La bondad es “ la disposición permanente que nos inclina a hacer el bien de manera amable, generosa y firme, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades”.
No es un sentimiento dulzarrón y flojo como se lo presenta generalmente, sino fuerte. El que ama bien quiere el bien de quien ama, por eso, si es necesario, sabe mostrarse duro.
Lo bueno tiene que estar ordenado al bien del otro. Muchas veces hay una tendencia natural hacia la bondad con más énfasis en algunas personas, pero la bondad para que sea virtud debe ordenarse al bien del otro. Nuestros actos serán buenos y haremos el bien siempre y cuando lo que hagamos con el prójimo sea bueno para él a los ojos de Dios.
El Bien a veces puede estar mal hecho. A veces, aún las personas “buenas” no hacen el bien. Sería el caso de los padres que no ponen límites a sus hijos y les permiten hacer de todo, (pensando que lo hacen por amor y que así les demuestran mas afecto), cuando en realidad es un mal para ellos. Para crecer seguro hacen falta los límites que contienen y marcan el camino a seguir. Si los padres creen que hacen un bien quitándolos, en realidad estarán haciendo un mal. Si una chica sabe que su hermano se droga y se cree que es “buena” con su hermano porque no se lo dice a los padres, en realidad lo que le está haciendo es un mal, ya que evita que sus padres sabiéndolo, tal vez lo puedan ayudar.
Otras veces el Mal tendrá apariencia de Bien. Este es el caso de las leyes de educación sexual obligatoria en los colegios. Se “presentan”, nos las “venden” y nos las “imponen” como buenas, cuando en realidad sabemos que son diabólicas. Lo que harán es arrasar con la virtud, la pureza, la inocencia y toda la ley de Dios desde la infancia y la adolescencia, lo cual indica que son un Mal. A decir verdad el mayor Mal que ha sufrido la Patria en toda su historia.
Podemos tener actitudes buenas o acciones bondadosas y hasta grandes sin por ello ser personas buenas. Para ser verdaderamente buenos, hay que actuar a través de nuestra vida y con naturalidad con esa tendencia constante de hacer el bien, desde el corazón y desde la mente. Todos conocemos personas quienes pareciera que naturalmente están dispuestas a ayudar a quienes necesitan, a quienes pareciera que jamás se les ocurre ningún acto de malicia y tienden naturalmente a comprender las circunstancias de las personas con una tendencia a ver lo bueno en los demás. A todos nos ha sucedido de conocer seres humanos así.
Bondad es además, la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones, y sus arranques para convertirlos en buenas acciones. Si no somos buenos naturalmente, siempre podremos ejercitarnos en esta virtud, empezando por no hacer el mal y siguiendo el ejercicio según lo decía Platón: “Buscando el bien en nuestros semejantes encontraremos el nuestro”, tratando de ver lo bueno en las personas, ponderando y exaltando sus virtudes públicamente (aunque nos cueste), tratando a los demás como quisiéramos que nos trataren a nosotros mismos, con amabilidad educación, respeto y justicia, correspondiendo a la confianza que los demás han depositado en nosotros, visitando y solidarizándonos con nuestros amigos, familiares o empleados mas necesitados o afectados por distintos problemas, explicándoles lo que les cuesta aprender y nosotros ya sabemos, sirviendo al prójimo desinteresadamente, etc.
San Agustín decía que: “Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo”. Es por eso que la bondad de otros muchas veces es motivo de burla o de desprecio, porque genera malestar y reproche en nuestras conciencias. De ahí que se tienda, para quitarnos este reproche de encima, a descalificar a los buenos, confundiendo su bondad con debilidad y el ser personas manejables.
A nadie le gusta que lo ridiculicen por ser el “buenito” del aula, de la oficina, de quien todo el mundo se aprovecha y se presenta como el bobo. A nadie le cae bien que se aprovechen de su buena disposición y ser el continuo blanco de “vos que sos bueno andá a prender el fuego del asado” o “vos que sos bueno, tráeme un mate”, etc. No deberíamos entonces generar esta confusión. Deberíamos decir entonces: “Vos que sos siempre tan servicial. No me prepararías un mate?”.
El ser bueno no quiere decir ser condescendiente con la injusticia o indiferente con lo que está bien o mal en las actitudes o acciones de quienes nos rodean. El ser condescendiente con todas las actitudes y situaciones que nos rodean muchas veces es falta de compromiso, flojera o falta de carácter. Nuestro Señor fue tan bueno cuando le devolvía la vista a los ciegos como cuando echaba a los mercaderes del Templo. No dejó de ser bueno. Simplemente dentro de su bondad, la prioridad era la gloria de Su Padre.
Tampoco será bondad el vivir exaltando nuestras buenas acciones, porque la bondad, como la generosidad, no espera nada a cambio. Dijimos que la gratitud es la virtud que nos hace reconocer las deudas que hemos adquirido con el prójimo por el bien que nos ha hecho en determinadas circunstancias. Pero lo que nos obliga a reconocer como deuda hacia nuestro prójimo no nos exige a nosotros pregonar nuestras buenas acciones y gestos ante los demás. Serán los demás quienes estarán obligados en conciencia a reconocerlo. No necesitaremos hacernos propaganda porque entonces nuestras buenas acciones se verán empañadas y las echaremos a perder. Serán buenas acciones tal vez, pero se desmerecerán con nuestra falta de humildad.
El hacer el bien calladamente también tiene que ver con la modestia, que modera el accionar de las personas y frena la ostentación (lo suntuoso y aparatoso que quiere llamar la atención desmedida) y la jactancia (la alabanza propia desordenada y pretenciosa).
Lo contrario a la bondad es la maldad, la dureza de corazón.
Nuestro siglo XXI, tan alejado de Dios que es la suma Bondad, ha endurecido el corazón de las personas y se manifiesta en todo su accionar y hasta en el ámbito de las leyes. La industria del juicio, que despoja injustamente a las personas de sus bienes con falsas excusas o las hace vivir atemorizadas de perderlo todo. La legalidad de matar desde el vientre materno y en un futuro próximo hasta a los ancianos por descartables. El fomentar la corrupción de los niños y los adolescentes de manera obligatoria desde el ámbito de la educación, son todas manifestaciones diabólicas de la maldad llevadas hasta sus máximas consecuencias.
FUENTE: servicocatholicohispano.wordpress.com
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