Sínodo de los Obispos de 1971. Estudio introductorio
S. E. Josef Card. Tomko
(Primera entrega)
En la vida de la Iglesia, un poco como en la historia de la humanidad y de su civilización, hay "avances y retrocesos" (G.B. Vico) en ciertos asuntos dudosos. Hoy, bajo el impulso de cambios sociales precipitados y de diversas presiones, estos reflujos de "temas ardientes son quizá más frecuentes.
Gracias a la clarividencia de Pablo VI que ha superado hasta las expectativas de los Padres del Concilio Vaticano II , la Iglesia tiene hoy un organismo vivo que expresa, califica y anima su vida: el Sínodo de los Obispos. Esta es la sede apropiada en la cual periódicamente se tratan argumentos de gran interés y actualidad, de carácter pastoral pero con fondo doctrinal.
La asamblea sinodal, en la cual participan los representantes de las Iglesias particulares y el episcopado católico, y el procedimiento sinodal total -que incluye además la fase preparatoria con la consulta en la "periferia" y la fase ejecutiva de aplicación de las conclusiones aprobadas por el Papa en las Iglesias particulares- se asemejan a la actividad y a las funciones del corazón en el organismo vivo. Así como el corazón recoge la sangre extenuada de los miembros, la regenera y oxigena en el centro y renovada la arroja de nuevo con impulso vivificador a la "periferia", así sucede también en el Sínodo.
El Sínodo de los obispos es la sede apropiada para tratar los problemas de aliento universal y de impacto en las comunidades locales, porque mantiene el vínculo y el equilibrio entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares. Con sus connotaciones de universalidad, de agilidad y de actualidad, el Sínodo realiza verdaderamente aquello que significa: "Syn-odos", caminar juntos, obispo con obispo y con el Papa. Se trata de comunión, de colegialidad afectiva y efectiva, por lo que Juan Pablo II lo ha definido "una expresión particularmente provechosa y el instrumento validísimo de la colegialidad episcopal".
Por medio de las asambleas sinodales generales que se repiten con una frecuencia de cada tres años, los pastores de las Iglesias esparcidas en el mundo entero pueden ponerse al día sobre las cuestiones más urgentes y actuales. Como ha dicho además Juan Pablo II, los Sínodos hoy destacan el ritmo de la vida pastoral de la Iglesia universal.
Así ha sucedido con el sacerdocio y con el celibato: en plena tempestad de la "crisis de identidad sacerdotal, la Iglesia ha tenido el valor de afrontarla, discutirla a la luz del sol y con plena libertad en la asamblea general del Sínodo de los obispos de 1971, sin defenderse de la campaña organizada e interesada de varios grupos de presión, llegando a las conclusiones votadas y aceptadas después por el Sumo Pontífice. La documentación que después fue sintéticamente expuesta y analizada contiene todo una mina de argumentos, reflexiones, experiencias, discusiones de cada ángulo de la Iglesia. Es una lástima que tal riqueza no haya sido re-elaborada seguidamente en un documento post-sinodal, como se ha hecho habitual a partir del Sínodo de 1974. Pero la lectura de la sintética Relatio circa labores peractos in secundo generali coetu Synodi episcoporum y del volumen del fiel cronista del Vaticano II y de muchos sínodos, el P. Caprile, sj, recientemente desaparecido y muy especialmente de todo el material original total nos permite llevar a la luz estos tesoros eclesiales.
Valores en crisis
Como se sabe, la Asamblea general de 1971 era la segunda que se celebraba y denota aún una búsqueda de metodología. Después de la primera experiencia vivida en 1967 con la discusión de unos cincuenta temas y después de la Asamblea especial de 1969, más breve y menos numerosa, los temas a discutir fueron reducidos a dos y la duración de la asamblea fijada al período del 30 de setiembre al 6 de noviembre de 1971. El primer tema De sacerdotio ministeriali tuvo a los padres sinodales ocupados hasta el 20 de octubre y algo más con los últimos días dedicados a las votaciones finales. El otro tema fue De iustitia in mundo.
