EL CURA DE ARS, SACERDOTE EJEMPLAR
ÁNGEL PEÑA O.A.R.
LIMA – PERÚ
7. SEMINARISTA
A los pocos días de llegar a casa, el 8 de febrero de 1811, moría su santa madre a los 58 años de edad. Siempre la recordó con mucho cariño y decía que, después de haberla perdido, no se le había apegado más su corazón a cosa alguna de la tierra.
Regresó a Ecully a continuar sus estudios con el padre Balley, alojándose, no en casa de su prima Margarita Humbert como la primera vez, sino en la misma casa del párroco. A cambio de su manutención haría de empleado, sacristán, cantor y acompañante del párroco en sus salidas a los pueblos. Iba a cumplir 25 años. El 28 de mayo de 1811 recibió la tonsura, pasando así a pertenecer al estado clerical.
En 1812 el padre Balley lo envió al seminario menor de Verrières para estudiar filosofía. Como las clases eran en latín, no entendía ni las preguntas que le hacían. Años después dirá: En Verrières tuve algo que sufrir. Su consuelo eran las largas visitas a la capilla y su gran devoción a María. Al final del curso, aprobó con mucha dificultad. Durante las vacaciones, su padrino, el padre Balley, lo preparó intensamente y lo mandó al Seminario mayor de san Ireneo de Lión. Sin embargo, después de seis meses, los directores, pensando que no podría seguir adelante, le rogaron que se retirara25. Prácticamente era expulsado y quedaba sin esperanzas de llegar a la meta soñada.
El mismo día de su salida del Seminario fue a tocar la puerta de los Hermanos de las Escuelas cristianas de Lión a ver si lo aceptaban, y regresó a Ecully. Allí su maestro le hizo desistir de la idea de ser hermano de las Escuelas cristianas y le recalcó que su vocación era ser sacerdote y que había que seguir insistiendo. Y Dios le confirmó en su vocación. Él recuerda: Cuando estudiaba, estaba lleno de tristeza. No sabía qué hacer y, al pasar por la casa de la señora Bibost, se me dijo: “Estáte tranquilo, tú serás sacerdote un día”. Otra vez, que
24 Condesa de Garets, P.O., p. 894.
25 Padre Bezacier, P.O., p. 1273.
estaba muy preocupado, escuché la misma voz que me dijo claramente: “¿Qué te ha faltado hasta ahora?”26.
A fines de mayo de 1814 el padre Balley lo presentó de nuevo a exámenes y fue desaprobado. Pero ese mismo día el padre Balley fue a hablar a Lión con el Vicario general y con el Superior del Seminario, decidiendo que ellos irían a Ecully para examinarlo delante de su maestro. Juan María parece que esta vez contestó satisfactoriamente y como, en ese momento, el que dirigía la diócesis por ausencia del cardenal Fesch era Monseñor Courbon, él se inclinó por tenerle indulgencia. Se limitó a preguntar:
- ¿Juan María es piadoso? ¿Es devoto de la Virgen? ¿Sabe rezar el rosario?
- Sí, es un modelo de piedad.
- Pues yo lo admito. La gracia de Dios hará lo que falta27.
De esta manera fue aceptado para recibir las órdenes menores y el subdiaconado el 2 de julio de 1814. Siguió estudiando el curso (1814-1815) con su maestro en Ecully y, en mayo de 1815, fue al Seminario de san Ireneo de Lión para ser ordenado diácono el 23 de junio.
Tuvo que pasar otro examen final y fue aprobado, pues según algunos testimonios contestó favorablemente. El 9 de agosto recibió de Monseñor Courbon las cartas testimoniales para ser ordenado sacerdote en Grenoble por el obispo de esa ciudad. En esas cartas testimoniales había una nota que decía: No se le dará, de momento, licencia para escuchar confesiones.
8. SACERDOTE
Juan María partió de Lión a Grenoble, caminando a pie, los 100 Kms de distancia con el fuerte sol de agosto. En el camino fue detenido, insultado y maltratado por los soldados austríacos que habían invadido Francia después de la derrota de Napoleón en Waterloo. Por fin llegó a su destino y el 13 de agosto de
1815 fue ordenado sacerdote él solo, sin la compañía de compañeros o familiares.
26 Monnin, tomo I, p. 244.
27 Padre Toccanier, P.O., p. 115.
Regresó a Ecully el 16 de agosto, ya que había sido nombrado vicario coadjutor del padre Balley, quien a los pocos meses consiguió los permisos necesarios para que pudiera confesar, siendo él mismo su primer penitente.
