SACERDOTE, ¿DE QUE ESPIRITU ESTAS ANIMADO ?
Todo ser humano en cada acción que realiza, obra siguiendo uno de estos tres espíritus: el Espíritu Divino, el espíritu humano, el espíritu maligno. También para ti Sacerdote es así. A veces muchos pensamientos se presentan en la mente, pero ¿cuál es el que viene de Dios, cuál es el que viene de ti mismo o del demonio? ¿Como se hace para discernir? ¿Cómo entender cuál es la Voluntad del Señor sobre ti? ¿Qué quiere ahora de ti el Señor? He aquí la necesidad de oración, de un atento examen de conciencia, de una verificación interior para entender de dónde llega la voz que te llama al apostolado, para sumergirte sin descanso alguno en el trabajo, o para preocuparte de cosas que podrían hacer muy bien tus colaboradores laicos. Juan Pablo II recordaba que un peligro para los Sacerdotes, aun para los que están llenos de celo, "ES EL SUMERGIRSE DE TAL MANERA EN EL TRABAJO DEL SEÑOR QUE OLVIDAN AL SEÑOR DEL TRABAJO". Pero para todos es un peligro el tratar de hacer acciones excepcionales, teniendo que poner a un lado el encuentro con el Señor en la oración.
También Juan Pablo II ha dicho a los obispos del Ghana el 20 de febrero de 1999 en una visita "ad limina" al Vaticano: "EL SACERDOTE NO ES EL SIMPLE GUARDIÁN DE UNA INSTITUCIÓN, NO ES EL HOMBRE DE NEGOCIOS, NO ES UN EMPRENDEDOR. EL ES MÁS BIEN UN EVANGELIZADOR Y MÉDICO DE LAS ALMAS".
El Sacerdote que piensa salvar las almas contando con su propia capacidad de organizador e inteligencia, y no acompaña a cada acción con profunda oracion y penitencia, construye solamente castillos de arena. La base de cada obra debe estar acompañada de la oración profunda y devota, de otra manera se afana inútilmente. Las personas lo notan: que solo es un Sacerdote que en cada una de sus obras se busca a sí mismo, quiere estar seguro de ser aplaudido y recibir cumplidos por lo que hace. En realidad, podría hablar muy bien de Jesús y de María, realizar peregrinaciones y encuentros, pero buscaría siempre ser admirado y si nadie lo enaltece, se sentiría muy mal. ¿Qué espíritu está presente en un Sacerdote semejante?
Aunque vaya por todo el mundo a pie, gritando que solamente en el Santísimo Nombre de Jesús está la salvación, pero no está en unión de Amor con Jesús, todo es vano e inútil, porque en lo que hace se busca a sí mismo, quiere ser admirado y aplaudido por el mundo. EL SACERDOTE QUE QUIERE IMPONERSE EN EL MUNDO, QUE BUSCA ELOGIOS Y APRECIO ES VOMITADO POR DIOS. El Señor lo advierte como lo advierte a la Iglesia de Laodicea: "ESTOY POR VOMITARTE DE MI BOCA" (Ap 3, 16). El Sacerdote que vive en el mundo como uno del mundo, se ha descarriado y ha perdido su propia identidad. La puede encontrar solamente en Aquel que se le había dado en la Ordenación Sacerdotal.
¿Qué espíritu tiene que circular en las venas del Sacerdote? El mismo de Jesús: el Espíritu Santo. ¿Y por qué este mismo Espíritu está ausente? Porque se quiere realizar OBRAS, OBRAS, OBRAS, sin pensar en la VIDA INTERIOR. Hoy la mayor parte de los creyentes está abismada en la vida exterior, hecha de gozo carnal, poder, éxito, riqueza, búsqueda exagerada de la propia afirmación a costa de cualquier precio. Y casi todos éstos que buscan la felicidad en los placeres del mundo, están desesperados, agotados y decepcionados. Han comprendido su propio fracaso pero no lo quieren dar a entender a los demás y entonces, aumentan los medios y las ocasiones para ilusionarse más fuertemente.
En cambio, el Sacerdote tiene que ser el hombre de la VIDA INTERIOR, porque tiene que pensar en realizarse siguiendo la Voluntad de Dios en su vida. Tiene que ser el hombre dócil a las ispiraciones de Dios para hacer partícipes de las mismas a todos aquellos que le siguen y le escuchan.
¿Pero cuántos Sacerdotes realizan este sublime, gozoso y enaltecedor trabajo de la VIDA INTERIOR? Sin VIDA INTERIOR en la espiritualidad del Sacerdote no hay visión sobrenatural, y los fieles se dan cuenta de ello muy pronto. El es incapaz de discernir, y frente a todo problema que se presenta, da una explicación humana, frágil y llena de sí. Ya no es tiempo de habladurías sino de orar diariamente y de hacer adoración eucarística. Las Gracias se consiguen delante del Tabernáculo, donde está la Gracia misma.
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