Conferencia de Mons. Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de Astana, Kazajistán, y Obispo titular de Celerina
La auténtica renovación y reforma de la vida de la Iglesia tiene que empezar por la renovación de la liturgia, es decir mediante la profundización de la devoción y el temor de Dios en los ritos litúrgicos. Tal renovación de la sagrada liturgia es la expresión más importante del “aggiornamento“, que el Beato Papa Juan XXIII tanto deseaba. San Josemaría Escrivá explicó la palabra “Aggiornamento” muy correctamente de esta manera: “[A]ggiornamento significa sobre todo la fidelidad. . . . la fidelidad delicada, operativa y constante [ … ] es la mejor defensa contra la vejez del espíritu, la aridez del corazón y la inflexibilidad mental. . . . Sería por lo menos superficial pensar que el aggiornamento consiste principalmente en el cambio” (Conversaciones con Mons.Escrivá de Balaguer, ed. José Luis Illanes, Madrid 2012, pp 152-153). Por tanto, el Concilio Vaticano II dedicó su primer documento a la sagrada liturgia. Entre los principios de la reforma de la liturgia se pueden señalar los tres siguientes:
Que los ritos puedan expresar más claramente su orientación a Dios, al Cielo y a la contemplación (Sacrosanctum Concilium, 2 y 8).
Que la santidad de los textos y los ritos pueda expresarse con mayor claridad (Sacrosanctum Concilium, 21).
Que no debería haber innovaciones, a menos que se conecten orgánicamente con la formas existentes y a menos que traigan auténtica utilidad espiritual (Sacrosanctum Concilium, 23).
La manera en que los fieles reciban la Sagrada Comunión muestra si la Sagrada Comunión es para ellos no sólo la realidad más sagrada, sino la más amada y ven en ella a la Persona más sagrada. La recepción del Cuerpo de Cristo exige, por tanto, fe profunda y pureza de corazón, y al mismo tiempo gestos inequívocos de adoración. Esta fue la característica constante de los Católicos de todas las edades, comenzando por los primeros Cristianos, desde los Cristianos en la época de la Padres de la Iglesia hasta los tiempos de nuestros abuelos y padres. Incluso en los primeros siglos, cuando en algunos lugares la Sagrada Hostia era depositada por el sacerdote en la palma de la mano derecha, o en un tela blanca que cubría la mano derecha de las mujeres, no se permitía a los fieles durante la Santa Misa tocar el pan consagrado con sus dedos. El Espíritu Santo guió a la Iglesia instruyéndola más profundamente sobre la manera de tratar la santa humanidad de Cristo en la Santa Comunión. La Iglesia Romana en el siglo 6 º distribuye la sagrada Hostia directamente en la boca, tal como se testifica en una obra del Papa Gregorio Magno (cf. Dial., 3). En la Edad Media los fieles comenzaron a recibir el Cuerpo de Cristo de rodillas, en una expresión más clara exteriormente de adoración (cf. San Columbano, Regula coenobialis, 9).
En nuestros tiempos, y ya pasaron 40 años, hay una profunda herida en el Cuerpo Místico de Cristo. Esta profunda herida es la práctica moderna de la comunión en la mano, una práctica que difiere esencialmente del rito análogo de los primeros siglos, como se ha descrito anteriormente. Este práctica moderna es la herida más profunda del Cuerpo místico de Cristo, porque se dan en ella las siguientes cuatro deplorables manifestaciones:
Un minimalismo sorprendente en los gestos de adoración y reverencia. En general, en la práctica moderna de la Comunión en la mano hay casi una ausencia de todo signo de adoración.
Un gesto igual a como uno trata a los alimentos comunes, es decir: recoger con los propios dedos la Sagrada Hostia en la palma de la mano izquierda y llevarla uno mismo a la boca. La práctica habitual de tal gesto provoca en un no pequeño número de fieles, y sobre todo en niños y adolescentes, la percepción de que en la Sagrada Hostia no está presente la Divina Persona de Cristo, sino más bien un símbolo religioso, puesto que tratan la Sagrada Hostia exteriormente de igual manera como tratan un alimento común: tocándolo con sus propios dedos y poniendo la comida con los dedos en la propia boca.
