BIOGRAFÍA DE LOS 12 ELEGIDO POR JESUS
Lucas 6, 12-19
Aconteció en aquellos Días que Jesús Salió al monte para orar, y Pasó toda la noche en Oración a Dios. 13 Cuando se hizo de Día, Llamó a sus Discípulos y de ellos Escogió a doce, a quienes también Llamó Apóstoles:
14 a Simón al cual también Llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; 15 a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote; 16 a Judas hijo de Jacobo, y a Judas Iscariote, que también Llegó a ser el traidor.17 Descendió con ellos y se detuvo en una llanura, junto con una multitud de sus Discípulos y un gran Número de personas de toda Judea, de Jerusalén, y de las costas de Tiro y de Sidón, que Habían venido para Oírle y para ser sanados de sus enfermedades.
Los que eran atormentados por Espíritus inmundos eran sanados, 19 y toda la gente procuraba tocarle; porque Salía poder de él, y sanaba a todos.
Comentario del Evangelio Lc 12-19
Luego de varias jornadas sabáticas en las sinagogas, con la participación de muchos asistentes donde lo que expone Jesús como verdad causa ira e irrita a los escribanos y fariseos, quienes están con una ofuscación tenaz y persistente que les impide ver la realidad o razonar sobre ella, Jesús sube a orar a la montaña.
El silencio de la montaña, especialmente de la noche, es un lugar muy apropiado para el encuentro con Dios, así también lo hizo Moisés, así lo hace Jesús, para reflexionar con su Padre, por eso va una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Jesús, al elegir a estos doce amigos íntimos como sus discípulos, establece los cimientos del nuevo Israel o pueblo de Dios. Ahora estos discípulos, acompañaran y aprenderán el modo de vida de su maestro, y le darán su apoyo, le tendrán fe, le entregarán su adhesión total, para luego ser los apóstoles, que como enviados han de continuar la misión entregada por Jesús.
Pero luego, estos doce no serán los únicos discípulos, ya que al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. El nuevo pueblo de Dios no estará formado ya por sólo judíos; también los paganos formarán parte de él.
Jesús en la montaña pasó toda la noche en oración con Dios, algo que el hacía permanentemente, retirarse a orar durante la noche y en el monte. Este es el ejemplo más difícil que tenemos, ¿Cuántas noches la hemos pasado en vela orando?, tal vez en alguna oportunidad muy especial, pero no como algo habitual, mi padre me cuenta que desde niño hacían seguidas jornadas de visitas nocturnas de oración toda la noche frente al santísimo, hoy la vigilias, son ocasiones muy especiales.
Debemos dejar de hacer muchas cosas por Dios, para orar y darle a El tiempo que le corresponde, esta debe ser una exigencia mínima de nuestro corazón. Es esto lo que nos enseña nuevamente Jesús en este Evangelio, es preciso dedicarse a la oración en ciertos momentos del día, a la reflexión y a la meditación de la Palabra de Dios de un modo consciente, profunda e intensamente.
Este fragmento del evangelio concluye que los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban sanos; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
El simple acercamiento físico a Jesús, les daba paz y alivio para sus dolencias, sean esta físicas o espirituales, y Jesús los hacia con todos y con todo tipo de personas, a ninguno le preguntaba si era judío, de otra región o lo que hacía, solo si tenían fe. Jesús, es un loco de amor por los hombres y por nosotros lo da todo.
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
APOSTOLES
Apóstoles, según su etimología, es palabra que viene del latín, “apostolus”, a su vez esta viene del griego apostolos y su significado es: uno que es enviado. También apóstol es un mensajero autorizado para representar a quien lo envía.
Para nosotros, así es como esta en el Nuevo Testamento, entendemos por los seguidores de Jesucristo y que comunican su Evangelio, y precisando nos referimos a la comunidad de los doce discípulos mas íntimos de Jesús, escogidos durante su vida pública, pero. Estos son llamados discípulos hasta la Ascensión, y después se les llama siempre Apóstoles.
Los Apóstoles fueron ordenados por Jesús en la Ultima Cena como sacerdotes y recibieron de El la comisión de predicar el Evangelio en todo el mundo (Mateo 28, 19-20). Todos lo abandonaron ese mismo día, cuando unos de entre ellos, Judas, lo traicionó. Mas tarde fueron testigos de la Resurrección de Jesús y en Pentecostés recibieron poder para entender y actuar según el Evangelio. Judas fue remplazado por Matías como Apóstol.
Los Apóstoles son los primeros pastores de la Iglesia, bajo Pedro, el jefe de los Apóstoles. Ellos a su vez eligieron a otros pastores, dando así comienzo la sucesión apostólica que es uno de los signos de la verdadera Iglesia.
Se sostiene que en total los discípulos fueron setenta y dos, pero se desconoce el antecedente de quienes fueron en total, con excepción de Bernabé, Matías, Cefa y Jacobo.
JUAN, EL DICIPULO AMADO
[25] Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. [26] Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». [27] Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
(Jn 19, 25-27)
Juan, “el discípulo amado”, autor del Cuarto Evangelio, tres Cartas, y el Apocalipsis. Pescador de Betsaida, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago, discípulo del Bautista y apodado “hijo del trueno”, participó con Pedro y Santiago de los episodios más significativos de la vida de Jesús, y en la Última Cena recostó su cabeza en el pecho del Señor (por ello es llamado en griego “Epistehios”: el que está sobre el pecho). Estuvo con María “junto a la cruz” (Jn. 19, 25-27), y fue testigo junto a Pedro del sepulcro vacío: “vio y creyó” (Jn. 20, 8). Los Hechos lo nombran nuevamente junto a Pedro, y San Pablo lo menciona entre las “columnas de la Iglesia” (Gal. 2, 9). Es llamado “el Teólogo” por la profundidad de su Evangelio, que difiere en no pocos aspectos de los sinópticos.
Fuentes muy antiguas -algunas legendarias- señalan que vivió primero en Antioquía y luego en Éfeso. San Ireneo, hacia 175, escribe: “Juan, el discípulo del Señor, el mismo que descansó sobre su pecho, publicó también el evangelio cuando se encontraba en Éfeso”. Luego viajó a Roma, donde por orden del emperador Domiciano, fue echado (ya cerca de los noventa años de edad) al aceite hirviendo cerca de la Puerta Latina (lo que dio origen a una fiesta, hoy suprimida del Calendario Romano: “San Juan delante de la Puerta Latina”, que se celebraba el 6 de mayo como memoria del “martirio” del apóstol); salió indemne del suplicio y fue deportado a la isla de Patmos, donde el Apocalipsis, y murió a finales del siglo I.
PEDRO,
la piedra sobre la cual se edifica la Iglesia
15] Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» [16] Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». [17] Jesús le replicó: «Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. [18] Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.
(Mt 16, 15-18)
Pedro figura en primer lugar en todas las enumeraciones de Apóstoles que aparecen en el Nuevo Testamento, y tiene entre los Doce, un lugar absolutamente singular, siendo protagonista de numerosos episodios en el Evangelio.
Por ello, tenemos abundantes datos acerca del Príncipe de los Apóstoles; y a los que figuran en los Evangelios, los Hechos y las Cartas apostólicas, hay que sumar, asimismo, los que nos dan la tradición y la leyenda (especialmente los “Hechos de Pedro”, apócrifo del siglo II, y los “Hechos de Pedro y Pablo”, del siglo V), que han aportado lo suyo para dar como resultado una abundante y variada iconografía.
Con una constancia notable desde el siglo IV, a Pedro se lo re-presenta macizo, con rasgos rudos, llevando barba corta y tupida y el pelo ensortijado, y en ocasiones una clásica “tonsura”. Algunos autores piensan que semejante unanimidad iconográfica tienen sus raíces en el testimonio de alguien que conoció personalmente al apóstol.
Pedro, con su hermano Andrés y los hijos de Zebedeo, era pescador en Betsaida de Galilea. Debido a esa condición, se lo suele representar en tal oficio. También se lo representa en la pesca milagrosa después de la resurrección (Jn. 21, 1-14). Se lo invoca como patrono de pescadores, pescaderos y otras profesiones emparentadas con estas.
Como sabemos, el nombre de Pedro era Simón, y Jesús se lo cambió por Cefas, es decir, “piedra” sobre la cual se edifica la Iglesia. A causa de esto Pedro es invocado como patrono de los pedreros, constructores y fabricantes de ladrillos. Se lo representa a veces sosteniendo (o junto a) la Basílica que lleva su nombre, centro espiritual de la Iglesia Católica.
Entre todos los episodios en los que Pedro aparece representado, indudablemente ha prevale-cido aquel en el que Jesús le promete “las llaves del Reino de los cielos” (Mt. 16, 19). Tanto es así, que a San Pedro se lo identifica, popularmente, por un par de llaves, que son su atributo característico e inconfundible. De aquí deriva su patronazgo sobre los porteros, fabricantes de llaves, y también sobre los relojeros.
Por sus negaciones durante la Pasión de Cristo, es representado a veces con la mano levantada en actitud de jurar o llorando; los penitentes lo invocan por ello como patrono.
Podría pensarse que su misión de pastor de la Iglesia de Cristo (cfr. Jn. 21, 15-19) sería representada a través de un cayado, como ocurre con otros santos obispos, pero no es así. Pocas veces ha sido representado con báculo y, en cambio, siempre lleva una cruz a modo de báculo pastoral. Incluso hasta el día de hoy, el Papa no usa cayado como los demás obispos, sino una cruz a modo de báculo o cayado. Esto responde a una tradición que señala que Pedro habría dado su bastón a los discípulos de San Materno, que resucitaron con él a su maestro. Dicho báculo estuvo en Colonia hasta el siglo X y luego se partió a la mitad, entregándose una parte a la ciudad de Tréveris. Esta tradición es recogida nada menos que por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica: “el Romano Pontífice no usa báculo, porque Pedro lo envió para resucitar a uno de sus discípulos, que después fue consagrado obispo de Tréveris”. (Suma Teológica, Parte III, cuestión XL, artículo VII, respuesta a la objeción 8ª). Añadamos que en el mismo lugar, el Doctor Angélico alega también otro motivo, esta vez de orden teológico, por el cual el Papa no lleva báculo: “para manifestar que no tiene una potestad restringida, lo cual significa la curvatura del báculo”.
