SAN JOSÉ
Modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte. |
Fiestas
Marzo 19 : Esposo de la Virgen María
Mayo 1 : San José obrero.
Domingo después de Navidad : La Sagrada Familia
San José es cabeza de la Sagrada Familia. El hombre en quien Dios confió sus mas valiosos tesoros. Esposo de María Santísima, padre virginal de Jesús. No hay en el cielo santo mas grande después de su esposa, María.
El Papa Pío IX nombró a San José, en 1847, Patrono de la Iglesia universal. Si la fiesta, 19 de marzo, cae en Semana Santa, se anticipa al primer sábado anterior a ella. Esta festividad, que ya existía en numerosos lugares, se fijó en esta fecha durante el siglo XV y luego se extendió a toda la Iglesia como fiesta de precepto en 1621.
La paternidad de San José alcanza no sólo a Jesús sino a la misma Iglesia, que continúa en la tierra la misión salvadora de Cristo. El Papa Juan XXIII incorporó su nombre al Canon Romano, para que todos los cristianos -en el momento en que Cristo se hace presente en el altar- veneremos su memoria.
*SAN JOSÉ
ESPOSO DE MARÍA y PADRE VIRGINAL DE JESUS.
A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.
Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).
No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.
Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.
San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.
Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Si el matrimonio de San José con La Stma. Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.
Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros.
La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.
Amor virginal
Algunos libros apócrifos cuentan que San José era un viudo de noventa años de edad cuando se casó con la Stma. Virgen María quien tendría entre 12 a 14 años. Estas historias no tienen validez y San Jerónimo las llama "sueños". Sin embargo han dado pie a muchas representaciones artísticas. La razón de pretender un San José tan mayor quizás responde a la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos. Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. En la relación esposal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio. Nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.
El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. (cf.St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).
Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:
"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24).
Unos meses mas tarde, llegó el momento para S. José y María de partir hacia Belén para apadrinarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).
En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).
Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Mateo 2:13. San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.
San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada.
Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.
Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51). San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo. Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.
Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.
Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y la Venerable Bede dice que fue enterrado en el Valle de Josafat. Pero estas historias son dudosas.
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La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José. Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.
San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.
En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada. Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".
En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429). Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad. En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.
San Bernardino de Siena "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.
Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX. El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.
Santa Teresa de Jesús "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."
"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devocion..." -Sta. Teresa.
San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.
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NOVENA A SAN JOSÉ.
Oración Inicial de todos los días
Hacer la señal de la cruz.
Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas un solo Dios verdadero, en quien creo y espero y a quien amo con todo mi corazón.Te doy gracias por haber honrado sobre todos los santos a San José con la dignidad incomparable de padre adoptivo de Jesús, Hijo de Dios, y esposo verdadero de María, Madre de Dios. Ayúdame a honrarle y merecer su protección en vida y en la hora de la muerte.
San José patrón de la Iglesia, jefe de la Sagrada Familia, te elijo por padre y protector en todo peligro y en toda necesidad. Descubre a mi alma la pureza de tu corazón, tu santidad para que la imite y tu amor para agradecerte y corresponderte. Enséñame a orar, tu que eres maestro de oración y alcánzame de Jesús por María la gracia de vivir y morir santamente. Amén.
Meditación del día correspondiente
Hacer Petición por la cual se ofrece la Novena
Oración Final de todos los días
¡ACUÉRDATE!
¡Acuérdate! Oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío San José que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado tu protección e implorado tu auxilio, haya quedado sin consuelo! Animado con esta confianza, vengo a tu presencia y me recomiendo fervorosamente a tu bondad. No desatiendas mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acógelas propicio y dígnate socorrerme con piedad. Amén.
Meditación de cada día
Día Primero: Fe de San José
La fe es una virtud sobrenatural que nos inclina a creer todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos propone. Es la virtud sobre la que se apoyan todas las demás virtudes, pues sin ella no participamos de la vida de la gracia. San José creyó con una fe tan viva que sólo la Santísima Virgen pudo aventajarlo. Toda su vida fue verdaderamente una vida de fe, un acto continuo de fe.
