A los 9 años tiene Juan Bosco el primero de sus 159 sueños proféticos. Se le aparece Jesucristo junto con la Virgen María y le presentan un gran número de fieras que luego se convierten en corderos. Luego le muestra una multitud de jóvenes y le dicen: "Este será tu oficio: cambiar jóvenes tan difíciles como fieras, en buenos cristianos tan dóciles como corderos"
LA MISIÓN FUTURA
SUEÑO 1.—AÑO DE 1824.2
(M. B.3Tomo 1, págs. 122-126.—M. O. págs. 22-26)
Este primer sueño que se ha de considerar como el
«gran sueño», como el «sueño-clave», de los muchos con
que la Divina Providencia ilustró la vida de San Juan Bosco,
tuvo lugar en el año 1824, cuando el santo apenas contaba
nueve años de edad; siendo su escenario la aldeíta de
Becchi, perteneciente al partido de Castelnuovo de Asti, en
el Piamonte. Vivía a la Sazón el niño Juanito Bosco con su
madre Margarita Occhiena, con la abuela paterna y con
dos hermanos más: Antonio, fruto del primer matrimonio del
padre difunto, y José, primogénito de Margarita y de
Francisco Bosco.
He aquí el texto del sueño, tal como nos lo ofrecen las
Memorias Biográficas en el tomo y páginas arriba
indicados.
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[[ 1. Como observará el lector, cada «sueño» va dividido
en tres partes: La primera es una especie de introducción o
ambientación. La segunda, la narración del «sueño», y la
tercera, el cumplimiento, explicación, comentarios..., del
mismo.
El empleo de los caracteres cursivos en la primera y
tercera parte y de los redondos en la segunda, no tiene otro
fin que el hacer mas patente la separación de dichas
partes. El lector sabrá valorarlas fácilmente, si bien las
preciosas enseñanzas de los «sueños» casi siempre van
repartidas a lo largo de las tres partes. Naturalmente las 3
palabras de los misteriosos personajes y las de Don Bosco
interpretando lo visto u oído en sus «sueños» son las que
merecen la máxima atención y estudio por parte del lector.
2. Con la denominación general de «sueño», como ya
se advierte en la Introducción, exponemos no sólo los
fenómenos extraordinarios que tuvieron lugar durante el
sueño, sino también aquellos que se realizaron estando Don
Bosco despierto, mientras trabajaba en su despacho,
confesaba, viajaba, etc.
3. M. B. Memorias Biográficas de San Juan Bosco,
dieciocho tomos, por los PP. Lemoyne, Amadei, Ceria, todos
ellos salesianos. (Societá Editrice Internazionale, Torino.)
M. O. Memorias del Oratorio, por San Juan Bosco.
Las páginas citadas corresponden solamente al texto del
sueño. ]]
«Apenas contaba nueve años —dice el mismo Don
Bosco— cuando tuve un sueño que me quedó
profundamente impreso durante toda la vida.
Me pareció estar cerca de mi casa; en un amplio patio
en el que una gran muchedumbre de niños se divertía. Unos
reían, otros jugaban y no pocos blasfemaban. Al oír
aquellas blasfemias me arrojé inmediatamente en medio
de ellos, empleando mis puños y mis palabras para
hacerlos callar. En aquel momento apareció un Hombre de
aspecto venerado, de edad viril, noblemente vestido. Un
manto blanco cubría toda su persona y su rostro era tan
resplandeciente, que yo no podía mirarlo con fijeza. Me
llamó por mi nombre y me ordenó que me pusiese al frente
de aquellos muchachos añadiendo estas palabras: 4
—No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad
deberás ganarte a estos amigos tuyos. Ponte, pues,
inmediatamente a hacerles una instrucción sobre la fealdad
del pecado y sobre la belleza de la virtud.
Confuso y aturdido le repliqué que yo era un pobre
niño ignorante; incapaz de hablar de religión a aquellos
jovencitos. En aquel momento los muchachos cesaron en sus
riñas, gritos y blasfemias, rodeando al que hablaba. Yo, sin
saber lo que me decía, añadí:
—¿Quién es Usted que me manda cosas imposibles?