Pedro suele ser representado junto a Juan, debido a los varios episodios en que ambos aparecen asociados (especialmente su corrida al sepulcro vacío que se cuenta en Jn. 20, 1-10)
También la iconografía lo representa muchas veces junto a Pablo, con quien Pedro comparte la fiesta del 29 de junio (a la que nos referiremos más abajo). Pedro siempre lleva las clásicas llaves; Pablo suele llevar una espada.
La leyenda le atribuye a Pedro una curación milagrosa en favor de Simón el Mago, mordido por una serpiente, por lo que se invoca a Pedro contra las mordeduras de animales ponzoñosos.
Una tradición antiquísima y bien documentada señala que Pedro estableció su sede en Roma, donde sufrió el martirio en tiempos de Nerón. Fue condenado al suplicio de la cruz, pero considerándose indigno de ser crucificado como su Maestro, pidió ser clavado cabeza abajo. De allí otra típica representación del apóstol, y su atributo típico de una cruz dada vuelta. Excavaciones recientes (mediados del siglo XX) confirman la presencia de la tumba de Pedro precisamente debajo del maravilloso Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro.
Aunque no es segura la tradición que señalaba que Pedro y Pablo compartieron la misma prisión, sí se sabe que ambos murieron mártires en Roma prácticamente para la misma época (hacia el año 67). La Iglesia los ha venerado siempre juntos y les dedica una única Solemnidad el 29 de junio, que ya figura en los más antiguos calendarios romanos, de mediados del siglo IV. Esta fecha puede tener su origen en la traslación de los restos de ambos apóstoles a un mismo lugar de culto, en la Vía Appia, hacia el año 254, antes de que cada apóstol tuviera su propio templo (primero Pablo en la Vía Ostiense y luego Pedro en la Colina Vaticana).
FELIPE, “Muéstranos al Padre”
43] Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Se encontró con Felipe y le dijo: «Sígueme». [44] Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y de Pedro. [45] Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la Ley y también los profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret».
(Jn 1, 43-45)
El apóstol Felipe -que no debe ser confundido con el diácono de igual nombre, que aparece en los Hechos de los Apóstoles (cfr. 6, 5)- figura en quinto lugar en las listas de los Doce.
El Evangelio señala expresamente que “era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro” (Jn. 1, 44). Esa circunstancia, sumada al hecho de que Andrés y él son los únicos apóstoles que tienen nombres griegos, y la intercesión conjunta de ambos por los griegos que querían ver a Jesús (cfr. Jn. 12, 21-22), hace suponer a algunos autores que Felipe y Andrés eran parientes o amigos.
Tiene varias intervenciones significativas en el Cuarto Evangelio además de las mencionadas. Juan relata el llamado a Felipe y cómo éste, a su vez, invita a Natanael a conocer a Jesús (cfr. Jn. 1, 43ss), menciona también la participación del apóstol en la multiplicación de los panes (cfr. Jn. 6, 5ss), y relata su intervención (“Muéstranos al Padre”) durante el discurso de la Última Cena (Jn. 14, 8); este último texto integra el Evangelio de su fiesta, compartida con Felipe, que se celebra el 3 de mayo.
Pero luego de su mención junto a los demás apóstoles en la espera de Pentecostés, no vuelve a ser nombrado, y nada sabemos a ciencia cierta acerca de su vida.
La tradición lo presenta como evangelizador de Frigia o Escitia, situando su tumba en Hierápolis. Una leyenda cuenta que los paganos querían obligarlo a hacer un sacrificio a una estatua de Marte, pero un dragón, colocado bajo el pedestal, mata con su aliento al sacerdote que ordena el sacrificio y a dos soldados. Felipe, apiadado de ellos, pone en fuga al dragón y resucita a los tres muertos. La tradición cuenta asimismo que murió crucificado tras haber sido lapidado.
Se lo suele representar llevando una cruz en forma de “T”, instrumento con el que, según la leyenda, obró durante su vida muchos milagros. También se suele representar su crucifixión.
BARTOLOME,(Natanael),
Natanael exclamó: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
(Jn 1, 45-49
[45] Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la Ley y también los profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». [46] Natanael le replicó: «¿Puede salir algo bueno de Nazaret?» Felipe le contestó: «Ven y verás». [47] Cuando Jesús vio venir a Natanael, dijo de él: «Ahí viene un verdadero israelita: éste no sabría engañar». [48] Natanael le preguntó: «¿Cómo me conoces?» Jesús le respondió: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, yo te vi». [49] Natanael exclamó: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
(Jn 1, 45-49
Uno de los doce apóstoles, mencionado sexto en tres de los Evangelios (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14) y séptimo en los Hechos de los Apóstoles (1:13).
