Esta fiesta es una contrapartida a la Fiesta del Santo Nombre de Jesús (3 de enero).
Ambos tienen la posibilidad de unir a la gente fácilmente divididos en otros asuntos.
Nosotros veneramos el nombre de María porque pertenece a ella, que es la Madre de Dios.
La más santa de las criaturas, la Reina de los cielos y la tierra, la Madre de la Misericordia.
El objetivo de la fiesta es la Santa Virgen que lleva el nombre de Miriam (María). La fiesta conmemora todos los privilegios dados a María por Dios y todas las gracias que hemos recibido a través de su intercesión y mediación.
“María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico.
Los que le invocaren con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna”
INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA FESTIVIDAD
La primera festividad a María, la Virgen, nació en Oriente, hacia el siglo V. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María.
La fiesta surgió como dedicación de una Iglesia a María, tradición que se relaciona con el actual Santuario de Santa Ana.
España fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre.
Y esto acaeció en el año 1513. La festividad se realizaba en el centro de España durante muchos años.
La primera diócesis que celebró esta fiesta fue la de Cuenca.
Pero la onomástica tiene fecha propia, el 12 de Septiembre.
En 1683, el Papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta para perpetuar la victoria que los austriacos y polacos, mandados por Juan Sobieski, consiguieron contra los musulmanes turcos ese año en Viena.
Juan Sobieski se preparó al combate recibiendo el Pan de los fuertes y oyendo devotamente la santa misa, y todo el ejército polaco siguió el ejemplo de su rey.
“La hora histórica de la batalla definitiva de Viena sonó al alborear el límpido sol del día 12 de septiembre”, dice S. S. Pío XII en el radiomensaje con motivo de la beatificación de Inocencio XI.
El ejército de socorro, dirigido por Juan Sobieski, atacó a los asaltantes turcos.
Una inesperada tormenta de granizo cayó sobre el campamento de los turcos.
Antes de la noche, la victoria sonreía a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el Nombre de María.
Si como instrumento de liberación Dios había escogido al rey de Polonia, unánimes afirman los críticos e historiadores que el artífice primario de esta misma liberación fue el papa Inocencio.
Y éste, a su vez, con humildad conmovedora, atribuyó el mérito y la gloria de aquella jornada al favor y socorro de María.
Por eso quiso dedicar este luminoso día de septiembre a la fiesta de su Santísimo Nombre.
EL NOMBRE DE MARÍA
Ocho días después del nacimiento de la Virgen Inmaculada, su padre y su madre se reunieron sus familiares y parientes en su humilde vivienda.
Según la costumbre judía, estaban discutiendo el nombre de la niña que el Cielo les había concedido.
Aunque Dios no escogió llevar a cabo ningún prodigios externos para marcar la entrada de la Santísima Virgen en el mundo, había escogido, desde toda la eternidad, el noble nombre de la Madre del Salvador.
Así, mientras que Joaquín y Ana esperaban el cumplimiento de sus esperanzas con gozosa impaciencia, el Arcángel Gabriel, el gran mensajero de la misericordia infinita, los visitó, revelando el nombre bendito que el Altísimo mismo había reservado para su hija.
Por lo tanto, las deliberaciones de la familia alrededor de la cuna donde la Reina del Cielo yacía sonriente no fueron prolongadas.
Sin dudarlo, los padres de la Santísima Virgen confirmaron que nombrarían a su hija “María”.
María es el nombre que se usa en los evangelios para referirse a la madre de Jesús de Nazaret.
Para los cristianos católicos, ortodoxos, anglicanos y otros grupos cristianos orientales, son más usadas las expresiones «Santísima Virgen María», «Virgen María» y «Madre de Dios».
En el Islam se usa el nombre árabe Maryam.
Sabiendo la importancia que tiene el nombre para los Israelitas, es innegable que el nombre de María le fue impuesto a la Santísima Virgen por sus padres Joaquín y Ana.
Muy comúnmente se admite que este nombre le fue sugerido por inspiración divina, es decir que, movidos ellos interiormente por el Espíritu Santo prefirieron este nombre a todos los demás.
Una sola mujer encontramos en el A. T. que lleva este nombre, es la hermana de Moisés, en tiempos de Jesús aparecen muchas mujeres con el nombre de María.
