FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

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LUISA PICCARRETA, MINISTROS EXTRAORDINARIOS, MISAS GREGORIANAS

 


Son ministros ordinarios según el Derecho Canónico en el 910 párrafo I de la Sagrada Comunión el Obispo, el presbítero y el diácono. Es ministro extraordinario de la comunión el acólito y también otro fiel designado. El canon 230 y también el 911 del derecho canónico, también lo definen, tienen la OBLIGACIÓN Y DERECHO de llevar la santísima Eucaristía a los enfermos como viático el párroco y vicarios parroquiales, por eso es importante entender el magisterio porque entendiendo el magisterio de la Iglesia Católica eso es lo que Dios quiere y después ya vienen las opiniones inclusive las malas interpretaciones de algunos jerarcas de lo que realmente está aquí y que es triste.

El canon 230, párrafo III, indica lo siguiente: donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia los ministros extraordinarios deben ser necesarios, y en muchos lugares no son necesarios. La pregunta es ¿para qué los llaman? ¿para que los ponen a ejercer? ¿Un ministro extraordinario de la Eucaristía no debería ser un ministro ordinario de la Eucaristía?

Voy a ponerles un ejemplo que me duele mucho. El celebrante está celebrando la Eucaristía y el Sagrario está cercano, la pregunta es ¿cuál es la necesidad de que el ministro extraordinario vaya por el copón al Sagrario? No se está alargando más la Eucaristía y el sagrario está inmediato. No es necesario, la necesidad no existe.

Esta figura, el ministro extraordinario, fue introducida en 1973 en una Instrucción que se llama Inmensae Caritatis de la sagrada congregación para la disciplina de los Sacramentos. Después de esta instrucción de Inmensae Caritatis  el magisterio ha tenido que intervenir en varias ocasiones para corregir los errores pero siguen dándose muchos en la iglesia tristemente y yo diría que cada vez más.

Esta es una figura que se está instrumentalizando, los laicos están felices y los Obispos tienen una forma de hacerles trabajar, sentirles ser parroquia, etc.

Instrucción para escoger a un ministro extraordinario

Cuando NO EXISTA un acólito, un lector (laico), un seminarista mayor, un religioso varón, una religiosa, un catequista (varón o mujer). Hay ciertas instrucciones que deben ser evitadas porque provocan confusión por ejemplo, que el ministro extraordinario comulgue como si fuera un concelebrante como se ve en algunas parroquias. No pueden comulgar como un concelebrante. En las Misas se ha entendido arbitrariamente porque lo extraordinario se ha puesto como ordinario.

¿Y POR QUÉ FALTAR A MISA EL DOMINGO ES PECADO?

Por: P. Eduardo María Volpacchio




La participación en la celebración común de la eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y fidelidad a Cristo y a su Iglesia.


¿Es pecado faltar a Misa el domingo?

La respuesta a esta pregunta podría ser muy corta:
Sí, faltar a Misa –sin un motivo serio que lo justifique– es pecado grave.

Quizá interese detenernos un poco a analizar porque esto es así.

¿Y por qué faltar a Misa el domingo es un pecado?

Porque dejando de asistir dejamos de cumplir voluntariamente una obligación grave que tenemos. Y el incumplimiento de un deber grave, es una falta grave. Por eso el punto de partida de esta cuestión es la consideración de la ley de la Iglesia que manda participar en la Misa los domingos y días festivos.

¿Por qué puede ser pecado, si quien falta a Misa no hace mal a nadie?

La gravedad de los pecados no se mide por cuánto mal hace a otros, sino por la ofensa que representa a Dios. Por eso, por ejemplo la blasfemia es un pecado grave, aunque ninguna otra persona la escuche. Por otro lado quien falta a Misa el domingo se hace daño a sí mismo y a la Comunidad eclesial a la que pertenece. La falta de Dios es una carencia peligrosa: hace daño al alma.

¿Cuáles son las obligaciones del católico?

Los católicos, además de los Diez Mandamientos que resumen la ley natural y que son válidos para todos los hombres –no sólo para los cristianos-, tenemos otras obligaciones específicas por serlo: son los cinco Mandamientos de la Iglesia. Se trata de algunos deberes que regulan y encauzan la forma concreta de ser católicos: cómo nosotros amamos a Dios y le rendimos culto en la Iglesia. Entre ellos se encuentra la obligación de participar en la Santa Misa los domingos y fiestas de precepto. Es una de las obligaciones más básicas de los católicos. Sorprendentemente algunos católicos desconocen sus obligaciones. Y otros no acaban de creerse que existan verdaderos deberes que los obliguen. Piensan que por ser el amor la máxima ley cristiana, todo tendría que ser amor espontáneo, sin obligaciones. Pero esto no es así, ya que el amor es muy exigente: cuánto más amor, más exigencia de manifestarlo y de evitar todo lo que lo ofenda.

¿Es un consejo o es una ley?

Es importante distinguir los consejos y las leyes. Una cosa son las recomendaciones de cosas buenas que nos dan para ayudarnos a ser mejores: “procura ayudar a los demás”, “trata de rezar el Rosario”, etc. En este caso haremos lo que nos parezca oportuno, pero sin estar obligados en conciencia a seguir dichos consejos. Obviamente no pecamos, si decidimos no seguir un consejo.

Otra muy distinta son las leyes que nos obligan en conciencia: las leyes establecen estrictos deberes.
Entonces, ¿el incumplimiento de las leyes es pecado?
Tenemos que distinguir entre la ley divina –que viene directamente de Dios- y la ley eclesiástica –dictada por la Iglesia para concretar modos de servir y honrar a Dios.

La ley divina regula cuestiones esenciales de la vida, por lo que no admite excepciones: su incumplimiento siempre es malo, no puede no ser pecado. Es el caso de los Diez Mandamientos.
En cambio, la ley eclesiástica trata de unas concreciones mínimas de la Iglesia para ayudarnos a vivir la vida cristiana y no tiene intención de obligar cuando existe una grave dificultad para cumplirla. Por esto la ley eclesiástica no me obliga cuando su cumplimiento me representa una incomodidad grave: si un domingo estoy enfermo o tengo otra dificultad que me lo hace muy difícil no tengo obligación de ir a Misa. Pero en situaciones normales obliga de tal manera que su incumplimiento es pecado. Porque el desprecio de la ley de la Iglesia no puede ser bueno. Y no darle importancia, dejar voluntariamente de cumplirla, sin motivo, supone de hecho un desprecio.
Como no es una cuestión de opiniones personales, sino de lo establecido por la Iglesia, que es quien ha establecido las leyes eclesiásticas.

Veamos ahora qué nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de estos mandamientos (he resaltado con negrita las partes específicas sobre este tema).

LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

2041 Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en esta línea de una vida moral ligada a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los mandamientos más generales de la santa Madre Iglesia son cinco:

2042 El primer mandamiento (oír misa entera y los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar trabajos serviles") exige a los fieles que santifiquen el día en el cual se conmemora la Resurrección del Señor y las fiestas litúrgicas principales en honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen María y de los santos, en primer lugar participando en la celebración eucarística, y descansando de aquellos trabajos y ocupaciones que puedan impedir esa santificación de estos días (cf CIC can. 1246-1248; CCEO, can. 880, § 3; 881, §§ 1. 2. 4).

El segundo mandamiento ("confesar los pecados mortales al menos una vez al año") asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo (cf CIC can. 989; CCEO can.719).

