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«María, mi amadísima Madre, dame tu corazón tan bello, tan puro, tan inmaculado, tan lleno de amor y de humildad, para que pueda recibir a Jesús como tu lo hiciste e ir rápidamente a darlo a los demás». Beata Teresa de Calcuta.
¡María fue santa, María fue dichosa! Pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿Por qué? Porque María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo... Por tanto, amadísimos hermanos, prestad atención a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo (1 Co 12,27). ¿Cómo lo sois? Poned atención a lo que el mismo Cristo dice: “Estos son mi madre y mis hermanos “ ¿Cómo seréis madre de Cristo? “El que escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”.
El Culto a la Santísima Virgen María
Es el reconocimiento de la excelencia de la Madre de Dios, fundamento del culto mariano, que lleva a la piedad filial como Madre nuestra que es.
""María, elevada por la gracia de Dios por encima de todos los ángeles y de todos los hombres, como Madre de Dios Santísima, es honrada por la Iglesia con un culto especial, que difiere esencialmente del culto de adoración que se rinde al Verbo Encarnado, así como al Padre y al Espíritu Santo... Ese culto enteramente singular la Iglesia lo aprueba y favorece." (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, nn.66 y 67).
EL CULTO EN GENERAL
Se llama culto a la reverencia que damos a Dios y a los santos por el honor que merecen. El culto -debido a nuestra condición humana corporal-, lleva al hombre a exteriorizar esa reverencia, que se manifiesta no sólo en actos interiores sino también en prácticas externas. La Iglesia señala oficialmente muchas prácticas de culto debido a Dios y a los santos, aunque cada cristiano movido por su piedad, pueda realizar algunos otros libre y espontáneamente.
Clases de culto
Hay tres clases de culto, por razón de la distinta dignidad de aquellos a quienes se ordena nuestra reverencia:
a) De latría o de adoración, que es debido sólo a Dios, como soberano Señor y por su infinita excelencia.
b) De dulía o de veneración, que es debido a los ángeles y a los santos por la excelencia de sus virtudes. Al honrar a los santos estamos honrando a Dios, puesto que Él se manifiesta en ellos y por ellos somos atraídos hacia El.
El Concilio de Trento enseña la legitimidad de este culto, en contra de los protestantes que han querido ver en ello un modo de superstición (cfr. Conc. de Trento, DZ. 941, 952 y 984).
c) Por último, el culto de hiperdulía o de veneración suprema, que es el culto debido a la Santísima Virgen en razón de su eminente dignidad de ser la Madre de Dios.
La Sagrada Congregación de Ritos, Decreto del 1-VI-1884, dice: "Se debe a María un culto superior y eminente sobre los santos, en cuanto que es la Madre de Dios"; (cfr. Conc. Vat. II, Const. dogin. Lumenn gentiumi, n.66 y, S.Th., II-II, q.103, a.4.).
EL CULTO A SANTA MARIA
Si la Virgen María es la Madre de Dios y Madre nuestra, si es nuestra intercesora y mediadora ante la Trinidad Beatísima, es muy justo y propio de hijos agradecidos que le correspondamos con un entrañable amor, que se manifestará en un culto de especial veneración como merece la Reina del cielo.
Elementos integrantes del culto mariano
Se consideran elementos integrantes del culto a María los siguientes:
a) Veneración. Es el reconocimiento de la excelencia de la Madre de Dios, fundamento del culto mariano, que lleva a la piedad filial como Madre nuestra que es.
b) Amor. Que se desprende del conocimiento íntimo de lo que es María y de lo que Ella supone en la vida cristiana de cada hombre. Ella es la Madre amable, la Madre del Amor Hermoso. No se puede amar a Cristo sin amar, en Él y por Él, a quien lo hizo nuestro hermano.
c) Invocación. Como es Ella la Madre de misericordia, el pueblo cristiano ha tenido siempre la firme y fundada persuasión del valimiento universal como celestial intercesora.
d) Imitación. Imitar a María lleva consigo, por su influjo maternal, una configuración con su Hijo Jesucristo (cfr. Cone. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.66).
Lo anterior se puede resumir en las palabras que nos recoge el Concilio Vaticano II: "Recuerden los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes" (Ibidem, n.67).
