno sirve tampoco para proteger del SIDA) así como niños sin papás.

El SIDA y las demás enfermedades de transmisión sexual, además de las secuelas de sufrimiento y muerte, traen consigo un enorme gasto social y económico (por supuesto a ningún enfermo se le debe dejar de atender). Los niños sin papás pueden llegar a convertirse con más facilidad en drogadictos y pandilleros. Más sufrimientos y más gastos (por supuesto, a los drogadictos y a los pandilleros también hay que ayudarlos).” (9).

Conocemos una anécdota ilustrativa sobre lo que acabamos de decir. Un campesino que encontró un huevo de cóndor en la montaña. Lo llevó a su casa y lo puso en el nido de las gallinas que estaban cluecas. Una vez nacidos los pollitos, el pichón de cóndor se criaba entre ellos, pero cada vez que veía volar aves a gran altura, el pichón de cóndor sentía una nostalgia infinita. Su genética le decía que había sido creado para volar a grandes alturas y no como las gallinas…

Esto explica que, cuando se nos lleva a pensar que hemos sido creados nada más que para tener sexo desde la adolescencia sin parar y hasta el hartazgo, se nos está tratando como a los pollitos, nacidos para dar apenas saltitos, y no como a los cóndores, nacidos para volara grandes alturas. El amor humano es noble, lícito y maravilloso pero dentro del marco pensado por Dios.

Hoy los jóvenes nos transmiten en su mayoría esa añoranza del haber podido volar a grandes alturas como habían sido llamados y a lo cual tenían derecho. Así como al cóndor se lo impidió el estar dentro del gallinero,la revolución anticristiana les corta las alas a millones y ahora, (con la educación sexual integral obligatoria en las escuelas), desde la infancia.

Paradójicamente la Iglesia, que es la única que acusa los malos comportamientos de la sociedad, luego se ocupa Ella sola de recoger los saldos que el pecado ha dejado en el alma y en el cuerpo de las personas y las cuida, pero primero les advirtió que no correspondía el comportamiento.


Notas

(1) “Teología de la perfección cristiana”. Rvdo P. Royo Marín. Editorial BAC. Pág 608.
(2) “Los hizo varón y mujer”. Miguel Angel Fuentes. V.E. Ediciones V. Encarnado. Pág 17.
(3) “Educar la conciencia”. José Luis Abérasturi y Martínez. Ediciones palabra. Pág.185.
4) “Pureza y juventud”. Monseñor Tihamér Toth. Ediciones Gladius. Pág.6.
(5) “Cartas del diablo a su sobrino”. C.S Lewis. Editorial Andrés Bello. Pág. 106
(6) “El lazo se rompió y volamos”. Horacio Bojorge. Editorial Lumen. Pág. 43.
(7) “El lazo se rompió y volamos”. Horacio Bojorge. Editorial Lumen. Pág.39
(8) “El lazo se rompió y volamos”. Horacio Bojorge. Editorial Lumen. Pág.42
9) “La castidad como virtud social”. Adolfo Castañeda.



VIDEO

La castidad meditada por Marino Restrepo.




El que no es casto vive disminuido como persona. La impureza crea en el hombre un corazón sarcástico. La impureza disminuye al hombre totalmente. Es natural ser casto, no es natural ser impuro. 

En el caso de ministerio sacerdotal con más razón debe ser casto porque entonces la vida espiritual no puede tener flor, no puede florecer si no hay pureza. Si el sacerdote no tiene castidad, entonces es un sacerdocio humano, institucional que no produce los frutos que el Espíritu quiere producir en esa unción sacerdotal y especialmente, las almas no van a recibir ese don que el sacerdote va a servir. 

En el don de la castidad y en el voto de la castidad se encuentra la fortaleza más grande del instrumento material porque para yo vivir con el Señor en esa fidelidad y tener esa fortaleza de poder dirigir un rebaño, yo tengo que ser la persona que más integridad tiene. Yo tengo que ser el más fuerte para poder dirigir a los débiles.

Para uno poder realmente estar integrado dentro de esta batalla espiritual contra la impureza le toca ser puro, esa es la única forma.

La más grave realidad del sacerdocio y la razón por la cual se pierde la pureza se pierde el voto de castidad es por la relación que tienen con el mundo material.  Miren ustedes que el amor al dinero y la tecnología, el amor a tantas cosas materiales que se ofrecen en el mundo de hoy, que pueden tentar a un sacerdote, disminuyen la persona y si está apegado a esos elementos poco a poco se va desmoronando también su castidad. A medida que se va enamorando de las cosas materiales también se va enamorando de si mismo en una forma enfermiza incorrecta. Termina enamorándose también de los seres humanos en una forma equivocada porque comienzan a tener esa vida placentera de poseer, de consumir, de disfrutar, de buscar placer y esto, igualmente, disminuye progresivamente a la persona  y la va llevando a un mundo ávido de apetitos. Por eso el sacerdocio se va acabando y de ahí vienen los escándalos y todas las tragedias que vivimos en nuestra Iglesia hoy. 


FUENTE:

hservicocatholicohispano.wordpress.com  // youtube.com/user/rfgb12


1 comentario:

  1. Con la ayuda de Dios se van acabando los falsos sacerdotes y que surgan buenos sacerdotes en cantidad suficiente para que la iglesia continúe según el plan Divino para felicidad eterna de la humanidad.

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