En el lienzo quedó estampado el rostro de Jesús.
Cuando la Verónica se lo secó camino al Calvario.
El ‘vera icon’ se conservaría en el pueblo de Manoppello, en Italia.
Luego de haber sido robado de la Basílica de San Pedro hace cientos de años.
Otro hecho significativo, es que el día antes de su muerte, se le vio al Padre Pío en bilocación orando – a 200 kilómetros – frente al sagrado rostro de Manoppello.
Esto podría ser una de las pruebas de su autenticidad.
Es una de las tres reliquias más importantes sobre el rostro de Jesucristo, las cuales son:
El lienzo de la Verónica, que a veces se llama sudario, que fue con el que ella limpió la cara de Jesús en la vía dolorosa.
El que estaría en Manoppello y es de lo que habla el artículo. No es el sudario cuando ya estaba muerto.
El sudario que envolvió primeramente la cara de Jesús cuando lo bajaron de la santa cruz.
Y luego se le retiró al envolverlo en la sábana santa, que estaría en Oviedo.
La sábana santa que sería la mortaja con que envolvieron a Jesús en el santo sepulcro, que estaría en Turín.
REAPARICIÓN DE LA SANTA FAZ DE MANOPPELLO EN EL VATICANO
El sábado 16 de enero de 2016, peregrinos de la ciudad italiana de Manoppello, sede del Santuario de la Santa Faz, volvieron a una antigua procesión que se hizo por primera vez en 808 años en Roma.
Llevando una réplica de la imagen sagrada que los estudiosos creen que es el Velo de la Verónica (vera icon), pero que es venerada como la Santa Faz de Manoppello.
El Papa Inocencio III instituyó la procesión en 1208 cuando el Volto Santo – la Santa Faz – estaba en la basílica de San Pedro, su casa desde 705 hasta el siglo XVI, cuando el emperador Carlos V atacó la ciudad de Roma.
A continuación, el Santo Rostro fue robado, pasando por muchas manos, haciendo la ruta de todas las tabernas de Roma, sin que nadie se diera cuenta de lo que era, según los escritos de la duquesa de Urbino.
Los estudiosos dicen que terminó en el diminuto pueblo de Manoppello donde fue casi olvidado por el mundo exterior durante casi 500 años.
La extraordinaria historia detrás de la Santa Faz ha sido expertamente documentado por Paul Badde, que ha escrito varios libros sobre la imagen cuya historia ha sido comparado con un “thriller cultural”.
No obstante, la imagen del Santo Rostro que se procesionó fue una réplica y no la real, porque el pueblo de Manoppello teme que el Vaticano podría quererlo.
¿Cómo llegó el velo a Manoppello?
El único relato histórico es de un libro de un predicador capuchino llamado Donato da Bomba escrito entre los años 1642 y 1645.
Ahí dice que la Santa Faz llegó a Manoppello a principios del 1500. Fue ofrecido al Dr. Giacomoantonio Leonelli por un misterioso peregrino en la iglesia dedicada a San Nicola Di Bari.
Unos años después la imagen fue vendida a Donato Antonio de Fabritiis por Marzia Lionelli, por necesidad de ayudar a su marido que estaba en la cárcel.
En 1638 de Fabritiis entregó el velo a los frailes capuchinos de Manoppello.
La donación que fue autenticada públicamente en 1646.
Al principio el velo se conservaba en un armario cerrado al lado de altar, mostrado sólo a quienes lo solicitaban.
Pero en 1646 se construye una capilla para preservar la imagen, que era mostrada sólo en ciertos días del año.
Y a partir de ahí la piedad local por el Volto Santo de Manoppello la asoció con el Velo de la Verónica y se desarrolló un gran movimiento de popular.
CÓMO QUEDÓ EL DIVINO ROSTRO ESTAMPADO EN EL LIENZO
En el camino al Calvario, según la tradición, Santa Verónica experimentó el dolor y la agonía Nuestro Señor de la misma manera que la Santísima Madre María, cuando vio a Jesús cargando la cruz.
Se apartó de la multitud y le limpió la sangre y el sudor de su rostro con su velo.
Gracias por su bondad, Jesús hizo un milagro y dejó una huella de pintura de su rostro en el velo.
Esta mujer es retratada en la Sexta Estación del Vía Crucis, que se titula ‘Verónica limpiando la cara de Jesús’.
Aunque no habla la Escritura de él, este evento se registra en las visiones de Ana Catalina Emmerich.
De acuerdo con La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo,
“Jesús tomó el velo en su mano, se limpió la cara ensangrentada, y se lo devolvió con un agradecimiento. Verónica besó, y lo colocó debajo de su Manto”
Esa Verónica que limpió el rostro de Cristo ha sido también reconocida, en la historia cristiana temprana de la Iglesia, como la mujer que sanó tocando la túnica de Jesús, también llamada Berenice.
La historia de esta hemorroísa de los evangelios que tocó el manto de Jesús y se sanó se relata en los Evangelios sinópticos Mt 9:20-22, Mc 5:25-34 y Lc 8:43-48.
La Fiesta de la Verónica se celebra el 12 de julio.
Según la leyenda, la Verónica mantuvo el velo y descubrió sus propiedades curativas.
Se dice que ella curó al emperador Tiberio con el velo, y luego lo dejó a cargo del Papa Clemente (el cuarto Papa) y sus sucesores.
Supuestamente, ha estado en sus manos desde entonces, mantenido bajo llave en la Basílica de San Pedro.
Sin embargo el jesuita Heinrich Pfeiffer, profesor de historia del arte cristiano en la Universidad Gregoriana del Vaticano, dice que el velo en San Pedro es sólo una copia.
El original, dice, misteriosamente desapareció de Roma en 1608 y el Vaticano ha estado pasando copias como el original, para evitar que los peregrinos se decepcionen cuando van a verlo en su exhibición anual.
Es Pfeiffer quien afirma haber redescubierto el auténtico velo en un monasterio capuchino en el pequeño pueblo de Manoppello, Italia.
Según Pfeiffer, la leyenda del velo de Verónica sólo se remonta al siglo IV, y no fue hasta la Edad Media que se unió a la historia de la crucifixión.
El velo original permaneció en el Vaticano desde el siglo XII hasta 1608, donde era venerado por los peregrinos como la imagen real de Cristo.
Cuando el Papa Pablo V ordenó la demolición de la capilla en la que se conservaba el velo, la reliquia fue trasladada a los archivos del Vaticano.
El velo entonces desapareció, dice Pfeiffer.
Los registros guardados en el monasterio de Manoppello revelan que el velo fue robado y vendido, como vimos.
El noble, a su vez, lo entregó a los monjes capuchinos que lo colocaron dentro de un marco de nogal entre dos hojas de vidrio.
Y ha estado en su monasterio desde entonces.
Sin embargo historiadores escépticos sospechan, sin embargo, que la imagen en el velo fue, de hecho, creada como una copia deliberada de la cara en la Sábana Santa.
Y es por eso que el velo recibió el nombre que dio origen a la leyenda: Verónica (vera-icon) significa “imagen verdadera”.
SUS PROPIEDADES
La tela muestra el rostro barbudo de un hombre con rizos judíos (peyes).
Un hombre cuya nariz ha sido destrozada.
La mejilla derecha está hinchada, la barba en parte arrancada.
La frente y los labios tienen en ellos signos de rosáceos, lo que sugiere heridas recién curadas.
Una paz inexplicable llena una mirada de ojos abiertos. Hay asombro, sorpresa, piedad compasiva. No hay desesperación, ni dolor, ni ira.
Es como la cara de un hombre que acaba de despertar a una nueva mañana.
Su boca está medio abierta. Incluso sus dientes son visibles.
Todas las proporciones de la imagen muestran, 1 a 1, las medidas de tamaño natural de una cara humana, en el paño que mide 17 por 24 centímetros.
El velo es transparente, como una media de seda.
La imagen no es como una pintura sino una gran diapositiva fotográfica.
Mirado a la luz, es transparente. En la sombra, sin luz, se vuelve casi gris pizarra.
A la luz de las bombillas eléctricas, el delicado paño es de color oro y miel, al igual que el rostro de Cristo descrito por Gertrud de Helfta en el siglo XIII.
La cara se vuelve invisible dependiendo de cómo la luz la golpea.
“El hecho de que el rostro aparezca y desaparezca según el origen de la luz fue considerado un milagro en sí mismo en la época medieval”, señaló Pfeiffer.
“Esto no es una pintura, no sabemos cuál es el material que moldea la imagen”.
Los exámenes ultravioleta de la tela, realizados por el profesor Donato Vittore de la Universidad de Bari, confirman que la imagen no es pintura.
Particularmente son dignas de mención varias manchas pequeñas de color marrón rojizo; presumiblemente gotas de sangre de las heridas causadas por la corona de espinas.
La tela está finamente tejida, tan fina que parece que cabría en una cáscara de nuez si se doblara firmemente.
Una pregunta crucial se refiere a la propia tela.
Por su consistencia parece nylon de color, aunque el nylon no fue inventado hace 400 años.
¿Entonces qué es? ¿Algodón, lana, lino?
No es de ese hilado, todos son demasiado gruesos para permitir esta transparencia inmaterial.
Incluso la seda no lo permite.
Parecería que es de “byssus” un tejido sagrado.
El material se produce a partir de hilos de un cierto tipo de mejillón (pinna nobilis) que se adhiere al suelo.
Cada mayo, algunos se sumergen bajo la luz de la luna a cinco metros de profundidad en el mar para recogerlos y cosecharlos.
Luego se peinan, se hilan y se tejen en un tejido muy preciado.
Byssus fue el tejido más costoso en el mundo antiguo.
Se ha encontrado en las tumbas de los faraones egipcios, y se menciona a menudo en la Biblia, donde se dice que es obligatorio para las alfombras del Santo de los Santos y para el “Efod”, la vestimenta del sumo sacerdote.
Remojado en limón se vuelve dorado. En épocas anteriores, empapado en la orina de la vaca, se volvía más pálido y más brillante.
PRUEBAS DE AUTENTICIDAD DEL ROSTRO DE MANOPPELLO
El sitio oficial del Santo Rostro de Manoppello describe
“la imagen de un hombre de cabello largo, con la cara tumefacta, la frente ensangrentada, la nariz contusa” (Mc 15:17 – Mt 27:29) y una mejilla hinchada (Jn 18:22).
También incluye estudios del P. Heinrich Pfeiffer, que piensa que es la Verónica Romana.
Robada cuando demolieron la capilla en que se guardaba, y que otros consideran que podría ser además el “sudarium” de Jesús que se encontró en un lugar diferente que las vendas mencionadas en el Evangelio de S. Juan (Jn. 20, 7).
Los pocos que han visto el que está conservado en Roma han dicho que no podían discernir un rostro en el tejido que vieron y no se ha estudiado tanto como el de Mannopello.
El origen no es el único misterio del Santo Rostro.
Según Donato Vittore, catedrático en la Universidad de Bari, que usó un analizador digital de muy alta resolución para estudiar el Velo, “No es una pintura“:
“En el espacio entre el hilo del urdido y el de la trama no hay residuos de color.
.
Tenemos que excluir también el uso de la acuarela porque los contornos de la imagen son muy limpios en el ojo y en la boca, mientras que la acuarela empapa en manera no exacta el hilo provocando aureolas en los detalles.
.
Creer que sea una estampa significa no considerar que la imagen es perfectamente visible desde los dos lados.”
Observaciones bajo luz ultravioleta han confirmado que no hay pintura sobre el Velo.
Añade la iconógrafa Hna. Blandina Paschalis Schlomer al ser entrevistada [en“Averiguación de sor Blandina”] que el Velo:
“tiene una particularidad excepcional: parece una diapositiva estampada en la tela o un negativo fotográfico que se convierte en una pintura transparente.
Vienen a la mente las palabras de San Ireneo: ‘Dios no puede ser visto por nosotros, pero puede ver en el fondo de nuestra alma y decidir mostrarse a cada uno de nosotros de un momento a otro’.”
En su famoso estudio concluye que la imagen del Velo es la misma imagen de Cristo que se ve en la Sábana Santa de Turín.
“El trabajo fundamental ha sido individuar los puntos de convergencia.
Averigué más de diez de ellos: caverna ocular izquierda, caverna ocular derecha con la “pequeña gota” confinada en el ámbito del iris, parte derecha de la nariz sobre el lado vertical, el pequeño círculo encima del labio superior etc. hasta que obtuve la perfecta superposición.”
El P. Andreas Resch llega a la misma conclusión en su artículo: “La Paranormalogía y el Santo Rostro: La perfecta superposición de los dos Rostros ¿es un ‘casualismo’?”.
Jan S. Jaworski y Giulio Fanti procesaron la imagen en 3 dimensiones al igual que la Sábana Santa de Turín para mostrar que son la misma imagen.
FUENTE: https://forosdelavirgen.org
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