La introducción al debate sobre el sacerdocio ministerial ha sido hecha a partir de una relación doctrinal, presentada por el cardenal J. Höffner, arzobispo de Colonia, y. de otra "sobre cuestiones prácticas", leída por el cardenal Enrique y Tarancón, arzobispo de Toledo. La cuestión del celibato se encuentra en el amplio contexto de tales problemas prácticos, recogidos bajo varios títulos: naturaleza y misión específica del ministerio sacerdotal; acción pastoral de conjunto en la Iglesia; vida espiritual de los pastores; sacerdocio y celibato; retribución económica de los sacerdotes; la preparación actualmente exigida de los sacerdotes. Si por un lado los medios masivos de comunicación han presentado el celibato como la cuestión principal de aquel Sínodo, ésta ubicación dentro de la problemática global, doctrinal y práctica del sacerdocio ministerial, da razón a la afirmación introductoria del card. Enrique y Tarancón, de que no se trata de un problema central y tan amplio como algunas veces parece se quisiera hacer parecer.
Muchos obispos han denunciado fuertes presiones que han sufrido de parte de algunos teólogos, así como de grupos de presbíteros y de la prensa escrita en favor del cambio de la disciplina. Se estaba pues todavía en plena crisis doctrinal más que disciplinar. El efecto más pernicioso puesto en evidencia por muchos obispos era la atmósfera de duda que debilitaba la resistencia hasta de los buenos sacerdotes: ¿se conservará el celibato todavía como obligatorio? La visión tradicional del sacerdocio era sacudida; la distinción entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común negada; el significado de holocausto de la eucaristía y en consecuencia el soporte del sacerdocio disminuido o rechazado; la misión sacerdotal desviada de la así llamada "sacramentalización", hacia la promoción del hombre (liberación, desarrollo etc.) y hacia la actividad profana, especialmente hacia el compromiso político, por el cual se admitía con esmero la hipótesis del sacerdote a tiempo limitado contra el tradicional sacerdote a tiempo completo.
El mundo secularizado ha creado en torno al presbítero una atmósfera cambiada, no sólo insensible sino hasta adversa al testimonio del presbítero célibe. Mons. P. Schmitt, obispo de Metz, ha señalado algunas novedades en el contexto moderno: la reevaluación de la sexualidad, la complementariedad de los sexos, la exaltación de la libertad personal contra toda imposición por medio de la ley, la intolerancia hacia un compromiso definitivo, el menor apoyo de los fieles al presbítero célibe, la espiritualidad de los esposos. El prelado ha mostrado, empero, que justamente ese nuevo contexto hacía resaltar el valor y la exigencia del celibato sacerdotal como elección libre que puede llegar hasta el compromiso por la vida, como amor verdaderamente profundo y como signo de la eterna actualidad de Dios.
En medio de tantas incertidumbres diseminadas y confusiones creadas alrededor de los valores, los pastores reunidos en el Sínodo se han encontrado no sólo unánimes al reafirmar el valor del celibato por el reino, sino se han unido en una mayoría compacta que roza la unanimidad también en la defensa de la disciplina vigente en la Iglesia latina, como forma adecuada para ejercer el ministerio sacerdotal para la edificación del reino. Las declaraciones en el aula, hechas individualmente por los obispos en nombre de las Conferencias episcopales o a nombre propio, son casi unánimes y señalan una clara convicción y voluntad de los padres. Pero en la votación final toda la materia sobre el sacerdocio ministerial ha sido sintetizada en cinco partes, votada cada una sin posibilidad de precisiones ulteriores, por lo cual también la cuarta votación sobre la amplia y compleja cuestión del celibato no revela los puntos precisos en los cuales 22 padres (11 por ciento) estaban en desacuerdo y se han abstenido, mientras 169 (85 por ciento) estaban de acuerdo. De las declaraciones en el aula el porcentaje de los conformes a la disciplina actual resulta de todas maneras todavía la más alta.