La pérdida de numerosos fragmentos de la Santísima Hostia: a menudo caen pequeños fragmentos en el espacio entre el ministro y el comulgante por falta de uso de la bandeja de la Comunión. A menudo, quedan fragmentos de la Sagrada Hostia en la palma y en los dedos de la persona que recibe la comunión y luego se caen. A menudo estos numerosos fragmentos caen al suelo donde son pisoteados por la gente sin darse cuenta siquiera de los fragmentos.
El robo cada vez mayor de las Sagradas Hostias, puesto que la forma de recibirla directamente con la propia mano facilita enormemente el robo.
No hay nada en la Iglesia y en esta tierra, que sea tan sagrado, tan divino, tan vivo y tan personal como la Santa Comunión, ya que es el mismo Señor Eucarístico. Y tales cuatros cosas deplorables suceden con Él. La práctica moderna de la Comunión en la mano nunca ha existido en esta forma concreta. No es comprensible que muchas personas en la Iglesia no reconozcan esta herida, consideren este asunto como algo secundario, y que incluso se pregunten por qué uno habla de este tema. Y lo que es aún más incomprensible: muchos en la Iglesia incluso defienden y difunden esta práctica de la Comunión.
Ha sido constante la creencia y práctica de la Iglesia de que Cristo, realmente presente bajo las especies del pan, tiene que recibir Divina adoración, tanto interna como externamente. Tal acto de adoración es referenciado en la Sagrada Escritura con la palabra griega “proskynesis” (προσκύνησις). Nuestro Señor Jesucristo rechazó las tentaciones del demonio y proclamó el primer deber de todas las criaturas : “Al Señor tu Dios adorarás” (Mt 4:10). El evangelista utiliza aquí la palabra “proskynesis“. En la Biblia, el acto de adoración a Dios era realizado exteriormente de la siguiente manera: de rodillas e inclinando la cabeza hacia la tierra o con postración. Tal acto de adoración lo llevó a cabo el mismo Jesús, su Santísima e Inmaculada Madre, la Virgen María, y San José, cuando como cada año visitaron el Templo de Jerusalén. En este forma de “proskynesis” fue venerado el Cuerpo de Cristo, el Dios encarnado: en primer lugar por los tres reyes magos (Mt 2:11); las numerosas personas que fueron sanadas por Jesús realizaron también este acto exterior de adoración (cf. Mt8:02, 9:18, 15:25), las mujeres que vieron al Señor resucitado en la mañana de Pascua cayeron en presencia de su cuerpo glorioso y lo adoraron (Mt 28:9), la Apóstoles lo adoraron postrándose cuando vieron el cuerpo de Cristo ascendiendo al Cielo (Mt 28:17; Lc 24:52), los ángeles y todos los santos redimidos y glorificados en la Jerusalén celestial se postran delante adorando la humanidad glorificada de Cristo, simbolizado en el “Cordero” (Ap 4:10).
