Hice reflexión y encaminada por la luz que el Señor me había dado, reconocí la obligación justa y debida de conocer a Dios eterno, por la fe, darle culto, adoración y reverencia, confesándole por Dios y Señor, causa de todas las causas, criador de lo que tiene ser, por dueño y señor del universo, conservador y vivificador de todo lo que dió ser: reconocí la deuda de amar y obedecer a este Señor, de creer los artículos de la fe, de observar los mandamientos de la ley de gracia y los de la santa Iglesia: propuse en mi ánimo de entregarme con todas mis fuerzas a amar a su divina Majestad, de obedecer a todo lo perteneciente a su ley, de darle magnificencia, alabanza, gusto, agrado y confesión de un solo -Dios, justo, santo y sabio.
Aunque estos actos de las virtudes teologales y propósitos de perfección que dejo dichos en el párrafo antecedente, los hice cuando tuve el primer conocimiento de Dios nuestro Señor, los repetí cuando estaba en mis sentidos y obraba con ellos. Los primeros fueron con las potencias; los segundos con las potencias y sentidos, porque el culto y reverencia que se le debe a Dios ha de ser con el interior y exterior: con las potencias siempre en hábito y frecuentes actos de las virtudes teologales; en lo exterior con los sentidos, haciendo genuflexiónes, postraciones, estar de rodillas ó en pie, levantados los ojos al cielo, las manos y brazos como Moisés, y con otras devotas ceremonias.
Y no quiero omitir aquí decir, que se me ha mostrado la obligación que todas las criaturas racionales tienen en llegando al uso de razón, de conocer y adorar a Dios eterno, darle culto y reverencia.
Y porque la naturaleza humana por sí sola es tarda, olvidadiza, grosera, y luego se engolfa en las miserias y vanidades terrenas, le arrastran y entorpecen los objetos visibles, deben los padres con toda diligencia, atención y desvelo cuidar de que antes que los hijos reciban las impresiones peregrinas, noticias y especies de Babilonia y obren sus vicios, informarlos de las verdades católicas, darles a conocer el ser de Dios infinito y su ley santa.
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