Nexo entre el sacerdocio y el celibato
El núcleo de toda la cuestión del celibato se concentraba sobre un punto, a saber, sobre el vínculo entre el sacerdocio ministerial y el celibato. En la Iglesia latina tal nexo se ha hecho muy estrecho por voluntad de la misma Iglesia y ha asumido en el curso de la historia la forma de una ley por la cual todo presbítero de la Iglesia debe observarlo y ninguno puede ser admitido a la ordenación presbiteral si no asume tal obligación; vínculo "obligatorio" por consiguiente, por "ley" positiva de la Iglesia y por eso reformable, mientras que en muchas Iglesias orientales, unidas u ortodoxas, existe el "celibato facultativo" y por eso "opcional". De aquí la facilidad de contraponer la "ley" al "carisma", la "obligación" a la "libre elección", la "necesidad", a la "opción", con todos los equívocos que esconde tal contraposición.
Los padres sinodales, entre los cuales habían varios orientales, han aclarado, sin forzarlo, el nexo existente entre el sacerdocio ministerial y el celibato. El término "conveniencia" es la cualidad de este nexo que se repite varias veces en sus intervenciones.
Ya la relación introductoria ha usado un acercamiento gradual y prudente a la problemática. Partiendo de la posibilidad y de la validez del celibato mostraba la libre disponibilidad del ministro como exigencia intrínseca del ministerio sacerdotal. Caprile resume así esta parte de la descripción: "a) El celibato, como ninguno duda, es una forma de vida lícita y válida que se puede realizar humanamente y cristianamente. El amor que lo motiva penetra todos los aspectos de la vida de un hombre. b) El ministerio sacerdotal lleva consigo una tendencia a mantenerse siempre en una disponibilidad especial en la confrontación de sus exigencias, al servicio de los hombres y de la Iglesia".
Afirmar que el celibato es posible vivirlo humanamente y cristianamente puede parecer algo que se da por descontado, no obstante se niega en tantas objeciones que se escuchan, en relación al mundo moderno, a las culturas y a los climas. El obispo de Koupéla (Burkina Faso) censuraba "una especie de cruzada para liberar a los presbíteros de los vínculos del celibato, los que serían inadmisibles, injustos e inhumanos".
También el equívoco acerca de que la libertad de elección sería clara en el celibato "opcional" pero no en el "obligatorio" -objeción de la que se hizo portavoz, por ejemplo, un obispo de las Antillas- quedó desvanecida en las discusiones. También en la hipótesis de la "ley", esta libertad subsiste, puesto que la libertad y la elección del sujeto-candidato, más bien es exigida como conditio sine qua non; por eso es falso hablar de la ley del celibato como de una constricción. En ausencia de tal libertad el obispo no admite a la ordenación.
De otra parte todos los padres, sin excepción alguna, estaban de acuerdo que el vínculo no es de necesidad imperiosa; tan cierto es esto que existen las Iglesias de rito oriental que por tradición antigua tienen el celibato facultativo, con plena autorización de la Santa Sede.
El vínculo del celibato con el sacerdocio es sin embargo "de gran conveniencia". Al sacerdote, siervo y ministro de Cristo Sacerdote, el hombre de Dios y el hombre de lo sagrado, le conviene íntimamente seguir el ejemplo del Maestro en la plena y total dedicación y consagración a Dios y al servicio de la Iglesia y de los hombres. Y eso no por razones de "pureza ritual" o de sola obediencia legal (card. Enrique y Tarancón). Esta convicción es comúnmente repetida en varias formas en el aula sinodal.
Los padres insisten en que el celibato es una "ley" pero también es don de Dios, "carisma", "exigencia". El arzobispo de Marsella, mons. Etchegaray, en nombre del grupo de lengua francesa formula de la siguiente manera aquella convicción: "Este primer vínculo, a pesar de no afirmar la necesidad, expresa algo más que la pura conveniencia: expresa la coherencia existencia".
Los padres se detienen largamente a ilustrar los motivos de esta conveniencia.
Motivos del celibato sacerdotal
Pueden clasificarse en tres categorías: teológicos, pastorales y prácticos, sin que sean demasiado fijas las fronteras entre estos sectores.
Entre los argumentos teológicos surgen aquellos que se inspiran en el vínculo del sacerdote y del sacerdocio con la persona de Jesucristo. Sequela Christi, configuratio Christo, sacerdotium Christi son expresiones que manifiestan mejor el filón cristológico de los padres. "La más profunda motivación del celibato presbiteral -afirma un obispo- reside en la sequela Christi, entendida según el radicalismo del Evangelio. Jesús ha pedido a sus Apóstoles "dejarlo todo por la misión. La vida apostólica implica la exigencia de sacrificar todo por el reino. El Espíritu Santo ha hecho que la Iglesia tome conciencia progresivamente del vínculo existencial entre el "discipulado", estado al cual el presbítero debe adherirse, y el celibato consagrado (mons. Schmitt).