Día Segundo: Fervor de San José
El fervor es la prontitud de la voluntad en el servicio de Dios. San José, siervo bueno y fiel, siempre vivió y trabajó por hacer con perfección y diligencia la voluntad de Dios, aunque le ocasionara grandes sacrificios. Los que aman como San José están dispuestos a sacrificar todo cuanto el Señor les pida.
Día Tercero: Amor de San José al prójimo
El amor con que amamos a Dios y el amor con que amamos al prójimo es un solo amor: son dos ramas de una misma raíz porque si al prójimo no le amamos por Dios y con Dios no le amamos con amor verdadero.
El amor de San José a Dios es el mayor que se puede encontrar después de la Virgen María; su amor al prójimo, por tanto, es también el mayor después del de la reina del Cielo.
Día Cuarto: Prudencia de San José
La prudencia es al virtud que dirige todas las cosas a buen fin. Ninguna virtud obra sin que ella le ordene el modo y el tiempo en que debe hacerlo.La prudencia sirvió de guía a san José para llevar a cabo felizmente la misión del Señor de ser custodio de Jesús y esposo de María, a pesar de los grandes trabajos y contradicciones que halló a su paso.
Día Quinto: Fortaleza de San José
La fortaleza es una firmeza de ánimo, una presencia de espíritu, contra todos los males y contrariedades. La vida de San José, después de la de Jesús y María, fue la que mayores contradicciones experimentó; debía ser también varón fuerte. Belén, Nazaret, Egipto, demostraron el heroísmo de la fortaleza del Santo, que sufrió con constancia todos los dolores y trabajos de su vida.
Día Sexto: Pureza de San José
San José fue custodio de Cristo Jesús, y verdadero esposo de la más pura criatura, María Madre de Dios. San José apareció a los ojos de Dios adornado con tanta pureza que el Señor le confió sus más grandes tesoros. Con este ejemplo sublime de pureza. ¿No nos animaremos a ser puros en pensamientos, palabras y obras?
Día Séptimo: Pobreza de San José
Bienaventurados son los pobres de Cristo, que viven desprendidos de los bienes de este mundo y dan a sus hermanos aún de lo preciso. San José tenía ante sí el ejemplo de María y el ejemplo de Jesús, hijo de Dios, que para predicar el desprendimiento y amor a la pobreza se hizo pobre, teniendo por cuna un pesebre en su nacimiento. Vivió pobre San José y dio de su pobreza a los más necesitados.
Día Octavo: Paciencia de San José
Es esta una virtud que nos hace sobrellevar con alegría y paz todos los males de la vida por amor de Dios. Es necesaria la paciencia para alcanzar el cielo; y no hay virtud de mas frecuente ejercicio desde que existe el pecado. En la vida de san José hubo muchas penas pero él padeció con paz, con alegría y completamente resignado a la voluntad de Dios.
Día Noveno: Conformidad de San José con la voluntad de Dios
Todos tenemos absoluta necesidad de esta santa virtud, pues con ella nuestra vida se hace un cielo y sin ella se vuelve un infierno. San José, modelo acabado de toas las virtudes, lo es especialmente de la conformidad con la voluntad de Dios. Toda su vida sembrada de alegrías y de penas, es escogido por Dios Padre para que hiciese sus veces en la Sagrada Familia, asociado a la suerte de Jesús y de María, practicó constantemente esta virtud.
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LA FIGURA EVANGÉLICA DE SAN JOSÉ
S.S. Juan Pablo II, 19 de marzo de 1980
"Dedicamos nuestro encuentro de hoy, 19 de marzo, a aquel a quien la Iglesia, en este día, según una tradición antiquísima, rodeó con la veneración debida a los más grandes santos.
El 19 de marzo es la solemnidad de San José, el esposo de María Santísima, Madre de Cristo. Ya en el siglo X encontramos señalada esta festividad en varios calendarios. El Papa Sixto IV la puso en el calendario de la Iglesia de Roma a partir del año 1479. En 1621 se inserta en el calendario de la Iglesia universal.
