Puebla - Conclusiones. III Asamblea General del Episcopado Latinoamericano
El presbítero anuncia el Reino de Dios que se inicia en este mundo y tendrá su plenitud cuando Cristo venga al final de los tiempos. Por el servicio de ese Reino, abandona todo para seguir a su Señor. Signo de esa entrega radical es el celibato ministerial, don de Cristo mismo y garantía de una dedicación generosa y libre al servicio de los hombres.
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En un mundo en que el amor está siendo vaciado de su plenitud, donde la desunión acrecienta distancias por doquier y el placer se erige como ídolo, los que pertenecen a Dios en Cristo por la castidad consagrada serán testimonio de la alianza liberadora de Dios con el hombre y, en el seno de su Iglesia particular, serán presencia del amor con el que “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella” (Ef 5, 25). Serán, finalmente, para todos un signo luminoso de la liberación escatológica vivida en la entrega a Dios y en la nueva y universal solidaridad con los hombres.
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En los Seminarios, se deberá insistir en la austeridad, la disciplina, la responsabilidad y el espíritu de pobreza, en un clima de auténtica vida comunitaria. Se formará responsablemente a los futuros sacerdotes para el celibato. Todo ello lo exige la renuncia y entrega que se pide al presbítero.
Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, PUEBLA. Conclusiones. Lima; CEP, CEEC, ed. Paulinas 1979, 1era edición. Nn. 692, 749, 878.
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