el exorcista más famoso de España y sus claves para luchar contra el demonio
Asegura que “el demonio nos puede introducir pensamientos, imágenes o recuerdos, pero no puede introducirse en nuestra voluntad”.
El padre José Antonio Fortea, nacido en la provincia de Huesca en 1968, es considerado el exorcista más reconocido de España. Ordenado diácono y presbítero en 1994 en la diócesis de Alcalá de Henares, obtuvo una licenciatura en Teología en 1998 con su tesis “El exorcismo en la época actual” y, al poco tiempo después en la misma iglesia donde ejercía de párroco, comenzó a atender casos relativos a problemas de tipo demoníaco.
“Comencé a practicar exorcismos una vez que acabé mi tesis, porque no había ningún exorcista en España. Empecé a hacerlos no porque haya querido meterme en ese mundo, pues fue mi obispo quien me pidió que hiciera mi tesis en exorcismo. Yo no quería hacerlo en un principio, porque no era algo que me interesara. Pero no tuve opción. Y de ese modo empezaron a mandarme casos de posesión demoníaca”, recordó el religioso, quien agregó que durante sus casi 10 años en esta práctica recibía entre cinco y seis personas al día, aunque aclara que la mayoría de los casos no tenían nada que ver con posesiones diabólicas, por lo que cuando era necesario, remitía a estos pacientes a psicólogos o psiquiatras.
Con el tiempo, tras escribir varios libros de teología, algunos de los cuales se traducirían a más de ocho idiomas, el padre Fortea se especializaría en temas referentes a ángeles, demonios, posesión diabólica y exorcismo.
“Mi primer caso fue el de una buena señora llamada Marta, quien entraba en trance, sufría de violentas convulsiones, hablaba con una voz distinta en otra lengua y tenía aversión a lo sagrado. Fue muy extraño, aunque cuando me tocó atenderla no me inspiró miedo porque no era la primera vez que veía un acto de exorcismo. Antes, con el fallecido padre Gabriel Amorth (considerado el más famoso y el decano de los exorcistas), que en paz descanse, me tocó presenciar trece exorcismos. En esa oportunidad, con la señora Marta, me limité a orar a Dios, usando agua bendita, incienso bendecido, la santa cruz y el santo crisma. Eso era todo. No hice nada extraño más que orar, orar y orar, porque lo mejor es concentrarse en Dios. Es el mejor modo de debilitar a un demonio. Y después, casi al final, hay que hablarle directamente. Le hacía preguntas para saber con quién estaba hablando. De todos modos, un exorcismo nunca es igual a otro. He tenido casos que han acabado en media hora y otros en que hemos necesitado más de cinco años. Siempre suelen preguntarme si yo salía muy debilitado al acabar un exorcismo, y la verdad es que no. Al contrario, salía más aliviado de haber ayudado a esa persona posesa”, explicó el religioso en una entrevista concedida a la revista The Clinic.
El Padre José Antonio Fortea, en esa misma entrevista, confidenció que, por lo general, es durante la noche donde más comúnmente se manifiesta el diablo, cuando las personas ya están en sus respectivas casas. “La persona durante el día está trabajando o está con gente. Es lo mismo que las tentaciones, hay más por la noche que de día. Y no me refiero al sexo solamente. Hay momentos que se prestan más a la tentación. Y también es cierto que hay más casos de mujeres poseídas, aunque no tengo una teoría para explicar de por qué sucederá eso. También es evidente que algunas personas sufren posesiones porque ellas mismas se han puesto en peligro, practicando espiritismo, brujería, santería, vudú, o incluso llamando a entidades desconocidas, como en el reiki, el feng shui o incluso con el yoga. Si un maestro que dirige un grupo de yoga les dice que llamen a una determinada entidad espiritual, se corre peligro, ya que se puede invocar al maligno. Eso no es prudente. En el cristianismo sólo llamamos a espíritus que aparecen en la Biblia, como Rafael, Gabriel o Miguel, pero no invocamos a seres desconocidos porque nos obligue un maestro de yoga o de reiki. El consejo que hay que darle al mundo es que no se pongan en peligro ni con espiritismo, ni con magia, ni con supuestos ritos que les van a limpiar de cosas malas. Todo eso es demoníaco. Quien busca un santero sufrirá la influencia de los malos espíritus”.