El nombre (Bartholomaios) significa “hijo de Talmai” (o Tholmai) que es un antiguo nombre hebreo, llevado por el Rey de Gessur cuya hija era esposa de David (II Reyes 3:3). Esto demuestra, al menos, que Bartolomé era un descendiente hebreo, esté puede haber sido su genuino nombre propio o simplemente añadido para distinguirlo como el hijo de Talmai. Fuera de las instancias referidas, no ocurre otra mención de su nombre en el Nuevo Testamento. Nada más es sabido acerca de su vida con certeza. Sin embargo, muchos eruditos lo identifican con Natanaél (Juan 1:45-51; 21:2). Las razones de esta suposición es que Bartolomé no es un nombre apropiado para un apóstol; que el nombre nunca aparece en el cuarto Testamento, mientras que Natanaél no es mencionado en las sinópticas; que Bartolomé es un nombre emparejado con Felipe en los evangelios de Mateo y Lucas, y encontrado al lado suyo en el evangelio de Marcos, que concuerda bien por el hecho demostrado por San Juan, que Philip era un viejo amigo de Natanaél y lo guió hacia Jesús; que la llamada de Natanaél, mencionada con el llamado de distintos apóstoles, parece que lo marca para el apostolado, especialmente desde que la completa y bella narrativa nos guíe hacia un desarrollo importante; que Natanaél era de Galilea donde Jesús encontró a la mayoría sino a todos los Doce Apóstoles; finalmente, que en la ocasión de la aparición del Salvador a orilla del Mar de Tiberias, Natanaél es encontrado presente, junto con algunos apóstoles que están nombrados y dos no nombrados discípulos de Jesús , que eran probablemente apóstoles (la palabra “apóstol” no se encuentra en el cuarto Evangelio y “discípulo” de Jesús ordinariamente significa apóstol) y así, presumiblemente, era uno de los Doce. Esta cadena de evidencia circunstancial es ingeniosa y muy fuerte; el eslabón débil es que, a pesar de todo, Natanaél puede haber sido otro personaje en el cuál, por alguna razón, el autor del cuarto evangelio puede haber estado muy interesado, como lo hizo con Nicodemus, quien al igual que él no está nombrado en las sinópticas.
Ninguna mención de San Bartolomé ocurre en literatura eclesiástica antes de Eusebio, quien menciona que Pantaenus, el maestro del Origen, mientras evangelizaba la India, se le dijo que un apóstol ya había evangelizado allí antes que él y que le había dado a sus convertidos en Evangelio de Mateo escrito en hebreo, que todavía era atesorado por la Iglesia. “India” era un nombre cubriendo una vasta área, incluido Arabia Felix. Otras tradiciones representan a San Bartolomé como predicador en Mesopotamia, Persia, Egipto, Armenia, Lycaonia, Phrygia, y en las orillas del Mar Negro; una legenda, es iteresante notar, lo identifica con Natanaél. Su muerte, se dice que fue en Albanopolis en Armenia, esto es igual de inseguro; de acuerdo a algunos, él fue decapitado, de acuerdo a otros desollado vivo y luego crucificado, con ola cabeza hacia abajo, por ordenes de Astyages, por haber convertido a su hermano Polymus, Rey de Armenia. En cuenta de esta leyenda, es representado en arte (como en El Último Juicio de Miguel Ángel) desollado y sosteniendo su piel con sus propias manos. Sus reliquias se cree que están conservadas en la iglesia de San Bartolomé en la Isla, en Roma. Su fiesta es celebrada el 24 de agosto. Un evangelio apócrifo de Bartolomé existió en los primeros años.
MATEO, Levi, publicano hijo de Alfeo
“Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: ‘Sígueme’. Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron a comer con él y sus discípulos” (Mt. 9, 9).
Así narra Mateo su propia vocación. El episodio, que concluye con una célebre frase de Jesús “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt. 9, 13) aparece también en los otros dos sinópticos, pero protagonizado por Leví. Marcos especifica: “Leví, hijo de Alfeo” (cfr. Mc. 2, 14ss); Lucas, por su parte, subraya que la comida era “un gran banquete” que “Leví ofreció a Jesús… en su casa” (cfr. Lc 5, 27ss). Leví y Mateo, sin lugar a dudas, son la misma persona.
Su condición de recaudador de impuestos ha sido recogida en la iconografía del Apóstol. De ella provienen algunos de los atributos que en ocasiones lo identifican: una bolsa de dinero o un tablero de contar. Es el patrono de los banqueros, financistas, cambistas, agentes del fisco…
El trabajo a que se dedicaba al ser llamado por el Señor, y el hecho de haber tenido a Jesús como invitado a su mesa, son también aludidos en la Liturgia de su fiesta (que se celebra el 21 de septiembre). Así, en la Oración Colecta, se señala que Dios, en su “inexpresable misericordia”, se dignó “elegir a san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol”. En la Oración Postcomunión se hace referencia al “gozo salvífico que experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al Salvador”. En el himno de Laudes, “Præclara Qua”, rezamos: “Oh Mateo, ¡qué riquezas tan grandes te prepara el Señor, que te llamó cuando estabas (…) apegado a las monedas! / A impulsos de tu amor ardiente te apresuras a recibir al Maestro (…)”.