—Precisamente porque te parecen imposibles, debes
hacerlas posibles con la obediencia y con la adquisición de
la ciencia.
—¿Dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia?
—Yo te daré la Maestra bajo cuya guía podrás llegar a
ser sabio y con la cual toda ciencia es necedad.
—Pero ¿quién es Usted que me habla de esa manera?
—Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te ha
enseñado a saludar tres veces al día.
—Mi madre me ha dicho que no me junte con quien no
conozco sin su permiso; por eso, dime tu nombre.
—Mi nombre, pregúntaselo a mi Madre.
En aquel momento vi junto a Él, a una Señora de
majestuoso aspecto, vestida con un manto que resplandecía
por todas partes como si cada punto de él fuese una
fulgidísima estrella. Al verme cada vez más confuso en mis 5
preguntas y respuestas, me indicó que me acercara a Ella; y
tomándome de la mano bondadosamente:
—¡Mira! —Me dijo.
Observé a mi alrededor y me di cuenta de que todos
aquellos niños habían desaparecido y en su lugar vi una
multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales
diversos.
He aquí el campo en el que debes trabajar —continuó
diciendo la Señora—. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo
que veas en este momento que sucede a estos animales,
tendrás tú que hacerlo con mis hijos.
Volví entonces a mirar y he aquí que, en lugar de los
animales feroces aparecieron otros tantos corderillos que,
retozando y balando, corrían a rodear a la Señora y al
Señor como para festejarles.
Entonces, siempre en sueños, comencé a llorar y rogué
a Aquella Señora que me explicase el significado de todo
aquello, pues yo nada comprendía. Entonces Ella,
poniéndome la mano sobre la cabeza, me dijo:
—A su tiempo lo comprenderás todo.
Dicho esto, un ruido me despertó y todo desapareció.
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Yo quedé desconcertado. Me parecía que me dolían
las manos por los golpes que había dado y la cara por las
bofetadas recibidas de aquéllos golfillos. Además, la
presencia de Aquel Personaje y de Aquella Señora; las
cosas dichas y oídas, me absorbieron la mente de tal modo, 6
que en toda la noche no me fue posible volver a conciliar el
sueño. A la mañana siguiente conté inmediatamente el
sueño, en primer lugar, a mis hermanos, que comenzaron a
reír; después, a mi madre y a la abuela. Cada uno lo
interpretó a su manera. Mi hermano José dijo:
—Sin duda serás pastor de cabras, de ovejas y de otros
animales.
Mi madre:
—¡Quién sabe si algún día llegarás a ser sacerdote!
Antonio dijo con acento burlón:
—Tal vez llegues a ser capitán de bandoleros.
Pero la abuela, que sabía mucha teología aunque era
analfabeta, dio la sentencia definitiva diciendo:
—No hay que hacer caso de los sueños.
Yo era del parecer de la abuela; con todo, no me fue
posible borrar de la mente aquel sueño.
Lo que expondré a continuación prestará alguna
aclaración a lo que antecede. Nunca más volví a contar
este sueño; mis parientes no le dieron importancia; pero
cuando en el año 1858 fui a Roma para tratar con el Papa
Beato Pío IX de ¡a Congregación Salesiana, él Sumo
Pontífice me hizo contarle minuciosamente todo aquello
que tuviese, aunque sólo fuese apariencias de sobrenatural.
Entonces narré por primera vez el sueño que tuve a la edad
de nueve años. El Papa me ordenó que lo consignase todo
por escrito en su sentido literal y de forma detallada, para
mayor estímulo de los hijos de la Congregación, en cuyo 7
interés había yo realizado aquel viaje a Roma».
AMONESTACIÓN DEL CIELO
SUEÑO 2.—AÑO DE 1830.
(M. B. Tomo I, pág. 218.—M. O. Década 1 -4, págs. 43-44)
El presente sueño está solamente esbozado en las
Memorias del Oratorio con estas palabras:
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«Por aquel tiempo tuve otro sueño, en el cual fui
severamente amonestado, por haber puesto mi esperanza
en los hombres y no en el Padre Celestial».
