FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

LA ESCALA ESPIRITUAL SAN CLÍMACO - PARTE 4 -


"LA ESCALERA DEL DIVINO ASCENSO"
DE SAN JUAN CLÍMACO


(Con anotaciones de Fr. Luis de Granada)


 Capitulo VII:

Escalón séptimo, del llanto causador de la verdadera alegría.

Llanto según Dios es tristeza del alma y sentimiento del corazón afligido, el cual busca con grandisimo ardor lo que desea, y sino lo alcanza, búscalo con sumo trabajo, y va en pos de ello buscándolo con solicitud y tristeza. Pude también definirse así. Llanto es estímulo de ror, hincado por la santa tristeza en nuestro corazón para guardar de él, el cual despoja el alma de toda pasión y afición en que se puede enlazar. compunción es perpetua tormento de la conciencia, la cual mediante el humilde conocimiento de sí mismo refrigera el ardor y fuego del corazón. Compunción es olvido de sí mismo; porque por esta hubo alguno que se olvidó de comer su pan. Penitencia es voluntaria y alegre renunciación de toda consolación corporal.

La continencia y el silencio son virtudes propias de los que aprovechan en este llanto; y el no airarse y olvidarse de las injurias, de los que ya han aprovechado en él; mas de los perfectos y consumados en esto es profunda humildad del animo, deseo de ignominias, hambre voluntaria de molestias y trabajos, no condenar los que pecan, tener compasión de sus necesidades según los que pudiéremos, y mas aun de los que pudiéremos. Los primeros son dignos de ser aceptados, los segundos son dignos de ser alabados; mas aquellos son bienaventurados, que tienen hambre de aflicciones ignominias[64]: porque ellos serán hartos de aquel manjar que nunca harta.

Tú que alcanzaste la virtud del llanto, procura guardarla con todas tus fuerzas: porque sino esta muy fuertemente arraigada en el alma, suele irse y desaparecer. Y especialmente la hacen huir los desasosiegos, deleites y cuidados de las cosas de esta vida; mas sobre todo el mucho hablar y chocarrear del todo lo deshace, así como el fuego a la cera.

Atrevimiento parece lo que diré; pero no deja de tener en su manera verdad. Mas eficaz es algunas veces que el Bautismo; porque aquel lava los pecados pasados, y este preserva de los venideros, dando virtud y grande espíritu para evitarlos. Y la gracia de aquel perdemos después que en la niñez le recibimos; mas con este nos volvemos a renovar; el cual si no fuera dado a los hombres por especial don de Dios, muy pocos fueran los que se salvarán.

La tristeza y los gemidos llaman a Dios, y las lagrimas del temor llevan la embajada; mas las que proceden del amor, dicen que nuestras oraciones fueron oídas y recibidas del Señor. Así como ninguna cosa tanto arma con la humildad como el llanto; así una de las cosas que mas le contradicen es la risa desvergonzada y secular. O continente, trabaja con todas tus fuerzas por conservar esta bienaventurada y alegre tristeza de la santa compunción, y nunca ceses de trabajar en ella, hasta que purificado ya del amor de las cosas terrenas, te levante a lo alto, y te represente a Cristo.

No dejes de considerar è imprimir fuertemente en lo intimo de tu corazón aquel abismo del fuego eterno, aquellos crueles ministros, aquel severo y espantoso juez, que entonces a ningún malo perdonará, y aquel infinito caos y oscuridad del fuego infernal, y aquellas terribles cuevas y mazmorras profundas, y aquellos espantosos despeñaderos y descendidas, y aquellas horribles imágenes y figuras de los que allí están: para que si en nuestra alma han quedado algunos incentivos de lujuria, ahogados con este temor, den lugar a la limpia y perpetua castidad, y con la gracia del llanto resplandezca mas que la misma luz.

Persevera en la oración temblando, no de otra manera que el reo que está delante del juez; para que así con el habito interior como exterior mitigues la ira del Señor; porque no desprecia el alma que está como viuda y opresa llorando delante de él, importunando y fatigando con trabajos al que no los puede padecer.

Si alguno ha alcanzado las lagrimas interiores del alma, cualquier lugar le es oportuno y conveniente para llorar; mas el que tiene lagrimas exteriores, debe buscar lugares y modos convenientes para este ejercicio. Porque así como el tesoro secreto está mas guardado y mas seguro de ladrones que el que está en la plaza; así también lo está el tesoro de las gracias espirituales.

No seas semejante tú que lloras, a los que entierran los muertos; los cuales hoy lloran y mañana comen y beben sobre ellos, celebrando sus endechas; sino procura ser como los que están condenados por sentencia a cavar en las minas de los metales, que cada hora son azotados y maltratados de los que presiden sobre ellos. El que ahora llora, y luego se desmanda en riquezas y deleites, es semejante al que apedrea un perro goloso con pedazos de pan, que aunque parezca que le persigue y despide de sí, en hecho de verdad lo detiene consigo. Porque este tal parece que con el llanto despide de sí los deleites; mas no despide de verdad.

Procura siempre andar con un semblante triste; pero ese sea con modestia; porque no parezca esto ostentación de santidad. Y trabaja siempre estar atento y cuidadoso sobre la guarda de tu corazón: porque los demonios no menos temen la tristeza verdadera, que los ladrones al perro. No pensemos hermanos que somos llamados a fiestas y boda, sino a que lloramos a nosotros mismos. Algunos de los que lloran, trabajan en aquel bienaventurado tiempo por no pensar nada, en lo cual hacen mal: porque no entienden que las lagrimas que proceden sin pensamiento y atención del alma, son brutas è impropias a la criatura racional. Porque las lagrimas necesariamente han de proceder de alguna consideración y pensamiento; y el padre de esta consideración es el animo racional.