Tras ese llamado, nada sabemos de Mateo por la Escritura. Sólo vuelve a aparecer en las listas de los Doce. Es el octavo en la enumeración de los Hechos de los Apóstoles y en la del mismo Mateo (que cuando se nombra a sí mismo aclara: “Mateo, el publicano”), y el séptimo en la lista de Marcos y en la de Lucas.
Según varias fuentes apócrifas, no siempre coincidentes en los detalles, predicó la Palabra de Dios entre los partos y los persas, pero sobre todo en Etiopía: allí triunfó sobre dos magos que se hacían adorar como dioses, venció a los dragones que los acompañaban, y después resucitó a la hija del rey Egipo (o Hegesipo). Por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, que se había hecho cristiana por la predicación del Apóstol, sufrió el martirio. Fue muerto a filo de espada, según la tradición, cuando oraba después de misa al pie del altar. Esto le vale otro de sus atributos, la espada de su martirio, que a veces se transforma en alabarda o en hacha.
Pero el dato principal sobre Mateo es que es el autor del primer Evangelio, como ya lo atestigua Papías, obispo de Hierápolis (95-165), citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica: “Mateo ordenó (compuso) las palabras (logia) del Señor en lengua hebrea, y cada uno las interpretó (tradujo) luego como pudo”. En efecto, este Evangelio fue escrito en arameo y dirigido sobre todo a los judíos. La Liturgia aplica a San Mateo, Apóstol y Evangelista, estas palabras bíblicas: “Era un escriba versado en la Ley de Moisés que había dado Yahvé, Dios de Israel. (…) ¡La mano bondadosa de su Dios estaba con él! (…) Había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahvé, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas” (cfr. Esd. 7, 6-10).
En tanto que Evangelista, de un modo genérico, Mateo es representado con un libro o un rollo. Pero cada Evangelista tiene un símbolo especial, inspirado en la visión de “los cuatro seres vivientes” que nos trae el profeta Ezequiel (Ez. 1, 4ss) y que recoge el Apocalipsis: «El primer Ser Viviente era semejante a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro humano; y el cuarto era semejante a un águila en pleno vuelo. Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y repetían sin cesar, día y noche: “Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá”» (Apoc. 4, 6ss).
A Mateo le corresponde el “rostro humano” mencionado en tercer lugar por el Apocalipsis -y en primer lugar por Ezequiel (1, 10)-; por ello, un hombre alado (o ángel) es el símbolo de su Evangelio. A veces se representa a San Mateo escribiendo, acompañado justamente por una figura de un hombre alado. San Jerónimo fue quien fijó este simbolismo. A Mateo le corresponde el hombre por comenzar su evangelio narrando la genealogía humana de Jesús: “Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1, 1).
SANTIAGO EL MAYOR,
téstigo de la transfiguración y la agonía.
35] Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». [36] El les dijo: «¿Qué quieren de mí?» [37] Respondieron: «Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria». [38] Jesús les dijo: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo estoy bebiendo o ser bautizados como yo soy bautizado?» [39] Ellos contestaron: «Sí, podemos». (Mc 10, 35-39)
Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé (cfr. Mc. 15, 40; Mt 27, 59), es llamado “el Mayor” para distinguirlo del otro Santiago, hijo de Alfeo.
Santiago es hermano de Juan (probablemente su hermano mayor), y ambos fueron testigos, junto con Pedro, de momentos muy especiales de la vida de Jesús: entre ellos la transfiguración y la agonía. A él y a su hermano -por su carácter impetuoso- Jesús los llamaba “hijos del trueno”.
Después de los relatos del Evangelio que lo mencionan en varias ocasiones, hay una laguna en la historia de Santiago, hasta su muerte, que nos narran los Hechos de los Apóstoles. Pero un episodio sumamente importante de su vida que recoge la tradición, viene a llenar esa laguna: su viaje a España. Allí habría anunciado el Evangelio y organizado la Iglesia.
En la ciudad de Cesaraugusta, junto al Ebro, sintiéndose un día cansado y abatido, tuvo el consuelo de recibir la visita de la Virgen María, que vivía entonces en Jerusalén. Ella le dio ánimo en su misión, bendijo su obra y le prometió que desde entonces tomaría a ese pueblo bajo su especial protección, dejando como recuerdo de su visita una columna de mármol, símbolo de la firmeza de la fe. La columna aún se conserva: es el Pilar de Zaragoza. “Zaragoza” es el nombre actual de Cesaraugusta.
