"LA ESCALERA DEL DIVINO ASCENSO"
DE SAN JUAN CLÍMACO
"Escala al Paraíso"
(Scala Paradisi, o Escala Espiritual)
Juan Clímaco.
Basada en la edición del Obispo Alejandro (Mileant)
Corrección e introducción: Rolando Castillo
Vigésimo Séptimo Escalón: Hesiquia.
1. Somos como esclavos comprados y ligados por contrato a las pasiones impías; por eso conocemos en cierta medida las mañas, la conducta, la tiranía y las estafas de los espíritus que dominan nuestra alma miserable. Pero hay otros que, por la acción del Espíritu Santo y por estar liberados de la dominación de esos espíritus, están plenamente instruidos acerca de sus procedimientos. Uno es el que, a partir del sufrimiento que le causa su enfermedad, puede conjeturar qué consuelo aporta la salud, y otro el que, a partir del bienestar de la salud, se forma una idea de la enfermedad y se representa sus miserias. Por eso en nuestra debilidad, dudamos tratar en nuestro discurso el tema de la hesiquia: sabemos, en efecto, que en torno a la mesa de una buena comunidad vagabundea siempre algún perro que busca arrancar un pedazo de pan, es decir, un alma, y escapar llevándolo en su garganta para devorarlo con tranquilidad. No queremos que nuestras palabras permitan la entrada a este perro y den la ocasión a los que la buscan; por esa razón no creemos lícito hablar ahora de paz a los valientes guerreros de nuestro rey que están combatiendo. Nos contentaremos con decir que las coronas de paz y de serenidad están trenzadas por aquellos que no desfallecen en el combate. Sin embargo, a título de ejemplos que permitan juzgar el resto, si así lo desean, diremos algunas palabras sobre la hesiquia, para no entristecer a nadie al abandonar este tema sin haberlo tratado.
2. La hesiquia del cuerpo es la disciplina y el estado apacible de las costumbres y de los sentimientos; la hesiquia del alma es la disciplina de los pensamientos y es un espíritu inviolable.
3. El amigo de la hesiquia es aquel cuyo pensamiento, siempre despierto, se mantiene con valor e intransigencia en la puerta del corazón para destruir o rechazar los pensamientos que sobrevienen. Quien practique la hesiquia con sentimiento de corazón comprenderá lo que acabo de decir; pero quien todavía es un niño no tiene experiencia de ello y lo ignora. El hesicasta dotado de conocimiento no necesita palabras, pues está iluminado por sus actos acerca de lo que quieren decir las palabras.
4. El comienzo de la hesiquia es alejarse del ruido, porque el ruido perturba las profundidades del alma. Y su perfección es no temer ninguna inquietud y permanecer insensible.
5. Quien sale al exterior sin dejar el silencio interior es amable y llega a ser completamente una morada de la caridad.
6. Quien no deja fácilmente de hablar, tampoco se aleja nunca de la cólera. Lo contrario es evidente.
7. El hesicasta es aquel que aspira a circunscribir lo incorporal en una morada corporal — paradoja suprema.
8. El gato vigila al ratón y el espíritu del hesicasta acecha al ratón espiritual. No consideres que este ejemplo es fútil, pues ello indicaría que todavía no has conocido la hesiquia.
9. No es un solitario el monje que vive con otro monje. El solitario necesita una gran vigilancia y un espíritu que no se deje distraer. A aquel que no está solo lo ayuda su hermano; pero un ángel da su ayuda al solitario.
10. Los poderes espirituales concelebran con el que es hesicasta en el fondo de su alma y les agrada-morar con él. De lo que es contrario a esto, no te hablaré.
11. El abismo de los dogmas es profundo; pero el espíritu del hesicasta se sumerge en él sin peligro. No es prudente nadar completamente vestido, ni mezclarse con la teología cuando uno está sujeto a las pasiones.
12. La celda del hesicasta está constituida por los estrechos límites del cuerpo; dentro, contiene una casa de conocimiento.
13. El que sufre una enfermedad del alma y abraza una forma de vida hesicasta se parece a un hombre que salta al mar desde un barco y se imagina que puede alcanzar la orilla sobre una tabla, sin correr peligro.