El tercer mandamiento ("recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua") garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en conexión con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana (cf CIC can. 920; CCEO can. 708. 881, § 3).

2043 El cuarto mandamiento (abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón (cf CIC can. 1249-51; CCEO can. 882).

El quinto mandamiento (ayudar a las necesidades de la Iglesia) enuncia que los fieles están además obligados a ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia (cf CIC can. 222; CCEO, can. 25. Las Conferencias Episcopales pueden además establecer otros preceptos eclesiásticos para el propio territorio. Cf CIC, can. 455).

Y en concreto, sobre la Misa dominical, señala:

2177 La celebración dominical del Día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia. "El domingo en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto" (CIC, can. 1246,1).

"Igualmente deben observarse los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, finalmente, todos los Santos" (CIC, can. 1246,1).

2178 Esta práctica de la asamblea cristiana se remonta a los comienzos de la edad apostólica (cf Hch 2,42-46; 1 Co 11,17). La carta a los Hebreos dice: "no abandonéis vuestra asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animaos mutuamente" (Hb 10,25).

La tradición conserva el recuerdo de una exhortación siempre actual: "Venir temprano a la Iglesia, acercarse al Señor y confesar sus pecados, arrepentirse en la oración...Asistir a la sagrada y divina liturgia, acabar su oración y no marchar antes de la despedida...Lo hemos dicho con frecuencia: este día os es dado para la oración y el descanso. Es el día que ha hecho el Señor. En él exultamos y nos gozamos (Autor anónimo, serm. dom.).

La obligación del Domingo

2180 El mandamiento de la Iglesia determina y precisa la ley del Señor: "El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa" (CIC, can. 1247). "Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde" (CIC, can. 1248,1)


2181 La eucaristía del Domingo fundamenta y ratifica toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC, can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave.

2182 La participación en la celebración común de la eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así su comunión en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la santidad de Dios y su esperanza de la salvación. Se reconfortan mutuamente, guiados por el Espíritu Santo.

2183 "Cuando falta el ministro sagrado u otra causa grave hace imposible la participación en la celebración eucarística, se recomienda vivamente que los fieles participen en la liturgia de la palabra, si ésta se celebra en la iglesia parroquial o en otro lugar sagrado conforme a lo prescrito por el Obispo diocesano, o permanezcan en oración durante un tiempo conveniente, solos o en familia, o, si es oportuno, en grupos de familias" (CIC, can. 1248,2).

Como se ve el Catecismo no deja lugar a dudas. Todo lo que se sale de esto, será una opinión personal al margen de lo establecido por la Iglesia.

FUENTE: es.catholic.net/algunasrespuestas.com


NUEVE CONSEJOS PARA IR A MISA CON TUS HIJOS Y ENSEÑARLES SU VALOR -



Tan importante como las explicaciones que les demos a los niños es nuestra actitud y testimonio.

Tan importante como las explicaciones que les demos a los niños es nuestra actitud. He aquí algunos consejos para que a través de nuestro ejemplo, logremos que los hijos vivan la Eucaristía, la respeten y se comporten adecuadamente en ella.

1. Sentarse en los bancos de adelante: evitamos distracciones y ven mejor lo que pasa, están más atentos. (Si fuéramos a un espectáculo teatral o de música, a todos nos gustaría estar en primera fila).Cuidar la forma de vestir: no es lo mismo ir a la playa que a Misa.

2. Llegar puntuales: cuidamos la puntualidad en ir a clase, en llegar al cine... No podemos hacer esperar a Jesús. ¿Haríamos esperar a una persona importante?

3. Que nos oigan contestar: es recomendable pronunciar bien, vocalizando, para que ellos oigan y aprendan. Echarles una miradita animándoles a que participen.

4. Cantar: a los niños les encantan las canciones. Es recomendable asistir a alguna Misa en la que se cante.

5. Que nos vean atentos y que nos vean rezar: por ejemplo después de la comunión, con mucho respeto. Podemos animarles a que ellos también se pongan de rodillas y recen.

6. No comer, ni usar el celular, ni chatear, ni jugar: este es un espacio de conexión con Dios y debemos estar concentrados en este propósito. Hay un momento para cada cosa y durante la Misa estamos atentos a la Palabra, esto quiere decir sin distractores, los cuales además, son una falta de respeto.

7. El respeto al sacerdote: cuando entra nos ponemos de pie, esperamos a que salga para salir.

8. Misas para niños: en algunas parroquias hay Misas especiales para los niños, donde hacen del Evangelio más comprensible en un lenguaje infantil por medio de títeres o representaciones.

9. Con regaños no logrará nada: si la salida para Misa es un campo de batalla, usted está haciendo que ellos desde pequeños tengan una mala actitud hacia la Misa. Es mejor motivarlos e invitarlos sin obligaciones y castigos. Hágales comprender serenamente que es importante ir a visitar la casa del Niño Dios, como lo hace con sus abuelos el fin de semana o sus amigos.

FUENTE: es.catholic.net

ORACIONES DEL SACERDOTE AL REVERTIRSE PARA CELEBRAR LA SANTA MISA

Hace muchos años atrás en cada Sacristía había un gran cartel o letrero con las oraciones que el sacerdote debe rezar con cada una de las vestiduras litúrgicas con que se reviste para celebrar la Santa Misa. Pero tristemente hoy día muchos sacerdotes no dicen estas oraciones al revestirse de Cristo lo cual los hace Sacerdotes debilitados en la fe, más vulnerables a Satanás y al mundo.

Como aparece explicado, estas palabras los protegen y los unen a Dios. Hoy día algunos sacerdotes llegan apenas unos minutos antes de celebrar la Santa Misa, que no tienen tiempo para decir estas oraciones y también en ciertos casos, algunos laicos impiden al sacerdote que haga las oraciones porque están dentro de la Sacristía y no les permiten hacer sus oraciones; impiden ese momento espiritual; efectuar las oraciones que la Iglesia les pide para revestirse de Jesucristo.

Deberíamos saber que cuando el sacerdote empieza a revestirse de Cristo para la celebración del Santo Sacrificio los demonios aúllan, tiemblan, se queman, y huyen porque saben que bajará el Cielo a la Tierra y que ellos perderán todo el poder con aquellos a quienes tienen encadenados alrededor del radio de esta Iglesia en donde se celebrará la Misa.
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“REVESTIRSE DE CRISTO PARA CELEBRAR A CRISTO EUCARISTÍA”

El cuidado que pide la Iglesia para la celebración del Santo Sacrificio de la Eucaristía se expresa también en las rúbricas establecidas para el sacerdote, al revestirse con los ornamentos litúrgicos.

Las oraciones para la vestición son bellas y poderosas expresiones de preparación ante la grandeza del misterio eucarístico.


AL LAVARSE LAS MANOS


Da, Domine, virtutem manibus meis ad abstergendam omnem maculam; ut sine pollutione mentis et corporis valeam tibi servire. Amen.


(Purifica, Señor, de toda mancha mis manos con tu virtud, para que pueda yo servirte con limpieza de cuerpo y alma. Amen)


AL VESTIR EL AMITO


Impone, Domine, capiti meo galeam salutis, ad expugnandos diabolicos incursus. Amen.


(Pon, Señor, sobre mi cabeza el yelmo de salvación, para rechazar los asaltos del enemigo. Amen)


AL REVESTIRSE CON EL ALBA


Dealba me, Domine, et munda cor meum; ut, in sanguine Agni dealbatus, gaudiis perfruar sempiternis. Amen.


