FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

¿POR QUÉ SER SACERDOTE? - LA IGLESIA Y LA VOCACIÓN




La vocación significa "llamada". Es un diálogo de amor entre dos personas, Dios quien es el que llama y el hombre quien es el llamado, éstos son los términos de una vocación personal: El autor de la llamada y el sujeto llamado. No podría existir ningún llamado de no existir alguien que llama.

Cuando nace un hombre entra en el mundo una potencial riqueza. Dios es fiel y justo. Llama a todos a vivir su especial vocación; a cada uno asigna un papel en la historia de salvación del mundo y asigna los medios necesarios para realizarlo. Pero su poder gobierna el mundo según la ley de la variedad. No se repite jamás. Dios enriquece a cada uno de los llamados con precisa, exclusiva, absoluta y nueva identidad, trazando en cada caso un camino único e irrepetible.

El amor de Dios llama, elige, forma, consagra, envía. En estas palabras se inscribe el camino de la vocación del hombre.

Cualquiera que ella sea. Llama con misteriosa solicitud, elige con criterio incensurable, forma con intervención directa, consagra por medio del Espíritu Santo, envía a anunciar el Evangelio.

Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Cada ser humano es único e irrepetible. Cada persona ha sido creada para dar un aporte a la historia y es tarea de cada persona descubrir qué es lo que Dios ha puesto en ella para darlo a los demás.

Todos los hombres estamos llamados a la SANTIDAD... "Sean perfectos como el Padre es perfecto..." La vocación a la santidad no es un monopolio exclusivo de los sacerdotes o religiosos sino de todos los cristianos.

La vocación es un don de Dios, una llamada en nuestra vida, pero también es una tarea que debemos realizar. Si queremos ser fieles a la voluntad del Señor.


FUENTE: www.youtube.com/user/tvclosencuentros

MENSAJES DE MEDJUGORJE


Mensajes de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorje

Al inicio Nuestra Señora regularmente da sus mensajes sólo a los videntes, y a través de ellos a todos los fieles. A partir del 1 de marzo de 1984, Nuestra Señora comienza a entregar regularmente sus mensajes todos los jueves a la comunidad de parroquial de Medjugorje, y a través de ella, al resto del mundo. Puesto que algunas cosas que el Señor había deseado se cumplieron, como lo afirmó Nuestra Señora , a partir del 25 de enero de 1987, Nuestra Señora da sus mensajes a todo el mundo los 25 de cada mes Esto aún continúa.

Mirjana Dragicevic-Soldo, Ivanka Ivankovic-Elez y Jakov Colo tuvieron apariciones diarias hasta 1982, 1985, y 1998 respectivamente. Desde entonces, la Virgen se les aparece una vez al año y les da un mensaje. Debido a que el trabajo sobre los archivos está aún en curso, no estamos en condiciones de publicar los mensajes otorgados antes de 1995.

(http://www.medjugorje.ws)


El blog Sacerdote Eterno empieza a reproducir estos mensajes, como las apariciones oficiales de la Virgen María. A partir de esta fecha se publicarán los mensajes actualizados que se produzcan en Medjugorje.

Mensaje, 25 de julio de 2013.

“¡Queridos hijos! Con alegría en el corazón, a todos los invito a vivir su fe y a testimoniarla con el corazón y el ejemplo en todas sus manifestaciones. Hijitos, decídanse por estar lejos del pecado y de las tentaciones, y que en vuestros corazones estén la alegría y el amor por la santidad. Yo, hijitos, los amo y los acompaño con mi intercesión ante el Altísimo. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”



Mensaje, 2 de julio de 2013  - Aparición a Mirjana


“Queridos hijos, con amor materno les ruego: entréguenme sus corazones para poder ofrecerlos a mi Hijo y liberarlos, liberarlos de todo aquel mal que, cada vez más, los aprisiona y los aleja del único bien, de mi Hijo, liberarlos de todo lo que los lleva por el camino equivocado y les quita la paz. Yo deseo conducirlos a la libertad prometida por mi Hijo, porque quiero que aquí se cumpla plenamente la voluntad de Dios. Para que por medio de la reconciliación con el Padre Celestial, a través del ayuno y la oración, nazcan apóstoles del amor de Dios, apóstoles que, libremente y con amor, difundirán el amor de Dios a mis hijos, apóstoles que difundirán el amor de la confianza en el Padre Celestial, y abrirán las puertas del Paraíso. Queridos hijos, ofrezcan a sus pastores la alegría del amor y del apoyo, que mi Hijo ha pedido a ellos dárselos a ustedes. ¡Les agradezco! ”



FUENTE: .medjugorje.ws / medjugorje.hr

SAN ANTONIO DE PADUA




Fiesta: 13 de junio
Fraile franciscano, Doctor de la Iglesia
(1195-1231)

Antonio: "Defensor de la Verdad"



BIOGRAFÍA

San Antonio nació en Portugal, pero adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde murió y donde todavía se veneran sus reliquias.