La obra más conocida del Padre Fortea es, sin duda, “Summa dæmoniaca”, un tratado de demonología y un manual de exorcistas que analiza el mundo de los demonios, el estado de condenación, la relación de los espíritus caídos entre ellos mismos, con los ángeles, con los humanos y con Dios. En la segunda parte de esta obra se aborda todo lo relativo a los fenómenos demoníacos, las posesiones, los modos de realizar un exorcismo y los fenómenos poltergeist en las casas, así como otros sucesos más extraños e inusuales.
En su obra “Summa Daemoniaca”, el padre Fortea aborda varias cuestiones relativas a la lucha contra el demonio. Lo primero, según el religioso, es saber quién es exactamente el diablo, el mismo ser espiritual que en el Antiguo Testamento es conocido como “satán” -nombre que significa “adversario, enemigo, opositor”-, mientras que en el Nuevo Testamento es llamado como “diablo”, que viene del verbo griego “diaballo” (acusar).
“También es conocido como lucifer, nombre que no está en las Sagradas Escrituras y que significa “estrella de la mañana” o “el que lleva la luz”, lo cual recuerda la pena tan grande que es que siendo tan bello, cayera. El demonio es un misterio. Un misterio de condenación, de odio, es el reverso de la eternidad. En cierto sentido satán sigue siendo un bellísimo ángel en su naturaleza, aunque repugnante en su aspecto moral… Su ser personal se ha deformado, pero su naturaleza permanece y permanecerá intacta haga lo que haga. Dado que ambas cosas son inseparables, él auténticamente es un monstruo, un ser deforme, alguien que produce repugnancia y aversión. Cuando me preguntan si hay un diablo o varios diablos, hay que decir que el jefe es solamente él, una entidad incorporal que vaga por el mundo”.
Con respecto a la palabra demonio, el Padre Fortea precisa que proviene del griego “daimon” (genio), término usado para designar a seres espirituales malignos. “Un demonio es un ser espiritual de naturaleza angélica condenado eternamente. No tienen cuerpo, no sienten inclinación a ningún pecado que se cometa con el cuerpo, pero pueden tentar a los hombres a pecar en esas materias. Comprenden esos pecados de un modo meramente intelectual y sus faltas son sólo espirituales porque los demonios son seres espirituales que se han condenado, no aman a Dios. Y no todos son iguales. Hay unos demonios que pecan más de ira, de egolatría, de desesperación. Otros que son más despectivos. Y hay unos más malos que otros. Hay demonios rabiosos, irónicos, soberbios. Hay demonios en los que predomina la tristeza. Otros en los que prima un sentido del humor perverso. Hay demonios que se encierran en el mutismo. Hay demonios que sólo gritan. Algunos lloran y otros varían de estados de ánimo de día a día. Hay demonios mucho más inteligentes que otros. ¡Es que son muchos! La mentalidad del demonio es como la que aparece en la película “El exorcista”, tiene esa mirada. No cambian el color de los ojos, pero hay esa malicia, esa perversidad en sus palabras. En resumen, el demonio está en todas partes y se muestra con distintas personalidades. Nadie sabe la cifra exacta de demonios, pero hay muchos”.
El Padre Fortea precisa que todos los ángeles, al ser creados por Dios, “lo veían como una luz, le oían como una voz majestuosa y santa, pero su rostro seguía sin desvelarse. En esa prueba unos obedecieron, otros desobedecieron. Los que desobedecieron de forma irreversible se transformaron en demonios. Ellos mismos se transformaron en lo que son. Los ángeles desobedientes empezaron a odiar a Dios y a verlo como una cadena que oprimía su libertad. La batalla entre Miguel y Lucifer, cada uno con sus ángeles, no fue con armas, ya que no tienen cuerpo. Las únicas armas que pueden blandir son los argumentos intelectuales. Unos se hicieron más soberbios, otros no tanto. Cada ángel rebelde fue deformándose más y más, cada uno en unos pecados específicos. Así como, por el contrario, los ángeles fieles se fueron santificando progresivamente. Unos ángeles se santificaron más en una virtud y otros en otra… los ángeles fueron admitidos a la presencia divina, y a los demonios se les dejó que se alejaran”.
El Padre Fortea agrega que cada ángel caído “en el conocer encuentra placer, pero también sufrimiento. Sufre cada vez que ese conocimiento le lleva a considerar a Dios. Y el demonio percibe continuamente el orden y la gloria del Creador en todas las cosas. Hasta en las cosas aparentemente más neutras, él encuentra el reflejo y el recuerdo de los atributos divinos. El demonio no está siempre en cada instante sufriendo. Muchas veces simplemente piensa. Sólo sufre en ciertos momentos, cuando se acuerda de Dios, cuando se vuelve a hacer consciente de su miserable estado, de su separación de Dios”.
Consultado sobre la naturaleza del infierno, el sitio que según muchas religiones es el lugar donde habitan los demonios y después de la muerte son torturadas eternamente las almas de los pecadores, el Padre Fortea precisa que “el infierno no es una especie de lugar donde echas a los demonios y ya está. No es una cubeta para lanzar los cocodrilos y las serpientes. También los demonios son hijos de Dios, aunque se hayan alejado de su padre. Entonces, Dios es arquitecto del infierno en cuanto ha dispuesto una serie de leyes a las que tienen que someterse los demonios en el infierno para evitar que el infierno sea peor de lo que es. El infierno, gracias a Dios, es mejor”.
El religioso español explica que hay lugares específicos en el mundo donde se cree que ocurren más manifestaciones demoníacas, como, por ejemplo, algunas zonas del Caribe. “En Haití y Cuba hay más demonios porque se practica más brujería. Y uno se da cuenta porque requieren más exorcismos. Yo he hablado con mucha gente que ha viajado a Cuba, que me han dicho: padre, se nota un ambiente muy denso, muy denso, se nota la brujería en esta sociedad. En Haití, por ejemplo, todo el mundo cree en estas cosas: los políticos, las policías y los médicos. Es uno de los lugares donde hay unanimidad en que estos espíritus malignos existen.Por otra parte, hay otras muchas sociedades dadas al ateísmo, como los países escandinavos o España, pero donde hay muy poca brujería”.
El libre albedrío del ser humano y los demonios
Los demonios, según precisa el Padre Fortea, no pueden ven el futuro, pero con su inteligencia muy superior a la del ser humano pueden deducir por sus causas algunas cosas que sucederán. “No saben lo que uno decidirá porque la libertad humana es el gran factor de indeterminación en sus previsiones. Los demonios pueden tentarnos, pero no pueden leer nuestros pensamientos. Aunque dada su gran inteligencia pueden conjeturar lo que pensamos. Al ser seres más inteligentes que nosotros, deducen muchas más cosas y con más seguridad con muy pocos signos externos que lo que deduciríamos nosotros. Pero siempre hay que recordar que ellos están fuera de nuestra alma, sólo Dios puede leer nuestra alma”.
El Padre Fortea aclara que el tiempo en el que viven los demonios no es material como el de los humanos, sino que es un tiempo propio de los espíritus, que es llamado “evo” (“aevum” en latín) y que es la sucesión de actos de entendimiento y voluntad en un ser espiritual. “El Creador, en cambio, vive en un eterno presente. Sólo en Él no hay sucesión de tiempo de ninguna clase. En Él no ha transcurrido nunca ni un sólo segundo, ni un sólo antes ni después. La eternidad de Dios es cualitativamente distinta de la eternidad del tiempo material (con un principio, pero sin final) y de la eternidad del evo (también con un principio, también sin final)”.
El demonio, según explica el religioso, nos puede introducir pensamientos, imágenes o recuerdos, pero no puede introducirse en nuestra voluntad. “Podemos ser tentados, pero al final hacemos lo que queremos. Ni todos los poderes del infierno pueden forzar a alguien a cometer ni el más pequeño pecado. Si uno es tentado y ora, la tentación desaparece. Es incompatible la tentación con la oración. La oración crea primero una barrera contra la tentación, pues nuestra voluntad y nuestra inteligencia se centran en Dios. Y si insistimos un poco más, el demonio no puede resistirla y huye”.
