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EL INFIERNO REAL VISTO POR OLIVA CON JESUS. (PARTE 2)

Narraciones por el Padre Carlos Cancelado


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Hasta los demás demoniosle tenían miedo, a una orden dada por el, todos corrieron ante él con el trinche en la mano, en fila como un batallón de soldados. Les dijo algo que no alcancé a escuchar, pues tenía demasiado miedo. Y no le pregunte al Señor. Si el Señor no me hubiera sostenido en ese momento, yo hubiera muerto de terror.

El Señor me dijo:” Acá no hay paz ni un segundo, acá no hay nada de amor, es el reino del odio. Aquí vienen todos aquellos que me despreciaron cuando estaban vivos, libre y voluntariamente, prefirieron el mal en lugar del bien. Ahora observa bien, pues para algunos comienza el rechinar de dientes, sufrimiento y muerte eterna, gusano que no muere y fuego que no se apaga. Porque el que no está conmigo, está muerto, esa es la verdadera muerte. No la que llaman ustedes muerte”.

Los demonios corrieron hacia la hornilla después de la orden de Satanás, y metían el trinche, sacaban a los condenados traspasados por los trinches. Se movían como culebras sin poder soltarse. Gritaban, se contorsionaban. Les salía sangre, algunos fueron traspasados por la espalda, otros por las piernas, otros por la cabeza, agarraban los trinches queriendo salir. Pregunte al Señor: ¿porque esas almas tiene sangre? Y me dijo:”Al infierno vienen en cuerpo y alma, como al cielo van en cuerpo y alma. Estamos en el primer infierno, y ya fueron juzgados, aquí están todos los condenados desde la creación del mundo hasta el diluvio. Los demonios colocaron a los condenados como en una lámina de zinc, galvanizada, y los agarraban a trinchazos entre dos o tres demonios. Luego como con un cortaúñas, un poco más largo, les prendían pedazos de carne y poco a poco le arrancaban las uñas, los dedos, el pelo; los gritos eran desesperados, eran gritos que terminaban en lamentos….

Para que no gritaran, sacaron una especie de arma no vista en la tierra por mí. Se la metieron en la boca. Aquella arma se abrió como una mano, y al cerrarse le agarró la lengua, y la arrancaban, bien torciéndola o tirándola.

Luego con un cuchillo bien afilado, la comenzaban a volver cecina, a destazar, a volver pedazos como de bistec.

Los condenados no podían gritar, sus ojos parecían salirse de ellos. Y sus mandíbulas pegaban una con otra haciendo un rechinar de dientes horrible!!! Después de desprenderles la carne, trozaban los huesos y los volvían nada. Por último partían la cabeza, hasta quedar trizas, todo parecía nada en al lamina. Sangre, carne en trozos, huesos, aquello era horrible. Y en los huesos había gusanos. 

Entonces dije al Señor, pobres personas!!! Pensé que no iban a morir, por fin murieron, aunque los pedazos de carne se mueven. El me dijo: “Aquí no existe la muerte, fíjate bien”. Los demonios tomaron esa lamina y echaron los trozos de la persona sobre un hueco donde había llamas y fierros filosos, una especie como de molino para volver todo polvo. En la parte de abajo de ese hueco estaba otra vez el hueco de la hornilla.

Al caer ese polvo vi que las personas volvían a tener cuerpo y el que se dejaba agarrar por el trinche, volvía a padecer lo mismo. Entonces pregunte al Señor: ¿Qué pasa, porque tiene que volver a vivir? El me dijo: “La muerte ya no existe, como los hombres la llaman. Aquí se padece la muerte eterna, que es la separación de DIOS. Y para llegar a este lugar de tormentos, cada uno llego aquí libre. Ésa fue la elección de ellos. Yo ya no puedo hacer nada por ellos. Cuando podía me despreciaron y llegaron a este lugar no creado para los hombres; para los hombres fue creado el Cielo. Este lugar fue creado para Satanás y sus ángeles.”

Me di cuenta que a mayor pecado, mayor el sufrimiento. Cada uno paga según sus deudas. Y cada uno tiene castigos diferentes, pero todos sufren terriblemente. Me di cuenta que con el órgano que pecan es con el que más sufren.

Según se hundían en el lago de fuego, aparecían en un lugar de arenas candentes, al rojo vivo. El calor era sofocante, no se podía respirar y gritaban, tengo sed!!!

Entonces un demonio se le subía a la nuca y le abría la boca, hasta desgarrarla hasta los oídos. Otro demonio agarraba la arena caliente, para que la bebieran. Era tal el desespero, que corrían sin control en la oscuridad iluminada únicamente por las arenas. Chocaban con otros condenados y peleaban como perros callejeros. Al llegar al final había rocas con puertas, cada uno miraba solo una puerta, al abrirla había un hoyo, donde estaban los animales ponzoñosos y aquellos que más temían cuando estaban en la tierra. El Señor me dijo que eran castigos psicológicos. No pregunte qué era eso.

Oh pobres condenados!! Que desesperación, que pesadilla sin fin!!! Cuando lograban salir de ahí, se veían esos animales por todo el cuerpo, y les salían por la boca, y por todo lugar. Por el único lugar que podían correr, es por un desfiladero de piedras cortantes, se caían y se cortaban. Unos caían de frente y se cortaban todo, otros de espalda y al final había una aplanadora, el que no lograba pararse rápidamente, una piedra redonda lo aplastaba como una cucaracha.

Al lograr levantarse se botaban por un hueco que había, y caían a la hornilla del inicio, y todo volvía a repetirse.

El Señor me dijo: “¿Te diste cuenta que acá no hay descanso ni un segundo? Ahora te voy a mostrar otro lugar que está esperando a esta generación perversa y malvada. Les voy a mostrar quien sufre más y quienes van por el camino al infierno”.

Vi entonces tres hornos más grandes que el primero y Satanás gritaba: Qué se haga el juicio, he trabajado bastante para darle la bienvenida a mi reino, he inventado nuevos castigos y tormentos. Que vengan aquí los que pudieron salvarse y no quisieron, que vengan a mí los que me sirvieron en la tierra: entonces vi unas mujeres, arrastradas con cadenas, llevaban cargas como mulas, eran golpeadas atrozmente y atormentadas. Les habrían sus vientres, las dejaban gritar, las despedazaban, les daban con unas cuerdas como de hierro, las insultaban, les mostraban sus hijos que ellas habían asesinado y se los amarraban a sus pechos. Ellas escuchaban el llanto y los gritos de sus hijos (porque me mataste mama!!!) al grito del niño, sus pechos se desgarraban y comenzaban a sangrar, sus oídos sangraban y todo aquellos era horrible. Y pregunte al Señor: Señor Jesús ¿quienes son esas mujeres y porque sufren tanto? Me contestó:”Son todas aquellas que matan a sus hijos en el ABORTO, sufren porque hicieron de sus vientres tumbas, y el vientre es para dar vida. El pecado del aborto le es a mi Padre muy difícil de perdonar. No basa con confesarlo, si no hay verdadero arrepentimiento. Hay que hacer mucha Oración y Penitencia, pidiendo Misericordia a DIOS Padre, como al hijo que asesinaron. Sus gritos y llantos estarán al frente del Trono de DIOS y su sangre clamará desde la tierra al Cielo”.

(Continuará)

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