Interrumpiendo, pues, la serie de nuestras meditaciones, que estamos desarrollando desde hace tiempo, fijémonos hoy en esta figura tan querida y cercana al corazón de la Iglesia, a cada uno y a todos los que tratan de conocer los caminos de la salvación, y de caminar por ellos en su vida terrena. La meditación de hoy nos prepara a la oración, a fin de que, reconociendo las grandes obras de Dios en aquel a quien confió sus misterios, busquemos en nuestra vida personal el reflejo vivo de estas obras para cumplirlas con la fidelidad, la humanidad y la nobleza de corazón que fueron propias de San José.
«José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará al pueblo de sus pecados» (Mt 1,20_21).
Encontramos estas palabras en el capítulo primero del Evangelio de San Mateo. Ellas _sobre todo en la segunda parte_ son muy semejantes a las que escuchó Miriam, esto es, María, en el momento de la Anunciación. Dentro de unos días _el 25 de marzo_ recordaremos en la liturgia de la Iglesia el momento en que esas palabras fueron dichas en Nazaret «a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (Lc 1,27).
La descripción de la Anunciación se encuentra en el Evangelio de San Lucas. Seguidamente, Mateo hace notar de nuevo que, después de las nupcias de María con José, «antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo» (Mt 1,18).
Así, pues, se realizó en María el misterio que había tenido su comienzo en el momento de la Anunciación, en el momento en que la Virgen respondió a las palabras de Gabriel: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). A medida que el misterio de la maternidad de María se revelaba a la conciencia de José, él, «siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto» (Mt 1,19), así dice la descripción de Mateo. Y precisamente entonces, José, esposo de María y ya su marido ante la ley, recibe su «Anunciación» personal.
Oye durante la noche las palabras que hemos citado antes, las palabras, que son explicación y al mismo tiempo invitación de parte de Dios: «no temas recibir en tu casa a María» (Mt 1,20).
Al mismo tiempo, Dios confía a José el misterio, cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas generaciones la estirpe de David y toda la «casa de Israel», y a la vez le confía todo aquello de lo que depende la realización de este misterio en la historia del Pueblo de Dios. Desde el momento en que estas palabras llegaron a su conciencia, José se convierte en el hombre de la elección divina: el hombre de una particular confianza. Se define su puesto en la historia de la salvación. José entra en este puesto con la sencillez y humildad, en las que se manifiesta la profundidad espiritual del hombre; y él lo llena completamente con su vida. «Al despertar José de su sueño _leemos en Mateo_, hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). En estas pocas palabras está todo. Toda la decisión de la vida de José y la plena característica de su santidad. «Hizo». José, al que conocemos por el Evangelio, es hombre de acción. Es hombre de trabajo. El Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya. En cambio, ha descrito sus acciones: acciones sencillas, cotidianas, que tienen a la vez el significado límpido para la realización de la promesa divina en la historia del hombre; obras llenas de la profundidad espiritual y de la sencillez madura.
Así es la actividad de José, así son sus obras, antes de que le fuese revelado el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, que el Espíritu Santo había obrado en su Esposa. Así es también la obra ulterior de José cuando _sabiendo ya el misterio de la maternidad virginal de María_ permanece junto a Ella en el período precedente al nacimiento de Jesús, y sobre todo en las circunstancias de la Navidad.
Luego vemos a José en el momento de la presentación en el templo y de la llegada de los Reyes Magos de Oriente. Poco después comienza el drama de los recién nacidos en Belén. José es llamado de nuevo e instruido por la voz de lo Alto sobre cómo debe comportarse.
Emprende la huida a Egipto con la Madre y el Niño.
Después de un breve tiempo, el retorno a la Nazaret natal. Finalmente, allí encuentra su casa y su taller, adonde hubiera vuelto antes si no se lo hubiesen impedido las atrocidades de Herodes. Cuando Jesús tiene doce años, va con él y con María a Jerusalén.
En el templo de Jerusalén, después que los dos encontraron a Jesús perdido, José oye estas misteriosas palabras: «¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49).