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Para comprender el significado de estas palabras,
hemos de recordar un hecho decisivo de la niñez del
soñador.
Era una tarde del año 1825; volvía Juan de Butigliera,
alegre aldea próxima a Becchi. Había ido sólo con el
piadoso fin de asistir a una Misión que allí se daba, para
disponer a ¡os fieles a lucrar el Jubileo del Año Santo,
concedido por León XII y extendido ya al orbe católico.
Su porte era grave y sereno; su compostura y
recogimiento, llamaron poderosamente la atención de un
sacerdote que le seguía: Don José Calosso, capellán a la
sazón de la aldea de Murialdo. El sacerdote, haciendo al
niño señal de que se le acercara, le preguntó quién era, de
dónde venía y por qué siendo de tan corta edad acudía a
los sermones de la Misión, añadiendo:
—Seguramente tu madre te habría hecho una plática 8
mejor y más adecuada a tu edad y condición.
Juanito afirmó que, en efecto, las pláticas de su madre
eran muy provechosas, pero que a él le agradaba oír a los
misioneros; a los cuales entendía perfectamente, y para
demostrarlo fue repitiendo al sacerdote, casi literalmente,
los sermones oídos punto por punto.
Maravillado el virtuoso capellán de las dotes de
ingenio del pequeño, le preguntó emocionado:
—¿Te gustaría estudiar?
—¡Mucho! —replicó Juanito—. Pero no puedo.
—¿Quién te lo impide?
—Mi hermano Antonio, pues dice que estudiar es
perder el tiempo; que es mejor que me dedique a las
faenas del campo.
—¿Y tú, para qué querrías estudiar?
—Para ¡legar a ser sacerdote.
—¿Y para qué deseas ser sacerdote?
—Para poder instruir a muchos de mis compañeros que
no son malos, pero que llegarán a serlo si nadie se ocupa
de ellos.
Don Calosso, conmovido ante semejante manera de
razonar, tomó bajo su protección al niño, dándole clase
durante ¡os inviernos de 1827 y 1828.
Mas una mañana de otoño de 1830, mientras Juan se 9
encontraba en su aldea nativa visitando a su madre, recibe
aviso de volver rápidamente a Murialdo, pues su buen
maestro Don Calosso, atacado repentinamente de
enfermedad mortal, le llama con urgencia. Voló Juan al
lado de su bienhechor, al que encontró desgraciadamente
en el lecho, perdido ya el uso de la palabra. El moribundo
pudo reconocer al amado discípulo a quien hizo señal de
aproximarse, y haciendo un esfuerzo supremo le consignó
una llave que guardaba debajo de ¡a almohada, señalando
a ¡a vez la mesa de su escritorio. El discípulo tomó la llave,
se arrodilló junto al lecho de su bienhechor y allí
permaneció afligido y suplicante hasta que el maestro, el
amigo de su alma hubo espirado, sin haber podido articular
palabra.
Muerto Don Calosso, llegaron los sobrinos; Juan les
entregó la llave recibida de su maestro diciendo:
—Vuestro tío me entregó esta llave indicándome que
no se la diera a nadie. Varias personas me aseguran que es
mío cuanto bajo ella se contiene, pero Don Calosso nada
me dijo expresamente. Prefiero mi pobreza a ser causa de
disgustos. Ellos tomaron la llave y cuanto bajo ella había.
La muerte del bienhechor fue un verdadero desastre
para Juan. Amaba a Don Calosso tiernamente. Su recuerdo
quedó grabado para siempre en su alma, dejando
consignados estos sentimientos en sus Memorias con estas
palabras:
«Siempre he rogado a Dios por este bienhechor mío, y,
mientras viva, no dejaré de rezar por él».
Conocido este episodio y el estado de ánimo del joven
estudiante, es fácil comprender el significado y alcance de 10
este sueño.
(A partir de la fecha publicaré los sueños de San Juan Bosco tomados del documento
LOS SUEÑOS DE
SAN JUAN BOSCO
TRADUCCIÓN DEL
P. FRANCISCO VILLANUEVA, S.D.B.)
ilustrados en primeras entregas con las siguientes partes del video que coloco como encabezado en este momento).
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