Para los hebreos el nombre no era un simple apelativo, estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que describirían la personalidad, el carácter.
Así es muy usada la expresión “su nombre será tal” cuando se quería designar una misión o carácter especial al niño por nacer.
María es un nombre conocido en el Antiguo Testamento por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón, originalmente escrito como Miryam.
La versión de los Setenta lo menciona como Mariám , el cambio en la primera vocal señala tal vez la pronunciación corriente, la del arameo, que se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo.
Al igual que con los nombres de Moisés y Aarón, que fueron tomados con sumo respeto, el de María no se usó más como nombre común, pero la actitud cambió con el tiempo y fueron puestos como señal de esperanza por la era mesiánica.
En el texto griego del Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám.
María sería probablemente la forma helenizada de la palabra.
¿Qué significados tiene según la etimología, ese nombre cuyo misterioso sentido sólo Dios nos podría explicar?
Si, como algunos creen, deriva del idioma egipcio, su raíz es mery, o meryt, que quiere decir muy amada.
Según otros, la significación sería Estrella del mar.
Si el nombre de María proviene del siríaco, la raíz es mar, que significa Señor.
El padre Lagrange opina que los hebreos debieron utilizar el nombre de María con el significado de Señora, Princesa.
Nada más conforme a la noble misión de la humilde Virgen nazarena.
Otro tercer grupo de filólogos e intérpretes sostienen que la palabra María es de origen estrictamente hebreo.
Y sus diversas y preciosas significaciones son las siguientes:
Primera. Mar amargo, de la raíz mar y jam. María fue un verdadero mar de amargura, desde que en el templo, cuando la presentación de su Hijo, vislumbró la silueta cárdena y dolorida del Calvario.
Y un mar de amargura desbordante en la pasión y muerte de Jesús.
Segunda. Rebeldía, de la raíz mar. Ella, la omnipotencia suplicante, vence a las satánicas huestes.
“El nombre de María —escribe el padre Campana— es de una energía singular y tiene en sí una fuerza divina para impetrar en favor nuestro la ayuda del cielo.”
Tercera. Estrella del mar. Le cantamos ¡Ave, Maris Stella! ¡Y con qué arrebatador encanto glosa y profundiza San Bernardo esta expresiva metonimia!
Cuarta. Señora de mí linaje. Frase muy justa y apropiada a la prerrogativa nobilísima de ser Madre de Dios, Reina de todo lo creado.
Quinta. Esperanza. Significado más alegórico que etimológico, pero lleno de inefable consuelo. Porque Ella, Spes nostra, es el camino de la felicidad, el arco iris que señala un pacto de armonía entre Dios y los hombres.
“Bienaventurado el que ama vuestro nombre, oh María —exclama San Buenaventura—, porque es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace reportar frutos de justicia.”
Sexta. Elevada, grande, de ram. San Agustín y San Juan Crisóstomo coinciden en adjudicarle el excelso sentido de “Señora y Maestra”.
Séptima. Iluminada, iluminadora. Está llena de luz. Sostiene en sus brazos la luz del mundo. Es pura y diáfana.
“El nombre de María indica castidad”, dice San Pedro Crisólogo.
LA VENERACIÓN DEL NOMBRE DE MARÍA
Narra sor María Jesús de Agreda, en su Mística Ciudad de Dios, la escena en la cual la Santísima Trinidad, en divino consistorio, determina. dar a la “Niña Reina” un nombre.
Y dice que los ángeles oyeron la voz del Padre Eterno, que anunciaba:
“María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico.
Los que le invocaren con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias;
los que le estimaren y pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados;
y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna”.
Y a ese nombre, suave y fuerte, respondió durante su larga, humilde y fecunda vida, la humilde Virgen de Nazaret, la que es Madre de Dios y Señora nuestra.
Y ese nombre, “llave del cielo”, como dice San Efrén, posee en medio de su aromática dulzura, un divino derecho de beligerancia y una seguridad completa de victoria. Por eso su fiesta lleva esa impronta: Acies ordinata.
La veneración que muchos santos tienen por esto nombre nos lo reflejan en sus recomendaciones, por ejemplo, S. Pedro Canisio nos dice:
“Si hay entre los mortales algún nombre tan hermoso, preclaro y lleno de gracia que merece ser escrito, leído, alabado, pintado y esculpido, es el de María.