Este gesto simboliza que es Cristo en la persona del sacerdote quien está alimentando a los fieles. Además, este gesto simboliza la actitud de humildad y el espíritu de infancia espiritual, que el mismo Jesús exige de todos los que quieran recibir el reino de Dios (Mt. 18:03). Durante la Santa Comunión la Hostia Santa es el reino celestial real, porque está Cristo mismo, en cuyo Cuerpo mora la Divinidad (cf. Col 2:9). Por lo tanto el gesto exterior más apropiado para recibir el reino de Dios como un niño, es hacerse pequeño, arrodillarse y permitir ser alimentado como un niño pequeño, abriendo la boca. Sin duda el rito de recibir el Cuerpo Divino de Cristo en la Santa Comunión de rodillas y en la lengua fue elaborado durante varios siglos en la Iglesia con la guía del Espíritu Santo, el Espíritu de santidad y piedad. La abolición de los gestos explícitos de adoración durante la Santa Comunión, que es la abolición de arrodillarse y la abolición del gesto inspirado bíblicamente de la recepción del Cuerpo de Cristo como un niño en la lengua, estoy seguro que no traerá un un florecimiento más fuerte de la fe ni de la devoción eucarística. Las siguientes palabras del Concilio Ecuménico de Trento permanecen siempre válidas y siguen siendo muy actuales en nuestros días:
“No queda, pues, motivo alguno de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este santísimo Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la Iglesia católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe tributar menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo nuestro Señor para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios de quien el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los Angeles de Dios (Heb 1:6)”. Concilio de Trento. Decreto sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Cap. 5
Razones teológicas y litúrgicas para recibir la comunión de rodillas y en la boca
1
La sagrada Hostia es lo más sagrado y grande en esta tierra, porque se trata del Señor Mismo. En consecuencia, debe administrarse de forma que al recibir la Sagrada Comunión se garantice con la mayor seguridad posible contra la pérdida incluso de los más pequeños fragmentos de la hostia consagrada, así como contra el robo de la misma. Además el rito de la Comunión debe expresar de la manera más evidente posible su aspecto sagrado y sublime, debiendo distinguirse claramente del gesto de tomar un alimento profano. Estas exigencias se expresan sin lugar a dudas con el rito de recibir la comunión de rodillas y dejar ser “alimentados” por el sacerdote, que significa permitir que la hostia consagrada puede ponerse en la lengua. Por el contrario, la forma moderna de recibir la hostia consagrada en la palma de la mano, y después ponerla uno mismo en la boca, es más similar a la manera de tomar los alimentos profano (esto difiere esencialmente de un rito similar en la Iglesia Antigua). Tales escenas pueden observarse a menudo en recepciones con “buffet” o en la distribución de dulces en las guarderías.
2
El aspecto interior por sí solo no es suficiente en el culto a Dios, porque Dios se hizo hombre, se convirtió en visible. Una adoración exclusiva o predominantemente interior de la hostia consagrada durante la Comunión con la exclusión del aspecto exterior no es encarnacional. Tal adoración eucarística es “platónica”, es protestante y en última instancia gnóstica. El hombre es esencialmente también visible y corporal. En consecuencia, la adoración del Cuerpo eucarístico de Cristo debe ser necesariamente también exterior y corporal. Tal adoración es adecuada a la dignidad del hombre, aunque el más importante de tales cultos sigue siendo el aspecto interior. Ambos aspectos son inseparables uno del otro.
3
El cuerpo humano entero y cada una de sus partes es un templo del Espíritu Santo. Por lo tanto no es correcto contrastar la mano con la lengua. Uno no debe decir: “La mano es más digna que la lengua”, o al contrario.
4
Quién comete los pecados no es la lengua o la mano, sino la persona. El pecado comienza en los pensamientos y es imputado a la voluntad. Por lo tanto, es incorrecto decir: “Uno peca más con la lengua que con la mano”. La lengua sigue siendo inocente, porque la persona es la que peca con sus facultades del intelecto y de la voluntad.
5
El simbolismo de la boca expresa de una manera más convincente el contenido espiritual y religioso: el beso como una imagen del acto interior y espiritualizado del amor (cf. Cantar de los Cantares; Sal 84:11: “La justicia y la paz se besarán”), pero sobre todo el beso litúrgico o el “santo beso fraterno” (cf. 1 Cor 16:20, etc.) La palabra “adoración” se deriva del latín “os ad os” (de boca en boca). La palabra procede de la boca: se trata de una imagen para la procesión de la PALABRA ETERNA DE DIOS. Jesús sopló de su boca el Espíritu Santo (cf. Jn 20,27).