El padre Balley murió el 17 de diciembre de 1817 después de recibir los santos sacramentos del padre Vianney. Antes de morir, le había regalado sus objetos de penitencia, sus libros y otras cosas personales. Guardó siempre como un tesoro un espejo que lo tenía encima de la chimenea de Ars, porque había reflejado el rostro de su amado maestro.
9. ARS
Al morir su maestro, fue nombrado en 1818 capellán de la iglesia de Ars. Al darle el nombramiento, le dijo Monseñor Courbon: No hay mucho amor a Dios en ese pueblo, pero usted lo pondrá.
Ars era un pueblecito de 230 habitantes que pertenecía a la parroquia de Mizerieux. Era un lugar pobre y con un clima muy húmedo. Espiritualmente el ambiente era parecido al de otros pueblos vecinos que habían sufrido los embates de la persecución revolucionaria. El último sacerdote durante la Revolución había juramentado y se había retirado del sacerdocio, quedándose en el pueblo como comerciante; lo que contribuyó a una mayor pérdida del sentido cristiano. Después vino el padre Juan Lecourt, un ex-cartujo, muy severo y poco apto para el trabajo pastoral. Entre 1806 y 1818 hubo otros dos sacerdotes que pasaron sin pena ni gloria. El último fue un joven de 27 años que murió de tuberculosis.
El padre Vianney llegó acompañado de la señora Bibost, ama de llaves del padre Balley. Hicieron los 30 Kms de Ecully hasta Ars a pie. Detrás venía un carro con los libros donados por el padre Balley (más de 400), con algunas ropas y poco más.
Ese día había mucha niebla y, al llegar cerca del pueblo, no se veía el horizonte. Preguntaron a un niño pastor, Antonio Givre, cuál era el camino a Ars. El niño se lo indicó y el santo cura le dijo: Tú me has mostrado el camino a Ars, yo te mostraré el camino del cielo29. Este hecho ha querido ser inmortalizado y en ese lugar se encuentra un monumento de bronce, recordando el suceso. De hecho, el padre Vianney le ayudó a ir al cielo a aquel niño, que fue el primero en morir en el pueblo después de él, 41 años después.
28 Lassagne, Memoria 2, p. 8.
29 Lassagne Catalina, Proceso apostólico ne pereant, p. 404.
Al ver las primeras casas del pueblo tuvo un presentimiento: Algún día esta parroquia no podrá contener a los que acudirán a ella30. Y en ese mismo lugar, viendo de lejos la aldea de Ars se arrodilló y rezó al ángel de la guarda del pueblo31. Era el 9 de febrero de 1818.
El 13 de febrero tomó posesión de la capellanía, estando presente el párroco de Mizerieux y las autoridades con la mayoría de la gente del pueblo.
10. SU CARÁCTER
El santo cura de Ars era pequeño de estatura, pero tenía un corazón abierto al mundo entero y lleno de amor para todos. Tenía unos ojos azules que llegaban hasta el fondo del alma, pues conocía por un don de
Dios el corazón de las personas. Su mirada era dulce y serena, y no asustaba a nadie. Era sencillo, asequible y nunca rechazaba a nadie, a pesar de que le gustaba la soledad y el silencio para estar a solas con Dios.
Tenía la cara pálida por sus muchas penitencias y, en sus últimos años, caminaba con el pecho inclinado hacia adelante como quien está acostumbrado a escuchar a quien le habla. Su sonrisa raramente se le quitaba de sus labios.
Juana María Chanay recuerda que era muy alegre y en su conversación decía con gusto algunas palabras para hacer reír33. Sus ojos resplandecían como diamantes.
Era de carácter nervioso y no podía estar inactivo. No podía perder el tiempo en bagatelas, debía orar o hacer algo por los demás. Le gustaba la naturaleza desde sus tiempos de pastor y, cuando podía, se daba paseos por el campo para orar, rezar el breviario y el rosario, y saludar a la gente.
