Que todos los sacerdotes con el ejemplo de su propia vida, atraigan el ánimo de los adolescentes al sacerdocio.
Padre Raul Oses, sacerdote panameño, dando bendición a un diácono previa a la bendición del Obispo. |
Porque el Señor quiso que hubiese pastores hasta el fin de los siglos: "Jesucristo, Pastor eterno, edificó la santa Iglesia enviando a sus Apóstoles lo mismo que Él fue enviado por el Padre, y quiso que los sucesores de aquellos, los obispos, fuesen pastores en su Iglesia hasta la consumación de los siglos" (LG 18); "de entre los mismos fieles instituyó a algunos por ministros, que en la sociedad de los creyentes poseyeran la sagrada potestad del orden" (PO 2); sin sacerdotes no hay Eucaristía; y sin Eucaristía no hay Iglesia.
Sin sacerdotes no se evangeliza desde la autoridad que los Apóstoles transmitieron a sus sucesores: "Sin sacerdotes la Iglesia no podría vivir aquella obediencia fundamental que se sitúa en el centro mismo de su existencia y de su misión en la historia, esto es, la obediencia al mandato de Jesús "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes" (Mt 28,19) y "Haced esto en conmemoración mía" (Lc 22,19)" (PDV 1)
Porque Dios, por libre iniciativa, a tiempo y a destiempo, en toda ocasión y momento, sigue llamando a jóvenes al ministerio sacerdotal, incluso en las más adversas situaciones eclesiales: el Pueblo de Dios "cree firmemente que nunca faltarán del todo los ministros sagrados en la Iglesia... Aunque en algunas regiones haya escasez de clero, sin embargo, la acción del Padre, nunca cesará en la Iglesia" (PDV 1).
Vivimos en la confianza total en Dios Padre que, por su Hijo, envía el Espíritu Santo para seguir derramando su gracia en los bautizados, de manera que algunos sean orientados al ministerio sacerdotal. El cumplimiento de la promesa de Jesucristo de estar con nosotros hasta el fin de los tiempos (cfr. Mt 28,20) nos garantiza que su Iglesia, con sus sacerdotes, no perecerá. Si ha sobrevivido a tantas persecuciones y a tantos momentos históricos de crisis interna, ¿no sobrevivirá hoy? Sí, seguro que los poderes de este mundo no podrán contra ella; pero es igualmente cierto que hemos de favorecer la respuesta de los jóvenes que han sido llamados al ministerio, para que otras muchas personas alcancen la salvación.
Porque la Iglesia es consciente de su deber de colaborar con el Plan de Dios que sigue llamando a jóvenes al ministerio sacerdotal.
Su colaboración debe ser lo más atenta, constante, fecunda y creativa posible para suscitar y acoger esas vocaciones: la confianza en la fidelidad de Dios que no abandona nunca a sus elegidos "va unida en la Iglesia a la grave responsabilidad de cooperar con la acción de Dios que llama, a la vez, contribuir y mantener las condiciones en las cuales la buena semilla, sembrada por Dios, pueda echar raíces y dar fruto abundante" (PDV 1).
Porque la Iglesia no puede dejar de cumplir el mandato del Señor de rogar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies (cfr. Mt 9, 38), ni de dirigir a los jóvenes de hoy la propuesta vocacional, nítida y valiente, testimonial y sincera, ayudándoles a discernir la verdad de la llamada de Dios para que responda con generosidad (cfr. PDV 1), en disponibilidad total a su voluntad a modo de María: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra" (Lc 1, 36).
Porque así está mandado por el Concilio Vaticano II, en especial a los propios sacerdotes:
"El deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la comunidad cristiana, la cual ha de procurarlo ante todo con una vida plenamente cristiana...
Demuestren todos los sacerdotes el celo apostólico sobre todo en el fomento de las vocaciones y, con el ejemplo de su propia vida humilde y laboriosa, llevada con alegría, y el de una caridad sacerdotal mutua y una unión fraterna en el trabajo, atraigan el ánimo de los adolescentes al sacerdocio" (OT 2).
"Pongan los presbíteros empeño sumo en manifestar ante los ojos de los fieles, por el ministerio de la palabra y por el propio testimonio de su vida, la excelencia y necesidad del sacerdocio; y aquellos jóvenes o adultos a quienes juzgaren prudentemente idóneos para tan grande ministerio, ayúdenlos, sin miramiento, a que se preparen debidamente..." (PO 11).
FUENTE: www.es.catholic.net/
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