San Padre Pio es uno de los santos más famosos y queridos del siglo XX. También tuvo una de las vidas más sobrenaturales de cualquier santo en la historia de la Iglesia moderna, incluido el ser atacado físicamente regularmente por fuerzas demoníacas.
Probablemente, además de los estigmas, el aspecto más extraordinario de la vida espiritual del Padre Pío fue su explícita guerra espiritual con lo demoníaco.
Todas las veces que el demonio atacó al Santo Padre Pío y huyó derrotado
“Los verdaderos enemigos del Padre Pío eran los demonios que lo asediaban”, dijo en una ocasión el padre Gabriele Amorth, destacado exorcista romano. “La gran y constante lucha de la vida del Padre Pío fue con esos enemigos de Dios y las almas humanas, los demonios que intentaron capturar su alma”.
Incluso en su juventud, San Padre Pío disfrutaría de increíbles visiones celestiales, pero también sufriría ataques demoníacos. Padre Amorth explicó:
“El diablo se le aparecería como un feo gato negro, o con la forma de un animal verdaderamente repugnante. La intención obvia era llenarlo de terror. Otras veces, los demonios llegaban de jovencitas, desnudos y provocadores, realizando bailes obscenos, para probar la castidad del joven sacerdote.
Pero el Padre Pío sintió su mayor peligro cuando el diablo trató de engañarlo tomando la forma de uno de sus superiores (su superior provincial o su director espiritual) o en una forma sagrada (el Señor, la Virgen o San Francisco)”.
Esta última táctica, del diablo apareciendo como alguien bueno y santo, fue un problema particularmente difícil. Así es como San Padre Pío discerniría sus visiones:
“Notó cierta timidez cuando la Virgen o el Señor apareció por primera vez, seguida de una sensación de paz cuando la visión se fue. Por otro lado, un diablo en forma sagrada provocó un sentimiento inmediato de alegría y atracción, reemplazado luego por remordimiento y tristeza”.
Satanás incluso a veces atacaba físicamente a San Padre Pío. Él describe esto en una carta que le escribió a un sacerdote confidente:
“Estos demonios no paran de golpearme, incluso de hacerme caer de la cama. ¡Incluso me arrancan la camisa para golpearme! Pero ahora ya no me asustan. Jesús me ama, a menudo me levanta y me vuelve a colocar en la cama“.
Ya ves, si estamos cerca del Señor, no debemos temer a las fuerzas espirituales del mal.
FUENTE: es.churchpop.com
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