Jesucristo está ahora glorioso en el Cielo y en el sagrario.
Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. Como Dios está en todas partes. Como Hombre está solamente en el Cielo y en el sagrario, en el Sacramento de la Eucaristía. La eucaristía es la última prueba del amor de Dios a los hombres.
Amar es dar: Dios nos lo ha dado todo con la CREACIÓN.
Amar es comunicarse: Dios se nos ha comunicado con la REVELACIÓN.
Amar es hacerse semejante al amado: Dios se ha hecho uno de nosotros en la ENCARNACIÓN.
Amar es sacrificarse por el amado: Dios nos ha dado su vida en la REDENCIÓN.
Amar es obsequiar al amado: Dios nos da el supremo bien de la SALVACIÓN.
Amar es acompañar al amado: Dios se ha quedado, para siempre, a nuestro lado en la EUCARISTÍA.
El sagrario es lo principal de la iglesia; aunque a veces no está en el altar mayor. El sagrario es una especie de casita, con su puerta y con su llave. Allí está Jesucristo, y por eso, al lado hay encendida una lamparita. Siempre que pasemos por delante, debemos poner la rodilla derecha en tierra, en señal de adoración, lo mismo si está reservado que si está expuesto.
Las imágenes merecen nuestra veneración y respeto porque están en lugar del Señor, de la Virgen y de los Santos, a quienes representan. Son sus retratos, sus estatuas. Pero lo que hay en el sagrario no es un retrato o estatua de Jesucristo, sino el mismo Jesucristo, vivo, pero glorioso: como está ahora en el cielo.
Las imágenes no se adoran, se veneran. Adorar es poner un ídolo en el lugar de Dios, reemplazándolo. La adoración sólo es para Dios. Venerar es reconocer el valor que tiene para mí alguien o algo, por lo cual merece nuestro respeto. Yo venero a mis padres y a mi patria, pero no por eso los adoro. Adoro sólo a Dios.
A Jesucristo, en el sagrario, sí lo adoramos. Adoración consiste en tributar a una persona o cosa honores de Dios. Se llama culto de latría. Se diferencia del culto de dulía que consiste en la veneración que se tributa a todo lo que no es Dios, pero se relaciona con Él (imágenes, reliquias, etc.).
A los santos se les tributa culto de dulía, como de intercesores ante Dios. La adoración sólo se tributa a Dios. Por eso, en el Imperio Romano, muchos cristianos fueron mártires por no querer adorar a los ídolos.
El doblar la rodilla tiene distintos significados, según la voluntad del que lo hace: ante la Eucaristía es adoración, ante una imagen es veneración, ante los reyes es reverencia.
La veneración de las imágenes no va dirigida a la materia de la que está hecha (piedra, madera, lienzo o papel) sino a la persona a la que representa. Cuando tú besas la foto de tu madre, tu beso no se dirige al papel fotográfico sino a tu madre en persona. La idolatría se dirige a la imagen misma como a un dios. Dice el Concilio II de Nicea: «el honor tributado a la imagen va dirigido a quien está representado en ella».
Los textos del Nuevo Testamento que hablan de los ídolos, se refieren a auténticos ídolos adorados por paganos, pero no a simples imágenes.
Por eso el Concilio Ecuménico de Nicea del año 787, justificó el culto de las sagradas imágenes.
Los Testigos de Jehová, hasta el saludo a la bandera nacional lo consideran como un acto de idolatría. Esto es absurdo.
Es muy importante que consideres a Jesucristo en el sagrario, no como una cosa, sino como una Persona que siente, que ama, que te está esperando.
Jesucristo está en el sagrario, deseando que vayamos a visitarle. Debemos ir con frecuencia a contarle nuestras penas y necesidades, y a pedirle consuelo y ayuda. Es muy buena costumbre entrar a saludar a Jesucristo al pasar por delante de una iglesia, al menos una vez al día. Aunque sea brevemente.
Por mucha prisa que tengas puedes entrar un momento y decir:
«Señor:
Yo creo que estás aquí presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
Te adoro con todo mi corazón, como al único Dios verdadero.
Te amo sobre todas las cosas.
Te doy gracias por todos los beneficios que de Ti he recibido.
Te pido por todas mis intenciones.
Te ruego que me ayudes en todo lo que necesite. Amén».
No has tardado ni un minuto. Y si tienes tiempo, el P. Jesús María Granero S.I.. te sugiere que digas: “Señor, lo necesito todo; pero no te pido nada. Vengo a estar contigo”.
Algunas veces, se hace la exposición del Santísimo Sacramento. Los fieles se arrodillan ante Él para adorar al Señor, darle gracias por su amor, y pedirle su ayuda.