León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo", porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.

Llamado "Doctor Evangélico". Escribió sermones para todas las fiestas del año

"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree" -San Antonio

"Era poderoso en obras y en palabras. Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el cielo" -un biógrafo de ese tiempo. 

Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo/a. Es verdaderamente extraordinaria su intercesión.



Vino al mundo en el año 1195 y se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores, por la devoción al gran patriarca de los monjes y patrones titulares de la capilla en que recibió el hábito franciscano. Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades. 

No le faltaron las pruebas. En la juventud fue atacado duramente por las pasiones sensuales. Pero no se dejó vencer y con la ayuda de Dios las dominó. El se fortalecía visitando al Stmo. Sacramento. Además desde niño se había consagrado a la Stma. Virgen y a Ella encomendaba su pureza. 

Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes-franciscanos que, poco tiempo antes habían obtenido allá un glorioso martirio.Fernando que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellas reliquias y nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo. 

Poco después, algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principio de 1221, se le admitió en la orden. Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros. Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad (hidropesía),que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por fuertes vientos, se desvió y fue a parar en Messina, la capital de Sicilia. Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general. Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y San Francisco, sentado a sus pies, estaba presente. Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués. Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli. Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no sacerdote; pero lo cierto es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal.

Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a San Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador. En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar a varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía. En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras.

En una ocasión, cuando los herejes de Rímini le impedían al pueblo acudir a sus sermones, San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: "Oigan la palabra de Dios, Uds. los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar". A su llamado acudieron miles y miles de peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación. Aquel milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo que los herejes tuvieron que ceder.

A pesar de estar muy enfermo de hidropesía, San Antonio predicaba los 40 días de cuaresma. La gente presionaba para tocarlo y le arrancaban pedazos del hábito, hasta el punto que hacía falta designar un grupo de hombres para protegerlo después de los sermones. 

Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función. En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a San Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: "Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla". Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados. Poco después de la muerte de San Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los historiadores modernos no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general de 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó "el Arca de los Testamentos", por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.

Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores. Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.

Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de San Antonio comenzó a ceder y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero. Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos. Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo: "Veo venir a Nuestro Señor" y murió. Era el 13 de junio de 1231. La gente recorría las calles diciendo: "¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!.Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. 

San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año de su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona "O doctor optime" en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a San Antonio "Doctor de la Iglesia".

Se le llama el "Milagroso San Antonio" por ser interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte. Uno de los milagros mas famosos de su vida es el de la mula: Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia. La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.

Iconografía: Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece San Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real. 

San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión, se llama "pan de San Antonio"; esta tradición comenzó a practicarse en 1890. No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la "Chronica XXIV Generalium" (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba San Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que lo obligó a regresar al convento y devolver el libro.

En Padua hay una magnífica basílica donde se veneran sus restos mortales.




ORACIONES


NOVENA A SAN ANTONIO
Es famoso por sus milagros

San Antonio obtenme de la Misericordia de Dios esta gracia que deseo (mencione el favor que pide).
Como tú eres tan bondadoso con los pobres pecadores, no mires mi falta de virtud antes bien considera la Gloria de Dios que será una vez más ensalzada por ti al concederme la petición que yo ahora encarecidamente hago. 

Glorioso San Antonio de los milagros, padre de los pobres y consuelo de los afligidos, te pido ayuda. 
Has venido a mi auxilio con tan amable solicitud y me has aliviado tan generosamente que me siento agradecido de corazón. 

Acepta esta ofrenda de mi devoción y amor.
Renuevo la seria promesa de vivir siempre amando a Dios y al prójimo.
Continúa defendiéndome benignamente con tu protección y obtenme la gracia de poder un día entrar el Reino de los Cielos, donde cantaré enteramente las misericordias del Señor. Amen.




ORACIÓN DE LIBERACIÓN DE SAN ANTONIO DE PADUA


Haciendo la señal de la cruz dirás con mucho fervor:

He aquí la Cruz del Señor,+
Huid, potestades enemigas:+
El león Judà, descendiente de David,+
Ha vencido. Aleluya.