Cuando te acuestas en la cama, esta postura que en ella tienes, te sea figura del que está muerto en la sepultura: y de esta manera dormirás menos. Y cuando estuvieres comiendo a la mesa, acuérdate de la miserable suerte en que te has de ver cuando seas manjar de gusanos: y de esta manera mortificarás el apetito de los regalos. Y asimismo cuando bebieres, no te olvides de aquella encendida sed que los malos padecen entre las llamas del infierno: y así podrás mejor hacer fuerza a la naturaleza.

Cuando nuestro Padre espiritual nos ejercita con injurias, amenazas è ignominias, acordémonos de la terrible sentencia y maldición del juez eterno: y de esta manera con mansedumbre y paciencia, como un cuchillo de dos filos, degollaremos la tristeza que de allí se suele seguir. Poco a poco, según que se escribe en Job[65], crece y mengua la mar: y así con paciencia y perseverancia poco a poco van creciendo estos ejercicios de virtudes en nosotros.

Duerma contigo todas las noches la memoria del fuego eterno, y contigo también despierte: y de esta manera no tendrá señorío sobre tí la pereza al tiempo del levantar a cantar los salmos. Finalmente, hasta la misma vestidura procura que sea tal, que ella también te convide a llorar; pues ves que por esta causa se visten de luto los que lloran los muertos.

Sino lloras, llora porque no lloras: y si lloras, conoce que tienes razón de llorar; pues por tus pecados caíste de un tal alto y quieto estado, en un estado tan bajo y tan miserable. Aquel igual y rectísimo juez suele en nuestras lagrimas tener respeto a la condición de nuestra naturaleza, como la hace en todas las otras cosas: y así vi yo muy pequeñas gotas de estas derramarse con trabajo, a manera de sangre: y vi otras veces correr fuentes de ella sin trabajo: y estimé en mas la grandeza del dolor de los que lloraban, que la abundancia de sus lagrimas: y así pienso que lo estimó Dios.

No conviene a los que lloran, en cuanto tales, ocuparse en sutiles y profundas cuestiones de Teología, las cuales pertenecen a otro oficio y estado mas alto; porque esta especulación suele ser impeditiva del llanto. Porque el Teólogo es comparado al que está asentado magistralmente sobre el trono de la cátedra, empleándose en altas y grandes materias: mas el que llora es comparado al que está asentado en un muladar sobre un cilicio, haciendo penitencia de sus pecados: y por causa de esta desproporción pienso que aquel gran David, que sin duda fue doctor sapientísimo, respondió a los que le pedían cantares, diciendo[66]: Cómo cantaremos los cantares del Señor en tierra ajena? Como si dijera: Cuando estamos atentos a la consideración de nuestros vicios y miserias, no estamos para cantar el cántico de las divinas alabanzas.

Así como las criaturas unas veces se mueven de sí mismas, y otras veces reciben el movimiento de otras; así también acaece esto en la compunción: por donde cuando nos acaece que sin procurarlo ni trabajar por ello nos viene un grande llanto y compunción, aceptemos esto de buena gana, y aprovechémonos de ello; pues el Señor se nos entró por las puertas sin ser llamado, ofreciéndonos misericordiosamente esta esponja de la divina tristeza, este refrigerio de lagrimas piadosas, con la cuales se borre la escritura de nuestros pecados. Y por esto trabaja por conservar esta gracia con la lumbre de los ojos, hasta que ella se vaya de su gana; porque mucho mejor es la virtud de esta compunción, que la de aquella que nosotros alcanzamos por nuestro estudio y trabajo.

No ha alcanzado la gracia del llanto el que llora cuando quiere, sino aquel que llora las cosas que quiere: ni aun tampoco este, sino el que llora como Dios quiere. Algunas veces se mezclan las engañosas lagrimas de la vanagloria con las lagrimas que son de Dios; lo cual entonces virtuosa y prudentemente conoceremos, cuando viéremos que juntamente lloramos y tenemos malos propósitos en nuestro corazón.

La compunción, propiamente hablando, es un dolor del animo que carece de toda soberbia, y que no admite alguna consolación, pensando todas las horas en la resolución y termino de la vida, y esperando como una agua fresca la consolación de Dios, con que suele visitar a los Monjes humildes. Los que con todas sus fuerzas trabajaron por alcanzar este piadoso llanto, suelen comúnmente aborrecer su vida, como materia perpetua de dolores y trabajos; y así también aborrecen su propio cuerpo como a verdadero enemigo.

Cuando en aquellos que parece que lloran según Dios, vieres por otra parte obras o palabras de ira, o de soberbia, ten por cierto que las tales lagrimas no nacen de esta saludable compunción. Porque qué conveniencia tienen entre sí la luz y las tinieblas? Natural cosa es a la falsa y adultera compunción engendrar soberbia; mas la que es virtuosa y loable pare grande consolación. Así como el fuego enciende y consume las pajas, así las lagrimas castas consumen todas las suciedades visibles è invisibles de nuestras animas.

Determinación es de los Padres, que es muy oscura y dificultosísima de averiguar la razón y valor de las lagrimas, especialmente en los que comienzan: porque dicen proceder ellas de muchas y diversas ocasiones; conviene saber, de la condición natural del hombre, de Dios, de aflicciones y trabajos bien o mal sufridos, de la vanagloria, de fornicación, de amor, de la memoria de la muerte, y de otras muchas causas: por donde examinadas con el temor de Dios todas estas lagrimas, para ver las que nos conviene abrazar o desechar, trabajemos por alcanzar aquellas que proceden de la memoria de nuestra muerte y resolución, que son limpísimas y libres de toda engañosa sospecha; porque no hay en ellas olor de secreta soberbia; mas antes hay mortificación de ella, y aprovechamiento en el amor de Dios, y aborrecimiento del pecado, y una hermosísima y felicísima quietud, libre de todo estruendo y perturbación.