Al final de la exposición, se da la bendición con el Santísimo a los fieles: entonces, es el mismo Cristo quien les bendice y derrama sobre ellos sus gracias.
JESUCRISTO ESTÁ REAL Y VERDADERAMENTE PRESENTE EN EL SAGRARIO, AUNQUE ENCUBIERTO BAJO APARIENCIAS DE PAN, EN LA HOSTIA CONSAGRADA.
JESUCRISTO TAMBIÉN ESTÁ ENCUBIERTO BAJO APARIENCIAS DE VINO EN EL CÁLIZ CONSAGRADO.
En la Eucaristía permanecen el olor, color y sabor del pan y del vino; pero su substancia se ha convertido en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo .
Esta conversión se llama transubstanciación. Es el tránsito de una cosa a otra. Cesan las sustancias del pan y el vino porque suceden en su lugar el cuerpo y la sangre de Cristo.
La transustanciación es una conversión milagrosa y singular, distinta de las conversiones naturales. Porque en ella, tanto la materia como la forma del pan y del vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Sólo los accidentes permanecen sin cambiar: seguimos viendo el pan y el vino pero substancialmente ya no lo son, porque en ellos está realmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo.
Substancia es aquello por lo cual algo es lo que es. Lo que hay de permanente en el ser, por lo cual subsiste. No lo que es transitorio y accidental, que no es esencial y constante, y que necesita una substancia donde residir: como son el color, el olor y el sabor.
Cristo está presente en el sacramento del altar por transustanciarse toda la sustancia de pan en su cuerpo, y toda la sustancia de vino en su sangre.
La Hostia, antes de la Consagración, es pan de trigo. La Hostia, después de la Consagración, es el Cuerpo de Jesucristo, con su Sangre, su Alma y su Divinidad.
Del pan sólo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
En el cáliz, antes de la Consagración, hay vino de uva. En el cáliz, después de la Consagración, está la Sangre de Cristo, con su Cuerpo, su Alma y su Divinidad.
Del vino sólo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
Jesucristo, en razón de su única Persona, está entero en cada una de las dos especies sacramentales; por eso, para recibirlo, no es necesario comulgar bajo las dos especies de pan y vino: basta cualquiera de las dos para recibirlo entero.
La palabra griega “soma”, en la antropología hebrea, significa “cuerpo” en su totalidad; no en contraposición con la sangre. Igualmente la palabra “airna” (sangre) significa lo que es el hombre en su totalidad.
Cristo repite la misma idea para confirmarla, para remacharla. Es un paralelismo llamado «climático» muy frecuente en el modo de hablar hebreo.
Cristo en la eucaristía está vivo, resucitado. «No se trata de una venerable reliquia, como sería el cuerpo muerto de Cristo; sino de Jesús vivo como dice San Juan pan vivo . Y por ello vivificante. Comer el cuerpo vivo y resucitado de Jesús nos llevará a nosotros mismos a la resurrección final gloriosa» «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día».
A continuación, podremos leer unas reflexiones de Fray Antonio Corredor:
LA EUCARISTÍA ...
Es misterio, Es sacramento.
Es sacrificio.
Como misterio, se cree.
Como sacramento, se recibe.
Como sacrificio, se ofrece.
Se propone al entendimiento como misterio.
Se da al alma como alimento.
Se ofrece a Dios como homenaje .
Como misterio, asombra.
Como sacramento, alimenta.
Como sacrificio, redime.
Como sacramento, esfuerza.
Como sacrificio, rescata.
Como misterio, es admirable.
Como sacramento, es deleitable.
Como sacrificio, es inefable.
Como misterio, es un portento.
Como sacramento, es un compañero.
Como sacrificio, alimenta.
Como misterio, es impenetrable.
Como sacramento, es sabrosísimo.
Como sacrificio, es valiosísimo.
Como misterio... debo meditarlo.
Como sacramento... debo gustarlo.
Como sacrificio... debo apreciarlo sobre todo
Es misterio de fe. Debo creerlo.
Es sacramento de amor. Debo amarlo .
Es sacrificio de un Dios. Debo confiar en él.
Como misterio, se esconde ... Es el sagrario.
Como sacramento, alimenta... Es convite... Es la comunión.
Como sacrificio, se inmola ...Es víctima... Es la Santa Misa.
¡OH MISTERIO ADORABLE! El sagrario será mi refugio.
¡OH SACRAMENTO DULCÍSIMO! Comulgar será mi mayor deseo.
¡OH SACRIFICIO ESTUPENDO! La misa será mi devoción primera.
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