De vuelta en Jerusalén, según los Hechos de los Apósto-les, Herodes Agripa lo mandó ejecutar (Hech. 12, 1-2); esto ocurrió alrededor del año 42 ó 44, en las cercanías de la fiesta de Pascua. La Liturgia de su fiesta resalta esa condición de primer apóstol mártir: la Oración sobre las Ofrendas se refiere a él como “el primero de los apóstoles que bebió el cáliz de Cristo” (cfr. Mc. 10, 35-40).
Después de la muerte de Santiago, según la tradición, su cuerpo fue llevado de nuevo a España; se perdió su rastro durante cierto tiempo, pero luego su tumba fue encontrada, en tiempos del obispo Teodomiro de Iria, en el año 830, gracias al fulgor de una estrella que indicaba el sitio de su sepultura. Ese lugar se llamó “campo de la estrella”, “Campus Stellæ”, es decir, “Compostela”. Desde entonces, Santiago de Compostela es una célebre meta de peregrinaciones, una de las principales del mundo junto con Jerusalén y Roma.
Santiago suele ser representado justamente con las vestimentas típicas de un peregrino: apoyado en un bastón o “bordón”, cargando una mochila o “zurrón”, y llevando un sombrero de alas anchas tocado por una conchilla de vieira (“venera”) boca abajo. Las veneras han sido siempre insignia de los peregrinos de Santiago. Se llevan en el sombrero, alrededor del cuello o prendidas en el pecho, siempre de modo muy visible. La relación de las veneras con Santiago responde a una leyenda muy curiosa. Un príncipe gallego habría sido sorprendido en Compostela por una tormenta de conchillas, y oyó que se le mandaba que en el futuro los peregrinos las llevasen. Más allá de esta leyenda, las conchillas han sido siempre, y en muchas culturas, emblemas de buena fortuna y signo de viaje próspero. Ese significado está relacionado con el agua que puede contener una conchilla, agua de la que el caminante y el peregrino tienen siempre necesidad. Aún hoy se usan en muchas iglesias para contener el agua bendita o el agua bautismal.
SANTIAGO EL MENOR,
[40] Había unas mujeres que miraban de lejos, entre ellas María Magdalena, María, madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé.
(Mc 15, 40)
“Santiago, hijo de Alfeo” (Mc. 10, 3 y paralelos; Hech. 1, 13) que aparece en noveno lugar en todas las listas de los Doce, es apodado “Santiago el Menor” (Mc. 15, 40) -probablemente porque era de baja estatura-, para distinguirlo del otro Santiago, el hijo de Zebedeo y hermano de Juan.
La tradición cristiana siempre lo ha identificado con el “hermano del Señor” (Mc. 6, 3) que se entrevistó con Pablo (Gal. 1, 19); con el Santiago mencionado en la misma Carta a los Gálatas como una de las “columnas de la Iglesia” (Gal. 2, 9); con aquél que toma la palabra durante el “concilio” de Jerusalén (Hech. 15, 13ss), obviamente un líder de la comunidad, al que Pedro había mandado anunciar su liberación (cfr. Hech. 12, 17); con quien quedó a cargo de la Iglesia de dicha ciudad cuando la dispersión de los apóstoles por el mundo y fue su primer Obispo; con aquél Santiago a quien -según cuenta Pablo- se apareció el Señor Resucitado (1 Cor. 15, 7); y con el autor de la Carta de Santiago.
Esta identificación ha quedado consagrada en la Liturgia de su fiesta, ya que la referencia de la Primera Carta a los Corintios que acabamos de mencionar, forma parte de la Primera Lectura de su fiesta, el 3 de mayo. Además, el Himno del Oficio de Lectura de ese día llama a Santiago “hermano del Señor y columna de la Iglesia” y lo invoca diciendo “Tú eres el primero en presidir la comunidad ilustre de Jerusalén y, por medio de tu Epístola, nos instruyes en la Palabra de salvación”.
A estos datos bíblicos se suman otros de carácter legendario para definir sus atributos iconográficos. Como era “hermano” del Señor, es decir, primo o pariente cercano, se lo representa con rasgos parecidos a los de Cristo (según algunos autores, se le parecía tanto que ese fue el motivo de que Judas tuviera que darle un beso al verdadero Jesús para que sus perseguidores atraparan a la persona correcta). Otra tradición se refiere a su muerte. Cuando estaba predicando el Evangelio cerca del Templo de Jerusalén, es arrojado de allí (o desde el pináculo del Templo) por orden del sumo sacerdote. Santiago sobrevive, pero es lapidado y rematado por un batanero, que le aplasta el cráneo de un mazazo. Este episodio le vale su principal atributo, que es una maza de batanero.
JUDAS TADEO,
“servidor de Jesucristo”
12] En aquellos días se fue a orar a un cerro y pasó toda la noche en oración con Dios. [13] Al llegar el día llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que llamó apóstoles: ….. [16] Judas, hermano de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. (Lc 6-16
El primer apóstol que vamos a mencionar es San Judas Tadeo. El Evangelio lo menciona como “hijo de Santiago” (Lc. 6, 16) y como “hermano” (primo) del Señor, de Santiago, de José y de Simón (Mc. 6, 13; Mt. 13, 55). Ocupa el último lugar en la enumeración de los Doce que figura en Hech. 1, 13.