No es cosa nueva ni maravillosa que los que lloran algunas veces comiencen en buenas lagrimas y acaben en malas: mas comenzar en malas, o en naturales lagrimas, y acabar en buenas, cosa es esta singular y dignísima de alabanza. Y esta proposición entienden muy bien los que son mas inclinados a vanagloria: porque estos sabrán por experiencia cuan trabajosa cosa sea enderezar puramente a gloria de Dios lo que el amor natural de la honra tan poderosamente llama y procura para sí.

No quieras luego a los principios fiarte de la abundancia de tus lagrimas: así como no se debe fiar nadie del vino recién salido del lagar. No hay quien no conozca ser muy provechosas todas las lagrimas que derramamos según Dios; mas cuales y cuanto sean a su provecho, al tiempo de nuestra partida se sabrá.

El que continuamente llorando aprovecha en el camino de Dios, cada día tiene espirituales fiestas y banquetes: mas el que continuamente se anda en fiestas y banquetes corporales, después lo pagará en llanto perpetuo. Así como los reos no tienen en la cárcel alegría; así tampoco los Monjes tienen verdadera solemnidad en esta vida: y por ventura por esta causa aquel santo amador del llanto suspirando decía[67]: Saca, Señor, mi alma de la cárcel, para que se alegre ya en tu inefable luz.

Procura de estar dentro de tu corazón como un alto Rey, asentado en la silla de la humildad, mandando a la risa que se vaya, y váyase: y al dulce llanto que se venga, y venga: y a tu siervo[68] (o por mejor decir tirano, que es tu cuerpo) mandándole que haga lo que tú quisieres y hágalo. Si alguno trabaja por vestirse de este bienaventurado y gracioso llanto, como de una ropa de fiesta, este sabrá muy bien cual sea la espiritual risa y alegría del alma. Quién será aquel tan dichoso que aya gastado todo el tiempo de su vida tan piadosa y religiosamente en la conservación de la vida Monástica, que jamás se le aya pasado ni día, ni hora, ni momento que no aya gastado en servicio de Dios y obras religiosas, pensando siempre con mucha atención no ser posible recobrar el tiempo pasado, y gozar dos veces de un mismo día en esta vida? Bienaventurado aquel que levanta sus ojos a contemplar aquellas celestiales è intelectuales virtudes, que son los Ángeles: mas también lo será aquel, y aun estará muy lejos de caer, que riega siempre sus mejillas con lluvia de aguas vivas; y aun es cierto que por este estado pasan los hombres a aquel primero, que es de tanta felicidad.

Vi yo algunos pobre mendigos muy importunos, los cuales con algunos donaires que dijeron, inclinaron los corazones a los Reyes misericordia: y vi también algunos pobres necesitados de virtudes, los cuales, no con donaires, no palabras graciosas , sino humildes y significadoras de dolor y de confusión, arrancadas de la intimo del corazón , importunando y perseverando , vencieron aquella invisible naturaleza, la inclinaron piedad. El que se ensoberbeces con la gracia de sus lagrimas, y condena los que no las tienen, es semejante al que recibiendo armas del Emperador contra sus enemigos, usó de ella contra sí.

No tiene Dios, hermanos, necesidad de nuestras lagrimas, ni quiere que el hombre llore puramente por la angustia de su corazón, sino por la grandeza del amor que debe tener Dios, acompañado con alegría de corazón. Quita el pecado parte, y luego serán ociosas las lagrimas que por estos ojos sensibles se derraman: pues no es necesario cauterio donde no hay llagas podridas. No había lagrimas en Adán antes del pecado; como tampoco las habrá después de la general resurrección, destruido el pecado; porque entonces huirá el dolor, la tristeza y el gemido.

Vi en algunos este piadoso llanto, y vilo también en otros porque carecían de él; los cuales, aunque en hecho de verdad no carecían de él, pero así se lamentaban como si carecieran , y con esta hermosas castidad de su alma estaban mas seguros de los ladrones de la vanagloria: y estos son aquellos de quienes esta escrito[69]: El Señor hace ciegos los sabios. Porque algunas veces suelen estas lágrimas levantar los que son mas livianos: por lo cual le son quitadas por divina dispensación, para que viéndose privados de ella, las busquen con mayor diligencia, y se conozcan por miserables, y se aflijan con gemidos, dolor, y confusión de los ánimos las cuales cosas suplen seguramente la falta de las lagrimas, aunque ellos por su provecho no lo entiendan.

Hallaremos algunas veces, si diligentemente lo miramos, que los demonios pretenden hacer en nosotros una cosa para reír; conviene saber, que después de muy hartos nos resuelven en lagrimas, y cuando estamos ayunos nos secan las fuentes de los ojos, para que engañados con esto nos entreguemos a los deleites de la gula, madre de todos los vicios: viendo que cuando estamos mas hartos, estamos, al parecer, mas devotos. A los cuales en ninguna manera conviene obedecer, sino antes contradecir.

Considerando yo atentamente la naturaleza de esta sagrada compunción, me maravillo mucho de ver como lo que por una parte se llama llanto y tristeza, tiene juntamente consigo anejo gozo y alegría, así como el panal la miel. Pues qué se nos da entender con esto, sino tener por ciento que así como esta es una grande maravilla, así también es una grande misericordia y obra de Dios? porque entonces está dentro de nuestra alma un dulce deleite, con el cual Dios secretamente consuela los tristes y desconsolados por su amor.


