“LAS CAMPANAS Y SUS TOQUES"
Por Ángel Fraile de Pablo
Seguramente que a todos, la palabra “Campana” nos suena, y sin lugar a dudas al escuchar su sonido, nuestra imaginación se dirige hacia la torre de alguna iglesia cercana.
El nombre de campana procede de una región del sur de Italia, y su invención, tal como hoy la conocemos, se debe a San Paulino Obispo, que la introdujo en el culto divino, en el siglo V en la región antes citada. Aunque las campanas ya eran conocidas por griegos y romanos, la forma y la utilidad de hoy en día no es tan antigua, pues no fue hasta el siglo XII, cuando empezaron a construirse torres en las iglesias para colocar en ellas las campanas, las cuales comenzaron a fabricarse de un tamaño mayor. Se dice de Santa Teresa que en cada fundación que realizaba de un nuevo convento, daba una gran importancia a la colocación en un lugar visible de una campana, la cual no faltaba en ninguna de sus casas.
Prácticamente no existía iglesia en nuestros pueblos y ciudades que no dispusieran de una o varias campanas. Constituían un elemento primordial tanto para marcar los actos religiosos como para los demás acontecimientos de la vida civil.
Cuando algún núcleo se despoblaba, cosa bastante frecuente en algunos siglos de penuria económica o por epidemias, los elementos valiosos de la iglesia, incluidas las campanas, se trasladaban al pueblo vecino donde residirían los últimos habitantes del pueblo que quedaba deshabitado. En el año 1765, los pocos vecinos del pueblo de Torre, se pasan a vivir a Vallelado y Torre queda definitivamente despoblado. Las campanas de su iglesia, se llevan a Vallelado y se colocan en la torre; otra campana del pueblo de Torre, es colocada en la iglesia de San Esteban de San Miguel del Arroyo que por aquellos años pertenecía al obispado de Segovia.
El oficio de campanero, era en la mayoría de los casos itinerante, es decir que los campaneros acudían a fundir las campanas a los lugares que así lo demandaban. Con sus aperos y demás herramientas estos artesanos se instalaban, en las cercanías de la iglesia para la cual iban a trabajar hasta que terminaban su trabajo. El proceso de fabricación era laborioso y requería de gran conocimiento y maestría, la cual habían heredado de sus padres y abuelos. En el mismo lugar, como hemos dicho, cercano a la iglesia, hacían el horno y allí con metal nuevo, o refundiendo viejas y rotas campanas, fabricaban las nuevas. A veces si el metal no era suficiente para la nueva campana, los vecinos donaban a la iglesia viejos almireces, lámparas, candelabros y todo aquello que sirviera para dicho fin.
En la nueva campana el maestro fundidor solía grabar su nombre, así como la fecha de fabricación, el nombre del benefactor que había corrido con los gastos de la fundición, cosa bastante frecuente, y como no también figuraba el nombre dado a la nueva campana. Era habitual decorar la campana con diversos motivos como lagartos, que todavía podemos ver en alguna vieja campana, así como alguna frase o inscripción famosa y que era conocida por todos los vecinos. La campana mayor de la antigua iglesia de Vallelado llevaba grabada esta frase: “María campana me llamo, cien arrobas peso si no me quieres creer cógeme a peso”. Como se puede ver, el peso de algunas campanas era considerable, pues 100 arrobas equivalen a unos 1.150 kg.
Las campanas de la torre eran conocidas por todos los vecinos, bien por su sonido, su tamaño o por el nombre. Generalmente la campana más grande estaba dedicada a la Virgen María, otras a distintos y variados santos, dependiendo del lugar. En muchas iglesias, una de las campanas estaba dedicada a Santa Bárbara, abogada de las tormentas. Por supuesto que todas llevaban impresa una cruz en la parte frontal. Generalmente el metal con que se hacían las campanas, era una mezcla de cobre y estaño en distintas proporciones, fórmula que los campaneros guardaban secretamente, de generación en generación. En nuestra región eran famosos campaneros la familia Quintana, que todavía hoy en día se dedican a este oficio, ya casi extinguido.
En el año 1915 la torre de la iglesia de Vallelado, se hundió, y cayó una de las campanas al suelo, rompiéndose, por lo que años más tarde cuando se levantó de nuevo la torre, hubo que refundirla de nuevo.