BREVE EXPOSICION HIS TORICA DEL CULTO A MARIA
Una breve exposición histórica del culto a María dará una mayor visión de la gran incidencia que la veneración a María ha tenido en el Pueblo cristiano.
En la Sagrada Escritura
a) El primer momento de veneración a María lo registra San Lucas. Es del Arcángel Gabriel cuando la saluda con reverencia diciéndole: "Dios te salve, María, llena eres de gracia" (Lc. 1,28).
b) Más adelante, Santa Isabel alaba a María cuando exclama: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí que la Madre de mi señor venga a visitarme? “ (Lc. 1,42 ss).
c) La misma virgen María profetiza, llena de humildad y de gozo: "He aquí que me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho maravillas en mí" (Lc. 1,47).
d) Luego, años más tarde, cuando Jesús hablaba, inesperadamente una mujer del pueblo grita con toda su alma: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron!" (Lc. 11,27).
e) Después de la Ascención del Señor a los cielos, los Apóstoles perseveraban en unión con María, la Madre de Jesús (cfr. Hechos 1,4).
En el culto de la Iglesia
a) Durante los tres primeros siglos, ante la imposibilidad de un culto externo y público --debido a las persecuciones-, los cristianos veneran a María en las pinturas que se plasman en los murales de las catacumbas. Con la paz constantiniana (en el siglo IV), que permite el culto público, y con el Concilio de Efeso (en el siglo V), que define la divina Maternidad, el culto mariano se extiende y propaga por todas partes.
b) Desde el siglo IV y hasta nuestros días se construye Iglesias dedicadas a la Santísima Virgen, Basílicas, Santuario y ermitas esparcidos por toda la tierra, como lugares de especial encuentro con María, la Señora del dulce Nombre.
c) Hace muchos siglos en la Iglesia se reza o se canta el Oficio divino en honor a María y, en todo el mundo, se celebran Misas propias para honrarla.
d) De las oraciones litúrgicas que existen para alabarla e invocar su protección y auxilio maternales son tan, abundantes que, sería interminable su enumeración (cfr. Apéndice l).
e) En el Calendario litúrgico, tanto universal como particular de países o regiones, existen muchas celebraciones de fiestas marianas, tales como la de la Maternidad, la Anunciación, la Asunción, la Natividad, la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Fátima, de Lourdes, del Carmen y la solemnidad de Santa María de Guadalupe, etcétera.
Plegarias marianas
a) La más antigua de las oraciones marianas es la siguiente: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y bendita".
b) La plegaria más universal y conocida en todo el mundo es, sin lugar a dudas, el Avemaría, iniciada en la liturgia oriental hacia el siglo V y definitivamente fijada, como la conocemos hoy, en el siglo XVI. El Acordaos, cuya inspiración se atribuye a San Bernardo. La Salve, que proviene del siglo XI. El Angelus, que surge hacia el siglo XIII y en el XVI adquiere su forma definitiva etc.
c) Los Himnos en honor de María, como el "Stabat Mater", "Ave Maris Stella", "Alma Redemptoris Mater", etc.
d) La oración más difundida y más recomendada por los Sumos Pontífices es el Santo Rosario. Su origen y estructura se remonta a las 150 Avemarías que los fieles decían a imitación de los 150 salmos que los monjes y clérigos recitaban en el Oficio divino. Más tarde Santo Domingo de Guzmán, por especial revelación -en el siglo XIII-, le dio un notable impulso y difusión. Desde entonces la Iglesia no ha dejado de recomendarlo encarecidamente a todos sus hijos.
En el rezo del Rosario se incluyen las Letanías Lauretanas, cuya composición fue progresiva. Se iniciaron desde los primeros siglos, y se cantaban en el Santuario de N.S. de Loreto: de ahí su nombre. El Papa Clemente VIII (año de 1601) decretó que se incluyeran en el rezo del Santo Rosario.
e) Las prácticas de piedad
Finalmente, las prácticas de piedad surgidas en la Iglesia -de todo el Pueblo de Dios- como manifestación espontánea del culto a la Santísima Virgen, son innumerables. Estas, por lo extenso y detallado de cada una de ellas merecen ser tratadas en capítulo aparte (cfr. Capítulo 14).
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