Acentos similares resuenan en las intervenciones de los cardenales Wyszynsky, Begsch, Poma, de mons. Heston, Wojtyla, Kuharic, Ruini y muchos otros.
El filón de los argumentos eclesiológicos resalta que el celibato es signo de credibilidad de la Iglesia y de su predicación, que hace al sacerdote libre y plenamente disponible al servicio de la Iglesia; que la Iglesia tiene el derecho de escoger como ministros sólo a aquellos que con el carisma del sacerdocio han recibido también el del celibato.
El argumento escatológico se basa en el valor del celibato, como testimonio de los valores trascendentales y de la presencia personal de Dios amor, al cual el hombre es capaz de responder con amor personal radical.
Motivos pastorales muestran cuán benéfico es el celibato para el pueblo de Dios y para el mundo, sobre todo en el momento de la actual crisis de los valores. El testimonio del radicalismo evangélico es un servicio continuo a la humanidad.
Entre las motivaciones prácticas hay que incluir la mayor disponibilidad y movilidad del clero célibe, el servicio misionero, argumentos de orden psicológico y sociológico, como radicalismo y un cierto heroísmo que atraen a los jóvenes y muestran hasta dónde puede llegar la libertad de los hijos de Dios y hasta qué profundidad de amor se puede inducir al corazón humano. Algunos padres, además, han demostrado con hechos y cifras que la introducción del clero casado resolvería poco o nada el problema de la escasez de los sacerdotes y de las vocaciones, ni tampoco sería una solución a la crisis moral de ciertas regiones del mundo.
Como verdaderos pastores, muchos obispos no han hecho largos análisis teológicos, sino han indicado inmediatamente los distintos medios para mantener la fidelidad al celibato.
Medios para vivir el celibato
La experiencia común de millares de sacerdotes es que el celibato es difícil porque el instinto sexual ejercita sus pulsiones también en la persona consagrada, pero es posible y se hace en cierto sentido fácil y gozoso si se vive en profundidad y si el sacerdote usa medios apropiados para mantenerse fiel. La lista de los obispos que han hablado en ese sentido sería larguísima; he aquí los nombres de algunos: Kuharic, Ruini, Marton, Jenko.
El círculo italiano ha sido quizá el más amplio en analizar los diversos medios. Fundamentalmente es la formación a la castidad la que debe ser la meta de toda la pastoral, en particular la juvenil. Ella debe ser más tarde particularmente cuidada en la formación específica de los sacerdotes. A los candidatos se les pide una verificación seria y prolongada de su capacidad de vivir el celibato, antes de ser admitidos a las órdenes. La importancia de los seminarios y de buenos rectores y directores espirituales es inmensa. Para la verificación previa de las actitudes se puede recurrir también a la ayuda de psicólogos.
El amor indiviso a Dios y a su reino entre los hombres puede ser mantenido sólo a través de la oración y la ascesis. Sólo el compromiso pleno en el seguimiento de Cristo y la dedicación apostólica al propio ministerio pueden dar sentido, vigor y gozo al celibato. La unión íntima con Cristo crucificado y resucitado es el secreto del éxito del presbítero. La dirección espiritual, el sacramento de la penitencia y la vida comunitaria son de gran ayuda en la práctica del celibato.
El peligro para el presbítero es la soledad psicológica, ya sea interior o exterior. Algunos padres han insistido en la fraternidad sacerdotal del presbiterio diocesano, en la amistad entre los presbíteros y en las relaciones personales del obispo con sus sacerdotes. Así será posible intuir y prevenir las dificultades, que es el camino más eficaz para superarlas. Detrás de estas propuestas que pueden parecer sólo fórmulas se esconden realidades preciosas e importantes para el sacerdote. En este contexto se vuelve a pensar en las ventajas de la vida comunitaria. Un obispo (mons. Jenko) hasta ha propuesto que se funde un instituto secular para personas que pudieran ayudar al sacerdote obligado a la vida solitaria en la conducción de la casa y eventualmente en el apostolado.