Único

Prosigue los material del llanto

Mas porque no nos falte ocasión de este eficasísimo llanto y saludable dolor, quiero contar Aquí una dolorosa historia para edificación de las animas. Un Religioso que miraba en este lugar , llamado Estefano, deseo mucho la vida quieta y solitaria; el cual después de haber ejercitándose en los trabajos de la vida Monástica muchos años, y alcanzando gracia de lagrimas y de ayunos, con otros muchos privilegios de virtudes, edificó un celda la raíz del monté donde Elías en los tiempos pasados vio aquella divina y sagrada visión, Este Padre de tan Religiosa vida, deseando aun mayor rigor y trabajo de penitencia, pasóse de ahí otro lugar, llamado Siles, que era de los Monjes Anacoretas que viven en soledad. Y después de haber vivido con grandisimo rigor en esta manera de vida, por estar aquel lugar apartado de toda humana consolación, y fuera de todo camino, y desviado setenta millas de poblado: al fin de la vida vínose de allí, deseando morar en la primera celda de aquel sagrado monte. Tenía él allí dos discípulos muy Religiosos, de la tierra de la Palestina, que tenían en guarda la sobredicha celda. y después de haber vivido unos pocos días en ella, cayó en una enfermedad de que murió. Un día pues antes de su muerte súbitamente quedó atónito y pasmado: y teniendo los ojos abiertos miraba la una parte del lecho y la otra, y como si estuvieran allí algunos pidieran cuenta, respondía el en presencia de todos los que allí estaban, diciendo algunas veces: Así es cierto: mas por eso ayuné tantos años . Otras veces decía: No es así cierto mantis, no hice eso. Otras decía: Así es verdad, así es, mas lloré y serví tantas veces los prójimos por eso. Y otra vez decía: Verdaderamente me acusáis, así es, y no tengo que decir, sino que hay en Dios misericordia. Y era por cierto espectáculo horrible y temeroso ver aquel invisible y riguroso juicio, en el cual, lo que es aun mas para temer, le hacían cargo de los que no había hecho. Miserable de mi! que será de mi! pues aquel tan grande seguidor de soledad y quietud, en algunos de sus pecados decía que no tenía que responder; el cual había cuarenta años que era Monje, y había alcanzado la gracia de las lagrimas? Ay de mí! ay de mí! Donde estaba allí aquella voz del Profeta Ezequiel con que pudiera responder[70]: en aquel cualquier día que el pecador se convirtiere de su maldad, no tendré mas memoria de ella? Y aquella que dice[71]: En lo que te hallare, en eso te juzgaré, dice el Señor. Nada de esto pudo responder. Porque causa? Sea gloria aquel Señor que lo solo lo sabe. Algunos hubo que de verdad me afirmaron, que estando este Padre en el yermo, daba de comer un león pardo con su mano. Y siendo tal, partió de esta vida pidiéndole tan estrecha cuenta, dejándonos inciertos cual fuese su juicio, cual su termino, y cual la sentencia y determinación de su causa.

Así como la viuda después de perdido su marido, si le queda solo un hijo, descansa toda sobre él, y no tiene otro consuelo después de Dios: así el alma después de haber caído y perdido Dios por el pecado, uno de los mayores consuelos que le queda para el tiempo de su partida, son las y abstinencia. Las tales animas no requiebran curiosamente la voz cuando cantan los salmos; porque estas cosas interrumpen y partan el llanto. y si estupor este medio lo piensas alcanzar, ten por cierto que está muy lejos de tí.

Porque el llanto es un dolor cierto y fijo del animo, acompañado con fervor de espíritu; el cual es precursor de aquella beatísima quietud y tranquilidad que se halla en Dios: y en muchos este llanto aparejó el alma para Dios, y la limpió y consumió en ella todas las espinas y malezas de los vicios.

Un varón de Dios ejercitado en esta virtud me contó de sí, diciendo: Determinando yo muchas veces de trabar guerra cruel contra la vanagloria, contra la ira, y contra la gula, la virtud el llanto dentro de mí mismo secretamente me decía: No te ensalces con vanagloria, porque me iré de tí. Lo mismo me decía también en las otras tentaciones. A lo cual yo respondía: Nunca te seré desobediente hasta que me presentes Cristo.

La grandeza del llanto merece consolación , la limpieza del corazón merece lumbre de entendimiento: y esta lumbre es una secreta operación de Dios, entendida sin entenderse y vista sin verse. Esto es: lumbre iluminación es una secreta obra de Dios en el alma, mediante la cual se le da un sobrenatural conocimiento de la verdad; y dícese que es conocida sin conocerse, porque siente el hombre la eficacia de ella en su ánima, mas no sabe cierto de donde le viene; según aquello que está escrito[72]: El espíritu donde quiere sopla, y oyes su voz; mas no sabes de donde viene, donde va. Y asimismo se escribe en Job[73]: Si viniere a mí, no le veré: y si se fuere, tampoco lo entenderé.

Consolación es refrigerio del animo afligido, la cual en medio de los dolores alegra el alma dulcemente: así como se alegra en niño cuando después de haber perdido de vista a su madre la torna ver: el cual ríe y llora juntamente. Porque costumbre es de nuestro Señor cuando ve las animas afligidas y derribadas de la consideración de sus pecados, y peligros, y tentaciones, recrearlas con nuevo espíritu y aliento, y convertir las lagrimas de tristeza en lagrimas de paz y alegría.

