FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

LOS INCREÍBLES MILAGROS DE SAN ANTONIO DE PADUA


San Antonio de Padua es uno de los santos más famosos de la Iglesia a pesar que vivió sólo 35 años.

Pero tiene el récord de ser uno de los santos canonizado al siguiente año de su muerte.

Es habitualmente invocado cuando se busca un objeto perdido.


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Y sus milagros se cuentan por cientos, muchos de los cuales se realizaron entre numeroso público.

Fue un gran predicador itinerante al estilo de los hijos de San Francisco de Asís, sin embargo fue nombrado doctor de la Iglesia.

Esto se debe a que fue un gran teólogo místico, formado en principio por los años los Agustinos.

Y viendo su capacidad el propio San Francisco de Asís lo nombró el primer instructor en teología para los franciscanos.

Lo cual es un hecho relevante, porque San Francisco dudaba de realizar una formación teológica sistemática a sus hijos.


QUIÉN FUE ANTONIO DE PADUA

San Antonio nació en Lisboa en 1195, por lo tanto es un contemporáneo de San Francisco de Asís.

Su nombre era Fernando Martins de Bulhões y provenía de una familia aristocrática.

En la pila bautismal de la catedral vieja de Lisboa se puede leer esta inscripción,

“Aquí las aguas del santo bautismo limpiaron a Antonio de toda mancha de pecado original. El mundo se regocija en su luz, Padua en su cuerpo, el cielo en su alma”.

A los 15 años entró en el monasterio agustino de San Vicente de Fora en Lisboa.

Pero a los 25 años quedó impresionado por cinco franciscanos decapitados en Marruecos, cuyos cuerpos fueron llevados a la abadía donde él residía arrodillándose para orar frente a ellos.

Y allí habría dicho esta famosa frase,
“Si puedo ir a Marruecos e imitar a estos hermanos, con mucho gusto me uniré a ustedes”.

Fue así que se convirtió en uno de los hermanos menores franciscanos, asumiendo el nombre de Antonio en honor a San Antonio el Ermitaño.

Fue ordenado a los 27 años y debido a que nadie quería predicar en la ordenación que el obispo estaba haciendo a dominicos y franciscanos, San Antonio lo hizo y causó una gran impresión.

Ahí mismo surgió el su fama de ser un intelectual dotado, que luego aplicaría sus dones en el liderazgo de los frailes menores.

En esta tarea de enseñanza teológica los frailes menores fue un predicador itinerante en diversos monasterios franciscanos.

Prontamente adquirió o fama de un predicador sin igual, tildándolo como un nuevo Elías, un Profeta enviado por Dios, un Martillo de herejes, un Fuego Ardiente.

Hasta que fue nombrado provincial del norte de Italia en 1228, y tres años más tarde se trasladó a vivir a Padua donde residió hasta su muerte a la edad de 35 años.

Su enfermedad lo encontró en 1231 cuando se fue a vivir a una cabaña, debajo o de un gran nogal, que le había construido un noble.

En el almuerzo del 13 de junio de 1231 demostró signos de debilidad, los otros frailes lo llevaron a su cama, su situación empeoró rápidamente y pidió que lo llevaran de regreso a Padua.

Cuando el carro en que lo trasladaban llegó a Arcella pidió la confesión, tomo el Viaticum y le encantó extasiado a la Santísima Virgen.

La historia inmediata que uno de los frailes le preguntó:
“¿Qué estás mirando tan atentamente? Y Antonio respondió: “Veo a mi Señor”.

Luego cantó como los frailes los siete salmos penitenciales y expiró.

Los niños rápidamente hicieron correr la noticia que el santo había muerto y los habitantes de la ciudad no dejaron salir el cuerpo durante cuatro días bloqueando el puente sobre el río, porque querían que fuera enterrado ahí.

Pero el alcalde de Padua usó sus artimañas para burlar a los bloqueadores y el obispo, el clero y los frailes condujeron una procesión de miles de personas hasta la iglesia franciscana de Padua.

Inmediatamente llegó comenzaron los milagros hacia los enfermos y afligidos manifestándose gran cantidad de curaciones y prodigios, que generó una ola de peregrinaciones multitudinarias para visitar su tumba.

Y no había pasado un mes de su muerte cuando la ciudad de Padua envió la solicitud de su canonización al Vaticano.

La ciudad prontamente se puso a trabajar en la construcción de un magnífico santuario, y en 1263 exhumaron sus restos para reubicarlos en el santuario.