Es el autor de una Epístola canónica, en la que se presenta a sí mismo como “servidor de Jesucristo”, y “hermano de Santiago” (el Menor), (Jds. 1, 1). Según la tradición -que es más bien tardía, y que fue recogida desde el siglo VIII en el Martirologio Romano- predicó el Evangelio en Mesopotamia y luego marchó con Simón a Persia, donde ambos sufrieron juntos el martirio.
Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones, que el Señor la exhortó a invocar a este apóstol con confianza. Actualmente la devoción a San Judas Tadeo es muy viva en la piedad popular, ya que se le atribuye la ayuda en trances desesperados.
Se lo representa a veces con una imagen de Cristo en el pecho, a causa de su parentesco con el Señor, de quien -según la leyenda- era muy parecido. Otro atributo más clásico es la maza, supuesto instrumento de su martirio (hasta el siglo XIV se lo representaba con espada, alabarda y hacha).
ANDRÉS,
hermano carnal de Pedro
Los dos discípulos le oyeron decir esto y siguieron a Jesús. [38] Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?» Le contestaron: «Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» [39] Jesús les dijo: «Vengan y lo verán». Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde. [40] Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que siguieron a Jesús por la palabra de Juan. (Jn 1, 37- 40)
Muchos títulos justifican la extraordinaria devoción de que, desde tiempos muy antiguos, es objeto San Andrés, tanto en la Iglesia de Oriente como en la de Occidente. En efecto, es “el primer llamado” (en griego “Protocleto”) por Jesús al ministerio apostólico, y hermano carnal de Pedro, cuya profesión de pescador compartía. Andrés, además, introduce a su hermano en el seguimiento de Cristo (cfr. Jn. 1, 35-42). Por otra parte, el haber muerto crucificado, y el amor por la cruz que le atribuye la tradición, lo hacen particularmente cercano al Maestro.
Tuvo el privilegio de ser nombrado, junto a Pedro y Pablo, en el embolismo del Padrenuestro de la Misa (hasta la reforma del Misal Romano) y en el Canon Romano. Ocupa aún hoy, el primer lugar después de los Príncipes de los Apóstoles, desde los tiempos de San Gregorio Magno.
La tradición popular, no documentada pero muy antigua, le ha asignado un campo de apostolado en Grecia (si bien hay otras versiones, por ejemplo la costa del Mar Negro y el Cáucaso). Habría sido crucificado en Patrás de Acaya, en Grecia, alrededor del año 60. La Iglesia de Oriente considera a Andrés como su Cabeza y Fundador.
Los “Hechos de Andrés”, apócrifo de los primeros tiempos cristianos, no sólo nos cuentan con detalle la pasión y la muerte del apóstol, sino que conservan incluso muchas de las palabras que habría dirigido a su juez (el procónsul Egeo o Egeas), al pueblo que contemplaba el suplicio, y a la cruz: “¡Oh cruz, instrumento de salud del Altísimo! ¡Oh cruz, signo de victoria de Cristo sobre sus enemigos! ¡Oh cruz plantada en la tierra y que fructificas en el cielo! ¡Oh nombre de la cruz que abarcas en ti al universo! ¡Salve, cruz, que has unido al mundo en toda su extensión!”.
En la antífona del Benedictus leemos este texto, procedente de la passio latina: “Salve, oh cruz preciosa, recibe al discípulo de aquel que en ti estuvo clavado, Cristo, mi maestro”.
El himno de Laudes, “Captátor olim píscium”, compuesto por San Pedro Damián en el siglo XI, también recoge el tema de la cruz : “Tú, hermano de Pedro, obtuviste su misma muerte, pues la cruz engendró para el Cielo a los que habíais nacido de una misma carne”.
Según la tradición, la cruz de su martirio tenía forma de “X” (cruz “aspada”). Esa cruz no sólo se transformó en su atributo iconográfico principal, sino que es conocida popularmente como “cruz de San Andrés”. Es representado siempre con la cruz aspada en sus manos o crucificado en ella.
Sus restos se veneraron en Constantinopla desde el siglo IV y fueron llevados a Amalfi en el siglo XIII. Su cabeza, llevada a Roma en 1462, fue colocada en la Basílica de San Pedro, pero el papa Pablo VI, como gesto ecuménico, la devolvió a la iglesia grecoortodoxa en 1964.
MATÍAS
Matías fue elegido por los Once, encabezados por Pedro, “para desempeñar el ministerio del apostolado”, en el lugar “dejado por Judas” (Hech. 1, 25; cfr. 1, 15-26). Pero después de este episodio, Matías no vuelve a ser mencionado, y nada sabemos a ciencia cierta de su vida.