14. A todos aquellos que combaten contra la arcilla de su carne, el hesicasmo les conviene en su momento, con tal de que tengan un guía; pues quien lleva una vida solitaria necesita la fuerza de los ángeles. Hablo aquí de los que verdaderamente son hesicastas de cuerpo y alma.
15. El hesicasta relajado dirá mentiras para insinuar a los hombres que pongan fin a su forma de vida. Y cuando haya dejado la celda, acusará a los demonios. No ve que él es su propio demonio.
16. He visto a los hesicastas tratando de saciar, sin conseguirlo, su ardiente deseo de Dios, engendrando fuego con fuego, amor con amor, deseo con deseo.
17. El hesicasta es la imagen terrestre de un ángel; con el pergamino del deseo y las letras del fervor, liberó su oración de la negligencia y de la indolencia.
18. El hesicasta es aquel que declara abiertamente: "A punto está mi corazón, oh Dios" (Sal 56:8). Hesicasta es aquel que dice: "Yo dormía, pero mi corazón velaba" (Ct 5:2).
19. Cierra la puerta de tu celda a tu cuerpo, la de tu lengua a los discursos, y la puerta interior a los malos espíritus.
20. El calor del mediodía y la gran calma prueban la paciencia del marino; y la falta de lo que es indispensable prueba la resistencia del hesicasta. Cuando el primero se desanima, se arroja al mar a nadar, si la apatía domina al segundo, se mezcla con la muchedumbre.
21. No temas, ni tomes en serio los ruidos que escuches, pues la aflicción ignora la cobardía y no se espanta de ella.
22. Aquellos cuyo espíritu aprendió a rezar, verdaderamente hablan al Señor cara a cara, como si lo hicieran al oído del emperador; aquellos que rezan con la boca se postran ante él como en presencia de toda su corte; los que viven en el mundo dirigen sus requerimientos al emperador en medio de los clamores de todo el pueblo. Si llegaste a ser sabio en el arte de la oración, comprenderás lo que digo.
23. Instálate en una altura y vigílate; verás cómo entran los ladrones para robar tus racimos de uva, verás cuántos son, de dónde vienen, de qué forma son y cuándo lo hacen.
24. Cuando el que vela está fatigado, se levanta para rezar, después se sienta nuevamente y retoma con ánimo su primer trabajo.
25. Un hombre que tenía experiencia de todo esto quería hablar de ello con precisión y en detalle; pero temía volver indolentes a los trabajadores espirituales y hacer huir por el ruido de las palabras a los que estaban abocados a esto.
26. Quien habla con precisión y por experiencia de la hesy-chía, excita a los demonios en su contra; pues ningún otro sino él puede triunfar sobre sus vergonzosos procedimientos.
27. Quien llegó a la hesiquia conoce el abismo de los misterios; pero no hubiera descendido jamás hasta allí, de no haber visto o escuchado antes el tumulto de las olas y los espíritus malvados y si no hubiera sido mandado con barro. El gran apóstol Pablo confirma lo que acabo de decir; pues de no haber sido arrebatado hasta el paraíso como en la hesiquia, no habría escuchado las palabras inefables (cf. 2 Co 12:4).
28. El oído del hesicasta recibirá de Dios palabras extraordinarias; por eso, en el Libro de Job, decía este hombre tan sabio: "A mí me ha dicho furtivamente una palabra, mi oído ha percibido un susurro" (Jb 4:12).
29. Algunos corren hacia los hombres por falta de coraje, mientras que el hesicasta huye de los mismos sin odio, pues no se quiere privar ni un momento de la suavidad de Dios.
30. "Anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, luego, ven y sígueme" (Mt 19:21). Dónalo a los monjes pobres para que, a través de sus oraciones, te acompañen hasta la hesiquia. Y toma tu cruz, llévala por medio de la obediencia, soporta valientemente el peso de tu voluntad restringida; luego ven y sígueme hacia la unión de la muy santa hesiquia (cf. Mt 16:24) y te enseñaré la actividad visible y el género de vida de las fuerzas espirituales. Éstas no se hartan jamás de alabar a su Creador, de la misma manera como no cesa jamás de alabar a su Creador quien ha llegado al cielo de la hesiquia.
Los espíritus inmateriales no tienen ninguna preocupación por lo material; y los que han llegado a ser inmateriales en un cuerpo material no tienen necesidad de estar seguros de que lo recibirán. Los primeros no se preocupan ni por el dinero, ni por las posesiones y los otros no se inquietan más por la malicia de los espíritus.