San Buenaventura era el superior de los frailes franciscanos y al abrir el ataúd comprobaron que su cuerpo era un esqueleto, pero su lengua había permanecido intacta; y está intacta hasta nuestros días.

Y San Buenaventura exclamó,
“¡Oh, lengua bendita, siempre alabaste al Señor y guiaste a otros a alabarlo! ¡Ahora vemos cuán grandes eran tus méritos ante Dios!”.

San Antonio de Padua fue proclamado doctor del Iglesia en 1946 y sus restos descansan en su basílica de Padua.




LOS MILAGROS DE SAN ANTONIO DE PADUA

Su fama de localizador de objetos perdidos se produjo por un incidente en la ciudad universitaria de Bolonia.
Antonio tenía un libro de salmos con otras y comentarios para la enseñanza de sus alumnos, pero uno de ellos se fue de la Orden y se llevó el libro.

Entonces Antonio oró para que su libro fuera devuelto rápidamente.
Y el ladrón se presentó devolviendo el libro y regresó a la Orden.

Este libro se conserva en el convento franciscano de Bolonia.

Los milagros por intercesión de San Antonio se cuentan en cientos.

Los tres más famosos son la predicación a los peces, el de la mula del Rímini, y la aparición del Niño Jesús.


LA PREDICACIÓN A LOS PECES

Un domingo Antonio fue a predicar a los pescadores en el puerto de Rímini, pero estos no le prestaron atención y se burlaron de él.

Entonces Antonio fue al borde del agua y comenzó a predicar a los peces.

Les explicó cómo Dios los había creado, como era responsable de la pureza del agua, la libertad que les había dado, que podían comer sin trabajar, etc.
Entonces los peces empezaron a reunirse frente a él levantando sus cabezas y mirándolo atentamente mientras les hablaba, y recién se dispersaron cuando Antonio les dio la bendición.

Esto causó una gran impresión en los habitantes de la ciudad, muchos de los cuales comenzaron a llorar pidiendo perdón.

Entonces Antonio les predicó sobre regresar a Dios y el resultado fue que Rímini fue purgada de la herejía.


LA MULA DE RÍMINI

Este milagro también sucedió en Rímini cuando Antonio trató reconvertir a un hereje hablándole de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía.

El hereje, llamado Bomvillo, le dijo que le dijo que si podía probar esto con un milagro el abjuraría de la herejía y se convertiría en católico.

El hereje en le propuso que encerraría a su mula privándola de comida durante tres días.

Luego de lo cual la sacaría en presencia del pueblo y le pondría frente un forraje para alimentarla y del otro lado una hostia consagrada.

Él prometió que se convertiría si la mula rechazaba el forraje y adorara la hostia consagrada.

Antonio aceptó y ayunó durante los tres días.

Cuando llegó el día del desafío Antonio celebro misa delante de gran cantidad de personas que se había reunido.

Luego de eso, llevó con gran reverencia el Santísimo Sacramento frente a la mula, mientras Bonvillo también le enseñaba el forraje.

Y Antonio le dijo a la mula estas palabras,

“En virtud y en nombre del Creador, que yo, por indigno que sea, tengo de verdad entre mis manos, te digo oh animal, y te ordeno que te acerques rápidamente con humildad y le presentes la debida veneración.

Para que los malvados herejes comprendan con este gesto claramente que todas las criaturas están sujetas a su Creador, sostenida entre mis manos por la dignidad sacerdotal en el altar”.
Inmediatamente la mula se arrodilló frente al Santísimo Sacramento bajando la cabeza hasta el piso, como genuflexión, ignorando el forraje.

Bonvillo entonces abjuró de su herejía y se convirtió.


SAN ANTONIO Y EL NIÑO JESÚS

Este es el milagro más conocido de San Antonio que está inmortalizado en varias obras de arte.

Sucedió en Italia cuando Antonio se hospedó en la casa del Señor de Châteauneuf.

El dueño de casa le asignó a Antonio una habitación contigua a la de él.

En medio de la noche se sobresaltó porque vio una fuerte luz debajo de la puerta de San Antonio y escucho voces, pero no se atrevió a entrar.

Y mirando por el agujero de la cerradura contempló una visión asombrosa.

Antonio estaba arrodillado frente a una mesa donde se encontraba como levitando el Niño Jesús, irradiando una intensa luz que iluminaba todo a su alrededor.
El niño estaba suspendido en el aire y emitía una fragancia celestial, se oía una suave música y el aleteo de alas invisibles que hacía pensar en visitantes angélicos.

En un determinado momento el niño le susurró algo al oído de Antonio y éste miró a la puerta, con lo que el Señor de Châteauneuf se dio cuenta que había sido descubierto.

A la mañana siguiente le preguntó a Antonio,

“Padre, ¿qué te dijo Nuestro Señor?

Me reveló que su casa florecerá y disfrutará de gran prosperidad mientras siga siendo fiel a la Iglesia Madre.

Pero que se verá abrumada por la desgracia y se extinguirá cuando se convierta en herejía”.

Más adelante, el entonces Señor de Châteauneuf, en el siglo XVI, defendió la causa de los calvinistas y se cumplió la profecía.


OTROS MILAGROS

En una oportunidad Antonio predicó en el funeral de un prestamista y pidió que no lo enterraran en tierra consagrada porque su alma ya estaba en el infierno.

Y predijo que su corazón ya no estaba en su cuerpo porque se había cumplido el pasaje de la escritura “Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6:21; Lc 12:34).

Entonces abrieron el pecho del hombre y descubrieron que no estaba su corazón, pero lo encontraron en su cofre de tesoros.

El otra oportunidad llegó a Padua un caballero llamado Aleardino da Salvaterra y sus compañeros de mesa le contaron los milagros que realizaba San Antonio.

Entonces dijo que si el santo evitara que el vaso de vidrio que él tenía en su manos se rompiera cuando lo tirara al suelo. Entonces creería lo que estaban diciendo sobre Antonio.

Y cuando tiró el vaso no sólo no se rompió sino que quebró la baldosa del suelo.

Una vez un joven le dijo que había pateado a su madre con mucha fuerza, y en voz baja Antonio murmuró que el pie que golpea a un padre merecería ser cortado.

El joven tomó la expresión como una orden y se cortó el pie con un hacha.

Los padres afligidos recurrieron a Antonio y éste fue a la habitación del joven orando con el pie sostenido cerca de la pierna, y cuando hizo la señal de la cruz el pie se adhirió nuevamente a la pierna.

Otra vez un niño llamado Parrisio decide ir de viaje con otros niños, estalla una tormenta, el barco zozobra, y como no sabía nadar se ahoga.

Recuperan el cuerpo y su madre le ora a San Antonio prometiéndole que su hijo se convertiría en fraile franciscano si revive.

Al tercer día el niño despierta ante los ojos de sus familiares. Y cuando tuvo la edad ingresó a la Orden Franciscana.

En una oportunidad una madre estaba cocinando en una gran olla y en un descuido su hijo se para en un banquito para ver el contenido de la olla y cae dentro de ella y muere.

La madre de angustiada comienza a orar a San Antonio y promete que si vuelve a la vida donará el peso de su hijo en pan para los pobres.

Todavía la madre estaba orando cuando el niño se despertó como si estuviera durmiendo.

En otra oportunidad sucedió que un joven apuñaló a un joven de otra familia a la que odiaba y enterró el cadáver en la casa del padre de Antonio.

La policía encontró el cadáver y puso entre rejas al padre de Antonio.

Pero Antonio se enteró que estaban por condenar a su padre y viajó inmediatamente de Padua a Lisboa; viaje que le llevó dos horas cuando la distancia entre ambas ciudades entre 2000 km.

Antonio pidió al magistrado que pusieran al frente a él el cuerpo del asesinado.

Y con voz firme le exigió al cadáver que contara quien lo había asesinado.

El muerto despertó, informó quien lo había matado, le pidió a Antonio la absolución de sus pecados y volvió a morir.

Al día siguiente Antonio regresó a Padua de la misma manera que había llegado.

Una vez Antonio estaba en Montpellier en Francia dictando un curso de predicación en la catedral, y recordó que le tocaba cantar el aleluya durante la misa conventual en su convento en Padua y no había pedido reemplazante.

Entonces suspendió momentáneamente el discurso, cubrió su cabeza con la capucha y quedó inmóvil durante unos minutos.

Y en el mismo momento los frailes de su convento lo vieron en el coro de la iglesia cantando el aleluya.

Al finalizar, los oyentes de la catedral de Montpellier lo vieron despertar y retomar el curso.


FUENTE: forosdelavirgen.org

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