Según Eusebio, era uno de los setenta y dos discípulos (cfr. Lc 10, 1. 17). La literatura apócrifa (por ejemplo los “Hechos de Andrés y Matías”) abunda en detalles acerca de su martirio: fue hecho prisionero por antropófagos, cegado, curado y liberado por Andrés, y finalmente decapitado. Esas leyendas le han valido diversos atributos: espada, alabarda, piedras, cruz, hacha. Este último ha prevalecido en general. San Matías no representa un papel importante en la piedad popular.
SIMÓN, apodado Zelote
12] En aquellos días se fue a orar a un cerro y pasó toda la noche en oración con Dios. [13] Al llegar el día llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que llamó apóstoles: ……. [15] Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo,Simón, apodado Zelote (Lc 6, 12-15)
Simón, apodado el Zelote (por pertenecer a esa secta) o el Cananeo (por provenir de Caná), aparece en décimo o en undécimo lugar en las listas de apóstoles (Lc. 6, 15 y Mc. 3, 18, respectivamente). Poco sabemos de su vida, pero una tradición señala que predicó el Evangelio en Egipto. Por San Fortunato, obispo de Poitiers (del siglo VI), sabemos que fue sepultado en Persia, donde había sido muerto con su compañero San Judas. Una iglesia antigua dedicada a Simón, existía ya entre el siglo VI y el VIII en Nicopsis, en la costa del Mar Negro.
La imagen que lo representa recoge una tradición que cuenta que en su martirio fue cortado con una sierra de leñador por los adoradores del sol en Persia. El atributo de la sierra es el más clásico desde el siglo XV. Por ello, lo invocan como patrono los aserradores; también lo hacen los tintoreros, porque según una leyenda él mismo era tintorero.
TOMÁS, el mellizo
Entonces Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto, [15] pero yo me alegro por ustedes de no haber estado allá, pues así ustedes creerán. Vamos a verlo». [16] Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él». Jn 11, 14-16
Puede resultar paradójico que un apóstol de Jesús sea recordado especialmente por su “incredulidad”. Pero eso es precisamente lo que ocurre con Tomás, protagonista del célebre episodio -referido por San Juan- que comenzó en la tarde misma de la resurrección de Jesús y tuvo su coronación el domingo siguiente (cfr. Jn 20, 19-29). Este episodio ha sido abundantemente representado en la iconografía del apóstol, y el texto evangélico es proclamado cada año en el domingo que sigue a la fiesta de Pascua y en la fiesta de Santo Tomás apóstol, que se celebra el 3 de julio.
En el Evangelio, Tomás es llamado varias veces “el Mellizo” -o, en griego, “Dídimo”- (Jn. 11, 16; 20, 24; 21, 2), pero no se aclara de quién era mellizo. Esto ha dado lugar a innumerables hipótesis, incluyendo una que lo hace hermano gemelo de Jesús; por eso en ocasiones se representa a Tomás con los rasgos del Señor.
Tomás aparece también dispuesto a morir por Jesús (Jn. 11, 16) y en el famoso episodio en que Jesús dice “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14, 5).
Fuera de estas menciones, y de su aparición en las consabidas listas de los apóstoles de los sinópticos y de los Hechos, ninguna otra referencia a Tomás aparece en la Escritura. La literatura apócrifa, por su parte, recoge muchas tradiciones acerca del apóstol, algunas de las cuales influyen decididamente en su representación iconográfica.
Según los “Hechos de Tomás”, apócrifo del siglo III, el apóstol era arquitecto, y habría sido invitado por un rey de la India (Gundoforo, Gondoforo o Gundafar) a levantarle un palacio. Tomás recibe el dinero para la construcción y lo distribuye entre los necesitados. Cuando el rey quiere ver el palacio, Tomás le anuncia que, al dar el dinero a los pobres, le edificó al monarca un palacio en el cielo. El rey, irritado, lo arroja en prisión, pero más tarde lo perdona. A raíz de este episodio legendario, Tomás es representado frecuentemente con una escuadra de arquitecto. Gracias a investigaciones recientes, se han hallado monedas de mediados del siglo I con el nombre del rey Gundafar, lo que da algún sustento histórico a esta tradición.
Su culto existe en la India desde los primeros siglos, y el sitio de su martirio (Calamina, hoy Mailapur o Mylapor, cerca de Madrás), es venerado desde entonces – si bien la tradición señala que los restos de Tomás fueron trasladados a Edesa en el 394-. Murió, según la tradición, atravesado por una lanza, que constituye -por tanto- otro de sus atributos iconográficos.
Otra leyenda piadosa añade una nueva incredulidad a la vida Tomás. Como se negaba a creer en la asunción de María, hace abrir su tumba y la encuentra llena de flores. Entonces la Virgen, desde el cielo, desanuda su cinturón y lo deja caer en manos de Tomás, quien nuevamente cree “por haber visto”. Por este motivo, Tomás es representado a veces con el “sagrado cinto” entre sus manos. La reliquia es venerada desde el siglo XII en Prato, Italia.
Por esta pequeña tarea
“Gracias Señor”
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
FUENTE: servicocatholicohispano.wordpress.com/
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