(Hazme puro Señor, y limpia mi corazón, para que, santificado por la Sangre del Cordero, pueda gozar de las delicias eternas. Amen.)


AL AJUSTAR EL CINGULO


Praecinge me, Domine, cingulo puritatis, et extingue in lumbis meis humorem libidinis; ut maneat in me virtus continentiae et castitatis. Amen.


(Ciñeme Señor con el cíngulo de Tu pureza, y borra en mis carnes el fuego de la concupiscencia, para que more siempre en mi, la Virtud de la continencia y la castidad. Amen.)


AL PONER LA ESTOLA SOBRE EL CUELLO


Redde mihi, Domine, stolam immortalitatis, quam perdidi in praevaricatione primi parentis; et, quamvis indignus accedo ad tuum sacrum mysterium, merear tamen gaudium sempiternum. Amen.


(Devuélveme Señor, la estola de la inmortalidad, que perdí con el pecado de mis primeros padres, y aun cuando me aceptas sin ser digno a celebrar tus Sagrados Misterios, haz que merezca el gozo Eterno. Amen.)


AL VESTIR LA CASULLA


Domine, qui dixisti: Jugum meum suave est et onus meum leve: fac, ut istud portare sic valeam, quod consequar tuam gratiam. Amen.


(Señor, que has dicho, mi yugo es suave, y mi carga liviana, haz que la lleve a tu manera y consiga tu gracia. Amen.)

“Quisiera por tanto, queridos hermanos, explicar este Jueves Santo la esencia del ministerio sacerdotal interpretando los ornamentos litúrgicos que, precisamente, por su parte, quieren ilustrar qué cosa significa ‘revestirse de Cristo’, hablar y actuar ‘in persona Christi’”


El amito


“En el pasado, éste se colocaba primero en la cabeza como una especie de capucha, convirtiéndose así en un símbolo de la disciplina de los sentidos y del pensamiento necesaria para una justa celebración de la Santa Misa”. “Los pensamientos no deben vagar aquí y allá detrás de las preocupaciones y las expectativas del día; los sentidos no deben ser atraídos de aquello que allí, al interior de la Iglesia, casualmente quisiera secuestrar los ojos y los oídos”. “Si yo estoy con el Señor, entonces con mi escucha, mi hablar y mi actuar, atraigo también a la gente dentro de la comunión con Él”.


El alba


El Papa recordó que las antiguas oraciones hacen referencia al vestido nuevo que el hijo pródigo recibió del Padre; y por tanto, “cuando nos acercamos a la liturgia para actuar en la persona de Cristo nos damos cuenta de cuán lejos estamos de Él; cuanta suciedad existe en nuestra propia vida”.

Es la sangre del Cordero, citado en el Apocalipsis, la que “a pesar de nuestras tinieblas, nos transforma en ‘luz en el Señor’. Al ponernos el alba debemos recordarnos: Él también ha sufrido por mí. Es sólo porque su amor es más grande que todos mis pecados, que yo puedo representarlo y ser testigo de su luz”

El alba también recuerda “el vestido del amor” que deben llevar todos aquellos invitados al banquete del Novio, Jesucristo, para poder participar dignamente.

“Ahora que nos preparamos para la celebración de la Santa Misa, debemos preguntarnos si llevamos el hábito del amor. Pidamos al Señor que aleje toda hostilidad de nuestro interior, que nos quite todo sentido de autosuficiencia y que nos revista verdaderamente con las vestiduras del amor, para que seamos personas luminosas y no pertenecientes a las tinieblas”.


La casulla

Simboliza el yugo del Señor. “Llevar el yugo del Señor significa ante todo: aprende de Él. Estar siempre dispuestos a asistir a la escuela de Jesús. De Él debemos aprender la pequeñez y la humildad –la humildad de Dios que se muestra en su ser hombre”

“Algunas veces quisiéramos decirle a Jesús: Señor, tu yugo no es para nada ligero. Más bien, es tremendamente pesado en este mundo. Pero al mirarlo a Él que ha cargado con todo –que en sí ha probado la obediencia, la debilidad, el dolor, toda la oscuridad, entonces todos nuestros lamentos se apagan”.

“Su yugo es el de amar con Él. Y mientras más lo amamos, y con Él nos convertimos en personas que aman, más ligero se vuelve nuestro yugo aparentemente pesado”.

“Oremos para que nos ayude a ser junto con Él personas que aman, para experimentar así siempre más cuán bello es portar su yugo”

EL USO DE LOS INSTRUMENTOS MUSICALES EN LA SAGRADA LITURGIA


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Aun cuando la música eclesiástica es exclusivamente vocal, permítese en ella el uso del órgano y, en algún caso particular y con la debida licencia del Ordinario, también el de otros instrumentos (Motu propio de Pío X, números 9 y 15).

Estos otros instrumentos que pueden usarse, además del órgano, con previa y expresa licencia del Ordinario, son: violines, violas, violoncelos, contrabajos, flautas, clarinetes, fagots y bandas de música con personal selecto y número de instrumentos proporcionados al local (instrumentos de aire, que acompañen con música escrita en estilo grave, conveniente y en todo parecida a la del órgano) (Motu propio de Pío X, números 20 y 21).




En cambio, son instrumentos prohibidos para siempre y por doquier, y no pueden ser permitidos: el piano, todos los instrumentos fragorosos (ruidosos, estridentes): tambor, chinesco, panderetas, platillos, etcétera, y todos los ligeros: arpa, guitarra, bandurria, mandolina, acordeón, etcétera (Motu propio de Pío X números 9 y 11), sin exceptuar el gramófono y el fonógrafo (Decr. 11 febrero de 1920).





FUENTE: musikliturgik.blogspot.com

PADRE PIO: QUE ES LA SANTA MISA Y COMO DEBEMOS COMPORTARNOS EN LA IGLESIA




Por María Teresa Moretti

“Hagamos lo que siempre hemos hecho, lo que han hecho nuestros padres”

San Pío de Pietrelcina


Imagen relacionadaSan Pío de Pietrelcina solía repetir: “El mundo podría quedarse incluso sin sol, pero no sin la Santa Misa”. A los sacerdotes enseñaba a dividir el día en dos partes: la primera, dedicada a la preparación del divino sacrificio y la segunda como acción de gracias.

Muchos testigos han dicho que su Misa era un “misterio”. El filósofo Jean Guitton, impresionado por la manera de celebrar del capuchino estigmatizado, dijo: “Procedía en la celebración con cada vez más sufrimiento y, cuando llegó al comienzo del Canon, se paró como ante una escalada inverosímil, una cita amorosa dolorosa y a la vez radiante, un misterio inexpresable, un misterio que podía provocar la muerte. La mirada que lanzaba hacía lo alto, después de la consagración, reflejaba todo esto. Me decía a mí mismo que quizá fuera el único sacerdote estigmatizado en acto, mientras que todos los otros lo son en potencia”.

