Hijo mio, te espero en el silencio, ahí es donde te doy audiencia; en el silencio hablare a tu alma y en el oirás mi voz.
Escucha atentamente mis palabras: el que gusta de la soledad sabe a que sabe Dios. El alma tiene necesidad de silencio para adorar. Tienes, hijo mío, que afinar tu alma hasta que pueda escuchar el silencio. Callarse es obligar a Dios a hablar.
Cuanto mas recibe el alma en el silencio, mas puede dar el alma en la oración. El silencio es la ayuda que prestas a tu Dios para que El se comunique contigo. La calidad de las almas se calibra por su actitud ante el silencio, por su capacidad de silencio, por el timbre de su palabra interior.
Jesucristo: En el origen de todo estado místico hay un silencio anterior que es liberación repentina e inefable de todo lo que pesa. El gran beneficio del silencio es que te despega de lo sensible, de lo inmediato, y te hace hallar de nuevo el sentido de lo invisible, te hace poseer plenamente. Tienes que hacer el silencio en Ti, no para contemplarte y admirarte secretamente, sino para tomar posesión de ti mismo y darte del todo a Dios en la entrega del momento presente. El silencio descansa, pacifica y consuela. El silencio lo hace a uno mejor. ¿No has notado que sin silencio no hay recogimiento? Ese precioso recogimiento que favorece la soledad de un sitio retirado, que brota de un corazón pacificado y que se produce dentro por la presencia de un Dios amado.
Haz silencio dentro de ti mismo para que hable en ti mi Palabra que se pronuncia en eterno silencio. El silencio hijo mío, es un sacramento donde me oculto y me doy...
De: EJERCICIOS ESPIRITUALES de San Ignacio de Loyola
De: EJERCICIOS ESPIRITUALES de San Ignacio de Loyola
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