Este exorcismo usado frecuentemente por San Antonio es muy eficaz contra las tentaciones del demonio, como lo prueban muchísimos ejemplos. Constituyen esas palabras el breve o carta de San Antonio que él mismo escribió y entregó a una devota suya para librarla de una fuerte y tenaz tentación. 


Oración

A ti, Antonio, dechado de amor a Dios y a los hombres que tuviste la dicha de estrechar entre tus brazos al Niño-Dios, a ti lleno de confianza, recurro en la presente tribulación que me acongoja………….

Te pido también por mis hermanos más necesitados, por los que sufren, por los oprimidos, por los marginados, por los que hoy más necesiten de tu protección.

Haz que nos amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odios. Ayúdanos a vivir el mensaje cristiano.

Tú, en presencia ya del Señor, no ceses de interceder por El, con El, y en El, a favor nuestro ante El Padre. Amén.


VIDEO.





FUENTE: 
youtube.com/user/dulcecorazondemaria
Corazones.org
   ////      Butler, Vida de los Santos.
Salesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos.
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

EL MILAGRO DE LA COMUNIÓN DEL ARCANGEL MIGUEL EN GARABANDAL


Las niñas (Videntes) habían pedido insistentemente a la Virgen que obrase un milagro a fin de que la gente creyera. Finalmente, un día el ángel le comunicó a Conchita que en cierta fecha que le indicaría la Virgen, cuando él le trajese la comunión—que hasta ese momento siempre había sido invisible a los ojos de cualquier observador—ese día, al momento de ella recibirla sobre su lengua, la hostia se haría visible, y que lo anunciara con 15 días de antelación.

En la madrugada del 18 de julio de 1962, Conchita cayó en éxtasis en su casa, salió fuera, dobló la esquina y cayó de rodillas en la calle contigua. Un buen número de personas se apretujaba a su alrededor para poder ver. Conchita sacó la lengua y la mantuvo fuera por espacio de unos breves minutos.

Dicen los testigos que ella no traía nada absolutamente dentro de la boca. De repente, una hostia blanca y resplandeciente se vio aparecer sobre su lengua. Uno de los testigos lo ha descrito así, despejando la menor sombra de duda: “. . . No dio la sensación de haber sido depositada, sino más bien de haberse materializado allí, a una velocidad mayor de la que el ojo humano puede captar.”

Este milagro fue captado por la cámara de un aficionado curioso, a pesar de que la única iluminación que había era la que proporcionaba una pequeña linterna.

Fue cerca de las doce, hora solar española. En España hay una hora adelantada = GMT + 01:00 horas, en invierno, y dos horas = GMT + 02:00 horas, en verano. Faltaban dos horas (y unos veinte minutos más por el meridiano de Garabandal) para la media noche solar.

Conchita NO podía, en el calendario litúrgico, comulgar el mismo 18 de Julio de 1962, porque era la fiesta del pueblo y «ya había comulgado por la mañana» en la iglesia del pueblo. Pero sí podía comulgar a partir de las doce, hora de reloj, porque ya era el día siguiente litúrgico. Sin embargo, por el día solar, era el 18 de Julio de 1962 todavía hasta las dos y veinte de la mañana.

Fue cerca de las dos de la mañana, faltaban unos minutos, para la media noche solar, cuando recibió la tercera llamada de la Santísima Virgen y San Miguel Arcángel se le apareció y la llevó al lugar indicado y después de Comulgar ya vino la Santísima Virgen.

El número de personas que subió a Garabandal ese día entre dos mil y tres mil.


LA FORMA

Otro punto que se debate con frecuencia es si la Forma era, o no, mas gruesa de lo normal.

La que vio Conchita era una Forma normal. Pero Conchita vio la Forma que traía el Ángel pero NO vio lo que pasó en su lengua. Dice Pepe Díaz que apareció de repente, en la lengua de Conchita, una Forma NORMAL, como las que da el Sacerdote, una preciosa Forma blanca, la que vio Conchita, pero inmediatamente que estuvo en su lengua se vio que estaba “viva” y creció en grosor y tamaño, y despendía un luz blanca como no se vio otro blanco igual. Tenía Vida y Luz propia. Dios estaba allí.

D. Alejandro Damians consiguió sacar, de noche, algunos fotogramas de los últimos instantes de la Comunión visible de Conchita. De uno de estos fotogramas es la fotografía de este posting.

El Sr. Obispo de Santander, D. Eugenio Beitia Aldazabal, se interesó por este film y escribió a D. Alejandro Damians solicitando una copia del mismo ya que “podía ser de gran interés y servicio para la Iglesia”.