6
Las palabras “Tomad y comed” (en griego “labete” [ λάβετε ]), Mt 26:26, deben ser traducidas correctamente “Recibid (aceptar) y comed”. Estas palabras fueron dirigidas inmediatamente a los Apóstoles, los sacerdotes de la Nueva Alianza, y no a la totalidad de los fieles. De lo contrario, las palabras “Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19), se estarían dirigiendo a la totalidad de los fieles, lo que implicaría que participarían en el sacerdocio ministerial. Por otra parte, la palabra del griego “Lambanein” (λαμβάνειν) no significa el tocar con la mano, sino el acto de la recepción. Esta palabra “lambanein” se encuentra, por ejemplo, en las siguientes expresiones: “recibid el Espíritu de la verdad” (Jn14:17), “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 22), etc. En la recepción de la Sagrada Comunión, la cuestión no es si “tomar o tocar con la mano”, la cuestión es acerca de un profundo acontecimiento espiritual: “que se permita recibir” el sacramento de la Eucaristía con el corazón, con el alma, y también, evidentemente, con el cuerpo y esto convenientemente por la lengua y de rodillas.
7
El Señor resucitado no permitió que su cuerpo glorioso fuera tocado por todo el mundo de forma indiscriminada (“No te acerques a mí”, “No me toques”, Jn20:17). Sin embargo Él permitió que el Apóstol Tomás, por lo tanto, un sacerdote de la Nueva Alianza, tocara su cuerpo glorioso, y se podría decir su Cuerpo eucarístico (cf. Jn 20,27).
8
En el caso de la práctica de la Comunión en la lengua, una práctica que dura más de un milenio (ya ocurría desde los tiempos del Papa Gregorio el Grande), y en el caso de la Iglesias orientales católicas y de todas las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, donde la Sagrada Comunión se pone en la boca y a menudo incluso con una cuchara, no hay se conocen casos de decesos a causa de infección. Desde el punto de vista higiénico la mano tiene más bacterias que la lengua.
9
Cuando hoy en día uno recibe a una persona importante o venerable, se le atiende con toda una serie de detalles de manera escrupulosa, a nadie se le ocurriría decir: “Uno puede saludar a esta persona con las manos sucias sin lavar o sin signos claros de respeto” (por ejemplo, un rey o un presidente). ¿No es Nuestro Señor, presente bajo las especies de la pequeña hostia, más importante que un presidente o un rey? ¿No se debería en el caso de la recepción del Señor bajo las especies de la hostia tomarse medidas aún más detalladas y escrupulosas que en el caso de recibir a un rey o un Presidente y tratar a sus personas?
10
En el caso de la Comunión en la mano el mismo fiel pone la hostia sagrada en su lengua, en última instancia, también en este caso tenemos la Comunión en la lengua. La diferencia está en lo siguiente: en el caso de la comunión con la lengua es el sacerdote, representando a Cristo en este sagrado momento, quien pone la hostia sagrada en la lengua de los fieles. En el caso de la Comunión en la mano, sin embargo, es el mismo fiel, que pone la sagrada Hostia en su propia lengua.
11
El gesto de “poner la hostia uno mismo en la lengua” expresa sin duda menos el aspecto de la recepción en comparación con el gesto de “permitir que la hostia sea puesta por otra persona”. Este último gesto expresa de una manera muy impresionante la actitud de hacerse niño ante la grandeza de Dios, que está presente en la hostia consagrada. Este gesto expresa también la verdad: “a menos que os hagáis como niños … “ (Mt 18:03 ), y se podría decir : “a menos que sean como lactantes”, pues la Sagrada Escritura dice: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2-3). En última instancia, la “leche espiritual ” es Cristo mismo, y especialmente Cristo en la comida eucarística. Los bebés reciben alimentos sólo por la boca, el adulto, sin embargo, usa sus manos para llevar su alimento a la boca. Las siguientes palabras podrían ser aplicada a la Santa Comunión: “como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma.”. (Salmo 131:2). En efecto, Jesús no ha dicho: “a menos que os hagáis como adultos …”, sino todo lo contrario.