Así hablaba el niño de doce años, y José, lo mismo que María, saben bien de Quién habla.
No obstante, en la casa de Nazaret, Jesús les estaba sumiso (cf. Lc 2,51): a los dos, a José y a María, tal como un hijo está sumiso a sus padres. Pasan los años de la vida oculta de la Sagrada Familia de Nazaret. El Hijo de Dios _enviado por el Padre_ está oculto para el mundo, oculto para todos los hombres, incluso para los más cercanos. Sólo María y José conocen su misterio. Viven en su círculo. Viven este misterio cada día. El Hijo del Eterno Padre pasa, ante los hombres, por hijo de ellos; por «el hijo del carpintero» (Mt 13,55). Al comenzar el tiempo de su misión pública, Jesús recordará, en la sinagoga de Nazaret, las palabras de Isaías que en aquel momento se cumplían en Él, y los vecinos y los paisanos dirán: «¿No es el hijo de José?» (cf. Lc 4,16_22).
El Hijo de Dios, el Verbo Encarnado, durante los treinta años de la vida terrena permaneció oculto: se ocultó a la sombra de José. Al mismo tiempo, María y José permanecieron escondidos en Cristo, en su misterio y en su misión. Particularmente José, que _como se puede deducir del Evangelio_ dejó el mundo antes de que Jesús se revelase a Israel como Cristo, y permaneció oculto en el misterio de aquel a quien el padre celestial le había confiado cuando todavía estaba en el seno de la Virgen, cuando le había dicho por medio del ángel: «No temas recibir en tu casa a María, tu esposa» (Mt 1,20).
Eran necesarias almas profundas _como Santa Teresa de Jesús_ y los ojos penetrantes de la contemplación para que pudiesen ser revelados los espléndidos rasgos de José de Nazaret: aquel de quien el Padre celestial quiso hacer, en la tierra, el hombre de su confianza.
Sin embargo, la Iglesia ha sido siempre consciente, y lo es hoy especialmente, de cuán fundamental ha sido la vocación de ese hombre: del esposo de María, de aquel que, ante los hombres, pasaba por el padre deJesús y que fue, según el espíritu, una encarnación perfecta de la paternidad en la familia humana y al mismo tiempo sagrada. Bajo esta luz, los pensamientos y el corazón de la Iglesia, su oración y su culto, se dirigen a José de Nazaret. Bajo esta luz, el apostolado y la pastoral encuentran en él un apoyo para ese amplio y simultáneamente fundamental campo que es la vocación matrimonial y de los padres, toda la vida en familia, llena de la solicitud sencilla y servicial del marido por la mujer, del padre y de la madre por los hijos _la vida en la familia_, en esa «Iglesia más pequeña» sobre la cual se construye cada una de las Iglesias.
Y puesto que en el corriente año nos preparamos para el Sínodo de los Obispos, cuyo tema es De muneribus familiae christianae, sentimos tanto más la necesidad de la intercesión de San José y de su ayuda en nuestros trabajos.
La Iglesia, que, como sociedad del Pueblo de Dios, se llama a sí misma también la Familia de Dios, ve igualmente el puesto singular de San José en relación con esta gran Familia, y lo reconoce como su Patrono particular. Esta meditación despierta en nosotros la necesidad de la oración por intercesión de aquel en quien el Padre celestial ha expresado, sobre la tierra, toda la dignidad espiritual de la paternidad. La meditación sobre su vida y las obras, tan profundamente ocultas en el misterio de Cristo y, a la vez, tan sencillas y límpidas, ayude a todos a encontrar el justo valor y la belleza de la vocación, de la que cada una de las familias humanas saca su fuerza espiritual y su santidad."
NOTAS.
*Bibliografía: Souvay, Charles L., Saint Joseph, Catholic Encyclopedia, Encyclopedia Press, Inc. 1913.
Textos: corazones.org
Altamira tlaxco puebla
ResponderEliminarGracias, el Señor lo bendiga.
EliminarGracias, el Señor lo bendiga.
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