Se puede ver, en la foto, que la Sagrada Forma tiene LUZ propia y un halo de luz alrededor. Según el testimonio de Pepe Díez, apareció de repente y como una Forma normal, pero viva, y fue creciendo en espesor y circunferencia, con vida propia en su interior.

Según el testimonio de Benjamín Gómez, la LUZ que desprendía la Forma era una LUZ muy agradable, como todo lo divino, y de un blanco muy brillante que sin embargo no cansaba nada la vista.

También dijo Benjamín que el blanco de la Sagrada Forma no se parecía a ningún otro de la tierra, es decir, que no puede verse toda su blancura ni su brillo en una foto por las limitaciones de esta.

Con este film quedó probado que lo que vieron los presentes no fue una alucinación de ellos sino que realmente lo que vieron que había en la boca de la niña era verdad.


EL TESTIMONIO DE MATILDE

Matilde estaba afuera, al pie de las escaleras de su casa. Conchita vino a este lugar y al llegar frente a Matilde, que estaba allí, cayó de rodillas.

¿Por qué sucedió frente a la casa de Matilde y justo delante de ella?. Muchas veces, las niñas, en éxtasis, vinieron a darle a besar el crucifijo a Matilde y decía que su casa era tan ruin que no quería que entrase la gente pero las niñas solas sí. Esto lo pedía con frecuencia: que una niña le viniese a dar el Crucifijo a besar. Con frecuencia, alguna de las niñas venía a solas a su casa, le daba a besar el Crucifijo y Matilde se ponía muy contenta de esta delicadeza de la Virgen para con ella.

La Santísima Virgen tuvo esta gran delicadeza con ella. Trajo a Conchita justo a los pies de ella para que viese el Milagro de la Comunión visible.

Matilde lo describe así:
El Milagro de la Forma sucedió delante de mi casa. Conchita vino con el Crucifijo; yo estaba en mi casa, oí el ruido de la gente y salí. Porque eso pasó justo delante de la entrada de mi casa. Conchita asomó por ahí, por esa esquina y yo estaba abajo, en la escalera de la casa, y, delante de mí, Conchita se cayó e hincó de rodillas.

Entre las manos juntas tenía un Crucifijo. Yo vi la Forma sobre la lengua. Era una Forma más gruesa que una Forma normal, más blanca, a mí me pareció más blanca, como brillante o muy blanca.

Tuve tiempo de verla bien; lo que pasó es que yo me emocioné y me subí para arriba a decírselo a mi marido. Subí, sin terminar de verse la Forma. Yo no hice nada más que verlo y subir a decírselo a él. Cuando bajé, ya se había marchado. Había mucha gente, cantidad de gente.


EL TESTIMONIO DE D. ALEJANDRO DAMIANS

En reiteradas ocasiones y a diversas personas he tenido que relatar la impresión que me causó el prodigio que tuve la oportunidad de presenciar en S. Sebastián de Garabandal del día 18 de julio de 1962.

Casi todo el día 18 lo pasé en el interior de la casa de Conchita con mi esposa, mi amigo y varios sacerdotes, así como otras personas desconocidas. Tuve ocasión de hablar con Fray Justo, sacerdote Franciscano con quien luego he sostenido

Dos circunstancias se daban cita en aquella ocasión para albergar dudas si se produciría o no el prodigio anunciado; una de ellas, el ambiente festivo que reinaba en el pueblo; otra la presencia de sacerdotes. En algunas ocasiones anteriores, las niñas no habían entrado en éxtasis; de otra parte, la presencia de sacerdotes había motivado anteriormente el que las niñas recibieran la comunión normalmente y nunca por mediación del Angel.

El ambiente era de duda puesto que, en contra de tales hechos comprobados, se decía entre los visitantes que Conchita había avisado personalmente a algunos sacerdotes para que fue
ran el día 18, así como que a las preguntas que le fueron formulando aquel mismo día en tal sentido, había manifestado que ni la fiesta, ni la presencia de aquellos serían obstaculo para la realización del prodigio.

Sobre las tres de la tarde, Conchita anunció que se iba a almorzar, lo cual nos dio el convencimiento de que si lo que debía producirse era la comunión, tendríamos aún que esperar un mínimo de tres horas para que tuviera efecto. Así, entre dudas, esperanza, tedio e ilusión fue transcurriendo el día.

Rebasadas las 12 horas de la noche sin manifestación alguna que hiciera presagiar nada extraordinario, cundió el desaliento y la incredulidad.