Algo que debemos recalcar es que era muy exigente, rechazando las modas y bailes inconvenientes. En la confesión solía diferir la absolución hasta que no veía pruebas de arrepentimiento. A una señora de París le ordenó quemar todos los malos libros de su biblioteca antes de recibir la absolución. Y quería
30 Fray Atanasio, P.O., p. 667.
31 Padre Rougemont, Proceso apostólico continuativo, p. 743.
32 Nodet Bernard, La vie du curé d'Ars, Ed. Tequi, París, 1975, p. 214.
33 P.O., p. 708.
34 Proceso apostólico continuativo, p. 654.
35 Padre Rougemont, Proceso apostólico continuativo, p. 74.
que todos fueran santos; por ello los animaba a comulgar frecuentemente, a hacer visitas diarias a Jesús sacramentado, a rezar el rosario todos los días y a rezar en familia antes y después de las comidas.
Por otra parte, era obediente a las normas de la Iglesia en la celebración de la misa, en el vestir como sacerdote y en el rezo del breviario. Decía: El breviario es ligero como una pluma para los sacerdotes santos. Él llevaba siempre el breviario bajo el brazo y amaba mucho rezarlo. El padre Tailhades le preguntó por qué le gustaba tanto rezarlo y respondió: El breviario es mi fiel compañero. No puedo ir a ninguna parte sin él.
Y tenía un sentido del humor que alegraba la vida de cuantos lo conocían. Como una pequeña muestra digamos que, cuando el emperador Napoleón III lo nombró caballero de la legión de honor y el obispo lo nombró canónigo, decía: Cuando me muera y me presente con estos juguetes en las manos, Dios me dirá: Muy bien, tú ya has recibido la recompensa38. Y continuaba: Yo soy canónigo por bondad de Monseñor, caballero de honor por error del emperador y pastor de tres ovejas y un burro por voluntad de mi padre39. No sé por qué el emperador me ha concedido el honor de ser caballero, a no ser, porque he sido desertor40.
11. PRIMEROS TIEMPOS
Lo primero que hizo al llegar a Ars fue dedicarse a orar intensamente por la conversión de sus feligreses.
Decía: Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia. Consiento en sufrir cuanto queráis durante toda mi vida, aunque sea durante cien años los dolores más vivos con tal que se conviertan41. Muchos días se daba disciplinas (latigazos) para ofrecer al buen Dios esas flores de amor por sus fieles, a quienes veía muy alejados de Dios, especialmente a los hombres.
Por eso, cuando años más tarde un sacerdote vecino, desanimado al no ver frutos de conversión entre sus fieles, le preguntó qué podía hacer, nuestro santo le contestó: Usted ha orado, pero ¿ha ayunado, velado, dormido en el suelo? ¿Se ha disciplinado? Mientras no llegue a ello, no crea haberlo hecho todo.
36 Nodet, o.c., p. 102.
37 Trochu Francis, El cura de Ars, cuarta edición, Ed. Palabra, Madrid, 1986, p. 384.
38 Toccanier, P.O., p. 176.
39 Toccanier, Annales de Ars, p. 254.
40 Monnin, tomo I, p. 75.
41 Proceso apostólico ne pereant, p. 73.
42 Archivo secreto del Vaticano, tomo 227, p. 53.
Por su cuenta se iba a las cuatro de la mañana a la iglesia y estaba hasta las siete, que era la hora de la misa, en adoración ante Jesús sacramentado. Cuando lo buscaba la gente, ya sabía que normalmente estaba en la iglesia orando, pues parecía que vivía en la iglesia.
Por la tarde salía a dar un paseo por los campos con la finalidad de saludar a la gente, mientras rezaba el Oficio divino y el rosario. Al mediodía iba a visitar a las familias a la hora de la comida, tratando de interesarse por sus cosas. Y pronto se ganó el aprecio de todos por su jovialidad y su bondad.
Cuando sabía de algún enfermo, iba a visitarlo dándole algo para sus necesidades. Los niños eran sus preferidos. Siempre les sonreía y les decía palabras amables45. Se preocupó de enseñarles a cantar y consiguió túnicas blancas para que acompañaran al Santísimo sacramento en las procesiones. Les decía: Cuando estéis delante de Jesús sacramentado, pensad que estáis delante de Dios y hacéis las veces de ángeles46. Consiguió también vestimentas adecuadas para los acólitos.
A los niños de primera comunión los reunía todos los días a las seis de la mañana antes de que fueran al campo a trabajar. Para atraerlos, les decía: “Al que llegue primero le daré una estampa. Para ganarla, había quien llegaba antes de las cuatro de la mañana”.