Las lagrimas quitan el temor de la muerte, y después que un temor echó fuera otro temor, luego una clara luz de alegría viene sobre el alma, y tras de esta alegría se sigue luego la flor de la caridad; porque con estos tales dones crece esta nobilísima virtud, y juntamente con la experiencia de verse el hombre de esta manera esforzado, alegrado, y visitado de Dios; lo cual en ella es un grande incentivo de amor.

Mas con todo esto te aviso que no te fíes luego de cualquier gozo, aunque sea interior; mas antes algunas veces lo aparta de tí, como indigno, con la mano de la humildad; porque si eres fácil de recibirlo por ventura recibirás al lobo en lugar del pastor: que es al gozo del demonio por el de Dios.

No quieras apresuradamente correr a la contemplación en tiempo que no es para eso conveniente (que es cuando el es toda y obligación en que estas te llama otros ejercicio) para que después esa misma contemplación (tomada en su tiempo) perpetuamente se junte contigo con castísimo vinculo de matrimonio.

El niño cuando el principio comienza conocer su padre, recibe grande alegría cuando lo ve; mas si el por alguna causa se le ausenta, y después vuelve a él, hinchase de alegría, por ver quien tanto deseaba: y de tristeza, acordándose de cuanto tiempo careció de aquella honesta y hermosa compañía. Pues así también al alma devota se alegra con la dulce presencia y experiencia de Dios, y se entristece cuando le falta. Mas cuando después esta le es restituida, gózaze porque cobró el bien deseado; y entristécese porque ve que lo puede perder otra vez por el pecado.

También la madre del niño algunas veces de industria se esconde; y alegrase si lo ve andar solicito buscándola: y con este dolor le provoca uno nunca apartarse de ella, y quererla mas. Pues de esta manera lo hace aquella eterna sabiduría con el alma devota; de la cual algunas veces por cierta dispensación, sin culpa suya, se aparta; y viéndola entristecida y congojada por pensar que perdió esta presencia por su culpa, alégrese de verla de esta manera solicita, y visitándola después suavemente, enséñala andar de allí adelante mas cuidadosa, y poner mas cobro en esta gracia. El que tiene oídos para oír, oiga, dice el Señor[74].

El que está sentenciado muerte poco se le dará por salir vistas, ni por ordenar los andamios para ver fiestas: así también el que está todo entregado al llanto, poco de le dará por los deleites, por las ofensas que le hagan. El llanto es un cierto y perseverante dolor del alma penitente, el cual añade cada día tristezas, y dolores, que los padece la mujer que pare. Por lo cual dijo muy bien un Santo Doctor: Algunos veo estar llorando : mas si aquellas sus lagrimas saliesen de su corazón, no se moverían tan presto risa.

Justo y Santo es el Señor: el cual así como consuela los buenos solitarios y amadores de la quietud, así también consuela a los buenos súbditos amigos de obediencia. Y el que no vive como debe en cualquiera de estos dos estados, téngase por privado de esta gracia. Ten cuidado cuando estás en lo mas profundo del llanto, de ojear de tí aquel perverso can que te representa a Dios cruel y riguroso; porque si bien lo consideras, ese mismo te lo pinta muy blando y misericordioso cuando te solicita al mal.

El ejercicio de las buenas obras causa la frecuencia y continuación hace habito, y da gusto en ellas: y el que este grado de virtud ha llegado, dificultosamente cae de ella. por lo cual dijo un Doctor que comúnmente no suelen caer los perfectos súbitamente cuando caen, sino poco, descuidándose y aflojando en el fervor.

Aunque ayas subido un altísimo grado de vida, todavía lo debes tener por sospechoso, si no acompañas con tristeza y dolor. Porque conviene con duda, y es muy necesario que los que después de aquel saludable lavatorio ensuciamos nuestras animas, sacudamos la pez de nuestras manos con este fuego, ayudándonos juntamente a esto la misericordia de Dios. Vi yo en algunos el postrer donde podía llegar esta gracia del llanto; los cuales tenían tan herido y traspasado su corazón con el cuchillo del dolor, que venían echar sangre por la boca: y viendo, acordóseme del Profeta que dice[75]: Fui herido así como heno, y el corazón se me secó.

Las lagrimas que engendran el temor del divino juicio hacen al hombre temeroso, y diligente, y guardador de sí mismo: mas las que proceden de la caridad, cuando no ha llegado su perfección, son fáciles de perder, por vanagloria, por negligencia, por disolución, por demasiada seguridad, si aquel divino fuego no encendiera nuestro corazón y nos hiciere obrar con grande fervor: porque con esta manera de obrar crece la caridad. y no carece de admiración ver como lo que de su naturaleza es mas bajo, tiempos hace ventaja lo que es mas alto; conviene saber, las lagrimas del temor las del amor imperfecto.

Hay algunas maneras de vicios que secan las fuentes de las lagrimas (como son vicios de carne, juegos, risas, convites, y parlerías) y hay otras que perecen mayores males; conviene saber; los vicios espirituales (como es la soberbia, la ambición y deseo de propia alabanza) por los cuales los pecados suele muchas veces caer el hombre en vicios sucios y bestiales. Y así por la primera manera de vicios vino Lot[76] cometer incesto con sus propias hijas, provocado de los deleites de la gula y lujuria; mas por la segunda vinieron caer los Ángeles del cielo.

Grande es la astucia de nuestros enemigos, los cuales hacen que la fuentes de las virtudes sean fuentes de vicios, y las que son materia de humildad lo sean de soberbia, incitándonos usar mal de las virtudes principales (que son madres de las otras) presumiendo vanamente de ella, jactándonos y gloriándonos de ella, y haciendo de los beneficios de Dios (que eran incentivos de humildad y caridad) motivos de soberbia, vanagloria, estimación de nosotros y desprecio de los otros.