En uno de los cuadernos del diario que el Padre Pío escribió durante la primera persecución puesta en marcha por la Jerarquía de la Iglesia, entre finales de los años 20 y comienzo de los 30, el fraile de Pietrelcina explica qué es la Misa por boca del mismo Jesucristo:

“Pensad que el sacerdote que me llama entre sus manos tiene un poder que ni a mi madre concedí. Reflexionad que si sirviesen al sacerdote, en vez que un sacristán, los más excelsos serafines, no serían suficientemente dignos de estarles cerca. Domándoos si, considerando la preciosidad del dono que os hago, es digno asistir a Misa pensando en otra cosa en vez que en Mí. Más bien sería justo que, humillados y agradecidos, palpitarais alrededor mío y, con toda el alma, me ofrecierais al Padre de las Misericordias; más bien sería justo considerar el altar no por lo que han hecho los hombres, sino por lo que vale, por mi presencia mística, pero real. Mirad la Hostia, en la que cada especie es aniquilada, y me veréis a Mí, humillado por vosotros. Mirad el Cáliz en el que mi sangre vuelve a la tierra, rica como es de toda bendición. Ofrecedme, ofrecedme al Padre. No olvidéis que para esto Yo vuelvo entre vosotros.

Si os dijeran: ‘Vámonos a Palestina para conocer los santos lugares en los que Jesús vivió y donde murió’ vuestro corazón daría un vuelco ¿verdad? Sin embargo, el altar sobre el que bajo ahora es más que Palestina, porque de ella partí hace veinte siglos y sobre el altar Yo retorno todos los días vivo, verdadero, real, si bien escondido, pero soy Yo, propio Yo que palpito entre las manos de mi ministro. Yo vuelvo a vosotros, no simbólicamente, oh no, sino verdaderamente. Os lo digo una vez más: verdaderamente. […]

¡Getsemaní, Calvario, Altar! Tres lugares de los que el último, el Altar, es la suma del primero y del segundo; son tres lugares, pero uno sólo es Aquél que encontrareis ahí. […]

Yo vuelvo sobre el Altar santo desde el cual os llamo. Llevad vuestros corazones sobre el corporal santo que sujeta mi Cuerpo. Hundíos, almas dilectas, en aquel Cáliz divino que contiene mi Sangre. Es ahí que el amor estrechará a vuestros espíritus al mismo Creador, al Redentor, a vuestra Víctima; es ahí donde celebraréis mi gloria en la humillación infinita de Mí mismo. Venid al Altar, miradme a Mí, pensad intensamente en Mí…”

Entonces, si la iglesia hospeda el lugar santo por excelencia, el Sancta Sanctorum del Nuevo Testamento en el que se suman Getsemaní y Calvario, lo más lógico es que entremos en él con el débito respeto. San Pío de Pietrelcina daba a sus hijas espirituales las siguientes indicaciones:

“Entra en la iglesia en silencio y con gran respeto, considerándote indigna de presentarse ante la majestad del Señor. Entre las devotas consideraciones, piensa que nuestra alma es templo de Dios y, en cuanto tal, tenemos que conservarla pura y limpia delante de Dios y de sus ángeles. Luego toma agua bendita y, lentamente, santíguate considerando que ése es el signo de nuestra redención: la señal de la cruz. En cuanto veas a Dios sacramentado haz devotamente una genuflexión arrodillándote hasta el suelo. Primero salúdale a Él, a tu Señor —vivo y verdadero en el tabernáculo—, y luego a la Virgen y a los santos.

Encontrado el asiento, arrodíllate y concede a Jesús sacramentado el tributo de tu oración y de tu adoración. Confíale todas tus necesitadas y también las de los demás, háblale con abandono filial, ábrele libremente tu corazón y déjale plena libertad de actuar en ti como Él quera.

Asistiendo a la Santa Misa y a las funciones sacras, procura moverte con mucha gravedad en el levantarte, en el arrodillarte, en el asentarte, y lleva a cabo cada acto religioso con la más grande de las devociones. Sé modesta en las miradas, no gires la cabeza de un lado u otro para ver quién entra o sale; no te rías, sino demuestra reverencia hacia el lugar santo y también consideración para quién esté sentado a tu lado. Ten cuidado de no pronunciar palabra con nadie, a menos que la caridad no te obligue o una imprescindible necesidad lo exija.

En las oraciones en común, pronuncia distintamente las palabras de la oración, haz bien las pausas, no utilices un tono de voz alto, no te apresures nunca, sigue el ritmo del sacerdote que conduce y de los demás.

En resumen, compórtate de tal manera que los presentes se queden edificados y, gracias a tu actitud, se sientan impulsados a glorificar y amar al Padre celestial.

Cuando salgas de la iglesia mantén una postura recogida y calma: saluda primeramente a Jesús sacramentado, pidiéndole perdón por las faltas cometidas ante Su divina presencia y no te despidas de Él si antes no le hayas pedido y de Él recibido la paternal bendición.

Salida ya de la iglesia, muéstrate tal cual debería ser un discípulo del Nazareno”.

Nunca como hoy día deben ser conocidas y practicas estas enseñanzas y estos consejos del más grande místico del siglo XX, del primer sacerdote estigmatizado de la historia, el cual, como dijo Juan Pablo II, “era imagen viva del Cristo doliente y resucitado”.


FUENTE: adelantelafe.com

¿POR QUÉ EL SACERDOTE BESA EL ALTAR EN LA MISA?


Por Philip Kosloski


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Un ejemplo de cómo la Iglesia dotó de significado nuevo a una antigua costumbre.

Antes de celebrar cada misa, el sacerdote (y diácono) se acercan al altar y lo besan. Para algunos, esta práctica resulta un tanto extraña, ya que los altares son objetos materiales de piedra o madera y no parecen justificar ninguna reverencia particular.


¿Qué significado hay detrás de esta antigua costumbre?

Besar objetos santos y sagrados ha formado parte de varias religiones del mundo durante miles de años. La práctica viene de las culturas en las que el beso se consideraba un signo de respeto o se usaba para saludar y, naturalmente, se aplicaba a los objetos que representaban lo divino.

Aparte de la adoración pagana, también se desarrolló una tradición en algunas culturas de besar la mesa del comedor en ocasiones especiales.

A medida que los cristianos desarrollaron la liturgia, adaptaron sus hábitos a partir de cada cultura y le dieron un nuevo significado. Besar el altar era uno de esos hábitos y rápidamente se ligó a las acciones del sacerdote en la misa.

El altar recibe su importancia en conexión con el Santo Sacrificio de la misa que se celebra en él. Ha sido reservado para este propósito y el obispo lo consagra cuando es instalado en una iglesia nueva. La ceremonia de consagración imita en algunos aspectos el bautismo de un cristiano nuevo, ya que el obispo usa óleos sagrados para bendecir el altar y lo viste con prendas blancas después de haber completado la oración.

Así que besar el altar puede considerarse como una honra a la función especial que tiene en la liturgia y a la consagración recibida del obispo.

Simbólicamente, a menudo se dice del altar que representa a Jesucristo, la “piedra angular” de la Iglesia (cf. Efesios 2,20). Durante la historia de la liturgia, el sacerdote a veces besa el altar antes de bendecir al pueblo, simbolizando que la bendición viene de Dios, no del sacerdote.

Además, con el paso del tiempo, fueron insertándose reliquias de santos en el altar, de manera que cuando el sacerdote besara el altar, estaría besando también las reliquias.

Así que, aunque es cierto que los altares son objetos materiales, han sido señalados para un propósito específico y besar el altar reconoce esa función privilegiada y su relación con el sacrificio divino de Jesucristo.


FUENTE: es.aleteia.org

LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA - DE LO VISIBLE A LO INVISIBLE




En este segundo programa de la serie "De lo visible a lo invisible", H.M. Televisión y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos os invitan a redescubrir la importancia de la Adoración Eucaristíca en la vida y en la misión de la Iglesia.



