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La maternidad divina vistió a la Santísima Virgen de una grandeza que no tiene igual ni en la tierra ni en el cielo. La coloca por encima de todo lo que está debajo de Dios.
Su maternidad le da el poder que Dios tiene por naturaleza, podemos decir que no sucede nada ni en el cielo ni en la tierra sin que Ella intervenga.
La maternidad divina ha dado a la Santísima Virgen, en su relación con nosotros, la ternura benefactora de una madre, la autoridad incomparable de una reina.
María, Madre de Dios, María, Reina de amor, participa en la mediación de Cristo y de todas las gracias que Cristo nos ha conseguido. Ella mereció convertirse en la distribuidora, ella distribuye todos los dones, todas las virtudes, todas las gracias a quien ella quiere, cuando quiere y en la forma y cantidad que ella quiere. (…)
Padre Manteau-Bonamy
Extracto del Libro “Marthe Robin sous la conduite de Marie”(Ediciones San Pablo)
FUENTE: us3.campaign-archive2.com
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