Algunos obispos han hablado también de la formación permanente la que ha sido retomada posteriormente con . fuerza en el Sínodo de 1990 y es la materia del sexto capítulo de la Exhortación Apostólica post-sinodal Pastores dabo vobis de Juan Pablo II. Y es señal de un compromiso ardiente que los padres, en medio de una problemática tan amplia, no han olvidado la invitación de Pablo a Timoteo: "Por eso te invito a que reavives el don de Dios que está en ti" (2 Tm 1,6).
La ordenación de los hombres casados
Mientras la decisión de mantener la "ley" del celibato en la Iglesia latina (algunos han usado las comillas para indicar que se trata de algo más que de una simple ley) era casi unánime entre los padres del Sínodo, las posiciones sobre la oportunidad de admitir a la ordenación sacerdotal a hombres ya casados, que algunos llamaban viri probati, eran un tanto diversas.
La hipótesis era muy prudente: se proponía o admitía como excepción sobre todo para obviar la carencia de clero, limitada a algunas regiones, bajo ciertas condiciones, casi siempre en nombre de sólo una parte de la respectiva Conferencia, salvo algún caso raro de unanimidad. Algunos ejemplos de países que sufren por la falta de sacerdotes pueden hacer intuir la preocupación pastoral de los respectivos obispos, más o menos favorables: Antillas, Bolivia, Chile, Indonesia, Nicaragua, Perú etc. La minoría de algunos episcopados lo admitiría si fuese estrictamente necesario pero por otras razones (Australia, España).
La propuesta encontró una fuerte oposición. Muchos la han visto tan sólo como un primer paso hacia la supresión del celibato y han observado que "no hay una solución local que pronto no se convierta en universal" (card. Bengsch y Nsubuga, mons. Conway). Otros han refutado los argumentos adoptados a favor:
1° no resolvería el problema de las vocaciones: Henríquez Jimenez (Venezuela);
2° la experiencia de las Iglesias ortodoxas y protestantes que tienen clero casado así lo demuestra (Höffner, Wyszynsky);
3° daría lugar a dos categorías de sacerdotes: Henríquez Jiménez (pero está en contra Ndayen, África Central); la de los casados sería de segunda categoría: Nunes (Angola) y otros;
4° traería problemas sociales para mantener las familias: Wyszynsky (Polonia), Aggey (Nigeria);
5° el sacerdote casado difícilmente tiene el empuje misionero: Kuharic (Croacia);
6° conviene experimentar primero el diaconado permanente: algunos franceses;
7° es necesario considerar la calidad y no la cantidad de los sacerdotes: Araujo Sales (Brasil), D'Almeida Trinidade (Portugal) etc.
Mons. Aloisio Lorscheider ha examinado uno por uno los motivos pastorales adoptados para inculcar la necesidad de ordenar hombres casados y ha afirmado que ellos no son válidos, no resisten la crítica:
a) derecho a la celebración de la eucaristía: no se ha dicho cuantas veces; la Iglesia obliga, si es posible, sólo una vez al año; siendo la eucaristía el ápice de la evangelización, no se debería admitir a ella una comunidad insuficientemente evangelizada;
b) remisión de los pecados: en ausencia de sacerdotes se puede obtener también con el acto de contrición;
c) apostolado especializado: puede ser proporcionado por catequistas, diáconos, laicos bien preparados.
Por lo tanto: "Hasta el momento no ha sido aducido ningún argumento suficiente para demostrar la necesidad de ordenar hombres casados", mientras se puede acudir a las urgencias mediante la diversificación de los ministerios inferiores, especialmente de los diáconos.
Será bueno detenerse en este contexto en la situación de las Iglesias orientales, varias veces invocada o mencionada en las discusiones. De un lado, la tradición oriental que admite a la ordenación también a los hombres ya casados (pero no permite casarse a aquellos ordenados célibes ni volverse a casar a los viudos) ha ayudado a los padres a no exagerar con afirmaciones de un nexo necesario entre el sacerdocio y el celibato. De otro lado, algunos padres orientales no han dudado en animar a los hermanos en el sacerdocio latino a mantener intacta la ley del celibato.