Ya que es digno de estar siempre ante los ojos, en los oídos y en las mentes de todos los hombres y de ser pronunciado privada y públicamente con inmensa reverencia”.
San Estanislao de Kostka escribía el nombre de María al margen de la página de los cuadernos con esta jaculatoria: “¡Oh María, sedme propicia!”.
San Germán, patriarca de Constantinopla nos invita a que pronunciemos frecuentemente el nombre de María:
“Como la respiración es indicio cierto de vida para nuestro cuerpo, así tu nombre Santísimo, proferido incesantemente por los labios de tus siervos, es, no sólo indicio seguro, sino también causa de vida, de alegría y de auxilio”.
Se nos recomienda que pronunciemos el nombre de María como jaculatoria, San Bernardino de Siena dice que
“por esto nombre se purifica el corazón, se ilumina la mente, se inflama el alma, se ablanda el pecho, se endulza el gusto y el afecto se hermosea”.
La Iglesia nos invita a que pensemos, veneremos y apreciemos este nombre por eso el 12 de septiembre se celebra el Santísimo nombre de María.
MARIA: EL PODER DE SU NOMBRE
por San Alfonso María de Ligorio
Ricardo de San Lorenzo dice:
“que no hay ayuda más poderosa en ningún nombre, ni hay ningún otro nombre dado a los hombres, después, del de Jesús, desde el cual se brinde tanta salvación a los hombres como desde el nombre de María.”
Continúa diciendo
“que la invocación con devoción de este dulce y sagrado nombre conduce a la adquisición de gracias superabundantes en esta vida y un muy alto estado de gloria en la próxima.” Luego del muy sagrado nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico en bondades, que no hay otra forma de que las almas devotas reciban tanta gracia, esperanza y ternura el la tierra y en el cielo.
Por eso Ricardo de San Lorenzo “invita a los pecadores a servirse de este gran nombre,” porque esto sólo bastará para curarlos de todos los males y
“no hay trastorno, por malo que sea, que no se someta inmediatamente al poder del nombre de María.”
El beato Raimundo Jordano dice
“que no importa lo endurecido y falto de confianza que pueda estar un corazón, el nombre de esta Bendita Virgen tiene tanta eficacia que con tan sólo pronunciarlo ese corazón de ablandará maravillosamente.”
Además se sabe muy bien y lo experimentan dia a dia los seguidores de María, que su nombre poderoso tiene la fortaleza particular que se necesita para superar las tentaciones contra la pureza.
En suma, “Tu nombre, O Madre de Dios, está lleno de gratias y bendiciones divinas”, como dice San Metodio.
Tanto es así que San Buenaventura declara,
“que tu nombre, Oh María, no puede pronunciarse sin traer alguna gratia a aquel que lo hace con devoción…
Permitenos, Oh Señora, que a menudo podamos acordamos de nombrarte con amor y confianza; ya que esta práctica muestra la posesión de la gratia divina, o bien es una petición para que la recobremos pronto”.
Por otro lado, Tomas a Kempis afirma
“que los demonios temen a la Reina del cielo a tal punto que sólo con oír pronunciar su gran nombre, huyen de la persona que lo dice como si se tratara del fuego ardiente.”
La misma Virgen Bendita reveló a Santa Brigida
“que no hay pecador en la tierra, por más apartado que pueda estar del amor de Dios, del cual el demonio no esté inmediatamente obligado a huir, si se invoca su sagrado nombre con la determinación de arrepentirse.”
En otra ocasión repitió lo mismo diciendo
“que todos los demonios veneran y temen su nombre hasta tal punto que al oírlo inmediatamente esconden las garras con las cuales sujetan el alma cautiva”.
Nuestra Señor Bendita también le dijo a Santa Brigida
“que del mismo modo que los ángeles rebeldes huyen de los pecadores que invocan el nombre de María, los ángeles buenos se aproximan a las almas justas que pronuncian su nombre con devoción.”