A todos, niños y adultos, les regalaba medallas, estampas o rosarios, y les invitaba a rezar un avemaría al dar las horas. A las madres les recomendaba que por la mañana ofrecieran a sus hijos a Dios, rezando un avemaría. La gente empezó a darse cuenta del tesoro que Dios les había mandado y decía: este cura no es como los otros. Él no tenía ama de llaves. Cuando estaba enfermo, no permitía que lo cuidaran mujeres sino hombres. La limpieza de la casa sólo permitía que la hicieran cuando él no estaba. No tenía cocinera. Él solo se cocinaba unas patatas o alguna otra cosa. También se remendaba su ropa. Y comía muy poco, dando todo el dinero que podía a los pobres.
Pero Dios le envió a lo largo de su vida ríos de dinero con los que pudo hacer grandes obras. Para empezar, quiso adecentar la iglesia que estaba en un estado deplorable. Compró manteles, candelabros y los mejores y más caros
43 Juan Pertinand, P.O., p. 374.
44 P.O., p. 634.
45 P.O., p. 595.
46 Trochu Francis, o.c., p. 237.
47 Proceso apostólico ne pereant, p. 814.
ornamentos que pudo encontrar en Lión. Para esto le ayudaba mucho la señorita de Ars, llamada la castellana, una señorita de 64 años, muy rica, que vivía en un castillo y que era muy fervorosa. También le ayudaba mucho económicamente el hermano de la señorita, el vizconde Paul des Garets, que vivía en París, pero visitaba frecuentemente Ars.
Entre otros arreglos construyó un campanario nuevo, ya que el antiguo estaba para caerse, compró dos nuevas campanas, y arregló el altar mayor, poniendo un sagrario hermoso y atractivo de cobre dorado, para alojar dignamente al Señor. Todo le parecía poco para Dios. A lo largo de los años fue construyendo también diferentes capillas laterales: a la Virgen, a san Juan Bautista, a santa Filomena, al Ecce homo y a los ángeles.
Por otra parte, emprendió una lucha titánica contra los bailes, las blasfemias, las modas, las tabernas y el trabajo dominical.
A mediodía tenía para todos en la iglesia catequesis de adultos. En la tarde rezaba Vísperas y el rosario con la gente. Y siempre que tenía la oportunidad de hablar, la emprendía contra los vicios, recordándoles que en la Eucaristía estaba la fuerza para superar todos los problemas y dificultades de la vida.
Sobre el trabajo dominical decía: Conozco dos medios seguros para llegar a ser pobres: trabajar en domingo y robar48. Esta lucha contra el trabajo del domingo le costó ocho años, pero venció. En Ars, a diferencia de otros pueblos cercanos, el domingo llegó a ser el día del Señor.
En cuanto a las blasfemias, exclamaba: ¿No es un milagro extraordinario que una casa donde se halla un blasfemo no sea destruida por un rayo o colmada de toda suerte de desgracias? ¡Tened cuidado! Si la blasfemia reina en vuestra casa, todo irá pereciendo.
Sobre las modas indecentes manifestaba: Vean esa madre que no piensa más que en su hija y que se preocupa más de si lleva bien puesto el sombrero que de preguntarle si ha dado su corazón a Dios. Le dice que no ha de parecer huraña, que ha de procurar hacerse grata a todo el mundo para poder relacionarse y colocarse bien. Y la hija procura enseguida atraerse las miradas de todos. Con sus atavíos rebuscados e indecentes pronto dará a entender que es
48 Monnin, tomo I, p. 168.
49 Sermones, tomo I, p. 217.
un instrumento del mal para perder las almas. Sólo en el tribunal de Dios conocerá los pecados de que habrá sido causa50.
La lucha contra las tabernas, donde muchos padres de familia se gastaban el dinero en borracheras, no fue muy larga. Dicen los testigos del Proceso que les pagaba a los taberneros para cerrar. Un día le dijo al tabernero señor Bachelard: ¿Cuánto piensa ganar usted vendiendo licor durante el baile? Tanto señor cura. Pues bien, aquí está ese dinero. El tabernero aceptó51. Poco a poco, todos los taberneros tuvieron que cerrar. El santo cura les había profetizado: Ya lo veréis, los que abran aquí tabernas se arruinaran.
La lucha más difícil fue contra los bailes. Necesitó 25 años para erradicarlos. La táctica empleada fue convertir a las jóvenes para que, en vez de ir al baile, fueran a la iglesia a rezar. Para recordar a sus fieles lo malo del baile, colocó un letrero delante de la imagen de san Juan Bautista que decía: Su cabeza fue el precio de un baile.
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