Si Jesús está presente bajo las especies Eucarísticas, esa presencia dura tanto como duran las especies Eucarísticas. Esto quiere decir, que desde el principio de la Iglesia se ha conservado para darla a los ausentes, en particular a los enfermos pero al mismo tiempo, se ha entendido siempre de todas formas la celebración de la Eucaristía como un acto de adoración. 

El momento histórico que el rito de Adoración nace como momento independiente del de la acción Eucarística, se sitúa en el medioevo. Es antiquísimo y está en los primeros tiempos de la Iglesia la costumbre de conservar la Eucaristía como viático para los enfermos. Pero parece más bien que es a partir del siglo XIII cuando los Cristianos han tomado la costumbre de ponerse delante de la Eucaristía en oración.

Hay un momento en que el Espíritu Santo te hace caer en la cuenta de que aquello que estás viendo con tus ojos, ese trozo de pan en la Misa no es simplemente pan, es la Eucaristía y ahí nace de una forma espontánea en la persona uno de los dones del Espíritu Santo: el don de Piedad. El don de Piedad es aquel que nos ayuda a tratar a Dios como a un Padre y desarrolla en nosotros sentimientos religiosos es decir, sentimientos de adoración, de reconocer que Dios es Dios y que yo soy una simple criatura.

En estos momentos pienso que vivimos como una especie de un nuevo Pentecostés, de bendición en Pentecostés. Estaban orando, estaban invocando la comunión, en plegaria, esperando que Dios cumpliera su promesa. Eso acontece también en la Adoración y además Dios cumple su promesa y nos da, a través de la Adoración, la fuerza del Espíritu para anunciar a Jesucristo y aprende que el mundo no puede vivir sin Él, el mundo no puede vivir sin Dios. El mundo no puede vivir sin el amor de Dios, sin la verdad de Dios y la verdad del hombre. Sin eso el mundo se quiebra, se rompe. Ante esa grandísima necesidad, ante esa grandísima urgencia apremiante que no podemos dejar para mañana y que es la nueva evangelización, Dios hace acompañar todo esto, del redescubrimiento de la Adoración Eucarística y el redescubrimiento sencillamente de la Eucaristía donde está Dios. 


"ACÓLITO"




(Etim. Griego: akolouthos, seguidor que ayuda.)

El hombre que ha recibido de la Iglesia el ministerio de servir el altar y administrar la Eucaristía como ministro extraordinario.

El acólito asiste al diácono y al sacerdote al servicio del altar, y ayuda, cuando se le necesite, durante la celebración de la Misa. A un acólito se le puede confiar con la exposición pública del Santísimo Sacramento para la adoración, pero no puede dar la bendición.

El ministerio del acólito es reservado para los hombres únicamente y es conferido por el obispo de la diócesis o, en institutos religiosos clericales, por el superior mayor, de acuerdo a los ritos litúrgicos hechos con este propósito por la Iglesia. Las mujeres podrán ser delegadas para hacer algunas de las funciones de los acólitos.

El acolitado es una de las órdenes menores que se reciben camino al sacerdocio.

El monaguillo hace algunas de las funciones del acólito pero sin haber recibido esta orden menor.

La instrucción general del Misal Romano se refiere al Ministerio del acólito instituido en los siguientes números:


98. El acólito es instituido para el servicio del altar y para ayudar al sacerdote y al diácono. Al él compete principalmente preparar el altar y los vasos sagrados y, si fuere necesario, distribuir a los fieles la Eucaristía, de la cual es ministro extraordinario.

En el ministerio del altar, el acólito tiene sus ministerios propios que él mismo debe ejercer.

Ministerios del acólito

187. : Las funciones que el acólito puede ejercer son de diversa índole y puede ocurrir que varias de ellas se den simultáneamente. Por lo tanto, es conveniente que se distribuyan oportunamente entre varios; pero cuando sólo un acólito está presente, haga él mismo lo que es de mayor importancia, distribuyéndose lo demás entre otros ministros.

- Ritos iniciales

188. En la procesión hacia el altar, puede llevar la cruz en medio de dos ministros con cirios encendidos. Cuando hubiere llegado al altar, erige la cruz junto al altar para que sea la cruz del altar; pero si no se puede, la lleva a un lugar digno. Después ocupa su lugar en el presbiterio. 189. Durante toda la celebración, corresponde al acólito acercarse al sacerdote o al diácono, cuantas veces tenga que hacerlo, para presentarles el libro y ayudarles en lo que sea necesario. Por tanto conviene que, en la medida de lo posible, ocupe un lugar desde el que pueda ejercer oportunamente su ministerio, junto la sede o cerca del altar.

- Liturgia Eucarística

190. En ausencia del diácono, concluida la oración universal, mientras el sacerdote permanece en la sede, el acólito pone sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal. Después, si es necesario, ayuda al sacerdote a recibir los dones del pueblo y, según las circunstancias, lleva el pan y el vino al altar y los entrega al sacerdote. Si se usa incienso, presenta el incensario al sacerdote y lo asiste en la incensación de las ofrendas, de la cruz y del altar. Después inciensa al sacerdote y al pueblo.

191. Cuando sea necesario, el acólito ritualmente instituido, como ministro extraordinario, puede ayudar al sacerdote en la distribución de la Comunión al pueblo. Y si se da la Comunión bajo las dos especies, en ausencia del diácono, ofrece el cáliz a los que van a comulgar o sostiene el cáliz cuando la Comunión se da por intinción.

192. Y así mismo, el acólito instituido, terminada la distribución de la Comunión, ayuda al sacerdote o al diácono en la purificación y en el arreglo de los vasos sagrados. En ausencia del diácono, el acólito ritualmente instituido lleva los vasos sagrados a credencia y allí los purifica los seca y los arregla del modo acostumbrado.

193. Terminada la celebración de la Misa, el acólito y los otros ministros, juntamente con el diácono y el sacerdote, regresan procesionalmente a la sacristía de la misma manera y en el mismo orden en el que vinieron.





ORACIÓN DEL ACÓLITO ANTES DE LA MISA

Padre bueno,
revestido con la túnica que desde el Bautismo
me une a Cristo Sacerdote, Profeta, Rey,
te doy las gracias por poderte acompañar de cerca
en esta celebración litúrgica.

Junto a María, Madre de la Iglesia
te pido que el Espíritu Santo
me purifique y consagre como auténtico acólito de Jesús.

Ayúdame a escuchar con fe su Palabra,
servirlo con amor en la Iglesia
y seguirlo fielmente en la vida diaria,
ahora y siempre.

AMÉN



ORACIÓN DEL ACÓLITO DESPUÉS DE LA MISA

Señor,
bendito seas por el gran don de la Eucaristía.

Una vez más me has querido cerca de tu altar,
sirviéndote a ti y a los hermanos.

Gracias por tu Palabra, que me enseña
todo lo que has hecho y haces constantemente por mi;

Gracias por el Sacerdote,
imagen tuya, que eres el Buen Pastor,

Gracias por la comunidad
que me ayuda a comprender que soy miembro de la Iglesia;

Gracias especialmente por tu cuerpo y tu sangre,
que nos ha dado por amor.

AMÉN.


Enlace ampliado

FUNCIONES DE LOS ACOLITOS INSTITUIDOS DENTRO DE LA LITURGIA EUCARÍSTICA


http://sacerdote-eterno.blogspot.com/2016/07/funciones-de-los-acolitos-instituidos.html

LA SANTA MISA EXPLICADA POR EL PADRE PIO - en video -






La Santa Misa explicada por Padre Pio.

(Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del P. Pío)


Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.

Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.

El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado...