Cerca de la una de la madrugada del día 19, cuando algunos habían emprendido el regreso a sus puntos de origen, como un reguero de pólvora se extendió la noticia de que, según la hora solar y la situación geográfica del pueblecito, el día 18 no terminaría hasta las 1,25 de la madrugada. Por aquel entonces, los que estábamos en el interior de la casa, sabíamos ya una cosa cierta: Conchita había recibido la primera llamada.

Poco después nos mandaron desalojar la casa y quedé en el portal en compañia de un amigo de la familia de Conchita, para evitar la entrada de cualquier persona. Desde mi emplazamiento dominaba la cocina y la escalera que conduce al piso superior de la casa. Allí se hallaba Conchita, creo que con una prima y un tío suyo, cuando entró en éxtasis.

Mi primera noticia fue verla bajar por la escalera, muy aprisa, con aquella actitud clásica en que sus facciones se dulcifican y embellecen. Al cruzar el portal, la gente que aguardaba ante la casa abrió paso el tiempo justo para dejarla pasar y a partir de este momento la multitud se arremolinó a su alrededor como un río desbordado que arrasa cuanto encuentra a su paso. Vi caer a muchas personas, que eran pisadas por el gentío desbordado, sin que yo sepa de nadie que resultara lesionado, aún cuando el aspecto de aquella masa a la carrera, empujándose unos a otros, no podía ser más aterrador.

Poco antes de medianoche, las nubes que oscurecían el cielo, se habían disipado y el manto azulado se había iluminado de estrellas que brillaban alrededor de la luna. A su luz y a la de infinidad de linternas de mano que alumbraban la calleja, pude distinguir perfectamente que Conchita tenía la boca abierta y la lengua fuera, en la clásica actitud de comulgar. Estaba más bonita que nunca. Su expresión, su gesto, lejos de provocar risa o presentar un aspecto vulgar e incluso ridículo, era de un misticismo impresionante y conmovedor.

De pronto, sin saber cómo, sin darme cuenta, sin que Conchita hubiese cambiado lo más mínimo la posición, la Sagrada Forma apareció en su lengua. Fue totalmente inesperado. No dio la impresión de estar depositada allí, sino que más bien podría decirse, que brotó a velocidad superior al de la percepción de la mirada humana.

Es imposible describir la impresión que sentí en aquel momento y que siento hoy al recordarlo. Sorpresa, asombro, confusión son sentimientos demasiado encontrados para definirlos en una sola expresión. Con éstas o parecidas frases he relatado una y otra vez cómo aconteció y jamás he podido evitar, al llegar a este punto, sentir aquella impresión maravillosa que encoge el corazón dentro del pecho, llenándolo de ternura y humedece los ojos en un deseo incontenible de llorar… Lágrimas de alegría, de satisfacción, de felicidad, de amor…, de lo que sea, pero lágrimas al fin.

Más tarde tuve conocimiento de que Conchita permaneció unos dos minutos reteniendo inmovil, sobre la lengua la Hostia hasta tragarla normalmente y besar el Crucifijo que llevaba en su mano. Según he podido saber unos meses más tarde, tan larga espera fue debida a que el Angel dijo a Conchita que la mantuviese a la vista hasta que la Virgen se le apareciera.

En aquellos momentos no me di cuenta del tiempo transcurrido; recuerdo, como en un sueño, las voces que reclamaban a gritos que me agachase, así como haber recibido un fuerte golpe sobre mi cabeza.

Colgada de mi brazo llevaba mi máquina de filmar; sin hacer caso de las protestas que surgían a mi alrededor, sin recordar casi las instrucciones recibidas de mi primo, saqué el tomavistas de su estuche, apreté el disparador y filmé los últimos instantes de la comunión de Conchita. Jamás había utilizado ningún aparato similar, ni siquiera había filmado, y sólo tenía la seguridad de haber acertado en el enfoque de la figura, aunque por mi total carencia de técnica, menos aún de conocimientos adecuados, puse en duda el satisfactorio resultado de la película; incidían en ello, todavía otros factores como la adecuada clase de película, intensidad de luz, allí casi inexistente, etc…

Conchita se levantó aún en éxtasis, desapareciendo de mi vista seguida por todas las personas presentes en Garabandal. Más tarde supe que aquél duró alrededor de una hora.

Lo único que sí puedo afirmar, sin ningún reparo ni duda, es que el día 18 de julio de 1962, para mí, en Garabandal ocurrieron dos milagros: el primero fue la comunión de Conchita, que revistió caracteres sobrenaturales de inapreciables proporciones; el segundo, siendo de menor alcance colectivo, pero no menos transcendente para mí, la prueba de la infinita condescendencia de la Virgen, porque sólo a Ella puedo deber la dicha de haber presenciado el prodigio.
Firmado: Alejandro Damians. Barcelona, Enero de 1963.