12
Cuando es el caso de lo más Sagrado, del Señor mismo, entonces tiene que ser válido este principio: “atrévete cuanto puedas a alabarle como merece”(“Quantum potes, aude tantum”, secuencia Lauda Sion de Santo Tomás de Aquino). Por lo tanto, aquí tiene que ser válido al máximo, y no el mínimo, tanto del interior como en la reverencia exterior. La pequeñez de la sagrada Hostia no justifica el tratamiento en el momento de la Santa Comunión con gestos minimalistas de adoración y sacralidad.
Razones pastorales para el retorno general de la comunión en la lengua y de rodillas
1
El rito actual de la Comunión en la mano nunca se ha practicado en la Iglesia Católica, ya que la llamada Comunión en la mano en la Iglesia Antigua difería sustancialmente del uso actual, que fue inventado por los calvinistas y que ni siquiera los luteranos aceptaron, los cuales incluso hasta en nuestros días mantienen el rito tradicional de la lengua y de rodillas.
2
El rito de los primeros siglos era de la siguiente manera: el pan consagrado se ponía en el palma de la mano derecha, luego los fieles se inclinaban profundamente (similar a lo que hoy es el gesto “Metanoia” [μετἀνοια] en el rito bizantino) y tomaban la comunión directamente con la boca sin tocar el pan consagrado con los dedos. Era de alguna manera una Comunión por boca, porque los fieles no ponían ellos mismos la comunión en la boca con sus dedos. Por otra parte, los fieles podían recoger con la lengua desde la palma de su mano los fragmentos sueltos del pan consagrado para que ninguno de los fragmentos pudiera perderse. Las mujeres recibían el pan consagrado sobre una tela blanca, llamada “dominicale”.
3
En el rito actual, declarado erróneamente como un rito de la Iglesia antigua, los fieles reciben la hostia no en la derecha sino en la mano izquierda y luego se toma la hostia con los dedos y se pone la Comunión en la boca. Esta manera fue inventada por los calvinistas ya en el siglo 17. Desde el punto de vista del gesto tal rito más bien es como una forma de auto-Comunión e igual que la forma de tomar alimentos comunes.
4
El Papa Pablo VI, dando la posibilidad de un indulto para la Comunión en la mano (cf. Instrucción “Memoriale Domini” de 29 de mayo de 1969), pidió sin embargo que el rito tradicional se conservase en toda la Iglesia: “Este modo de distribuir a la santa comunión [el tradicional], considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado”. Además: en el mismo documento la Santa Sede exhorta con vehemencia a los obispos, sacerdotes y fieles a observar diligentemente la ley vigente y confirma una vez más el derecho a recibir la Sagrada Comunión de la manera tradicional (véase ibid.) . Ya durante el Concilio Vaticano II el Siervo de Dios Papa Pablo VI declaró en su encíclica “Mysterium fidei” de 1965 , que no debe ser cambiado el rito de la Santa Comunión con referencia a una costumbre de la Iglesia antigua : “Ni se debe olvidar que antiguamente los fieles, ya se encontrasen bajo la violencia de la persecución, ya por amor de la vida monástica viviesen en la soledad, solían alimentarse diariamente con la Eucaristía, tomando la sagrada Comunión aun con sus propias manos, cuando estaba ausente el sacerdote o el diácono. No decimos esto, sin embargo, para que se cambie el modo de custodiar la Eucaristía o de recibir la santa comunión, establecido después por las leyes eclesiásticas y todavía hoy vigente, sino sólo para congratularnos de la única fe de la Iglesia, que permanece siempre la misma.” (nn. 62-63). Algunos años antes el Siervo de Dios Papa Pío XII, en el mismo sentido, advirtió en contra de cambiar los actuales ritos eucarísticos y costumbres reverentes: “Así como ningún católico sensato puede rechazar las fórmulas de la doctrina cristiana compuestas y decretadas con grande utilidad por la Iglesia, inspirada y asistida por el Espíritu Santo, en épocas recientes, para volver a las fórmulas de los antiguos concilios, ni puede repudiar las leyes vigentes para retornar a las prescripciones de las antiguas fuentes del Derecho canónico; así, cuando se trata de la sagrada liturgia, no resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición de la divina Providencia y por la modificación de las circunstancias. Tal manera de pensar y de obrar hace revivir, efectivamente, el excesivo e insano arqueologismo despertado por el ilegítimo concilio de Pistoya, y se esfuerza por resucitar los múltiples errores que un día provocaron aquel conciliábulo y los que de él se siguieron, con gran daño de las almas, y que la Iglesia, guarda vigilante del «depósito de la fe» que le ha sido confiado por su divino Fundador, justamente condenó[53]. En efecto, deplorables propósitos e iniciativas tienden a paralizar la acción santificadora con la cual la sagrada liturgia dirige al Padre saludablemente a sus hijos de adopción.” (Encíclica “Mediator Dei”, nn .81-83).