El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora".

Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.

La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.

Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.

El "Por él, con él y en él" corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombre en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: "Padre Nuestro....."

La fracción del Pan marca la muerte de Jesús.....

La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte...) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno....

Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino...lo que hago cada día...¡y con cuánta alegría!. 

Gloria in Excelsis Deo

Gloria in excélsis Deo
Et in terra pax homínibus bonae voluntátis.
Laudámus te.
Benedícimus te.
Adorámus te.
Glorificámus te.
Grátias ágimus tibi propter magnam glóriam tuam,
Dómine Deus, Rex cæléstis, Deus Pater omnípotens.
Dómine Fili unigénite, Jesu Christe.
Dómine Deus, Agnus Dei, Fílius Patris.
Qui tollis peccáta mundi, miserére nobis.
Qui tollis peccáta mundi, súscipe deprecatiónem nostram.
Qui sedes ad déxteram Patris, miserére nobis.
Quóniam tu solus Sanctus.
Tu solus Dóminus,
Tu solus Altíssimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spíritu in glória Dei Patris. Amen.


FUENTE: Video y texto youtube.com/user/MariaDJesus

UN DETALLE OLVIDADO EN EL CREDO DE LA MISA


Fray Nelson responde a:

El domingo me traje el Misal Romano de la Iglesia para leer las rúbricas de la celebración Eucaristica y cuando llego a la parte del Credo me encuentro con que hay que hacer una inclinación cuando decimos " FUÉ CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL E. S. , NACIÓ DE SANTA MARIA VIRGEN." eso jamás vi que nadie lo hiciera, ni jamás me lo enseñaron, y los muchos sacerdotes a los que les he escuchado decir la Santa Misa, nunca han dicho nada al respecto....La pregunta es: las rubricas son para cumplirlas en parte, en su totalidad o depende de criterios de cada celebrante? - DK

* * *

Gracias por tu confianza. Efectivamente, esa es una rúbrica olvidada. Un signo externo: inclinar la cabeza es un recordatorio público de nuestra infinita gratitud, de nuestra adoración, y de cómo todos hemos de abajarnos frente a aAquel que se abajó por puro amor a nosotros.

Ahora bien, tal inclinación es en su raíz un gesto de AMOR. Y el amor hay que saber pedirlo y hay que saber darlo. Así sucede con todo en la liturgia: una buena y amorosa exhortación ayuda más que un regaño o el lenguaje de la ley por la ley. Nuestros contemporáneos vibran poco con el argumento de que "el ritual dice..." Y aunque deben importarnos nuestros preciosos rituales, el camino va más por hacer amar.

La buena catequesis y a buena predicación pueden ayudar mucho en ello.


FUENTE: fraynelson.com/

¿POR QUÉ HAY QUE ARRODILLARSE DURANTE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA?


En el momento de la consagración, ¿se puede permanecer de pie?



He notado, en Misa, una tendencia. Quizás me equivoque, pero me parece que la actitud de arrodillarse en algunos momentos de la Misa se está perdiendo. Es algo que estoy viendo en varias iglesias: en el momento de la consagración, muchos permanecen de pie, alguno se sienta, unos pocos se arrodillan. Lo mismo después de la Comunión. ¿Es sólo una impresión mía? ¿Es algo aceptable? ¿O es un gesto litúrgico y debería respetarse (a menos que una persona no tenga impedimentos reales)? (Marco Filippi)



Responde Roberto Gulino, profesor de liturgia

Por desgracia no es sólo una impresión de nuestro amigo lector: a menudo se asiste, durante las liturgias eucarísticas, a una variedad de comportamientos que indican la poca conciencia de lo que hacemos más que la celebración de una acción sacramental comunitaria.

Hay quien durante el canto se calla (aunque conozca el texto y la melodía), quien prefiere recitar el Gloria, el Credo o el Padrenuestro susurrando – “Para rezar mejor, interiormente…”, eso dicen – o quien decide personalmente qué postura seguir y cuál evitar (“Sabe, padre, yo después de la comunión ya no me levanto hasta que salgo de la Iglesia, me quedo sentada, creo que es mejor estar en intimidad con Jesús …”).

Haciendo así, sin embargo, olvidamos – o muchas veces ni sabemos – que la naturaleza profunda y más íntima de la liturgia es precisamente ser oración de la Iglesia, es decir, del cuerpo místico de Cristo, que en el Espíritu Santo está siempre vuelto al Padre.

Esta esencia “eclesial” de la liturgia nos pide que participemos en la celebración con una atención comunitaria, rezando juntos con las mismas palabras y con los mismos gestos, insertándonos completamente en la oración de toda la comunidad que, con un solo corazón y una sola alma, celebra a su Señor.

Por eso, en una celebración litúrgica como la Misa, o en las demás acciones sacramentales – bautismo, confirmación, matrimonio, exequias… – “la actitud común del cuerpo, que deben observar todos los participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana reunidos para la sagrada liturgia: manifiesta de hecho y favorece la intención y los sentimientos del alma de quienes participan” (Ordenamiento General del Misal Romano, n° 42).

Es necesario por tanto rezar juntos y realizar comunitariamente los mismos gestos como signo de comunión y para vivir la dimensión eclesial de la oración litúrgica (diversa de la oración personal).

Lo dicho hasta ahora vale también, y sobre todo, para la postura de rodillas: la Iglesia nos pide, a través de las indicaciones contenidas en el OGMR n° 43, arrodillarnos en el momento de la consagración. Estamos en el corazón de la plegaria eucarística: el pan y el vino se convierten – a través de la invocación del Espíritu Santo y las palabras de la institución – en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús.

En este momento también nuestro cuerpo es invitado a expresar en la oración toda la adoración, el respeto y la reverencia por la grandeza del amor de Dios que se renueva en el don total de Cristo en la cruz y en su hacerse alimento por nosotros en su Cuerpo y su Sangre. Y frente a tanta grandeza, de rodillas, queremos expresar también nuestra pequeñez, nuestra humildad, nuestra necesidad de acoger Su Don para nuestra salvación.

Claramente no siempre es posible que todos se pongan de rodillas: baste pensar en motivos ligados a la edad, a problemas de salud o a circunstancias ligadas al lugar de la celebración (demasiado pequeño o demasiado lleno de gente)[El autor tampoco entra a valorar aquí casos en los que se han concedido excepciones singulares, como el Camino Neocatecumenal u otros, n.d.e.]


FUENTE: es.aleteia.org/


DEL MODO DE CONDUCIRNOS EN EL TEMPLO



Catolicidad.com señala aquí algunas
otras consideraciones a tomar en cuenta
Fragmento del 'Manual de Urbanidad y Buenas Maneras' de Manuel A. Carreño:

Es un error lastimoso, y en que jamás incurren las personas que poseen una educación perfecta, el creer que sea lícito conducirse en el templo con menos circunspección, respeto y compostura que en las casas de los hombres. Y a la verdad, sería una monstruosa contradicción el admitir y practicar el deber de manejarse dignamente en una tertulia y ofrecer al mismo tiempo el ejemplo de una conducta irrespetuosa y ajena del decoro y la decencia, en el lugar sagrado en que reside la Majestad Divina.

Al entrar en el templo cuidemos de no distraer con ningún ruido la atención de los que en él se encuentran, ni molestarlos de ninguna manera; y jamás pretendamos penetrar por lugares que estén ya ocupados, y por los cuales no podamos pasar libremente, por muy devota que sea la intención que llevemos.