EL TESTIMONIO DE BENJAMIN GÓMEZ

Benjamin Gómez, vecino de Pesués, Cantabria, pueblo cercano a Garabandal, fue testigo de numerosos éxtasis de las niñas. Durante las Apariciones de la Santísima Virgen María dió un cambio muy grande a su vida, ya que habia vivido apartado de la Iglesia durante muchos años. Durante las Apariciones se convirtió y recuperó la paz y la felicidad de vivir en Gracia de Dios.

Como testigo que fué de la Comunión visible de Conchita nos dice en una entrevista grabada en cinta magnetofónica en Burgos.
Pregunta: ¿Vio Usted bien a la niña?
BG (Benjamín Gómez): Perfectamente. Estaba muy cerca de mí.
P: ¿Estaría a un metro de distancia?
BG: No, qué va. Mucho menos. A un palmo escaso.
P: ¿Vió Usted cómo sacaba la lengua?
BG: Sí, vi cómo llegó, cómo se arrodilló con las manos extendidas hacía abajo. Ví cómo sacó la lengua. Y aquí quiero decir una cosa. La lengua la sacó limpia, vacía. Yo me sorprendí y miré. Pude mirar muy bien, porque como les digo estaba muy cerca, a menos de un palmo. Miré su boca, tranquilamente, todo iba bien sin prisas. Miré arriba y nada. Miré abajo y nada. En esto una prima mía que estaba detrás de mí me tocó en el hombro para que me retirase y le dejase ver. Yo giré un momento la cabeza, lo que se dice un momento y cuando volví la cabeza, ya tenía la Forma en la lengua.
P: Y ¿cómo era la Forma?
BG: ¡Ah! eso … es muy difícil de decir. Era Blanca. Pero de un blanco que no es de este mundo. A veces he querido buscar una comparación y no encuentro más que una cosa que se le parece pero de lejos. Es como cuando la nieve. Ha nevado y sale el sol y refleja en la nieve. Pero que entonces hace daño a la vista y este blanco no lastimaba la vista.
P: ¿De qué tamaño era?
BG: Aquí quiero decir una cosa: Por poner una comparación era como dos monedas de veinticinco pesetas una sobre otra. (Entonces la moneda de veinticinco era de un tamaño grande, como la de dos euros de ahora).
P: ¿Cree Usted que la niña la pudo poner con la mano?
BG: De ninguna manera. Lo hubiéramos visto. La niña no se movió.
P: ¿Cree Usted que la tenía oculta en la boca y habilmente la c
ambió sobre la lengua?.
BG: No pudo hacer eso. Yo miré bien dentro de su boca y allí no había nada de nada.



EL TESTIMONIO DE PEPE DÍAZ

Otro de los testigos de este hecho fue el albañil de Garabandal llamado José Díaz Cantero, familiarmente Pepe Díaz.

Pepe Díaz firmó un declaración que dice:

El día 18 de julio de 1962 estaba en casa de Aniceta González, madre de Conchita. Ha llegado el instante en que la niña cayo en éxtasis; la he seguido protegiéndola y seguidamente iba la niña por la calle; ha parado cayendo de rodillas, he observado la sorpresa siguiente que me ha causado: en unos momentos advertí que la niña rezaba mentalmente y sacaba su lengua limpia, acto seguido apareció sobre ella un cerco precioso pero dificil de explicar, pero sí advierto que dicho cerco es una Forma completamente clara, después fué aumentando en espesor y en circunferencia; no puedo explicar más datos por lo dificil, por lo importante e impresionante que fué este caso para mí; yo calculo que todo esto que he visto ha durado unos tres minutos aproximadamente. Estoy completamente convencido del Milagro.

Firmo mi declaración en S. Sebastian de Garabandal a 19-7-1964. José Díaz Cantero

Al llegar la Virgen, después de haber recibido la niña la Comunión, le dijo:“Todavía no creen todos”.

Escribe Conchita:
Este milagro que Dios Nuestro Señor hizo por intercesión del Angel San Miguel, algunos lo vieron completo, otros sólo vieron la Forma en la lengua, en ese momento creyeron firmemente, tanto los que lo habían visto, así como los que sin verlo creyeron por los informes de los que lo vieron.


FUENTE: forosdelavirgen.org

EL AMOR DE JESÚS TRANSFORMA A TODO PECADOR


DE LA HOMOSEXUALIDAD A LA VIDA CASTA, TESTIMONIO PODEROSO DE RUBEN





Este video es muy bello, aquí nos presenta una vez mas Nto. Señor Jesús como su amor transforma a todo pecador, dando esperanza a quien se siente solo, rechazado, desamparado.