5
Las razones de Pablo VI a favor del rito tradicional de la Comunión hoy más válidas que nunca:
La creencia sobre la Presencia Real de Cristo en el misterio eucarístico era mucho más profunda en toda la iglesia (cf. ibid.).
La urgencia de una mayor reverencia exterior (cf. ibíd.).
El sentimiento de humildad hacia este sacramento en quien lo recibe (cf.ibid.).
Se trata de una tradición de muchos siglos (cf. ib.).
Se garantiza de una manera más eficaz la solemnidad y la dignidad del momento de la distribución de la comunión (cf. ibíd.).
Se evita de una manera más eficaz el peligro de profanación de las sagradas especies (cf. ib.).
Por la manera tradicional se conserva de una manera más diligente al cuidado de la Iglesia de que ningún fragmento del pan consagrado pueda perderse (cf. ibíd.).
6
Los recelos del Papa Pablo VI se han cumplido de manera indiscutible en base a la experiencia de la comunión en la mano en los últimos 40 años:
La disminución de la reverencia hacia el Santísimo Sacramento del Altar (cf. ibíd.).
Las profanaciones del mismo sacramento (cf. ibíd.).
La alteración de la recta doctrina y la fe eucarística (cf. ibíd.).
7
Las condiciones en las que el Papa Pablo VI concedió la posibilidad de un indulto no han sido observadas o cumplidas, y en general la situación general que inspiraron dichas condiciones generales son hoy bastante peores. Pablo VI requería evitar cualquier peligro (cf. ib.):
El peligro de la caída de la reverencia.
La insinuación de opiniones erróneas sobre la Sagrada Eucaristía
Otras cosas impropias.
8
Por otra parte, el Papa Pablo VI esperaba que la nueva forma del rito de la Comunión traería un aumento de la fe y de la piedad de los fieles (cf. ibíd.). Esta expectativa, sin embargo, se ve contradicha hoy en día por los hechos a causa de la Comunión en la mano.
9
En vista de los peligros reales y teniendo en cuenta la opinión negativa de la mayoría del episcopado católico, que fue consultado sobre este tema en 1968, la Instrucción “Memoriale Domini” indicaba que Pablo VI pensaba que el rito tradicional de administrar la Comunión no debía cambiarse (cf. ibíd.).
10
El rito actual de la Comunión en la mano, que nunca perteneció al patrimonio litúrgico de la Iglesia Católica (porque fue inventado por los calvinistas y difiere sustancialmente del rito en los primeros siglos de la Iglesia), ha causado y sigue causando un daño de dimensiones verdaderamente preocupantes, es decir: dañando la verdadera fe eucarística, la reverencia y el cuidado con el Fragmentos eucarísticos en el límite de lo soportable.
11
La Eucaristía es el culmen y la fuente de toda la vida de la Iglesia (Vaticano II), la Iglesia vive de la Eucaristía (Encíclica y testamento del Beato Juan Pablo II) y la Eucaristía es por consiguiente el corazón mismo de la Iglesia. La verdadera crisis de la Iglesia de hoy se revela en la manera en que esta fuente y este corazón se tratan concretamente. Sin embargo, a causa de la Comunión en la mano y de pie, el Santísimo se trata con un verdadero minimalismo de reverencia exterior y sacralidad, y por otra parte, el pan consagrado, el más precioso tesoro de la Iglesia, se expone con una asombrosa falta de cuidado a una enorme pérdida de fragmentos eucarísticos y al cada vez mayor robo con fines sacrílegos. estos son hechos que nadie de buena fe puede negar.