Suele la figura y disposición de los lugares mover a compunción: como son las celdas y Monasterios pobres, y puestos entre montes y breñas en lugares solitarios. De lo cual tenemos ejemplo en Elías, en San Juan Bautista, y en nuestro Salvador[77], que sin necesidad suya, por ejemplo nuestro se apartaba a los montes a orar[78]. He visto también que algunas veces en medio de las plazas y desasosiegos de las ciudades suelen acompañarnos las lagrimas; lo cual puede ser que hagan los demonios, porque viendo como no recibimos daño del estruendo y desasosiego del mundo, no temamos permanecer en él.

Una palabra basta algunas veces para perder el llanto que en mucho tiempo se recogió: y sería gran maravilla si una sola bastase para restituir lo que otra destruyó. Lo cual nos debe ser aviso para que pongamos grande cobro en lo que con tanta dificultad se alcanza, y con tanta facilidad se pierde. No seremos acusados, o hermanos, al tiempo de la cuenta por no haber hecho milagros, o por no haber tratado altas materias de Teología, ni tampoco por no haber llegado a la alteza de la contemplación; sino si por ventura no lloramos, o no nos dolemos de todo corazón después de haber pecado.

[64]Matt. 5

[65]Job. 38

[66]Psalm. 136

[67]Psalm. 141

[68]Matt. 8

[69]Luc. 8

[70]Ezech. 18

[71]Ezech. ibi.

[72]Joann. 3

[73]Job. 9

[74]Luc. 8

[75]Psalm. 101

[76]Genes. 19

[77]Matt. 14

[78]Luc. 6



Capitulo VIII:

Escalón octavo, de la perfecta mortificación de la ira, y de la mansedumbre.

Así como el fuego se apaga con el agua, así con las lagrimas se apaga la llama de la ira y del furor. Y por esto será cosa conveniente que habiendo tratado ya del llanto, tratemos ahora de la mortificación de la ira, que es efecto que se sigue de esta causa.

Mortificación perfecta de la ira es un insaciable deseo de desprecios è ignominias: así como por el contrario, la ambición es un apetito insaciable de honras y alabanzas. De manera que así como la ira es apetito de venganza; así la perfecta mortificación de la ira es victoria y señorío de la naturaleza, no haciendo caso, ni dándose nada por las injurias: la cual virtud se alcanza con grandes sudores y batallas. Mansedumbre es un estado constante è inmóvil del alma, que persevera de una misma manera entre loas vituperios y alabanza, entre la buena fama y la mala.

El principio de la mortificación de la ira consiste en cerrar la boca estando el corazón turbado: el medio, en tener también quieto el corazón con muy pequeño sentimiento de las injurias; y el fin, en tener una estable y fija tranquilidad en medio de los encuentros y soplos de los espíritus malos. Ira es deseo de hacer mal a quien nos ofendió. Furia es un arrebatado fuego y movimiento del corazón, que dura poco. Amargura de corazón es una desabrida pasión y movimiento de nuestro animo. Furor es un arrebatado fuego y movimiento del corazón, que dura poco. Amargura de corazón es una desabrida pasión y movimiento de nuestro animo. Furor es una acelerada pasión del animo, que descompone y desordena todo el hombre dentro y fuera de sí.

Así como en saliendo el sol huyen las tinieblas, así en comenzando a cundir y extenderse el suavísimo olor de la humildad, se destierra todo el furor y amargura del corazón. Algunos siendo muy sujetos a esta pasión, son muy negligentes para curarla: y no entienden la Escritura que dice[79]: En el momento de la ira está la perdición de su caída.

Así como la piedra del molino muele mas trigo en un momento que a mano se podría moler en un día, así esta furiosa pasión en un momento puede hacer mas daño que otras en mucho espacio. Así vemos también que un fuego soplado de grandes vientos hace mayor daño cuando se suelta en el campo, que otro pequeño aunque dure mas espacio. Por lo cual conviene poner gran recaudo en esta tan desaforada pasión.

También quiero que no ignoréis, hermanos míos, que algunas veces los demonios a cierto tiempo astutamente se esconden y nos dejan de tentar, para que nos descuidemos y hagamos negligentes con el ocio y falsa seguridad; para que habituándonos a esta manera de vida floja y descuidada, venga después a ser incurable nuestro mal.

Así como una piedra llena de esquinas, si se envuelve y refriega con otras piedras, viene a embotarse, y a despuntarse, y a perder aquella aspereza y filos que tenia; así también el hombre airado y áspero, si se junta con otros hombres ásperos, y vive en compañía de ellos, ha de parar en una de dos cosas; porque con el uso y ejercicio del sufrir vendrá a amansarse, y despuntarse, y perder los filos y aspereza de la ira; o si no, a lo menos buscando el remedio con huir las ocasiones del mal, esta huida le será espejo en que vea mas claro su flaqueza, y gane con esto humildad de corazón.

Furioso es un linaje de endemoniado voluntario, el cual tomado de la pasión del furor, contra su voluntad cae y se hace pedazos. Y digo contra su voluntad; porque el furor de la pasión, cuanto disminuye el uso de la razón, tanto impide la libertad de la voluntad. Ninguna cosa conviene menos a los penitentes que el furor de a ira; porque la conversión ha de ser acompañada con suma humildad: y este furor es grandisimo argumento de soberbia.

Si es cierto que el termino de la suprema humildad es no alterarse teniendo presente al que nos ofendió, sino antes amarlo con sosegado y quieto corazón; así también es cierto que el termino del furor será, si estando solos nos embravecemos con palabras, y gesto furioso contra aquel que nos ofendió.

