Oh Jesús, Salvador mío, Vos que habéis confiado a los sacerdotes que son vuestros representantes, la aplicación de la Obra de la Redención y de la Salvación del mundo; por medio de vuestra Santísima Madre, os ofrezco para la santificación de los sacerdotes, seminaristas y aspirantes, durante este día, todas mis oraciones, trabajos y alegrías, mis sacrificios y sufrimientos. Dadnos, Señor, sacerdotes verdaderamente santos que, inflamados del fuego de vuestro Amor, no procuren otra cosa que vuestra gloria. Presérvalos de todos los peligros interiores y exteriores, defendedlos, sobre todo contra las insidias de los enemigos de su virtud y de su santo ideal sacerdotal.
Amén.
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