Entre los habitantes del cielo, no se encuentra ningún deseo de la creación visible y entre los de aquí abajo, ningún deseo de lo que se ve a través de los sentidos. Los primeros no cesan de progresar en la caridad y los segundos hacen otro tanto, rivalizando cada día con los ángeles. Los primeros tienen plena conciencia de la riqueza de sus progresos; los segundos, de su amor apasionado por la ascensión. Los primeros no se detendrán antes de haber alcanzado a los serafines y los segundos, hasta llegar a ser ángeles. Bienaventurado quien lo espera, tres veces bienaventurado quien está punto de alcanzarlo, y quien ha llegado es un ángel.
Los diferentes aspectos de la hesiquia y cómo distinguirlos.
31. Con respecto a todas las ciencias, todos lo sabemos, hay diversas opiniones y diferentes pensamientos. Pues la perfección no se encuentra en nosotros, ya sea por falta de celo o por falta de aptitudes. Por eso, algunos entran en este puerto, mejor aún, en este mar, o quizás en este abismo, porque no pueden controlar su lengua o a causa de una mala predisposición de la carne; otros, porque no dominan su cólera y no pueden controlarla en medio de los hombres; otros, por orgullo, decidieron navegar a su modo y no bajo la conducción de otro; algunos lo hacen porque se hallan apegados a las cosas materiales y no pueden abstenerse de ellas, otros, para llegar a ser fervientes gracias al retiro; otros, para castigarse secretamente por sus pecados; otros, para asegurarse, por este medio, la gloria, otros, incluso — ¡pueda el Hijo del hombre encontrar hombres semejantes cuando venga nuevamente! — han contraído nupcias con la santa hesiquia porque aspiran a las delicias del amor y a la oscuridad de Dios; pero no habrían sabido hacerlo antes de haber repudiado toda apatía, pues cualquier unión con esta última parecería un adulterio con respecto a la primera.
32. Según la medida de la ciencia simple que me fue otorgada, como un arquitecto poco habilidoso, construí una escala para la ascensión. Cada uno debe examinar en qué escalón se encuentra. ¿Qué buscamos? ¿La libre disposición de nosotros mismos? ¿La gloria humana? ¿Un remedio contra la ausencia de control de las palabras, contra la ausencia de dominio de la cólera o contra el exceso de inclinaciones apasionadas? ¿Es para expiar nuestras faltas, para llegar a ser más fervientes o para agregar llama sobre llama? Los últimos serán los primeros y los primeros, últimos. Los siete primeros son las obras de la semana del mundo presente, unos aceptables, otros no. Pero es evidente que el octavo lleva el signo del mundo por venir.
33. Observa monje solitario, los momentos en que rondan las bestias salvajes; de otra manera, no serás capaz de ponerles las trampas convenientes. Si la apatía que repudiaste, te abandonó completamente, la tarea será superflua. Pero si todavía se muestra, no sé cómo podrás vivir en la hesiquia.
34. ¿Por qué los santos padres de Tabennisi no contaron entre ellos con tantos hombres iluminados como los de Scété? No puedo hablar de ello, o mejor aún, no deseo hacerlo.
35. Entre aquellos que pasan su vida en este abismo, algunos se esfuerzan en disminuir sus pasiones; otros cantan salmos y pasan la mayor parte de su tiempo rezando, en tanto que otros se dedican a la contemplación.
36. Existen almas perezosas que viven en los monasterios cenobíticos y que llegan a una ruina completa pues se dejan llevar por lo que puede halagar su indolencia. Pero también existen almas que se despojan de su indolencia cuando están en contacto con otras, lo que no les ocurre solamente a los negligentes, sino también a los fervorosos.
37. Podemos aplicar la misma regla a la hesiquia; muchos, que parecían estar calificados, llegaron a ella, pero fueron descalificados en seguida a causa de su independencia, que los impulsaba a ser amigos del placer; otros, en cambio, abrazaron este género de vida por temor a ser condenados y esto los volvió fervorosos y dedicados.