Si es cierto que el termino de la suprema humildad es no alterarse teniendo presente al que nos ofendió, sino antes amarlo con sosegado y quieto corazón; así también es cierto que el termino del furor será, si estando solos nos embravecemos con palabras, y gesto furioso contra aquel que nos ofendió.

Si con verdad se dice que el Espíritu Santo es paz del alma[80], y la ira es la perturbación de ella; con razón también se dirá que una de las cosas que mas cierran la puerta al Espíritu Santo, y mas presto le hacen huir después de venido es esta pasión.

Como sean muchos y crueles los hijos de la ira, uno de ellos (aunque adultero y malo) ocasionalmente vino a ser provechoso. Porque vi algunos que habiéndose embravecido con la pasión de la ira, y vomitando la causa del furor que de muchos días tenían en sus entrañas concebida, acaeció curarse con que el que los había ofendido (entendida la causa de su indignación) los aplacó con penitencia, humildad, y satisfacción. Y de esta manera lo que el furor avía dañado, la virtud de la humildad y mansedumbre lo remedió, conforme a aquello que está escrito[81]: El varón airado levanta las contiendas; y el sufrido las apaga después de levantadas. Y en otro lugar[82]: La respuesta blanda amansa la ira; y las palabras duras despiertan el furor.

Vi también algunos que mostrando de fuera una aparente longanimidad y mansedumbre, tenían arraigada la memoria de la injuria en lo intimo de su corazón; los cuales tuve por peores que los que manifiestamente eran furiosos; pues así oscurecían la paloma blanca de la simplicidad y mansedumbre con esta maliciosa disimulación. Así que con suma diligencia y cuidado conviene armarnos contra esa serpiente de la ira; pues también ella tiene por ayudadora nuestra misma naturaleza, así como la serpiente de la lujuria.

Vi algunos que por estar inflamados con el furor de la ira, de puro enojo dejaban de comer; los cuales ninguna otra cosa hacían con esa desaforada abstinencia, sino añadir un veneno a otro veneno. Vi también a otros que viéndose tomados de esta pasión, tomaron de Aquí ocasión para entregarse a los deleites de la gula, por tomar con esto la consolación que no podían con la venganza; lo cual no fue otra cosa que de un despeñadero caer en otro. Y vi también a otros mas prudentes, que como sabios Médicos templaron lo uno con lo otro, tomando la refección mas moderada; ayudándose de esta natural consolación, juntamente con la razón, para despedir de sí la pasión. De donde sacaron mucho fruto para saberse de ahí adelante regir, y no entregarse a la ira. También el canto y melodía moderada de los salmos amansan el furor; como lo hacia la música de David cuando era atormentado Saúl[83]. Asimismo el deseo y gusto de las consolaciones divinas destierra del animo toda amargura y furor; así como también destierra las consolaciones y deleites sensuales; porque no menos aprovecha este gusto celestial contra el furor de la ira, que contra los deleites de la carne; de los cuales muchas veces aun el furioso no quiere gozar por conservarse en su pasión. Conviene también para esto que tengamos repartidos y ordenados nuestros tiempos, y determinado lo que en cada uno de ellos debemos hacer; para que así no halle lugar en nosotros la ociosidad y hastío de las cosas espirituales, con que se da la entrada al enemigo.

Estando yo un tiempo por cierto respeto junto a la celda de unos solitarios, oí que estaban entre sí altercando como picazas con gran furor y saña, embraveciéndose contra cierta persona que los avía ofendido, y riñendo con ella como si la tuvieran presente. A los cuales yo amonesté fiel y caritativamente, que no viviesen mas en soledad, si no querían de hombres hacerse demonios, encrueleciéndose y pudriéndose entre sí con semejantes pasiones.

Vi también otros, amigos de comer y beber, y de regalos; los cuales por otra parte parecían blandos, amorosos, y mansos de condición (como algunas veces suele acaecer a los tales) con lo cual habían alcanzado nombre de santidad. A los cuales yo por el contrario aconsejé que se pasasen a la soledad (la cual suele como con una navaja cortar todas las ocasiones de estos deleites y regalos) sino querían de criaturas racionales hacerse brutos, dándose a vicios que son propios de ellos.

Otros vi mas miserables que estos, que ni cabían en la compañía, ni en la soledad; a los cuales aconsejé que en ninguna manera se gobernasen por sí mismos; y a los Maestros de ellos benignamente amonesté que condescendiesen con ellos, dejándolos a tiempos en la compañía, y a tiempos en la soledad, y ocupándolos ya en unos ejercicios ya en otros; con tal condición, que ellos, abajada la cerviz. en todo y por todo obedeciesen a su gobernador.

El que es amigo de deleites hace daño a sí, y (cuando mucho) puede hacerlo a otro con su mal ejemplo; mas el furioso y airado, a manera de lobo, muchas veces perturba toda la manada, y revuelve toda una comunidad, hiriendo y mordiendo muchas animas. Grave cosa es estar turbado el corazón con el furor de la ira, según que se quejaba el Profeta, cuando decía[84]: Turbáronse con el furor mis ojos. Pero mas grave cosa es cuando a la turbación del corazón se añade la aspereza de las palabras[85]. Y sobre todo muy mas grave cosa es, y muy contraria a toda la monástica, y Angélica, y divina querer satisfacer con las manos al furor.

Si quieres quitar la paja del ojo del otro, o te parece a tí que la quieres quitar, no la quites con una viga en la mano, sino con otro instrumento mas delicado. Quiero decir: No quieras curar el vicio del otro con palabras injuriosas, y movimientos feos, sino con blandura y mansa reprehensión, Porque el Apóstol no dijo a su hijo Timoteo: Azota, ni hiere; sino: Arguye, ruega, y reprehende con toda paciencia y doctrina[86]. Y si fuere necesario castigo de manos, sea eso pocas veces: y aun no lo debes hacer por tí, sino por mano ajena.