Solo él (Jesús) nos puede dar alas para emprender el vuelo al cielo, solo el receje del fango y la arena movediza a quien a caído ahí, con Jesús SI SE PUEDE, un padre tan super amorosisimo que no hay palabras humanas para darle siquiera un grano de arena de gloria y alabanza. Véanlo se los recomiendo.

¿POR QUÉ SER SACERDOTE? - ¿QUIERES SER MI DISCÍPULO?

Papa Francisco en Brasil.



"Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio? (...) Hoy he venido a confirmarles en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido también para ser confirmado por el entusiasmo de su fe", ha dicho el Papa Francisco a los miles de jóvenes que han participado en el acto de acogida de la JMJ en la playa de Copacabana. En el vídeo se escucha y visualiza el saludo del Santo Padre a los jóvenes, cuyo texto completo es el siguiente: 


Buenas tardes.

Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría.

Recuerdo la primera Jornada Mundial de la Juventud a nivel internacional. Se celebró en 1987 en Argentina, en mi ciudad de Buenos Aires. Guardo vivas en la memoria estas palabras de Juan Pablo II a los jóvenes: "¡Tengo tanta esperanza en vosotros! Espero sobre todo que renovéis vuestra fidelidad a Jesucristo y a su cruz redentora" (Discurso a los Jóvenes, 11 de abril 1987: Insegnamenti, X/1 [1987], p. 1261).

Antes de continuar, quisiera recordar el trágico accidente en la Guyana francesa, en el que perdió la vida la joven Sophie Morinière, y otros jóvenes resultaron heridos. Os invito a hacer un minuto de silencio y a dirigir nuestra oración a Dios por Sophie, los heridos y sus familiares.

Este año, la Jornada vuelve, por segunda vez, a América Latina. Y ustedes, jóvenes, han respondido en gran número a la invitación de Benedicto XVI, que les ha convocado para celebrarla. Se lo agradecemos de todo corazón. Mi mirada si extiende sobre esta gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados de todos los continentes. Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también desde el punto de vista existencial, cultural, social, humano. Pero hoy están aquí, o más bien, hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de ser sus discípulos.

Esta semana, Río se convierte en el centro de la Iglesia, en su corazón vivo y joven, porque ustedes han respondido con generosidad y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho a estar con él, a ser sus amigos.

El tren de esta Jornada Mundial de la Juventud ha venido de lejos y ha atravesado la Nación brasileña siguiendo las etapas del proyecto "Bota fe - Pon fe". Hoy ha llegado a Río de Janeiro. Desde el Corcovado, el Cristo Redentor nos abraza y nos bendice. Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio?

En el corazón del Año de la fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano. Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la fe.

Cristo ha crecido en ustedes. Hoy he venido a confirmarles en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido también para ser confirmado por el entusiasmo de su fe.

Les saludo a todos con gran afecto. A ustedes aquí presentes, venidos de los cinco continentes y, a través de ustedes, a todos los jóvenes del mundo, en particular a aquellos que no han podido venir a Río de Janeiro, pero que nos siguen por medio de la radio, la televisión e internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta gran fiesta de la fe! En diversas partes del mundo, muchos jóvenes están reunidos ahora para vivir juntos este momento: sintámonos unidos unos a otros en la alegría, en la amistad, en la fe. Y tengan la certeza de que mi corazón de Pastor les abraza a todos con afecto universal. ¡El Cristo Redentor, desde la cima del monte Corvado, les acoge en esta bellísima ciudad de Río!

Un saludo particular al Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el querido Cardenal Stanislaw Rilko, y a cuantos colaboran con él. Agradezco a Monseñor Orani João Tempesta, Arzobispo de São Sebastião do Río de Janeiro, la cordial acogida que me ha dispensado y el gran trabajo realizado para preparar esta Jornada Mundial de la Juventud, junto con las diversas diócesis de este inmenso Brasil. Mi agradecimiento también se dirige a todas las autoridades nacionales, estatales y locales, y a cuantos han contribuido para hacer posible este momento único de celebración de la unidad, de la fe y de la fraternidad.

Gracias a los Hermanos Obispos, a los sacerdotes, a los seminaristas, a las personas consagradas y a los fieles laicos que acompañan a los jóvenes, desde diversas partes de nuestro planeta, en su peregrinación hacia Jesús. A todos y a cada uno, mi abrazo afectuoso en el Señor.