38. Quien está todavía perturbado por la cólera y el orgullo, por la hipocresía y por el recuerdo de las injurias, jamás debería tomar el camino de la hesiquia, pues sólo ganará que su espíritu se extravíe, y ninguna otra cosa. Pero aquel que está purificado de estos sentimientos, sabrá qué es lo mejor; y no obstante, quizás ni siquiera él mismo podrá saberlo.
39. Los signos característicos, los ejercicios y las marcas de los que practican la hesiquia son: espíritu siempre despierto, pensamiento puro, éxtasis en el Señor, recuerdo de los tormentos eternos, deseo apremiante de la muerte, hambre insaciable por la oración, vigilancia sin desfallecimiento, extinción de la lujuria; así como el ignorar las inclinaciones apasionadas, el morir a lo mundano, la pérdida de la gula, la aptitud para la teología, la fuente del discernimiento, el don de las lágrimas, el cercenar las habladurías y muchas otras cosas semejantes a las que la mayoría de la gente prefiere permanecer completamente ajena.
40. Las marcas de los que practican el hesicasmo de una manera no razonable son: la penuria de las riquezas espirituales, el acrecentamiento de la cólera, la acumulación del resentimiento, la disminución de la caridad, el aumento del orgullo; y me callaré el resto.
41. Pero, puesto que nuestra exposición ha llegado a este punto, es necesario que consideremos el caso de aquellos que viven en la obediencia; pues esta exposición está dedicada especialmente a ellos. En concreto, y siguiendo las enseñanzas de los padres, los signos de los que desposaron legítimamente, sin adulterio y en toda su pureza, a esta bella y graciosa obediencia, signos que alcanzarán la perfección a su tiempo, si cada día nuestros progresos los desarrollan y los hacen crecer, son: el aumento, desde el comienzo, de la bondad, disminución de la cólera — ¿cómo no va a ser así, si se ha consumido la bilis? — , la iluminación de las tinieblas, el acceso a la caridad, la liberación de las pasiones, la liberación del odio, la disminución de la impureza gracias a la propia condena, la ignorancia de la apatía, el acrecentamiento del celo, el amor compasivo, la expulsión del orgullo. Ésta es la perfección que buscamos todos, pero que pocos alcanzan. Una fuente sin agua no merece ese nombre. Y lo que se sigue de ello, cualquiera que esté dotado de inteligencia lo sabe ya.
42. Una joven que no vela por su cama, mancilla su cuerpo; y el alma que no guarda su promesa, mancilla su espíritu. Los reproches, el odio, los golpes, y lo que es más deplorable de todo, el divorcio, son las cosas que espera la primera. Y la segunda, los pecados, el olvido de la muerte, el ser insaciable en las comidas, la inmodestia de los ojos, la búsqueda de la vanagloria, la irresistible inclinación al sueño, el endurecimiento del corazón, la insensibilidad, la acumulación de los pensamientos y la multiplicación del consentimiento, el corazón cautivo, la agitación en la acción, la desobediencia, la contradicción, la desconfianza, la incertidumbre del corazón, la locuacidad, el apego a los objetos y, más temible que el resto, la libertad de palabra y de acción; y, lo que es más lastimoso todavía, un corazón sin compunción que, en los que no están atentos, engendra el letargo, madre de los demonios y de las caídas.
43. Cinco de los ocho espíritus malvados atacan a los hesicastas y tres, a los que viven en la obediencia.
44. El hesicasta a menudo sufre un gran perjuicio aunque combata la apatía, pues pasa el tiempo que debería estar consagrado a la oración y a la contemplación, inventando estratagemas y luchando contra aquélla.
45. Un día, me encontraba descorazonado en mi celda y soñaba con dejarla. Pero vinieron a verme unos extraños que me alabaron mucho por mi vida de hesicasta. Inmediatamente se retiró el pensamiento desalentador, dominado por el pensamiento de vanagloria. Me sorprendí al ver cómo este demonio de tres puntas se opone a todos los otros espíritus.
46. Debes observar a cada hora del día los golpes y los impulsos que te da tu compañero, sus inclinaciones y sus variaciones; debes ver cómo se producen y adonde tienden. Sólo quien ha alcanzado la calma por medio del Espíritu Santo, posee ese discernimiento.