Si atentamente miramos, hallaremos algunos que siendo muy sujetos a la pasión de la ira, son por otra parte muy dados a ayunos, y vigilias, y al recogimiento de la soledad; lo cual hace el demonio con grandísima astucia, a fin de que so color de penitencia y llanto los hace dar a estos ejercicios desordenadamente, para que así los melancolicen y acrecienten la materia del furor.

Si un lobo, como ya dijimos, ayudado del demonio, basta para revolver y destrozar todo un rebaño; también un Religioso muy discreto, como un vaso de óleo, ayudado del Ángel bueno, mudará la furia de la tempestad en serena tranquilidad, y pondrá el navío en salvo; y sendo de esta manera ejemplo y dechado de todos recibirá de Dios tan gran corona por esta pacificación, cuan gran castigo recibirá el otro por aquella perturbación.

El principio de este bienaventurado sufrimiento consiste en sufrir ignominias con dolor y amargura del alma; el medio en sufrirlas sin esta tristeza y amargura; y el fin en tenerlas por suma gloria y alabanza. Gózate tú en el primer grado, y alégrate mucho mas en el segundo; mas tente por dichoso y bienaventurado en el tercero; pues te alegras en el Señor.

Noté una vez una cosa miserable en los que están sujetos a la ira; la cual les procedía de una secreta soberbia de sí mismos. Porque habiéndose alguna vez airado, venían después a airarse de puro corrimiento, por verse vencidos de la ir; y maravilléme mucho de ver como estos enmendaban una caída, con otra caída; y tuve lástima de ellos, viendo como perseguían un pecado con otro pecado; y espantéme tanto de ver tan grande astucia en los demonios, que faltó poco para desesperar de mi remedio.

Si alguno viéndose cada día vencer de la soberbia, de la malicia è hipocresía, desea tomar las armas de la mansedumbre y de la paciencia contra estos vicios; este tal trabaje por entrar en la oficina de algún Monasterio, como quien entra en una casa de un batan o de una lavandería; y si perfectamente quiere ser curado, busque la compañía de los Religiosos mas riguroso y mas ásperos que hallare; para que siendo allí vejado y probado con injurias, y trabajos, y disciplinas, y pisado y acoceado de sus Prelados, quede su alma como un paño batanado y limpio de todas las inmundicias de pecados que tenia. Y no es mucho decir que las injurias y oprobios son como un laboratorio espiritual para las almas; pues aun el lenguaje común recibe que cuando hemos injuriado a uno, decimos que lo hemos muy bien enjabonado.

Una es la mortificación de la ira que procede del dolor y penitencia de los principiantes; y otra es la de los perfectos; porque la primera está atada con la virtud de las lagrimas como con un freno; mas estotra está como una serpiente degollada con un grandisimo cuchillo; que es con la tranquilidad del alma, que como Reyna y señora tiene sojuzgadas todas las pasiones.

Vi yo una vez tres Monjes que habían sido ofendidos è injuriados; de los cuales el uno reprimía la ira del corazón con el silencio de las palabras; el otro alegrábase con la ocasión que se le había dado de merecimiento, aunque se dolía de la culpa del ofensor; mas el otro no considerando otra cosa mas que el daño de su próximo, derramaba muchas lagrimas; y así era muy dulce espectáculo mirar estos tres santos obreros; al uno de los cuales movía el temor de Dios; al otro el deseo del galardón; y al otro solamente la sincera y perfecta caridad.

Así como la calentura de los cuerpos enfermos, siendo una, no procede de una sola causa, sino de muchas y diversas; así el ardor y el movimiento de la ira (y por ventura también el de las otras pasiones) procederá también de muchas causas. Y por esto no será razón señalar una sola regla para cosas tan varias.. Por lo cual doy por consejo, que cada uno ordene la medicina conforme la disposición y diligencia del enfermo. Y según esto, el primero remedio será que trabaje cada uno por entender la causa de su pasión; y conocida la causa ponga el cuchillo la raíz, y busque el remedio, así de Dios, como de los hombres; esto es del magisterio de los valores espirituales.

Pues según esto, los que desean juntamente con nosotros filosofar en esta materia, entren en una intelectual audiencia, semejante la que usa en el siglo, donde suelen los jueces examinar y sentenciar los reos; y ahí procuren inquirir las causas y efectos de estas pasiones, y el remedio de ella. Sea pues atado este tirano con las cuerdas de la mansedumbre, y azorado con el azote de la longanimidad; sea por la caridad presentado ante el tribunal de la razón, y puesto cuestión de tormento, le sean hechas estas preguntas: Dinos, loco y torpísimo tirano, los nombres de los padres que te engendraron, y los de tus malvados hijos y hijas, y también los de aquellos que te destruyen y matan. Preguntando él de esta manera, responderá así: Muchos son los que me engendran, y no es uno solo mi padre. Mis madres son vanagloria, codicia, gula, y algunas veces la fornicación. El padre que me engendró se llama fausto. Mis hijas son memoria de las injurias, enemistas, porfía y malquerencia. Los adversarios que ahora me tienen preso, son la mansedumbre, y la mortificación de la ira: y la que esta puesta en la celada contra mí, es la humildad. Mas quien sea el padre de esta, preguntadlo a ella en su lugar.

[79]Isai. 44

[80]Galat. 5

[81]Prov. 15

[82]Prov. ibi.

[83]1 Reg. 16

[84]Psalm. 6

[85]D. Aug. lib. I. de Serm. Dom. in Mont. cap. 3

[86]2 Tim. 4


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