Con el paso de los años y el uso continuado, las campanas se agrietaban y el sonido no era limpio, sino desagradable al oído, por lo que había que refundirlas. Este motivo hace que sea raro encontrar en nuestras iglesias campanas que tengan más de 200 años de antigüedad.
La vida de los pueblos giraba en torno a la iglesia, y en los tiempos en que el único reloj que había era el sol, las campanas suponían un instrumento fundamental y vital para sus habitantes, pues el sonido era escuchado por todo el término, avisando y congregando a los distintos actos y anunciando las horas del día, más importantes: El toque del ángelus, se realizaba al amanecer, al medio día y al atardecer. Estos tres toques marcaban tres momentos fundamentales del día, el amanecer, el medio día o la hora de comer, y la hora de regresar a casa tras el trabajo, orientando a todos los que se encontraban trabajando en el campo, e invitando a rezar.
Los numerosos y diversos actos y oficios de la vida del pueblo se anunciaban con el toque de las campanas, bien fueran actos religiosos o civiles.
Distintos toques de campana
Con el paso de los años han desaparecido la gran mayoría de toques que conocieron nuestros abuelos, y que distinguían perfectamente.
Los sacristanes eran los encargados de realizar los distintos toques que conocían al dedillo.
Cuando en nuestros pueblos, aún no existían los consistorios o ayuntamientos, como tales lugares de reunión, los vecinos eran convocados a las reuniones de concejo “a son de campana tañida” congregándose en el pórtico de la iglesia.
Existía la creencia de que cuando había tormentas, el toque repetido de las campanas alejarían las nubes de piedra tan temidas en los campos, al igual que evitar el hielo para salvar las cosechas, por eso la dedicación de una de las campanas a Santa Bárbara. En Vallelado en el año 1754, los mozos se turnaron varias noches para tocar las campanas…”cuartilla y media de vino que se gastó con los mozos, en las tres noches que fueron a “tocar a yelo”.
“Toque de arrebato”: este toque se hacía cuando había alguna catástrofe, un incendio, etc. Se tocaban varias campanas a la vez y de forma rápida para que acudieran los vecinos en ayuda o a socorrer o sofocar algún incendio.
“Toque de fiesta”: Los días de fiesta grande se tocaban las campanas ““a vuelo”, que consistía en voltear las campanas, cosa que realizaban los mozos más arriesgados
El volteo se dejó de hacer, entre otras cosas por el peligro que entrañaba y que alguna vez terminó trágicamente: A mediados del siglo XIX, un joven de Vallelado que se encontraba en la torre volteando las campanas sufrió un desgraciado accidente y la campana le sacó de la torre cayendo en el medio de la plaza.
“Toque de difuntos”, también conocido como “Clamor” que avisaba del fallecimiento de algún vecino. Era un toque lento, en el que participaban dos campanas distintas y que todavía hoy sobrecoge cuando suena. Al final del mismo nos daba la clave: si el finado era hombre se daban dos toques separados, y tres si la fallecida era una mujer. Mientras el cadáver era conducido al cementerio las campanas tocaban a duelo, durante todo el recorrido.
La cofradía de la Cruz de Vallelado, cuando había un difunto, encargaba que durante la noche, una persona recorriera las calles del pueblo con una campanilla o esquila tocando y avisando a los vecinos del fallecimiento. Ni que decir tiene que a altas horas de la madrugada, el tintineo ponía los pelos de punta, sobre todo a los más pequeños de la casa. Ya hace muchos años que dejó de hacerse. Ahora la cofradía toca esta esquila durante la “procesión de la carrera”, que se celebra en la Semana Santa.
“Toque de gloria”. Así se llamaba cuando fallecía algún niño. Se tocaba con la campana pequeña o esquilín, y en algunos sitios era conocido como “toque de tilinduna”
En alguna iglesia todavía tienen la antigua costumbre de dar dos o tres toques de campana, en el momento de la consagración en la misa mayor. Avisaban a las gentes que no habían podido acudir a la celebración, para que hicieran la señal de la cruz
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La gran mayoría de los toques a los distintos oficios ya desaparecieron hace bastantes años, pero afortunadamente nos quedan algunos y todavía siguen sonando las campanas en los días festivos.
FUENTE: vallelado.net
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Panamá: Las campas de la Iglesia De la Merced.
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