MISIONES POPULARES Y VERDADERA RENOVACIÓN
J: Si por lo menos se dijese esto a la gente desde lo alto del púlpito, y se volvieran a tener lugar las misiones populares, volvería a ir mucha gente, masas de gentes, a la confesión. Ahora, no lo hacen. También hemos ya dicho anteriormente, que las ceremonias penitenciales no remplazan jamás una confesión. Tememos como a la peste a las misiones populares, porque han salvado demasiadas almas. Los predicadores de las misiones populares predicaban, sobre todo, el infierno, el purgatorio, la conversión y la muerte. Eso encendía en muchos el fuego sagrado, era una especie de mecha que los sacerdotes podían aproximar a los hombres. Y eso les permitía intervenir, porque nadie ama a la muerte, nadie ama al diablo, todos se retiraban asustados, y cada uno pensaba: "Si eso es así, voy a tener que volver a coger el hilo del bien. Tiene razón".
Cuando un sacerdote sigue la buena y vieja tradición -como lo quieren Los de allí arriba- (señala a lo alto), cuando celebra todavía convenientemente la misa, y está guiado por el Espíritu Santo, y les reza mucho, entonces tiene una gran potencia de bendición y una influencia mayor sobre la gente. Esto también tiene validez para sus sermones. Muchos sacerdotes ya sólo predican superficialmente. Ya sus misas no otorgan más que pocas bendiciones, en todo caso menos que en las misas de los buenos sacerdotes. Y esto es lógico.
Digamos que viene del cielo el que un sacerdote que quiere realmente el bien, que se deja guiar por el Espíritu Santo, se entrega totalmente a Dios y no hace más que lo que El (señala hacia arriba) quiere, tiene muchísima mayor eficacia, y ejerce una mayor irradiación sobre la gente que frecuenta la iglesia.
Hasta con la lectura del Evangelio y las otras lecturas, -desde el principio de la misa hasta el fin- tiene un gran poder de bendición, mayor y más extendido, que un sacerdote corriente o tibio, o casi apóstata. Estos últimos ya no quieren esto, o son demasiado cobardes para leer la misa o para hacer el bien, como lo quieren Los de allí arriba... No quiero hablar más, no quiero hablar más.
E: ¡Judas Iscariote, di la verdad, di lo que tienes que decir por orden de la Santísima Virgen! ¡Lucifer, no tienes derecho a molestar a Judas Iscariote, tienes que irte al infierno donde está tu puesto! ¡Continúa diciendo lo que la Santísima Virgen te encarga decir, Judas Iscariote! ¡Di toda la verdad y solamente la verdad, di lo que tienes que decir!
J: (Suspira).
E: ¡Lucifer, vete! ¡No tienes derecho a molestar ni ha impedir que Judas Iscariote hable! ¡Judas Iscariote, continúa, en nombre de...!
J: Es necesario que se presenten sacerdotes valientes. Naturalmente que sería mejor el que los obispos se levantasen contra los abusos en la iglesia. Tendrían que agruparse. Sería necesario repetirlo en los sermones, debería gritarse desde todos los tejados. Sería necesario que se gritase desde lo alto de los púlpitos, todo lo que, yo, Judas, acabo de decir. Pienso sobre todo en el "Aspergesme" y en la bendición al final de la misa, durante la cual hay que ponerse de rodillas.
Naturalmente hay que ponerse de rodillas, de pie no se reciben tantas bendiciones. A Dios no l gusta nada de eso. Es una ofensa a Dios quedarse de pie durante la bendición, y que ni siquiera se rece y dejar colgar los brazos. Es horrible. Nosotros, en el infierno, nos sublevaríamos si pudiéramos, pero desde luego todo eso nos gusta. Eso nos gusta.
E: ¡Pero habla ahora en nombre de la Santa Virgen y dí solamente lo que quiere decir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario