Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a Sus hijos predilectos.
AUXILIOS PREVENTIVOS
Quiero que en cada Misa se renueve con la mente el
ofrecimiento por mis sacerdotes caídos o en peligro de caer.
Necesitan mucho mis sacerdotes de auxilios preventivos; hay corazones débiles en
los que Satanás trabaja con más insistencia para hacerlos caer y necesitan de
esas gracias que el Espíritu Santo da a quien con humildad y confianza se las
pide.
Pero no solo quiero que los sacerdotes necesitados las
pidan, sino que haya almas consagradas a pedir esas gracias preservativas.
No tienen idea de los peligros en que viven muchos de mis sacerdotes y necesitan dobles gracias,
mayores auxilios, y mucha oración y vida interior para no mancharse.
Los lazos que satanás les tiende son numerosos y en sus
corazones rugen tempestades terribles que el fomenta con mil tentaciones
tremendas y avasalladoras. Salven esas almas con la paz y la serenidad de mi Corazón!
A mis sacerdotes también turba y engaña de mil modos satanás;
también les encubre la gravedad de los pecados, so pretexto de que, por sus
estudios, están por encima del común de los mortales y busca engaños sutiles,
apreciaciones contemporizadoras y criterios erróneos con que los encadena y los
mancha.
Emplea armas especiales y virtudes falsas cuyo fondo es pura
soberbia y los ofusca, los enaltece e hipócritamente los hunde.
Muy astuto es satanás para engañar a mis sacerdotes, que no
por ser sacerdotes dejan de ser humanos. Por eso más que nadie necesitan como un invernadero-mi
Corazón-que los oculte, los penetre,
los ilumine, los envuelva, los caliente y los salve. Un sacerdote sin vida
interior, sin oración, es una hoja con la que el viento juega y que satanás
puede utilizar de muchos modos y hacerle danos incalculables.
Más que nadie los sacerdotes deben vivir alerta y desconfiados del enemigo de las almas
que ansía perderlos o disminuir a lo menos mi gloria en ellos.
Me ve a Mi en ellos, y por eso su rabia es más furiosa y las
ansias de perderlos o mancharlos más activas que respecto de otras almas. Por
eso la devoción al Espíritu Santo y a María debe ser su alimento constante y consumada su transformación
en Mí.
Cuando me tentó satanás en el desierto, en Mi, sacerdote
eterno, quiso tentar a todos los sacerdotes futuros que bullían en Mi Corazón.
El vislumbraba un reino interior del cual mis discípulos serian ministros. Y
aunque no le era dado ver todo el plan de la Redención y de la Iglesia, si se
percataba que tendría formidables enemigos que le quitarían las almas con
mi doctrina de inmolación y de la Cruz.
De ahí su eterno odio a todo lo mío. Así es que si un
sacerdote es lo más grande y sublime de la tierra, es también el blanco capital de los eternos
odios porque el demonio no ve en el sacerdote solo al hombre, sino a Mi en el hombre,
a mi imagen siempre, y a Mí mismo, su enemigo irreconciliable.
Y por eso lo que para el sacerdote es una gloria, el ser
otro Yo, para satanás es una cosa insufrible que odia y de su cuenta la
arrancaría de la tierra.
Como, pues, el sacerdote puede resistir y rechazar las
tentaciones?
Solo como lo he dicho, por
su transformación en Mi. El único, divino y delicioso
recurso del sacerdote, si quiere ser ángel, si quiere ser perfecto, si quiere
ser santo, es ser otro Yo en la tierra.
Yo estoy en ellos por razón de su estado sacerdotal, por el
sello divino del Espíritu Santo que es imborrable, por su trato continuo con la
Trinidad, por la encarnación mística en sus misas, por ser plenamente Yo mismo
en ellos al celebrar el Santo Sacrificio; pero, ay! ellos no están en Mi, en su conducta,
en sus frialdades, en sus olvidos, en sus acciones innobles.
Y que es lo que puede arrancar las gracias para los
sacerdotes, las preventivas, que son tan indispensables y que tan poco se piden?
Los dolores íntimos de mi Corazón,
que como lo he dicho han sido como lo más precioso y exquisito en Mí. Dolores
que dedique en mi vida mortal y ahora dedico místicamente en favor de mis
sacerdotes amados.
Y lo diré? Ellos y las almas escogidas infieles son las
que forman la Cruz interna que me desgarra en el silencio,
sin que nadie la vea; la cruz dolorosa y cruel de las ingratitudes, de los
horrendos pecados de los que son míos.
Pero que hago Yo, su Victima divina y humana? Ofrecer esos
mismos internos e intensos dolores al Padre, en su favor; son como pedazos de
mi corazón herido por sus crímenes que pongo como incienso y quemo ante mi
Padre, con agonías intimas por su bien.
Que hago Yo? Me pongo como
muralla ante mi Padre amado, para detener el castigo del cielo que los
pulverizaría.
Ese es el oficio de mi Corazón de amor: agonizar en esos
dolores íntimos, crucificado en la Cruz interna que los sacerdotes causan,
ofrecerlos por su salvación y detener con mis gemidos íntimos los castigos del
cielo. Este es mi Corazón, vibrante de
ternura y de dolor por mis sacerdotes que
no lo saben ni lo
agradecen, antes bien atizan ese
fuego doloroso con sus desprecios y
deslealtades”.
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