Algunas normas de comportamiento que sacerdotes y seminaristas deben tener en cuenta en el trato con las religiosas.
Este es un tema que tiene que ver mucho con nuestra vocación. Muchos de los que ahora son sacerdotes, tienen en su itinerario vocacional la presencia de una religiosa, ya sea porque los animó para ir al seminario, o como seminaristas les animó o apoyó. Por otra parte, son muchos los sacerdotes y seminaristas que comparten día a día las tareas pastorales con religiosas, son varios los seminaristas que tienen por amiga/madrina a una religiosa que reza por ellos. Esto nos hace caer en cuenta que el trato con las religiosas es frecuente. Más todavía, los seminaristas que hemos estudiado o estudian con religiosas, el trato es más cercano y fluido. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que el trato no siempre es el mismo y tampoco el adecuado. Por lo que urge que tanto sacerdotes como seminaristas sepan que las religiosas tienen un papel fundamental en la Iglesia, y que nuestras actitudes, gestos, mejor dicho, nuestro trato para con ellas debe de mucha delicadeza. Te presento a continuación algunas normas de comportamiento que sacerdotes y seminaristas deben tener en cuenta para el trato con las religiosas.
Primeramente y sobre todas las cosas, podemos afirmar que las religiosas requieren un especial cuidado de parte del clero diocesano. Esta obligación dimana del mismo ministerio sacerdotal. No se hace en virtud de la colaboración que puedan prestar en las tareas, sino en virtud de su propio ser religioso. Las persona que han entregado su vida n este camino de consagración total a Dios y a su pueblo merecen ser estimadas; son un objeto especialísimo de la cura pastoral. Algunas normas de comportamiento para el trato con los religiosos y religiosas pueden ser útiles:
Valoración de su vocación y de su carisma. El primer rasgo de buena educación consiste en la valoración, conocimiento y fomento de los carismas propios de la vida religiosa. Vivir en la ignorancia de estas realidades, que edifican a la Iglesia, es faltar a la propia misión sacerdotal. Cuando el sacerdote le corresponde una capellanía de religiosas o animar sus retiros o ejercicios espirituales, es especialmente importante que se esfuerce por conocer las constituciones y la espiritualidad específica de las instituciones con las cuales trabaja.
La colaboración pastoral. Con frecuencia los religiosos colaboran con los sacerdotes en las tareas pastorales. En esta colaboración deben ser tratados como lo que son. Es fundamental conocer el contrato en el que se ha fijado los términos de su colaboración. Cultivar la referencia al superior de la comunidad religiosa, de modo que en los planes y calendarios siempre se cuente con él y se comuniquen las cosas oportunas. Promover positivamente la integración de los religiosos y los seglares en el apostolado, afrontando las resistencias que puedan surgir. Respetar, con mucha delicadeza, las costumbres, reuniones y requerimientos de la comunidad religiosa, de modo que no se enfrenten innecesariamente sus normas de vida de acción pastoral, valorar y desarrollar el aporte que lo religiosos pueden y deben hacer desde le radicalidad evangélica, para que todos en la comunidad comprendan el valor de la vida religiosa.
El trato con las religiosas. Es especialmente delicado con ellas. Conviene evitar comentarios sobre la situación de la comunidad religiosa, o hacer este tipo de comentarios con unas hermanas sobre otras. El sacerdote debe neutralizar las dificultades comunitarias, no ser caja de resonancia de este tipo de problemas. Escuchar lo que consulten al respecto, pero no manifestar con ligereza la propia opinión, y mucho menos tomar postura en sus dificultades a favor de unas o de otras. En este sentido, respetar que son sus superioras quienes tienen que tomar decisiones. Darles un trato cariñoso y respetuoso, evitando la excesiva familiaridad con algunas en particular. Estar muy consciente de que ellas deben encontrar el eje de sus relaciones en la vida comunitaria, y no fuera de ella. No propiciar situaciones en las que ellas puedan pasar peligros de cualquier clase o que les lleven a faltar habitualmente su reglamento. Remunerar justamente su trabajo, evitando a toda costa darles trato de subordinadas y de ninguna manera de sirvientas. En el caso de las religiosas contemplativas, guardar con mucho cuidado la clausura, aunque sea flexible. Hacerlas partícipes, desde su función orante, de los acontecimientos de la diócesis, del proceso de formación de los seminaristas, de los eventos vocacionales, etc., considerándolas una parte viva de la Iglesia.
Las vocaciones a la vida religiosa. Al sacerdote concierne, por su propia misión, el fomento de las vocaciones religiosas. A veces lo hará desde la acción pastoral, a veces desde la dirección espiritual p desde la confesión, también desde la animación comunitaria. Es importante conocer los carismas de los religiosos y religiosas que están presentes en la diócesis, de modo que sepa dar una orientación sobre lo que más conviene de cada candidato. Dedicar un especial cuidado a estas vocaciones. Si no hay razones importantes, aceptar siempre que un religioso candidato a la vida religiosa le solicite dirección espiritual y dedicar a ello el tiempo con gusto, en la comprensión de que este trabajo escondido y silencioso entra de lleno en su ministerio sacerdotal.
La comunidad religiosa. No es raro que los sacerdotes frecuenten las comunidades religiosas, sea porque hacen la función de capellanes o confesores, sea porque comparten con ellos el apostolado propio, o porque los religiosos colaboran con el sacerdote en su tarea pastoral. La norma básica de buena educación consiste en el respeto a la intimidad de la comunidad religiosa. Por supuesto, el respeto a la clausura, que tiene sus reglas de funcionamiento. Si es invitado comer en una casa religiosa, participar con la comunidad. Pero jamás a invitarse a comer por su propia cuenta. Los religiosos suelen ser muy atentos con los sacerdotes, pero estas atenciones exigen el contrapeso de una persona responsable, que no abusa del trato que se le da. Que nunca se pueda decir del sacerdote que se aprovecha de la comunidad religiosa, sea en el sentido económico, o utilizando las plataformas pastorales de los religiosos. Si reside por un tiempo en una comunidad religiosa, sobre todo por motivos de apostolado, sujetarse a los horarios y reglas de la comunidad en su régimen ordinario de vida..
Cf. LAVANIEGOS, Emilio, Urbanidad Eclesiástica. El estilo sacerdotal que eliges. Servicio de Animación Sol, México, 2010.
FUENTE: entreyparaseminaristas.com
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