47. La primera obra de la hesiquia es la falta de preocupación con respecto a cualquier asunto. La segunda obra es la oración diligente. Y la tercera, la actividad inviolable del corazón. Es físicamente imposible para quien no sabe el alfabeto estudiar con libros. Es todavía más imposible para quien no ha cumplido la primera obra, pasar de manera conveniente a las dos últimas.
48. Me encontré, mientras me hallaba comprometido con una de estas obras; con seres que se encuentran entre Dios y los hombres. Uno de ellos, me iluminó. Pregunté: "¿Qué era el Príncipe antes de tomar una forma visible?" Pero el ángel no pudo enseñármelo, pues no le estaba permitido. Entonces le pregunté: "¿En qué estado se encuentra ahora?" Me dijo: "En el estado que le es propio, pero no en el tuyo." Pregunté: "¿Qué significa mantenerse o estar sentado a la derecha del Padre?" Me dijo: "Es imposible, para el oído humano, ser iniciado en esos misterios." Entonces, le rogué que me condujera, desde ese momento, a donde me arrastraba mi deseo; me dijo: "No ha llegado la hora, porque el fuego de la incorruptibilidad no arde suficientemente en ti." ¿Estaba sobre esta tierra? No lo sé. ¿En otra parte? Soy completamente incapaz de decirlo.
49. Es difícil sacudir la somnolencia del mediodía, sobre todo durante el verano; sólo entonces no debe desdeñarse el trabajo manual.
50. Constaté que el demonio de la apatía prepara el camino al demonio de la lujuria. El primero debilita violentamente el cuerpo y lo sumerge en el sueño para que el segundo pueda producir poluciones en los hesicastas, como en ciertos ensueños. Si los resistes vigorosamente, te combatirán con violencia, para obligarte a dejar tus labores como si no te sirvieran para nada. La violencia de esos ataques de los demonios prueba claramente su derrota.
51. Cuando sales, debes velar por lo que has atesorado. Cuando la puerta está abierta, los pájaros vuelan de la jaula. Entonces, no obtendremos ningún beneficio de la hesiquia.
52. Un pequeño pelo perturba al ojo y una leve preocupación arruina la hesiquia, que implica la expulsión de todo pensamiento y de toda preocupación, aunque sea loable.
53. Quien verdaderamente ha alcanzado la hesiquia no se preocupa más por su propia carne; pues no miente Aquel que nos ha hecho la promesa (cf. Tt 1:2; Mt 6:25-34).
54. Quien desea presentar a Dios un intelecto puro, pero que está agitado por preocupaciones, se parece a un hombre que se ata fuertemente los dos pies juntos y pretende caminar rápidamente.
55. Son raros los que poseen un conocimiento muy profundo de la filosofía profana; pero afirmo que más raros todavía son aquellos que poseen esta ciencia divina que es la filosofía de la verdadera hesiquia.
56. Quien todavía no conoce a Dios no está calificado para la hesiquia y se expone a numerosos peligros. La hesiquia sofoca a los inexpertos; como no han gustado todavía la dulzura de Dios, pierden su tiempo en cautiverios, vuelos, apatías y divagaciones.
57. Quien ha tocado las bellezas de la oración, escapará de las multitudes como un asno salvaje; ¿qué, si no la oración, le permitirá estar libre de todo contacto con los hombres, como el asno salvaje?
58. Quien es atacado por las pasiones en todas partes y vive en el desierto, tiene su atención cautivada por la charlatanería de aquéllas. Un anciano santo me hablaba de ello un día para instruirme; me refiero a Jorge Arsilaíta que no es completamente desconocido para su Reverencia. Él, que formaba mi alma indigna y me guiaba hacia la hesiquia, me dijo: "He notado que, a la mañana, los demonios que nos atacan, de ordinario son los demonios de la vanagloria y de la concupiscencia; a mitad del día, los demonios de la apatía, de la tristeza y de la cólera; y a la noche, los tiranos indecentes del miserable vientre."
59. Más vale un cenobita pobre que un hesicasta distraído.
60. A quien ha abrazado la hesiquia de una manera razonable y no constata sus frutos cada día, le sucede que o no lo practica de una manera razonable o se deja robar por el orgullo.