El exorcista español afirma también que de todos los cristianos que están en la Iglesia, al que más odia el demonio es al que se dedica a la ascesis (disciplina, ayuno, meditación, oración, sacrificios, etc. para alcanzar la virtud). “El demonio odia mucho más al asceta que a la jerarquía eclesiástica o a los mismos exorcistas. El exorcista expulsa a uno, dos, una docena de demonios… El hombre que se mortifica, quebranta de un modo mucho más poderoso la influencia demoníaca en este mundo por el mero hecho de sobrellevar sobre su cuerpo y su espíritu la pasión cotidiana de su vida crucificada”.
El presbítero describe asimismo a la cruz como el objeto más temido por el maligno y sus legiones infernales. “Tras la muerte de Jesucristo en la cruz, todos y cada uno de los demonios estaban allí, rodeando la Cruz, contemplando con delectación su triunfo. La Pasión en la Cruz suponía la prueba palpable de que la Justicia Divina no era trasgredida en vano. Fue en ese momento cuando se hicieron plenamente conscientes todos los demonios de que su condenación no tendría indulto alguno por los siglos de los siglos. Por eso ellos de estar contemplando la Cruz con la alegría de su victoria maligna, pasaron a entender que para ellos sería para siempre el recuerdo terrible de la Justicia Divina. Y por eso por encima de todo, los demonios odian la imagen de la cruz, más que la imagen de la Santísima Virgen María o la imagen de cualquier otro santo o la representación de otro misterio sagrado”.
El padre Fortea, a este respecto, afirma que otros objetos que atormentan a los demonios son las reliquias de los santos, las imágenes religiosas bendecidas e incluso cualquier objeto cualquiera que puede tener un efecto espiritual. “En una ocasión no había agua durante un exorcismo y bendije el contenido de una botella de limonada, pero el efecto que producía era mucho menor. Al cabo de unos minutos ordené en el nombre de Jesús al demonio que me dijera por qué era eso así. Se resistió, pero al final dijo que el agua era símbolo de pureza y limpieza. Si bien, dijo que aquel otro líquido bendito también le producía algún efecto, pero menor”.
Finalmente, el Padre Fortea explica que identificar la figura bíblica del Anticristo con la del diablo es un error ya que el “666” que menciona el Apocalipsis es número de un ser humano. Por lo tanto es un hombre que propaga el odio, la guerra y el mal. “Nerón, Napoleón, y especialmente Hitler, son figura y bosquejo del Anticristo definitivo y perfecto. También nos aclara mucho la figura del Anticristo su mismo nombre: ANTI-CRISTO. Es decir, se trata de la figura contraria a Cristo. Cristo era un hombre, el Anticristo también. Cristo extendió el amor, la paz, la misericordia. El Anticristo extenderá el odio, la guerra, la venganza”.
En el año 2015, el padre José Antonio Fortea se doctoró en el Ateneo Regina Apostolorum de Roma con la tesis “Problemas teológicos de la práctica del exorcismo”. “Cuando volví de Roma, le dije a mi obispo que, existiendo ya exorcistas en la diócesis, podía ayudar más a la Iglesia escribiendo libros que practicando exorcismos”, relató el religioso, quien, aunque actualmente no ejerce como exorcista, sino que se dedica a escribir libros, es el rostro más visible de esta práctica en España.
Por ello, hoy es considerado una referencia en el universo de la demonología, conocimiento que ha volcado en distintos títulos que tratan sobre el tema del demonio, aunque su obra abarca otros campos de la Teología. Y como sus libros han sido publicados ya en ocho lenguas, hoy dedica gran parte de su tiempo a escribir libros teológicos y a dar conferencias por distintas partes del mundo. “Cuando pasen 200 años no quedará casi ninguna de las entrevistas que he concedido. Las web habrán desaparecido. Si queda algo de este pobre sacerdote, será la colección de libros que han intentado profundizar en el exorcismo. Porque las preguntas serán las mismas que nos hemos hecho desde que leemos las obras teológicas de Santo Tomás de Aquino o de San Ambrosio o de San Cirilo de Jerusalén”.
Consultado si, tras practicar cientos de exorcismos durante más de 10 años, todavía le tenía miedo al diablo, el Padre José Antonio Fortea respondió que “la verdad es que no le tengo miedo, porque tengo total confianza en Dios. Si existe el demonio, entonces existe Dios. Por eso no le temo”.
FUENTE: guioteca.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario