REINA DE LOS ÁNGELES
El mundo, al servicio de Satanás, ciego espiritualmente, no ve la luz de la pureza angélica de mi Madre.
Pero no es solamente el mundo corrompido que descalifica a la Virgen Madre. Existen otros, que se dicen mis discípulos y desgraciadamente también son los sacerdotes, que discuten y ponen en duda la perpetua virginidad de mi Madre.
¿Cómo pueden llegar, ciertos consagrados, a un tal grado de ceguera? ¡Aquellos, que son sordos a mi voz y a la de mi Vicario, escuchan la voz de Satanás, para cuyo servicio trabajan!
¿Pero saben quién es Satanás y lo que está haciendo en esta hora gravísima?
La Humanidad va a la deriva, pero mi Madre puede salvarla, ya que estamos en la hora de María, así lo quiere la Divina Providencia. El castigo colectivo desde hace tiempos se habría desencadenado sobre la tierra si esta Madre misericordiosa no hubiese detenido mi mano.
Satanás es quien ha empezado la batalla contra mi Madre, con la esperanza de capturar a muchas víctimas. Y esto porque el príncipe de las tinieblas sabe quién es la Virgen Madre y cual es el poder que Ella tiene en el Cielo.
¡Que los servidores de Satanás y todos mis sacerdotes escuchen!
En la novena de preparación a la fiesta de la Inmaculada de 1968, Yo, Amo del Universo, permití que una víctima extraordinaria, escogida por Mí personalmente, reciba un ataque diabólico. La víctima se encontró delante de una armada de demonios; también estaba Satanás, que habló así:
"¡Que se ataque a los consagrados! A causa de sus caídas, cuántas almas vienen a nuestras manos, porque el escándalo aleja también la Fe. Los consagrados que dan escándalo hacen que se dude también de la existencia de Dios. Y esto es hacia lo cual debemos tender: al alejamiento de Dios. Se acerca la solemnidad de aquella Mujer (la Inmaculada) que nos tiene sometidos a todos. ¡Nosotros debemos sufrir la infelicidad eterna, el infierno, mientras en el mundo tantos y tantos llegan a salvarse a pesar de las numerosas rebeliones contra su Dios!... En ese entonces no existía aquella Mujer, que se llama María, de otra forma a nosotros no nos habría tocado dicha desventura. Las almas que se salvan, se salvan por intercesión de Ella a la cual odiamos y maldecimos...".
"Nosotros Ángeles, por un solo pecado fuimos precipitados en el abismo; y por esto nuestra rabia crece cada vez más: ¡por la injusticia de este Dios!... Si aquella Mujer hubiera existido desde el principio de la Creación, nosotros no habríamos tenido dicha condena".
Y mientras aquella alma víctima escribía las palabras de Satanás - ya que Yo quería que escribiese - Satanás lleno de ira exclamó: "¿Por qué pones mis palabras en el papel?... ¡Basta! ¡Basta!... ¡No escribas, maldita!".
Reflexionad, oh sacerdotes míos, sobre lo que ha quedado escrito de esta experiencia: Si aquella Mujer que es mi Madre hubiera existido antes que algunos Ángeles se rebelaran al Creador, ¡gracias a su poderosísima intercesión habrían obtenido misericordia!
¿Quién es esta Mujer, ante la cual el Infierno tiembla? Es aquella Virgen Purísima que hoy el mundo quisiera enfangar.
¿Qué relación existe entre Mí y esta purísima Mujer? Yo vine al mundo por medio de Ella; fui alimentado por medio de Ella, con su leche virginal. Por toda la vida, hasta los treinta años, fui cuidado por Ella. María Virgen fue el precioso instrumento de la Redención del género humano. Yo vivo de su sangre y de su carne virginal en la Hostia Consagrada y cuando las almas me reciben no estoy solo, porque estoy incorporado en la vida de mi Madre. ¡Este es el gran poema místico vivo en mi Iglesia! Sin mi Madre no podía ser Jesús en la tierra; todo se debe a esta purísima Reina Inmaculada.
Si un hijo afectuoso rodea de reconocimiento amoroso a su madre terrenal, y hace esto con un corazón limitado, mucho más Yo, que debo hacer que mi Madre se vea honrada, amada, glorificada y consolada, Arca de la salvación, Canal de Gracia, Corredentora del género humano! ¡La Santísima Trinidad le ha dado todas las Gracias que le pueden ser dadas a una criatura!
El misterio de mi vivir en las almas se cumple siempre por medio de mi Madre purísima.
¡Cuán estupenda y luminosa es la figura de esta Virgen, Trono y Tabernáculo del Dios Vivo! No existe ningún idioma humano o angélico, que pueda expresar las alabanzas.
Quien me ama, ama también a mi Madre. Y quien ama a mi Madre, me ama también y tendrá vida segura.
María me trajo al mundo y es por medio de Ella que llego a las almas. Es María que me conduce y prepara los corazones para hacer mi morada. ¡Mi Madre es demasiado grande! ¡Ay de los infelices que se atreven a proyectar una sombra sobre la pureza virginal de Aquella que tiene en la mano el cetro de Reina de los Ángeles
¡Oh sacerdotes que me escucháis, reparad y haced reparar el honor ofendido de mi Madre que también es vuestra. Que se celebren Misas en honor de la Virgen, para que sean reparadas las ofensas contra su pureza virginal. Que se organicen cruzadas de Comuniones reparadoras, y que se hagan especialmente el día Sábado. Que se difunda esta invocación: "¡Por tu virginal candor, oh María, salva a todas las almas que ofenden tu perpetua pureza y tu Corazón de Madre!".