61. La hesiquia es un culto y una constante presencia ante Dios.
62. El recuerdo de Dios debe ser lo mismo que tu respiración; entonces conocerás la utilidad de la hesiquia.
63. Las caídas del cenobita provienen de la propia voluntad; las del hesicasta, de una interrupción de la oración.
64. Si te alegras por la llegada de visitantes, debes saber que es la apatía, y no Dios, quien promueve tu ocio.
65. Que el modelo de tu oración sea la viuda perjudicada por su adversario (cf. Lc 18:1-8) y el de tu hesiquia, el gran Arsenio, igual a los ángeles. En tu soledad, recuerda la conducta de este hesicasta y observa cómo despedía a sus visitantes, para no perder la mejor parte.
66. He comprobado que los demonios persuaden a falsos monjes peregrinos para que visiten a los verdaderos hesicastas, para molestar el camino de estos buenos trabajadores. Ten cuidado con esas personas, mi amigo; y no temas entristecer piadosamente a esos perezosos; quizás esta tristeza haga que cesen en su vagabundear. Pero ten cuidado; no entristezcas, actuando de esta manera, a un alma alterada que viene a pedirte agua. En todas las cosas necesitas luz.
67. La vida de los hesicastas, y sobre todo de los que viven completamente solos, debe ser regida por la conciencia y el sentido íntimo de las cosas. Quien prosigue la carrera como es conveniente y cumple todo lo que emprende, sus palabras, sus pensamientos, sus proyectos y sus movimientos, según el Señor, trabaja con un verdadero sentimiento del alma y en la presencia del Señor. Si no es así, todavía no vive según la virtud.
68. "Al son de la cítara descubriré mi enigma" dijo alguien (Sal 48:5), a causa de su discernimiento todavía imperfecto. En cuanto a mí, ofreceré al Señor mi voluntad en la oración y recibiré de Él la certeza.
69. La fe es el ala de la oración; sin ella, mi oración volvería a mi seno (cf. Sal 34:13).
70. La fe es la firmeza inquebrantable del alma, que no se conmueve ante ninguna adversidad.
71. El hombre de fe no es aquel que cree que Dios lo puede todo, sino aquel que cree que puede obtener todo.
72. La fe pone a nuestro alcance lo que parece no tener esperanza; esto lo prueba el propio ladrón.
73. La madre de la fe es la pena y la rectitud del corazón; la segunda hace constante a la fe y la primera la construye.
74. La fe es la madre del hesicasta; pues si no vive de la fe, ¿cómo puede permanecer en la hesiquia?
75. Quien está encadenado en una prisión teme al que va a castigarlo; y el ermitaño, en su celda, experimenta el temor de Dios. El tribunal no es tan temible para el primero como el trono del Juez para el segundo. Para vivir en la hesiquia, hombre excelente, es necesario que tengas un gran temor, pues nada es tan eficaz para dominar la apatía.
76. El condenado está al acecho constantemente para ver cuándo viene el juez a la prisión; y el verdadero trabajador espiritual se pregunta cuándo se lo llamará de urgencia. Una pesada tristeza oprime al primero; pero el segundo posee una fuente de lágrimas.
77. Si tomas el bastón de la paciencia, los perros perderán rápidamente su atrevimiento.
78. La paciencia hace que el trabajo no abrume al alma y que ésta no vacile jamás ante los golpes justos o inmerecidos.
79. La paciencia es un límite puesto a la tribulación; de hecho la acoge día tras día.
80. El hombre paciente es un trabajador que no se abate con nada y que convierte en victorias hasta sus faltas.
81. La paciencia cercena todo pretexto y nos vuelve atentos sólo a nosotros mismos.
82. El trabajador necesita paciencia más que alimento, pues la falta de éste le vale una corona; la ausencia de aquélla lo conduce a su perdición.
83. El hombre paciente está muerto antes de ser enterrado en la tumba, pues ha hecho una tumba de su celda.
84. La esperanza engendra paciencia y lo mismo ocurre con la aflicción; pero aquel a quien le faltan una y otra es esclavo de la apatía.
85. El atleta de Cristo necesita saber qué adversarios deberá combatir a distancia y con cuáles deberá medirse de cerca. A veces la lucha consigue la corona, el negarse a combatir es causa de descalificación. Es imposible enseñar tales cosas por medio de palabras pues todos nosotros no tenemos las mismas inclinaciones ni las mismas disposiciones.