PROMESAS
Las promesas de ayuda que hizo Jesucristo son un verdadero consuelo para aquellos que tienen devoción por el nombre de María; porque un dia según lo oyó Santa Brigida,
Él prometió a Su Santísima Madre que concedería tres gracias especiales a quienes invocaran ese nombre sagrado con confianza:
Primero, que Él les concedería la contrición perfecta por sus pecados;
Segundo, que sus pecados serian expiados;
Tercero, que Él les daría la fortaleza para alcanzar la perfección y a la larga, la gloria del paraíso.
Y luego nuestro Divino Salvador agregró
“porque tus palabras, Oh Madre Mia, son tan dulces y agradables para Mi, no puedo negarte lo que me pides.”
San Efren llega a decir“que el nombre de María es la llave de las puertes del cielo,” en las manos de aquellos que la invocan con devoción.
Y por eso no es casualidad que San Buenaventura diga “que María es la salvación de todos los que recurren a ella.”
“¡Oh Dulcisimo Nombre! Oh María, quién serás Tú que tu nombre sólo es tan amable y lleno de gracia,” exclama el beato Enrique Suso.
Déjanos por lo tanto, aprovechar siempre los hermosos consejos que nos da San Bernardo en estas palabras:
“En los peligros, en las perplejidades, en los casos dudosos, piensa en María, recurre a María, no dejes que abandone tus labios; no dejes que se aparte de tu corazón.”
LOS NOMBRES DE JESÚS Y MARÍA
Cuando haya peligro de perder la gracia divina, debemos pensar en María invocar su nombre junto con el de Jesús; PORQUE ESOS DOS NOMBRES SIEMPRE VAN JUNTOS.
Oh, entonces nunca permitamos que esos dos nombres tan dulces abandonen nuestro corazón o se alejen de nuestros labios, porque nos darán la fortaleza, no sólo para no dejarnos vencer, sino también para conquistar todas nuestras tentaciones.
“La invocación de los nombres sagrados de Jesús y María,” dice Tomas a Kempis, “es una oración breve que es tan dulce para la mente como poderosa para proteger a aquellos que la usan contra los enemigos de su salvación, así como también es fácil de recordar.”
LA HORA DE LA MUERTE
Así vemos que el santísimo nombre de María es tan dulce para sus seguidores durante la vida, debido a las abundantes gracias que Ella les consigue.
Pero será aún más dulce para ellos en la muerte debido al final tranquilo y santo que les asegurará.
Permítenos entonces, devoto lector, que le roguemos a Dios nos conceda que en la muerte, el nombre de María sea la última palabra en nuestros labios.
Esta fue la oración de San Germano; “Que el último movimiento de mi lengua sea para pronunciar el nombre de la Madre de Dios;” qué dulce, qué segura es aquella muerte que está acompañada y protegida por la pronunciación de este nombre; ya que Dios sólo concede la gracia de invocarlo a aquellos a quienes El está por salvar.
El Padre Sertorio Caputo, de la compañia de Jesús, exhortó a todos aquellos a punto de morir a que pronuncien el nombre de María frecuentemente; porque este nombre de vida y esperanza, cuando se repite a la hora de la muerte es suficiente para hacer huir a los demonios y para confortar a dichas personas en su sufrimiento.
“Bendito sea el hombre que ama Tu nombre, María,” exclama San Buenaventura.
“¡Si, verdaderamente bendito es aquel que ama tu dulce nombre, Oh Madre de Dios! Ya que tu nombre es tan glorioso y admirable que nadie que lo recuerda tiene temor alguno a la hora de la muerte.”
Tal es su poder, que ninguno de aquellos que lo invocan a la hora de la muerte temen los ataques de sus enemigos.
San Camilo de Lellis instó a los miembros de su comunidad a recordarles a aquellos que están por morir que pronuncien a menudo los santos nombres de Jesús y María. Según era su costumbre al asistir a personas que estaban en su última hora.
Oh, que podamos terminar nuestras vidas como lo hizo el Padre Capuchino, Fulgencio de Ascoli, quien expiró cantando, “¡Oh María, Oh María, la más bella de las criaturas! Permitenos ir juntos.”
Permitenos concluir con la tierna oración de San Buenaventura:
“Te Pido a Ti, oh María, por la gloria de tu nombre, que vengas y Te reúnas con mi alma cuando se vaya de este mundo y la lleves en tus brazos.”
FUENTE: forosdelavirgen.org
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