12
La propia crisis de la Iglesia de hoy es en realidad una crisis de la Eucaristía y más concretamente una crisis causada de manera decisiva por la comunión en la mano, una crisis pronosticada por Pablo VI y demostrada hoy en día por los hechos. Una auténtica reforma de la Iglesia y una nueva evangelización real seguirán siendo menos eficaces si no curamos la enfermedad principal, que es la crisis general Eucarística y más concretamente la crisis provocada por el rito de la Comunión en la mano. La enfermedad se cura más eficazmente no con la cura de los síntomas, sino con la cura de la causa concreta. Se habla sin duda de una manera general y teórica sobre la necesidad de un mayor respeto y cuidado del pan consagrado. Sin embargo, mientras permanezca la causa concreta de la irreverencia y de la dejadez generalizada, es decir, la comunión en mano, los discursos y los programas necesarios de una reforma y de una nueva evangelización no tendrán un gran efecto en el ámbito de la fe y de la piedad eucarística, que es el corazón de la la vida de la Iglesia.
13
El más pequeño, el más frágil, el más indefenso hoy en día en la Iglesia es el Señor eucarístico bajo las especies eucarísticas en el momento de la distribución de la Sagrada Comunión. ¿No sería una demanda más lógica de la fe y del amor hacia el Señor eucarístico y una medida pastoral más necesaria prever que podría haber una manera más sagrada y más segura de distribuir la comunión con el fin de defender al Señor en la Eucaristía, que es el más frágil y al mismo tiempo el más sagrado? Esa manera más sagrado y más segura es el rito de la Comunión en la lengua y de rodillas, que ha dado abundantes frutos durante más de mil años, como recordó el Papa Pablo VI y también su sucesores, sobre todo el Papa Benedicto XVI.
14
Se pueden aducir razones pastorales a favor de continuar con la práctica de la Comunión en la mano, como por ejemplo el derecho de los fieles a elegir. Este derecho, sin embargo, viola -teniendo en cuenta las proporciones generales de la práctica- el derecho que tiene Jesús Eucarístico, es decir, el derecho a la mayor sacralidad y reverencia posibles. En este sentido se trata del derecho del más frágil en la Iglesia. Todas las razones en favor de la continuación de la práctica de la Comunión en la mano pierden su peso al enfrentar la gravedad de la situación del minimalismo de reverencia y sacralidad, el peligro evidente de la falta de cuidado y la pérdida de fragmentos y del creciente robo de las hostias consagradas. La continuación de la utilización del indulto de la Comunión en la mano no puede decirse que sea una necesidad pastoral, ya que daña la fe y la piedad de los fieles y daña los derechos del Señor Eucarístico mismo
15
Grandes santos que reformaron la Iglesia y verdaderas almas apostólicas en la historia de la Iglesia dijeron: el progreso espiritual de una época de la Iglesia se mide por la forma de reverencia y la devoción hacia el Sacramento del Altar. Santo Tomás de Aquino ha expresado esta verdad muy sucintamente: “Sic nos Tu visita, sicut Te colimus” (Santo Tomás de Aquino, himno “Sacris solemniis”): ¡Señor, visítenos en la medida en que te veneramos! Esto es válido también para nuestros días: el Señor visitará a Su Iglesia hoy en día con gracias especiales de una auténtica renovación, tan deseada por el Beato Juan XXIII y los Padres del Concilio Vaticano II, en la medida en que es amado y también venerado de manera visible sobre todo en el momento de la distribución de la Sagrada Comunión.
15 diciembre 2013, Hong Kong
Seminario de Formación Litúrgica 2013-2014
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