86. Existe un espíritu que debes vigilar: aquel que te ataca sin descanso, al comienzo, en el camino, sentado o en movimiento, cuando descansas, cuando rezas o cuando duermes.
87. Los panes amasados con el trigo del cielo, que nos alimentan espiritualmente, no son todos de la misma clase. Algunos de los que se encuentran en el camino de la hesiquia y ponen en acción, sin cesar, este pensamiento son: "Pongo a Yahvé ante mí sin cesar" (Sal 15:8); "Con vuestra perseverancia salvaréis nuestras almas" (Lc 21:19); "velad y orad" (Mt 26:41); "Ordena todos tus trabajos" (Pr 24:27); "Estaba yo postrado y me salvó" (Sal 114:6); "Los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros" (Rm 8:18); "No sea que yo arrebate y no haya quien os libre" (Sal 49:22). En efecto, todos corren, pero sólo uno consigue el premio.
88. Quien progresa, trabaja no sólo cuando está despierto, sino también durante el sueño; por eso, incluso cuando duermen, algunos injurian a los demonios que se les acercan y exhortan a la castidad a las mujeres de mala vida.
89. No esperes visitas y no te prepares de antemano para recibirlas pues la hesiquia es un estado de simplicidad perfecta y libertad.
90. Quien desea edificar una torre — y esto vale para la celda del hesicasta — no emprenderá nada sin calcular primero y sin examinar en la oración si posee los medios necesarios para llevarlo a cabo, para que después de haber construido los cimientos, no llegue a ser motivo de burla para sus enemigos y obstáculo para otros trabajadores (cf. Lc 14:28-30).
91. Examina cuidadosamente la suavidad que sientes en tu alma, pues puede haber sido preparada fraudulentamente por médicos crueles o por traidores.
92. Consagra la mayor parte de la noche a la oración y una mínima parte a la salmodia. Y durante el día, disponte a hacerlo de nuevo, según tus fuerzas.
93. La lectura ilumina el intelecto y lo ayuda a recogerse, pues estas mismas son las palabras del Espíritu Santo y reglan la vida de los que se aplican a ello.
94. Si eres un verdadero trabajador, debes poseer lecturas que conciernan a la acción; esta actividad vuelve inútil cualquier otra lectura.
95. Busca adquirir la inteligencia de las palabras de salvación, a través de tus obras mejor que a través de los libros.
96. No abordes obras cuyas palabras posean un sentido oculto, antes de haber recibido fuerza espiritual; pues su lenguaje es oscuro y envuelven con tinieblas a los débiles.
97. A menudo una sola copa revela la calidad de un vino; una sola palabra de un hesicasta manifiesta toda su actividad interior y el estado de su alma a aquellos que son capaces de sentir su sabor.
98. El ojo del alma debe vigilar constantemente al orgullo, pues ninguna trampa es tan asesina como la que pone él.
99. Cuando dejes tu celda, sé avaro con tus palabras, pues pueden dilapidar en un momento el fruto de mucho trabajo.
100. Esfuérzate para no mezclarte en los asuntos ajenos; pues esto puede mancillar la hesiquia más que cualquier otra cosa.
101. Provee lo necesario para el cuerpo y para el espíritu a aquellos que vienen a visitarte. Si son más sabios que nosotros, mostremos nuestra sabiduría a través del silencio. Y si son hermanos semejantes a nosotros, abramos moderadamente la puerta de las palabras. Incluso es preferible considerarlos a todos superiores.
102. Hubiera querido prohibirles completamente a los jóvenes el trabajo manual, pero quien durante toda la noche llevó arena en su manto me lo impidió.
103. Quien enseña el dogma acerca de la Santísima Trinidad adorable e increada, parece contradecir la doctrina de la economía de la Encarnación de una de las tres Personas, pues lo que es plural en la Trinidad, es singular en Cristo y lo que es singular en Él, es plural en la Trinidad. De igual manera, unos son los ejercicios que convienen a los hesicastas y otros, los que convienen a los cenobitas.
104. El divino Apóstol dijo: "¿Quién conoció el pensamiento del Señor?" (Rm 11, 34). Y yo diré: "¿Quién conoció el intelecto del que es hesicasta de cuerpo y espíritu?
105. La fuerza de un rey reside en sus riquezas y en la gran cantidad de súbditos; la fuerza del hesicasta, en la abundancia de su oración.
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