El patriarca copto Stephanos I Sidarous ha referido que en Oriente el celibato es muy estimado también entre los no cristianos; entre los católicos orientales los sacerdotes casados serían una insignificante minoría, menos instruidos y sin cargos importantes y se vería mal a un hombre casado hacerse sacerdote de rito latino. El card. Parecattil, metropolita de Ernakulam de los Malabares, ha informado que en su Iglesia, no obstante ser de rito oriental, se aplicaba la ley del celibato. El patriarca Hayek de Antioquía de los Sirios, ha reconocido, al igual que la Iglesia latina, no la superioridad del sacerdocio célibe sobre el casado, porque allí hay un solo sacerdocio, pero sí del celibato libremente elegido respecto al matrimonio. El patriarca latino de Jerusalén, Beltritti, ha citado a un eminente prelado de la Iglesia greco-ortodoxa que ha elogiado al Concilio Vaticano II por haber mantenido la ley del celibato. Y el búlgaro mons. Stratiew ha citado al patriarca ortodoxo Cirilo: "Nosotros somos célibes y preferimos un clero célibe a pesar de tener sacerdotes casados. En los tiempos que atravesamos no se necesitaba ni siquiera esta pregunta en la Iglesia católica. Dígaselo al Papa: que conserve el celibato".
Cuáles serían los problemas concretos que traería la introducción del clero casado, lo han ilustrado dos prelados que han tenido la experiencia directa. El card. Wyszynsky, siendo también ordinario para los fieles de los ritos orientales y conociendo también la situación del clero ortodoxo, ha mostrado aspectos muy problemáticos de sacerdotes casados: preocupaciones por la familia (estudios de los hijos, gastos) que les obligan a buscar los medios, dificultad o imposibilidad de traslados, parroquias casi vitalicias y hasta hereditarias, nivel con frecuencia inferior y necesidad de proteger a viudas eventuales y huérfanos. ¿Y cómo podrían servir estos hombres casados para las misiones? Mons. Kuharic ha afirmado también que el matrimonio de los sacerdotes no favorece el espíritu misionero ni el dinamismo apostólico.
La ordenación de los hombres casados, en cuanto está limitada a regiones carentes de clero y a casos excepcionales de gran necesidad, ha sido juzgada, por consiguiente, por los padres con mucha prudencia. Algunos han propuesto varios remedios a la escasez del clero, otros han resaltado las graves repercusiones y los peligros de esta eventual y nueva disciplina, otros todavía la excluyen, al menos por el momento y un denso grupo ha estado decididamente opuesto. Esta variedad de posiciones más o menos matizada ha creado dificultades en la votación final o mejor en la formulación de las interrogaciones.
La propuesta de dejar la cuestión a la decisión de las Conferencias Episcopales no recogió sufragios porque permaneció casi sin apoyo. Para el resto, después de los debates, se llegó a proponer dos fórmulas alternativas que podían recoger varias tendencias: una que excluía la ordenación presbiteral de hombres casados también en casos particulares (A), la otra que reservaba al Papa tal decisión en casos particulares
(B). He aquí las dos propuestas con sus votaciones relativas:
A: "Poniendo siempre a salvo el derecho del Sumo pontífice, la ordenación presbiteral de los hombres casados no es admitida ni siquiera en casos particulares": placet 107.
B: "Corresponde sólo al Sumo Pontífice, en casos particulares, conceder por necesidades pastorales, attento bono universalis Ecclesiae, la ordenación presbiteral de hombres casados, de edad madura y de comprobada probidad: placet 87.
Hubo además tíos abstenciones y dos votos nulos.
Como se ve ya desde la misma formulación de ambas proposiciones, también la minoría, más abierta a la posibilidad de la ordenación de hombres casados, se limita a una afirmación que reserva la competencia sólo al Papa, pero no llega ni siquiera a recomendar tal posibilidad y, de otra parte, excluye la competencia de los Conferencias Episcopales individuales y subraya el aspecto del bien de la Iglesia universal. Signos claros de gran cautela, tanto más si se considera la voluntad prácticamente unánime de la asamblea sinodal (y por consiguiente del episcopado católico allí representado) de mantener la "ley del celibato".