... Tengamos presente que llevar a la iglesia un perro es un acto imperdonablemente indigno e irreverente.

Dentro del templo no debe saludarse a ninguna persona desde lejos, y cuando ha de hacerse de cerca, tan sólo es licito un ligero movimiento de cabeza, sin detenerse jamás a dar la mano ni mucho menos a conversar.

Abstengámonos de apartar la vista del lugar en que se celebren los Oficios para fijarla en ninguna persona.

Se falta al respeto debido a las personas que se encuentran en el templo, a más de ofenderse a la Divinidad, omitiendo aquellos actos que, según los ritos de la Iglesia, son propios de cada uno de los Oficios que se celebran (N. de la R: Por ejemplo, al no arrodillarse durante la Consagración, siendo esa postura -la de arrodillarse- signo de adoración a Cristo presente en la especies consagradas).

No tomemos nunca asiento en la iglesia, sin que por lo menos hayamos hecho una genuflexión hacia el altar mayor.

Al pasar por delante de un altar en que esté depositado el Santísimo Sacramento, haremos una genuflexión y al retirarnos del templo, si salimos por la puerta principal, haremos también una genuflexión hacia el altar mayor.

Doblaremos precisamente ambas rodillas, si la Majestad estuviere expuesta. También haremos una genuflexión, cuando pasemos por delante de un altar donde se esté celebrando el santo sacrificio de la Misa, si el sacerdote hubiera ya consagrado y aún no hubiese consumido.

Siempre que haya de pasar por junto a nosotros un sacerdote revestido, que se dirija al altar o venga de él, nos detendremos y le haremos una inclinación de reverencia.


MILAGROS QUE OCURREN DURANTE LA SANTA MISA





MENSAJE DE LA VIRGEN A CATALINA RIVAS: REVELACIÓN SOBRE LA EUCARISTÍA. ... Si uno come de este pan, vivirá para siempre... Juan 6,51.


Jesucristo hoy te dice: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Juan 6:51

Lo que ocurre durante la Santa Misa es invisible a los ojos de los hombres, pero es tan tangible como lo debe ser nuestra fe en Dios. Y son los ojos de nuestra fe los que deben ver lo que Dios nos enseña hoy: aprender a vivir la Misa, por sus propios consejos y los de su Madre. Catalina Rivas nos comparte su testimonio donde ve y le es explicado lo que se vive en la misa a nivel espiritual [...]


youtube.com/user/amigosvenezolanoss


LA LITURGIA: DE LO VISIBLE A LO INVISIBLE





La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y H.M. Televisión presentan este vídeo documental sobre la Liturgia, la oración más excelsa, por encima de todas las demás, que la Iglesia ofrece a Dios Padre, con Cristo como cabeza. 

Este vídeo pretende hacer crecer la conciencia de la grandeza y del esplendor de lo invisible, escondido en lo visible de la Liturgia.

CONVENIENCIA DE QUE LAS MUJERES UTILICEN VELO O MANTILLA DURANTE LA MISA



El uso de la mantilla sobre la cabeza durante la santa Misa es una antigua tradición. San Pablo escribe sobre esta práctica en el capítulo undécimo de su primera carta a los corintios. El comienza su explicación de esta manera:


«Sed imitadores míos tal cual soy yo de Cristo. Os alabo de que en todas las cosas os acordéis de mí, y de que observéis las tradiciones conformes os las he transmitido. Mas quiero que sepáis que la cabeza de todo varón es Cristo, y el varón, cabeza de la mujer, y Dios, cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza. Mas toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza; porque es lo mismo que si estuviera rapada. Por donde si una mujer no se cubre, que se rape también; mas si es vergüenza para la mujer cortarse el pelo o raparse, que se cubra. El hombre, al contrario, no debe cubrirse la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios, mas la mujer es gloria del varón. Pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, como tampoco fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por tanto, debe la mujer llevar sobre su cabeza (la señal de estar bajo) autoridad, por causa de los ángeles. Con todo, en el Señor, el varón no es sin la mujer, ni la mujer sin el varón. Pues como la mujer procede del varón, así también el varón (nace) por medio de la mujer; mas todas las cosas son de Dios. Juzgad por vosotros mismos: ¿Es cosa decorosa que una mujer ore a Dios sin cubrirse? ¿No os enseña la misma naturaleza que si el hombre deja crecer la cabellera, es deshonra para él? Mas si la mujer deja crecer la cabellera es honra para ella; porque la cabellera le es dada a manera de velo.» [Traducción bíblica de Mons. Straubinger -TMS-]


Finalmente, ¿alguno encontrará alguna razón para argumentar lo contrario?, San Pablo escribe:

«Si, con todo eso, alguno quiere disputar, sepa que nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las Iglesias de Dios.» [TMS]


Siguiendo a San Pablo y a la antigua práctica de la Iglesia, el Código de Derecho Canónico de 1917 requería que las mujeres usasen velos o mantillas durante las funciones litúrgicas:


«Los varones, ya sea dentro o fuera de la Iglesia [al pasar por el frente, por ejemplo], mientras asisten a los ritos sagrados, deben llevar la cabeza descubierta, a menos que las costumbres locales lo aprueben o se den circunstancias particulares, no se determinará otra cosa. Las mujeres, sin embargo, deberán cubrirse la cabeza y vestirse con modestia, especialmente cuando se aproximan a la mesa del Señor.» [Can. 1262, par. 2]


En tiempos recientes el cubrirse la cabeza no ha sido una práctica común, ¿qué sucedió? En 1976, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe emitió el decreto Declaración sobre la Admisión de Mujeres al Ministerio Sacerdotal (Inter insigniores), el cual subrayaba la razón por la cual las mujeres no pueden ser sacerdotes (o sacerdotisas). En este decreto leemos:

«Pero hay que notar que esas prescripciones, probablemente inspiradas en las costumbres del tiempo, no se refieren sino a prácticas de orden disciplinar de poca importancia, como, por ejemplo, a la obligación por parte de la mujer de llevar un velo en la cabeza; tales exigencias ya no tienen valor normativo.» [http://multimedios.org/docs/d001038/]


Desde este tiempo, el nuevo Código de Derecho Canónico (1983) omite el requerimiento de cubrirse la cabeza… así, hoy, en gran parte de la Iglesia el que las mujeres usen el velo o mantilla sobre la cabeza al asistir a Misa es algo muy raro. Esto no debe ser así, y pienso que si el tema fuese mucho mejor entendido, las mujeres encontrarían en el uso del velo o mantilla algo bueno y digno, tanto en lo individual como para la sociedad. Al explayar mi opinión no centraré el uso del velo o mantilla en razones de modestia o sujeción, sino sólo en su referencia a un gran misterio. San Pablo nos dice que la mujer vino del hombre así como el hombre vino primero de tal manera que es cabeza de la mujer… así, ellas utilizan velo o mantilla sobre la cabeza para revelar sumisión a él. Es cierto también, sin embargo, que desde Adán todo hombre viene de una mujer y ellas deben utilizar velo o mantilla también por esta razón.

