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"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. CXVII: Auxilios preventivos

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a Sus hijos predilectos.



CXVII

AUXILIOS PREVENTIVOS

Quiero que en cada Misa se renueve con la mente el ofrecimiento por mis sacerdotes caídos o en peligro de caer.

Necesitan mucho mis sacerdotes de auxilios preventivos; hay corazones débiles en los que Satanás trabaja con más insistencia para hacerlos caer y necesitan de esas gracias que el Espíritu Santo da a quien con humildad y confianza se las pide.

Pero no solo quiero que los sacerdotes necesitados las pidan, sino que haya almas consagradas a pedir esas gracias preservativas. No tienen idea de los peligros en que viven muchos de  mis sacerdotes y necesitan dobles gracias, mayores auxilios, y mucha oración y vida interior para no mancharse.

Los lazos que satanás les tiende son numerosos y en sus corazones rugen tempestades terribles que el fomenta con mil tentaciones tremendas y avasalladoras.  Salven esas  almas con la paz y la serenidad de mi Corazón!

A mis sacerdotes también turba y engaña de mil modos satanás; también les encubre la gravedad de los pecados, so pretexto de que, por sus estudios, están por encima del común de los mortales y busca engaños sutiles, apreciaciones contemporizadoras y criterios erróneos con que los encadena y los mancha.

Emplea armas especiales y virtudes falsas cuyo fondo es pura soberbia y los ofusca, los enaltece e hipócritamente los hunde.

Muy astuto es satanás para engañar a mis sacerdotes, que no por ser sacerdotes dejan de ser humanos. Por eso más que nadie necesitan como un invernadero-mi Corazón-que los oculte, los penetre, los ilumine, los envuelva, los caliente y los salve. Un sacerdote sin vida interior, sin oración, es una hoja con la que el viento juega y que satanás puede utilizar de muchos modos y hacerle danos incalculables.

Más que nadie los sacerdotes deben vivir alerta y desconfiados del enemigo de las almas que ansía perderlos o disminuir a lo menos mi gloria en ellos.

Me ve a Mi en ellos, y por eso su rabia es más furiosa y las ansias de perderlos o mancharlos más activas que respecto de otras almas. Por eso la devoción al Espíritu Santo y a María debe ser su alimento constante y consumada su transformación en Mí.

Cuando me tentó satanás en el desierto, en Mi, sacerdote eterno, quiso tentar a todos los sacerdotes futuros que bullían en Mi Corazón. El vislumbraba un reino interior del cual mis discípulos serian ministros. Y aunque no le era dado ver todo el plan de la Redención y de la Iglesia, si se percataba que tendría formidables enemigos que le quitarían las almas con mi doctrina de inmolación y de la Cruz.

De ahí su eterno odio a todo lo mío. Así es que si un sacerdote es lo más grande y sublime de la tierra, es también el blanco capital de los eternos odios porque el demonio no ve en el sacerdote solo al hombre, sino a Mi en el hombre, a mi imagen siempre, y a Mí mismo, su enemigo irreconciliable.

Y por eso lo que para el sacerdote es una gloria, el ser otro Yo, para satanás es una cosa insufrible que odia y de su cuenta la arrancaría de la tierra.

Como, pues, el sacerdote puede resistir y rechazar las tentaciones?

Solo como lo he dicho, por su transformación en Mi. El único, divino y delicioso recurso del sacerdote, si quiere ser ángel, si quiere ser perfecto, si quiere ser santo, es ser otro Yo en la tierra.

Yo estoy en ellos por razón de su estado sacerdotal, por el sello divino del Espíritu Santo que es imborrable, por su trato continuo con la Trinidad, por la encarnación mística en sus misas, por ser plenamente Yo mismo en ellos al celebrar el Santo Sacrificio; pero, ay! ellos no están en Mi, en su conducta, en sus frialdades, en sus olvidos, en sus acciones innobles.

Y que es lo que puede arrancar las gracias para los sacerdotes, las preventivas, que son tan indispensables y que tan poco se piden?

Los dolores íntimos de mi Corazón, que como lo he dicho han sido como lo más precioso y exquisito en Mí. Dolores que dedique en mi vida mortal y ahora dedico místicamente en favor de mis sacerdotes amados.

Y  lo diré?  Ellos y las almas escogidas infieles son las que forman la Cruz interna que me desgarra en el silencio, sin que nadie la vea; la cruz dolorosa y cruel de las ingratitudes, de los horrendos pecados de los que son míos.

Pero que hago Yo, su Victima divina y humana? Ofrecer esos mismos internos e intensos dolores al Padre, en su favor; son como pedazos de mi corazón herido por sus crímenes que pongo como incienso y quemo ante mi Padre, con agonías intimas por su bien.  Que hago Yo?   Me pongo como muralla ante mi Padre amado, para detener el castigo del cielo que los pulverizaría.

Ese es el oficio de mi Corazón de amor: agonizar en esos dolores íntimos, crucificado en la Cruz interna que los sacerdotes causan, ofrecerlos por su salvación y detener con mis gemidos íntimos los castigos del cielo.  Este es mi Corazón, vibrante de ternura y de dolor por mis sacerdotes que  no lo saben ni lo agradecen, antes bien atizan ese fuego  doloroso con sus desprecios y deslealtades”.


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