Contribución de las Iglesias jóvenes
Los grupos de presión recurren con frecuencia al argumento de la "inculturación" del Evangelio que encontraría dificultad por no decir imposibilidad de vivir el celibato en ciertas culturas para las cuales el matrimonio, la familia, la fecundidad son grandes valores.
Ahora bien, es interesante seguir la actitud de los padres sinodales autóctonos provenientes de las Iglesias más jóvenes, como aquéllos del África y del Asia. Es siempre mejor escucharlos directamente y no a través de la interpretación interesada y parcial de los otros.
Su defensa de la ley del celibato, se puede decir de inmediato, ha sido vigorosa en general. En esa línea ha comenzado a hablar el card. Thiandoum (Senegal) que se ha referido al Concilio Vaticano II y a la Encíclica de Pablo VI Sacerdotalis coelibatus, agregando inmediatamente que no se puede decir, para el África, que el celibato como signo sea poco comprensible. El card. Zoungrana ha declarado, en nombre de unas treinta Conferencias Episcopales, con la excepción quizá de una, miembros del SECAM, la oposición al celibato opcional. Mons. Yougbaré (Alto Volta, hoy Burkina Faso) ha sido particularmente eficaz en la argumentación. Al África llegan los ecos de la campaña para "liberar" a los sacerdotes del celibato, mientras hay tantas otras "liberaciones" que alcanzar: de la miseria, de la enfermedad, etc. Será una locura a los ojos de quien no comprende la cruz, pero los riesgos del celibato no son mayores que aquellos del matrimonio. Las defecciones no indican sin más que el camino se ha equivocado. Mons. Agré (Costa de Marfil) se ha referido a la imagen muy africana del sacerdote como homme du sacré. El obispo nigeriano mons. Aggey ha afirmado que en su país la opinión pública general está sólidamente a favor del celibato, no se quieren importar crisis y soluciones del exterior. La presente disciplina debe permanecer intacta, sea por motivos doctrinales, sea por las consecuencias negativas que derivarían del cambio por el relajamiento de la vida religiosa, tanto más en cuanto que el rechazo del sacrificio en el celibato llevaría fácilmente también hacia las desviaciones en la vida matrimonial. También mons. Tsiahoana respondió a la postura contraria sea de la Conferencia como de la población de Madagascar a la hipótesis de ordenar hombres ya casados. Y el obispo Makaridza de Rwanda-Burundi ha invitado al clero extranjero a respetar el parecer del clero autóctono, en fuerte proporción contrario a la ordenación de hombres casados.
También es fuerte la reacción del episcopado del Togo, manifestada por boca de mons. Oguki-Atakpah, contra las dos hipótesis propuestas al Sínodo: aquella de la actividad no ministerial y aquella de la ordenación de hombres casados, reacciones de inquietud frente a estas señales de crisis en algunas partes del mundo. El obispo togolés ha planteado algunas cuestiones: ¿No se busca quizá la novedad por sí misma? ¿No se gira demasiado en torno a la sexualidad, con el pretexto de la grandeza del matrimonio? ¿No se tiende hacia la disociación entre el sacerdocio y celibato y, por lo tanto, hacia el matrimonio generalizado de los sacerdotes? La innovación propuesta crearía un clero de segundo orden, las comunidades católicas no están preparadas para ello, mientras por el contrario aprecian mucho el vínculo entre celibato y eucaristía. La ley del celibato, si bien de naturaleza disciplinar, reviste una importancia vital para la Iglesia; su atenuación, aunque se limite a algunas excepciones, no garantiza las ventajas que se querría obtener y provocaría en cambio un decaimiento de la calidad, de la eficiencia y del prestigio del sacerdote. En este coro de voces africanas, sin embargo, el representante de la República Centro-africana, quizá bajo la impresión de un caso sacerdotal bastante doloroso en aquel país, ha querido discordar afirmando que, no obstante algunos elementos comunes, los países africanos son muy diversos entre sí y se ha mostrado dispuesto a transacciones para la ordenación de hombres casados, especialmente en las regiones en las cuales la fecundidad en el matrimonio constituye una verdadera filosofía de vida práctica.
