Los sacerdotes viven experiencias maravillosas constantemente
Dale un beso a tu salvador
Autor: Kevin Matthew Lee. Parramatta (Australia)
Déjame pedir por ti para que tengas el coraje de cambiar de idea y salves la vida de tu hijo, que todavía no nace.
Hay muchos ejemplos de cómo Dios ha obrado por medio de mí como instrumento, pero la siguiente historia es la que más recuerdo, y la que más me ha asombrado.
Estaba una noche de capellán en el hospital de Westmead, cuando llegó una nota pidiendo que yo fuera a bendecir a una mujer que tendría una operación al día siguiente. Entonces fui y encontré una mujer embarazada, y me dijo que estaba preocupada por la operación.
– ¿Qué le van a hacer?
–«Una histerotomía muy grande» –me dijo–.
Pensé: «Será muy difícil que puedan extraer el útero y salvar al bebé». Entonces ella continuó diciéndome que era necesario que procedieran así, ya que tenía un cáncer cervical.
Le habían dicho: «Dios no necesita perdonarte, porque no tiene nada de malo lo que planeas hacer».
Le conté de la beata Gianna Beretta Molla, una doctora italiana que tomó la decisión heroica de sacrificar su vida por la de su hijo, que todavía no nacía, y rogué para que ella confiara en Dios en esta situación.
«Por favor, déjame pedir por ti para que tengas el coraje de cambiar de idea y salves la vida de tu hijo, que todavía no nace». Con lágrimas en su rostro rezó conmigo. Volví a casa y oré en la capilla durante la noche para que no perseverara en su decisión. Hablé con un doctor en nuestra parroquia, y él insistió en que ella continuara con el embarazo hasta que el niño tuviera siete meses, así podría dar a luz y después tener la operación.
Al día siguiente, a las ocho de la mañana, un hombre tocó a la puerta. Su voz llena de ansiedad dijo: «¿Es usted el sacerdote que habló con mi esposa anoche?» Pensé que estaría muy enojado conmigo, pero para mi sorpresa dijo: «Quiero agradecerle. Vamos a seguir su consejo y esperar hasta que el bebé tenga siete meses, y entonces induciremos el parto». La mamá continuó y tuvo una niña muy hermosa y saludable a quien después bauticé. Un mes después tuvo la histerotomía y quedó fuera del peligro de cáncer.
Cada año, en el cumpleaños de la niña, veo a su mamá y a su papá en la santa misa con sus hijos en la parroquia. La madre siempre le dice a su hija: «Ven y dale un beso a tu salvador».
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Engendrados por el bautismo
Autor: José Rodrigo López Cepeda, MSpS (Guadalajara, Mex.)
Yo también estoy llamado a engendrar a la vida de fe a muchos
Visitando mi ciudad natal, cedí a la petición de mi madre de ir a ver a una amiga suya internada en el hospital. Estando en la habitación de la enferma, se acercó a mí una de las enfermeras y me pidió si podría ver a un anciano sacerdote que estaba muy grave. Sin indagar más me despedí de la amiga de mi madre y me dirigí a terapia intensiva en donde estaba mi hermano en el sacerdocio.
Al entrar fue muy grande mi sorpresa pues aquel anciano sacerdote, ciertamente muy grave, era el sacerdote que me había bautizado. Estaba inconsciente. Me presenté a la persona que lo cuidaba y se echó a llorar cuando le dije que yo había sido bautizado por aquel sacerdote.
Y me dijo: «Padre… el Señor Cura supo de su ordenación sacerdotal allá en Europa, y decía que no quería morirse sin ver a su hijo sacerdote, pues él le había engendrado a la fe por el agua del bautismo». Y allí estaba yo ungiendo y presentando al Señor a ese siervo fiel que me había regalado la gracia que ahora me permitía a mí bendecirlo.
Este hecho ha marcado mi vida sacerdotal, pues yo también estoy llamado a engendrar a la vida de fe a muchos por el bautismo, pero más aún por mi forma de vivir la fe. No sé cuántos de los que yo he bautizado haya llamado Dios a servirle, pero desde entonces, cada vez que presento un niño en la pila bautismal hago una petición en mi interior: «Que el día de mañana, Señor, uno de ellos me ayude a ir a tu encuentro».
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