En cada concepción, el divino Visitante entra solamente en la mujer para crear una nueva persona, sólo en ella desciende y, como otra encarnación, toca su útero e implanta una nueva alma inmortal. Ahora, este es un gran misterio, ¿y cómo hemos de mostrar los misterios?, le ponemos velos. Una niebla cubrió a la tierra durante su creación; el humo veló el Monte Sinaí cuando Moisés recibió las tablas; una nube recibió a nuestro Salvador en Su Ascensión. Lo sagrado es velado de tal manera que podamos orientarnos hacia una realidad más profunda. Durante la santa Misa, el Tabernáculo es velado debido a que contiene a Dios, así como el cáliz es velado también puesto que lo contiene a Él también. Así como es un gran misterio el que Dios se haga presente en nuestros altares, lo cual “vemos” con la Fe; y así, el que las mujeres se cubran con un velo hace más evidente que su vida forma parte de un digno y singular papel… sólo ellas han sido escogidas como recipientes de nueva vida. Pero, ¿qué hay de aquellas mujeres quienes no portan un hijo en sus entrañas, las ancianas, las muy jóvenes y las estériles?, ¿deberían ellas portar velo o mantilla? Sí deberían. Ya que las ancianas o las muy jóvenes o las estériles comparten la naturaleza de la mujer, la cual está identificada con portar nueva vida… y la naturaleza no cambia.

Para concluir, en mi opinión todas las mujeres deberían llevar velo o mantilla sobre la cabeza durante la santa Misa, como un signo visible y testimonio de su exclusivo privilegio y dignidad. Si todas las mujeres comprendieran mejor esto, creo que ellas se valorarían más y apreciarían mejor su exclusiva naturaleza maternal… la cual ha sido muy atropellada, abandonada y combatida en nuestros días.Si seguimos esta lógica de utilizar velo o mantilla, la cual apunta al misterio de la mujer, entonces podemos comprender apropiadamente la bendición que se les da después de que han dado a luz. Este sacramental no sólo es un acto de agradecimiento, sino una purificación. Ahora, la purificación no se refiere en el sentido de limpiar un objeto sucio, sino de limpiar algo que está santificado y volverá a utilizarse. En la santa Misa, después de la Comunión, el sacerdote purifica el cáliz, él no hace esto porque el cáliz esté sucio, sino porque Dios ha estado ahí. Así la mujer es purificada, no porque esté sucia, sino porque Dios ha entrado en ella, ha tocado su útero y a través de ella ha colocado otra alma inmortal en el mundo.

Además, si toda mujer reconociera este, su exclusivo privilegio, defenderían su dignidad protegiéndose contra la vestimenta inmodesta, evitando las malas compañías y los lugares perniciosos, y aborrecerían ser reducidas a ser el juguete de las bajas pasiones varoniles. Por estas razones, si toda mujer comprendiese el sagrado misterio de su condición de mujer, ellas portarían feliz, ansiosa y honrosamente el velo o mantilla cada vez que asistieran a Misa, y un gran bien retornaría hacia este pobre mundo que se encuentra sumido en profundas tinieblas, por reconocer el verdadero y feliz propósito de la vida. 


FUENTE : bibliaytradicion.wordpress.com

LOS FINES DE LA SANTA MISA


El Sacrificio de la Santa Misa, esto es la renovación incruenta del mismo Sacrificio del Calvario, se ofrece a Dios para cuatro fines:

1º, para honrarle como conviene, y por esto se llama latréutico o de adoración;

2º, para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama eucarístico o de accion de gracias;

3º, para aplacarle, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama propiciatorio;

4º, para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama impetratorio, de petición.






FALTAR A MISA UN DOMINGO ES PECADO MORTAL


Y casi nadie lo recuerda...

Por padre Santiago González 

La frase que intitula este artículo puede sonar a “sorpresa” para muchos bautizados ya que, en realidad, en muy pocos púlpitos y catequesis se recuerda. Pero es verdad que se comete un pecado mortal (no venial) si se falta a Misa un domingo o día de precepto siempre que no haya enfermedad, imposibilidad física real o cuidado de un enfermo, tal como enseña en catecismo en su punto 2181. Pero ha de recordarse también, en estos tiempos de confusión y relativismo, que este punto de nuestro catecismo está avalado en la ley de la Iglesia Católica cuyo mandato primero dice “Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar” que a su vez se avala por la misma ley Divina ya que el tercer madato de dicha ley es “Santificarás las fiestas”. Y, aún más, este precepto eclesial se justifica sobre todo en el primer mandamiento de la ley de Dios “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, ya que quien sea capaz de faltar a Misa por no restar un poco de tiempo a su ocio o, sencillamente, por no contrariar a otras personas, demuestra con creces que está a años luz de amar a Dios sobre todas las cosas.

Pero en este artículo yo deseo tocar una cuestión muy concreta: el masivo abandono de la Misa dominical se debe, sobre todo, a que desde un principio (catequesis de primera comunión), la inmensa mayoría de los niños/as NO saben que faltar a Misa en domingo es pecado mortal. De hecho la terrible realidad es más amplia: la mayoría de los niños no saben ni siquiera que es pecado. Luego cuando son adolescentes, y van a recibir la confirmación, la inmensa mayoría tras recibirla no vienen a Misa el domingo siguiente porque siguen sin saber que faltar a Misa es pecado mortal. Y hay efectos todavía peores: ya es muy extendida la costumbre sacrílega de faltar a Misa los domingos y luego, cuando hay ocasión extraordinaria de ir a Misa (en funeral, boda, primera comunión…) se asiste y se comulga sin haberse confesado, y sin propósito alguno de volver a la práctica dominical regular. Esto es así: un hecho indiscutible y a la vez tremendo.

Y la causa, vuelvo a repetirlo, es que no se predica de forma concreta este aspecto. Si: la doctrina está ahí, escrita, en el catecismo (punto 2181), pero, ¿de que sirve que la doctrina no se toque si casi nadie la conoce porque casi nadie en la Iglesia la predica o enseña?; y, lo que es aún peor: en realidad en muchas comunidades SI se predica sobre esto pero para decir lo contrario: que faltar a Misa en domingo NO es pecado mortal. Esta barbaridad se enseña en no pocos colegios “religiosos”, parroquias, facultades de teología y lugares similares de “formación”. Y, mientras tanto, generaciones y más generaciones de bautizados crecen en la ignorancia y la indiferencia. Si algún lector cree que exagero, ¿porqué no preguntan?…..si, pregunten a niños de su barrio, de su colegio,de su parroquia…..niños que ya han hecho la primera comunión y que, una vez celebrada la fiesta, sus padres ya no los traen más a Misa los domingos. Es una terrible realidad que abarca a las conciencias de una arrolladora mayoría.

Y, ante esto, los sacerdotes y catequistas que tocamos las conciencias de los fieles para recordarles que es pecado mortal faltar a Misa, ciertamente, nos sentimos muy poco apoyados por nuestros superiores. Pienso que ¡cuanto bien harían cartas pastorales CLARAS en este punto por parte de los Obispos, y hasta por parte del Papa!…….nos servirían para no parecer “guerreros del antifaz” que luchamos contra todos los elementos contrarios (tanto externos como internos de la Iglesia). Desde estas líneas, si algún Obispo me leyera, hago un ruego muy especial en esta dirección: una carta, sólo una carta firmada por un Prelado donde se recuerde a los fieles que es pecado mortal faltar a Misa un domingo o día de precepto. Dicho con claridad, concreción y sin ambigüedades. Todos estamos acostumbrados, si, a mensajes del tipo:

- El domingo es el día del Señor

- La familia unida en oración en domingos

- La necesidad de orar en tiempo de descanso

- El bien grande que recibimos al ir a Misa………..etc

Pues se hace URGENTE leer, firmado por un Obispo: “Faltar a Misa es Pecado Mortal”. Y punto.


FUENTE: adelantelafe.com


EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís