Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a sus hijos predilectos.
CI
"La caridad, la caridad, la unión, es lo que anhela de los sacerdotes el Sacerdote Eterno, el Corazón amante del Dios-Hombre.
El demonio tiende a desunir para debilitar, y el Espíritu Santo a unir, a estrechar los lazos paternales, filiales, fraternales, de cuyo desmembramiento vienen tantos males a mi Iglesia. Si Yo soy la unidad en la Trinidad ¿por qué mis Pastores y sacerdotes entre si no tienen una sola alma, un solo parecer por mi gloria, un solo corazón en mi Corazón?
Cuando elegí a mis sacerdotes de entre los demás hombres, rogué muy especialmente por ellos antes de morir, y mi impetración al Padre no ha concluído ni concluirá hasta el fin del mundo.
Yo me ofrecí de Víctima por ellos muy especialmente y sólo les pedí que perseveraran en mi amor, y mi amor es unitivo; y si quiero que los hombres se amen unos a otros, ¿cómo no querer ante todo que los sacerdotes se amen entre sí y que en ese grupo escogido y de elección no tenga Yo que lamentar odios, discolerías,envidias, diferencias y oposiciones de pareceres y afectos; todas esas miserias que enfrían, que entibian, que separan los corazones?
Y si éste es un tremendo mal para mi Iglesia, que puede llegar hasta el cisma, para mi Corazón es lo más doloroso, lo que más lamento, puesto que se apartan de Mi gran mandamiento, de aquel "amaos los unos a los otros"; porque Yo quería, al pronunciar estas palabras, que fueran particularmente para mis sacerdotes que son humanos y que no están exentos de las pasiones humanas.
Y si dije que conocerían que eran míos si se amaban los unos a los otros, cuando las almas vean esos resfriamientos de afectos, esa falta de calor entre sí, el mundo se escandalizará y no los tendrá por míos.
Yo insisto e insistiré siempre en esa unidad de la Trinidad, en esa unidad por la caridad que es el amor, que es la unión por medio del Espíritu Santo.
Es muy natural el que Yo tenga que lamentar --y también la Iglesia-- esa división entre los míos que causa muy grandes males cuya extensión sólo Yo sé medir. Esto es descender al nivel del mundo, y mis sacerdotes no, no son del mundo, no deben ser de él, no pueden seguir sus máximas, no deben contaminarse con el mundo. ¡Y en el mundo hay tanta maldad, tanta tierra, pasiones y vicios de los que mis sacerdotes deberán estar tan alejados!
Yo mismo le hago patente a mi Padre que mis sacerdotes no son del mundo, sino míos, que no los ha de arrastrar el mundo, que ese enemigo del alma no entrará en los corazones sacerdotales. Y mundo son las divisiones, las desavenencias, los respetos humanos, las envidias, el buscarse a si mismos y el alejamiento de corazón a corazón.
El Papa, los Cardenales, los Pastores y los sacerdotes, toda la jerarquía eclesiástica, forma un solo bloque divino, una piedra en Pedro, una roca en donde las olas del mundo y de los enemigos se estrellarán. Pero ese bloque debe ser uno, no debe desmembrarse, y de ahí su fuerza divina contra todo el infierno. Y es que está resguardado por la unidad del conjunto, por unidad de la Trinidad.Pues no quiero que esa masa compacta se desmorone en lo más mínimo; que esa unión de espíritus y de corazones en un mismo Corazón, en el mío, tenga sus deficiencias.
¡Si supieran lo que es la vanidad, lo que encierra la unidad, lo que puede la unidad en la Trinidad y en mi Iglesia! ¡Amo tanto la unidad! ¿Y saben por qué? porque la unidad es Dios, la unidad es el amor y todo lo que se aparte de la unidad, de la unión, del amor, no es mío. ¡Y hay tantos engaños que Yo lamento en este punto!...
No es posible, siendo humanos, que todos los criterios sean uno; pero la fe sí es una;la obediencia al Papa es una; la doctrina del Evangelio es una; el amor es uno y la Trinidad es una que a todos abraza, que a todos unifica, que a todos enlaza por el Espíritu Santo y que a todos premia, transformados en Mí.
Yo formo el centro de mi Iglesia y soy uno con el Papa, uno en cada Cardenal y Obispo, uno en cada sacerdote. Todos en el eterno Sacerdote, con un solo corazón y una sola alma y una única voluntad en mi Padre, en la unidad de la Trinidad.
Es necesaria, en México especialmente, la unión, una reacción, no tan sólo exterior, sino interior, que es lo que espero, lo que anhelo, lo que ansío; reacción de fondo y no de superficie, propósitos santos, humildes y confiados a mi gran misericordia.
Todo lo hago bien;y si castigo, es para perdonar; y si martirizo, es para coronar.
Quiero una gran promesa de amor en el Amor mismo, en el Espíritu Santo por María. Soy el Amor, soy la Bondad, soy la Misericordia, soy el Salvador que ha dado a su México una lección de amor para que mi Iglesia florezca y reine limpia de polvo, lozana y nueva, con sus sacerdotes transformados en Mí.
¡Unión, unión! Esa unidad que es mi esencia y que persigo en mis Obispos y sacerdotes en todo el mundo.
No desoigo jamás los clamores de los míos, pero necesitaba la Iglesia de México una sangría; necesitaba expiaciones y martirios; pero mi Corazón está aquí, mis miradas están aquí y a la Iglesia Mexicana la llevo en mi alma con todos los suyos, a quienes amo con ternura de madre.
Pero quiero su bien; quiero barrer de ella lo vano;quiero apartar el trigo de la paja; quiero renovarla hasta sus cimientos, inyectándole más amor, unión, caridad, entregándola pura y limpia, por María, al Espíritu Santo, quien reinará en esta Nación de María que es mi predilecta.
Era muy triste para Mí dejarla rodar sin detenerla, sin limpiarla, sin devolverle su brillo antes de devolverle su libertad que vendrá, vendrá a su tiempo, pues como he dicho, mis castigos y mis pruebas son misericordias.
Sólo obligado por el pecador, castigo en la otra vida; aquí, hasta mis castigos aparentes son bondades y mis pruebas, caridad ardentísima.
Reaccionará mi Iglesia con sus Pastores y sacerdotes transformados en Mí; y la alegría y el fruto divino será mayor que el mal, y el triunfo coronará los martirios, los esfuerzos, los sacrificios, y seré Yo mismo en mis sacerdotes la mayor recompensa"
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