El episcopado del Asia, salvo algunas excepciones, se ha declarado decididamente en favor de la disciplina vigente. El cardenal Cooray de Ceylán (hoy Sri Lanka) ha apelado a la cultura oriental en la cual el celibato, gracias por ejemplo al budismo, está profundamente enraizado y el pueblo no lograría jamás comprender cómo los sacerdotes, hombres de Dios, puedan estar casados. Las intenciones del Sínodo no son las de cambiar las decisiones del Concilio Vaticano II sino más bien aplicarlas y completarlas y el período de crisis en la Iglesia no es el momento oportuno de cambiar una disciplina secular. ¿Qué cosa se quiere obtener después con la introducción de hombres casados, ordenados en edad avanzada, que ya no tienen la energía de los jóvenes, ni el tiempo para los largos estudios necesarios, ni disponibilidad total estando vinculados a la familia? También el card. Parecattil, de Ernakulam de los Malabares (India), siendo oriental, ha sostenido vigorosamente que la vitalidad de la Iglesia se puede atribuir en gran parte al celibato.
Si miramos hacia el Extremo Oriente, por la China ha sido mons. Kuo (Taiwan) quien ha pedido que la ley vigente permanezca inmutable y aplicada con nuevo vigor, porque cualquiera que sea la modificación que se haga ésta no elimina sino crea más bien dificultades, y los mismos no cristianos perderían la estima del sacerdocio; tampoco se remediaría la escasez de vocaciones. El representante del Viet-nam ha confirmado que para la población asiática, sea católica o no-católica, el ministerio sacerdotal exige una especial dedicación y disponibilidad por lo cual también los no católicos tienen ministros célibes.
A los argumentos adoptados a favor del celibato en los países de misión se puede agregar el temor expresado por algunos prelados (por ejemplo, card. Wyszynsky y mons. Kuharic) en el sentido de que la introducción de sacerdotes casados va a disminuir gravemente el dinamismo misionero del clero, especialmente en las Iglesias jóvenes.
Conclusión
Como se puede ver también en esta rápida visión panorámica de las discusiones llevadas a cabo en la Asamblea general del Sínodo de los obispos en 1971, la cuestión del celibato ha sido responsablemente y libremente examinada por esta calificada representación del episcopado católico y concluida con una votación clara. Con esto no han cesado las presiones, pero sería bueno ver claramente de qué fuentes provienen esos intentos e intereses en vez de aparentar que la Iglesia deba afrontar aún este "problema no resuelto"". La Iglesia universal le ha dado una exhaustiva respuesta colegial. Por eso el "problema" está en otra parte: en la "opción" libre y responsable de la completa y total dedicación al servicio de Jesucristo y de su Iglesia, por el reino, por lo tanto en el seguimiento de un Maestro crucificado y resucitado. Es cosa difícil pero posible.
A aquellos que escuchan con agrado testimonios externos les será quizá útil releer al menos dos testificaciones de diversas culturas y pertenencia religiosa. La primera de Mahatma Gandhi, citado en el Sínodo por el card. Parecattil: -It is the celibacy of the priests that keeps the Catholic Church green" (Es el celibato el que conserva joven a la Iglesia católica).
La segunda, en cambio, que puede servir también como digna conclusión del presente estudio, está constituida por las palabras que Roger Schütz, notable prior de Taizé, ha escrito a Pablo VI después del Sínodo de 1971: "El celibato, locura del Evangelio para los hombres es anuncio del reino que viene, animará la Iglesia de Dios en su vocación única de ser la sal de la tierra. El celibato ciertamente no es una vía fácil; por medio de él los hombres dan a Cristo toda su vida sin reservarse una parte para el futuro; por su intermedio reciben compensación centuplicada pero con persecuciones vividas en una lucha interior por aquellos que Dios les ha confiado. Lejos de contradecir la santidad del matrimonio cristiano, el celibato estimulará a los cristianos a descubrir aquello que es específico en la vocación del laicado, o sea un sacerdocio real depositado en cada cristiano y que consiste en vivir a Cristo en los hombres. De tal manera estos cristianos portarán más explícitamente, en sí, una parte del ministerio común de la Iglesia" .
PRÓXIMO: VOTOS DE LOS PARTICIPANTES EN EL SÍNODO
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