SABER NEGARSE A SÍ MISMOS
Para venir a la tierra a rescatar al hombre he escogido a dos Vírgenes: María para traerme al mundo y José para custodiarme. Las almas castas forman mi delicia. Aún sin condenar a la generación, amo con gran predilección a las almas vírgenes.
No todos comprenden cuan sublime sea la virginidad; ¡Mí Padre Celestial da esta luz a ciertas almas y bienaventuradas ellas que corresponden a los planes divinos!
En el mundo, que está tan enfangado, tengo armadas de vírgenes, hombres y mujeres. Tengo también de aquellos que, aún estando vinculados por el matrimonio, viven angélicamente, casi como si no tuvieran cuerpo. ¡Cuánta alegría me dan aquellos y cuantas bendiciones atraen a la Humanidad!
¿Mis sacerdotes no deberían ser los primeros en la armada de las vírgenes? ¿Es posible que simples fieles me den con más generosidad lo que mis ministros me dan con tanta avaricia? ¿Cómo puedo enorgullecerme de ellos, que deberían ser la pupila de mis ojos?
Existen consagrados que pretenden vivir la vida ordinaria del hombre.
¿Pero tenían estos sentimientos cuando cultivaban la vida interior, se alimentaban con Fe de mi Carne, custodiaban sus sentidos y vigilaban para huir de las ocasiones peligrosas?... Entonces era fácil y consolador la vida de una pureza perfecta; mi Gracia los sostenía.
Ahora en cambio dicen: "¡El yugo es demasiado pesado!... ¡es insostenible!... ¡la incontinencia perfecta es imposible!...".
¿Por qué no oráis más, en vez de daros a los pasatiempos?
¿Por qué no regresáis al espíritu de mortificación?
¿Por qué no quitáis la leña al fuego de las pasiones, en vez de agregar otra?
Las demasiadas comodidades han enervado vuestro espíritu, os han debilitado demasiado, tal vez os han hecho caer y ahora estáis en el fango.
¡Sacerdotes del Altísimo Dios, habéis olvidado mi Doctrina! ¡Y lo mismo vosotros, maestros de Israel!... ¿Qué he enseñado al mundo y qué habéis predicado a los demás?... "El Reino de los Cielos necesita violencia y solo los violentos toman posesión... Quien quiere venir detrás de Mí, que reniegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga". Esto vale para todos, también para el último de mis discípulos. ¿Y los pastores de mis ovejas no deben dar a todos, siempre y donde sea, el ejemplo de la renuncia?...
Existen sacerdotes que no creen en mi Palabra. ¡Estos no son dignos del Sacerdocio divino!
El consagrado carnal no acepta mi enseñanza. ¡Qué equivocación!
No pocos sacerdotes, con los cuales contaba, se han convertido primero en groseros, luego en indiferentes, aburridos y finalmente... en piedra para tropezarse. Tienen el corazón endurecido, son insensibles y no se rinden a las dulces llamadas de un Dios Omnipotente.
Yo, Maestro divino, para algunos sacerdotes míos valgo menos que el fango de la tierra: ¡prefieren las falsas alegrías del mundo a mis consuelos; prefieren lo que puede llevarlos al Infierno a lo que puede introducirlos en el Paraíso!
¡Pobres almas! ¿Dónde está la utilidad de mi Sangre para vosotros?
En esta hora fatal (y es inútil eludirse) se necesita una generosidad plena en mis ministros, negación del propio yo, penitencia amorosamente abrazada para la Gloria de Dios.
Sacerdotes, que os rebeláis a mi enseñanza sobre la necesidad de negarse a sí mismos, ¡contempladme en la Cruz! Yo, vuestro Redentor y Maestro, he mortificado toda mi vida, desde el nacimiento en la gruta al martirio en el Gólgota. Y vosotros... ¿no sabéis privaros de satisfacciones ilícitas, (¡y siempre son ilícitas!...) para demostrarme vuestro amor? Por el contrario vosotros buscáis en todo las comodidades de vuestro placer; tenéis en el horror la austeridad de la vida.
Al Paraíso no se llega gozando del mundo y creyendo en sus enseñanzas, sino renunciando a todo lo que el mundo aprueba. Es imposible servir a dos patrones que son enemigos entre ellos.
Si no queréis saber de mortificación en esta tierra, la sufriréis mucho más trágicamente con la purificación que deberéis sufrir en el Purgatorio... ¡si os libráis del fuego del Infierno!
Si actualmente sufren en el Purgatorio almas que en la tierra se las tenía como santas, ¡imaginad cuáles penas serán reservadas a los sacerdotes por haber buscado, amado y gozado por completo satisfaciendo los sentidos!
La tierra es un lugar de prueba, como lo fue para Adán y Eva. La tierra es un exilio, un albergue, donde el viajero se detiene de paso, pero siempre pensando en el camino que todavía le queda por hacer para llegar a la meta. Quien camina demasiado apegado a la tierra no puede llamarse verdadero cristiano y mucho menos mi ministro.
Este es el distintivo del hombre que pasa: la negación de sí mismo.
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