EL VALOR DE LA ORACIÓN.
Hallábame en un espacio inmenso y luminoso, y a medida que me fijaba en le horizonte, aquel espacio se dilataba más y más. Me fue mostrado el valor de las diferentes oraciones en la presencia de Dios. Todas ellas estaban señaladas en grandes tablas blancas y parecían divididas en cuatro clases. Unas oraciones habían sido escritas con magníficos caracteres de oro; otras con letras color de plata; otras con letras oscuras, y las últimas negras: éstas habían sido luego borradas con una raya. Todo lo miraba yo con alegría; pero temiendo no ser digna de entender el significado, apenas me atrevía a preguntárselo a mi guía.
"Lo que está señalado con letras de oro, me dijo, es la oración de aquéllos que tienen intención de hacer sus obras buenas en unidad con los méritos de Jesucristo, renovando con frecuencia esta intención; los cuales están prontos también a obedecer sus mandatos y a imitar sus ejemplos. Lo que está señalado con letras de plata, es la oración de los que no piensan unir sus obras con los méritos de Cristo, pero son piadosos y oran con sencillez de corazón. Lo escrito con letras oscuras, es la oración de aquellos que aunque no están tranquilos si no se confiesan y comulgan con frecuencia y rezan todos los días ciertas oraciones, sin embargo, son tibios y hacen sus obras sólo por costumbre. Finalmente, lo escrito con letras negras y luego borrado, es la oración de aquellos que ponen toda su confianza en las oraciones vocales y en las buenas obras que creen practicar; pero no cumplen los mandamientos, ni hacen violencia a sus pasiones desordenadas. Esta oración no tiene valor alguno en la presencia de Dios; por eso está borrada. De la misma manera están borradas las buenas obras de aquéllos que se afanan mucho en hacer el bien, pero sólo tienen presente, al hacerlo, su propia honra y provecho temporal".
DIVERSAS ENSEÑANZAS SOBRE LA ORACIÓN.
Dios no resiste a esta oración (se refiere a la oración hecha con los brazos en cruz), pues su Hijo único ha perseverado orando así hasta su muerte.
Desde niña he tenido la costumbre de orar todas las noches pidiéndo el divino auxilio en todos los casos desastrosos, como caídas, incendios, y después he visto muchas representaciones de aquellos peligros que eran felizmente conjurados. Cuando por ventura omitía esta oración, no dejaba entonces de ver o de oír alguna desgracia; de lo cual deduzco no solamente la necesidad de esta oración espiritual, sino también la utilidad de comunicar a los demás esta convicción mía, a fin de que se muevan a esta obra de caridad, que consiste en que rueguen por el prójimo aquéllos que no ven, como yo veo, los efectos de esta oración.
Desde niña he tenido la costumbre de orar todas las noches pidiéndo el divino auxilio en todos los casos desastrosos, como caídas, incendios, y después he visto muchas representaciones de aquellos peligros que eran felizmente conjurados. Cuando por ventura omitía esta oración, no dejaba entonces de ver o de oír alguna desgracia; de lo cual deduzco no solamente la necesidad de esta oración espiritual, sino también la utilidad de comunicar a los demás esta convicción mía, a fin de que se muevan a esta obra de caridad, que consiste en que rueguen por el prójimo aquéllos que no ven, como yo veo, los efectos de esta oración.
DE LA MANERA DE ORAR.
Es verdad que el enemigo trata de impedir al hombre que haga oración, y cuanto más devota es esta oración, mayor empeño pone él en combatirlo. Sobre este punto me fue mostrada una vez esta semejanza: hallábame en una hermosa iglesia y vi a tres mujeres que hacían oración. Detrás de ellas había una figura horrible, la cual empezó a halagar a la primera de las mujeres, que no tardó en dormirse. Se acercó luego a la segunda con el mismo intento; pero no pudo conseguirlo del todo. Habiéndose llegado a la tercera, la golpeó y maltrató tanto que tuve gran compasión de ella. Pregunté a mi guía qué significaba aquella visión y él me respondió que era un símbolo de la oración. La primera mujer había empezado a orar sin fervor ni gravedad y por esto la durmió luego el demonio; la segunda era mejor que la primera, pero también tibia; la tercera era buena y su oración muy fervorosa, por lo cual la tentación fue más violenta, pero felizmente la rechazó.
Es oración especialmente agradable a Dios la que se hace por los demás y sobre todo por las almas del Purgatorio. Rogando, pues, por ellas pone uno su oración a buen rédito.
Es oración especialmente agradable a Dios la que se hace por los demás y sobre todo por las almas del Purgatorio. Rogando, pues, por ellas pone uno su oración a buen rédito.
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