Es una gracia y una bendición ser dirigido espiritualmente. Por dirección espiritual se entiende el arte de conducir las almas progresivamente desde los comienzos de la vida espiritual hasta las cumbres de la perfección cristiana, y, el dirigido es toda alma que, aspirando seriamente a la perfección cristiana, se ha puesto voluntariamente bajo el régimen y gobierno de un director espiritual (cf. Teología de la perfección cristiana, Royo Marín, OP).
Le conviene al alma que quiere ir adelante en el recogimiento y perfección, mirar en cuyas manos se pone: porque cual fuere el maestro será el discípulo y cual el padre tal el hijo (Autobiografía, Teresa de Jesús).
Hace muchos años en Yotala (Arquidiócesis de Sucre, Bolivia), el entonces párroco me comentaba que, pocos de los aspirantes que acudían al Seminario Mayor perseveraban, por una deficiente dirección espiritual o un acompañamiento espiritual distorsionante.
Ya podemos entonces imaginarnos, cómo son confesados o aconsejados los fieles en muchos casos. Es que ciertamente hacen falta directores espirituales idóneos en el camino de la santidad, porque como dice la Doctora de la Iglesia Teresa de Jesús, gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados… Lo que era pecado venial decíanme que no era ninguno; lo que era gravísimo mortal, que era venial.
Recuerdo también que hace algunos años, numerosos seglares nos estábamos preparando para consagrarnos a Jesús por manos de María, según San Luis María de Montfort, estábamos usando un texto, el cual decía en uno de los últimos días de los 33 de preparación: hoy escogeré un Director Espiritual. Lamentablemente algunos de los que habían recurrido a sacerdotes de sus parroquias para pedirles dirección espiritual, no llegaron a consagrarse, y hasta dejaron compromisos apostólicos precedentes, por consejo de aquellos a quienes habían ido en busca de auxilio como guía experto que conozca sus secretos, que señale los senderos a seguir, los socorros de que proveerse, las precauciones a tomar y los peligros a evitar (La Dirección Espiritual, Giovanni Caprile), pero terminaron desechando el itinerario inicial, para –en muchos casos- dejar todo compromiso eclesial, o pasar a ejercer actividades eclesiales poco edificantes, así he visto con bastante recurrencia, deserciones de ese tipo fruto de una consulta de orden espiritual, siendo esadirección espiritual torcida, un obstáculo, y hasta un peligro.
Cuando pregunté a un presbítero, por qué, ese joven excelente había sido inducido por él a romper su promesa como Pionero de Abstinencia Total, éste me respondióes un proceso purificador (¡!).
Será por eso que la Santa de Ávila dice: Escoged uno entre mil, pero yo os digo –agrega San Francisco de Sales- entre diez mil, porque es rarísimo tropezar con uno que sea hábil para este oficio (Introducción a la vida devota, parte 1ª, cap. IV).
Muchos maestros espirituales hacen mucho daño a muchas almas; porque no entendiendo ellos las vías y propiedades del espíritu, de ordinario hacen perder a las almas la unción de esos delicados ungüentos con que el Espíritu Santo los va ungiendo y disponiendo para sí, instruyéndolos por otros modos rateros que ellos han usado o leído por ahí (Autobiografía, Teresa de Jesús).
Debe haber en el dirigido, una disposición sincera y apertura del corazón, plena docilidad y obediencia, ciertamente, porque no puede ser provechosa una dirección espiritual si el dirigido no abre su alma al director que ha elegido y no sigue sus directrices y consejos humildemente y con deferente respeto, obediencia y constancia.
Hay personas con un apetito desordenado de ir de grupo en grupo, de parroquia en parroquia, de cura en cura, o de director en director, con el pretexto de no ser comprendidos, y también quienes acuden en busca de confesor o director con el doble juego de utilizarlo como aliado, en vez de director.
Los Maestros de espiritualidad desaconsejan que el director y la persona dirigida se encuentren abundantemente, sino cuando existe verdadera necesidad, ni tratar juntos sino cosas que miran a Dios y solamente el tiempo que sea necesario para tratarlas con cuidado y diligencia pero siempre con sabia brevedad. Más frecuente –escribe Beaundeom- es el abuso de ocuparse demasiado de sí con confidencias inútiles y con problemas ociosos; de ello se sigue cierta disipación: el confesionario pierde su austera serenidad, y su objetivo.
Y puede darse en viceversa el crimen sollicitationis o crimen de solicitación, de parte del confesor. La Iglesia para proteger la santidad del sacramento de la penitencia y también la dignidad de los fieles sanciona:
El sacerdote que, durante la confesión, o con ocasión o pretexto de la misma, solicita al penitente a un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo, debe ser castigado, según la gravedad del delito, con suspensión, prohibiciones o privaciones; y, en los casos más graves, debe ser expulsado del estado clerical (Canon 1387).
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