¡Hermanos y amigos, bienvenidos a la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, en esta maravillosa ciudad de Río de Janeiro!

Papa Francisco

"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. LVIII: Encarnación mística.

Mensajes de Nuestro Señor 
Jesucristo a sus Hijos Los Predilectos. 

("A Mis Sacerdotes" de Concepción Cabrera de Armida) 


LVIII

ENCARNACIÓN MÍSTICA


Voy a hablar ahora de ese amor divino de paternidad que me enajena, que me subyuga, que me hace estremecer aun en mi ser de Hombre-Dios y que hace la eterna felicidad del Verbo: ¡el amor de mi Padre!

Esa fibra de ese amor, ese reflejo del amor del Padre al Verbo, ese germen santo de su fecundidad que ha puesto en el alma de las encarnaciones místicas, me atrae, me enamora, y en la tierra causa mis más especiales delicias.

Claro está que como Dios nado en el mar sin fondo del amor incomprensible del Espíritu Santo, y que soy feliz, infinitamente feliz en ese amor que une y que contiene todas las delicias de la Trinidad. Claro está también que no necesito, como Verbo, más amor, que el amor eterno, que el amor increado, que el infinito seno de mi Padre en donde todas las venturas existen.

Pero no solo soy Dios, la segunda Persona de la Trinidad, sino que soy Hombre-Dios; y como Hombre quiero y necesito caricias humanas, ternuras humanas, aunque divinizadas; y ninguna más sobrenaturales que las de las almas que reciben la insigne gracia de la encarnación mística; ningunas más puras y legítimas y santas que las nacidas en el reflejo de la fecundidad del Padre, que comunican al alma el matiz y colorido, y algo, en cierto sentido, del amor mismo del Padre.

Sólo por esto me complace ese amor, aun en María, por lo que lleva de mi Padre, por lo divino de que ese santo amor está impregnado, por lo tierno, por lo puro, por lo santo, aunque nacido en el corazón humano y con todo el reflejo humano.

Yo soy amor, y sin embargo, busco amor. Yo no puedo producir más que amor, y toda mi vida en la tierra no fue más que un acto de amor continuado, de amor en diversas formas.

Y todavía en el esplendor de la gloria me gozo en mi naturaleza humana, en mí ser de Hombre-Dios, complaciéndome como Hombre en el amor y en las delicadezas del hombre.

Toda la Trinidad en sus relaciones personales y en su acción creadora y efusiva en todas las cosas, no pueden ser sino amor, amor uno en donde se encierran las causas y las cosas. Y el Padre es amor, y Yo soy amor, y el Espíritu Santo es amor, y en mi humanidad sacratísima soy amor. Y el desequilibrio del hombre solo consiste en apartarse de esa unidad de amor.

Y por eso puse en el mundo a mi Iglesia, toda amor, para que abarque a todas las almas del mundo en su seno amoroso, con el concurso de los sacerdotes que forman y que deben ser todo amor.

Pero no quiero apartarme del punto con que comencé, del amor que se deriva de las encarnaciones místicas que mis Obispos y sacerdotes deben tener en más o menos grados.

Cierto que con mis sacerdotes tengo una fraternidad especial por ese vínculo en María y por tener un mismo Padre que está en los cielos; pero en razón del sacerdocio conferido y afirmado por el Espíritu Santo, reciben el poder como de concebir, en cierto sentido, al Verbo hecho carne, en la Misa, en donde se renueva mi Encarnación, mi Pasión y muerte. Por esto mismo y por la gracia insigne que reciben (en este mismo misterio del Altar) de la fecundación del Padre, tienen –en cierto sentido también- el derecho como de maternidad con Jesús, porque lo hacen presente en el Altar, no solo místico, sino real y verdadero en cada Misa, en cada hostia consagrada, por las palabras creadoras y operadoras de la consagración, que traen consigo la fecundidad del Padre, por la que se efectúa el milagro palpitante y real de la transubstanciación.

Cada Obispo, cada sacerdote participa en cierto grado y sentido de la maternidad de María, de la maternidad de María, de la paternidad del Padre, del asombroso prodigio obrado por el amor, solo por el amor, del Espíritu Santo, concurso indispensable para este fin.

Así es que todo sacerdote que reproduce a Cristo lleva el reflejo de María más marcado que nadie; y por tanto, debe ser como un trasunto de María, la criatura de la tierra más transformada, puede recibir ampliamente la encarnación mística en su Corazón; y el sacerdote está obligado, por esta circunstancia más, a transformarse en Mí, si tiene que ser María, si quiere acariciarme con la ternura y el amor y pasión divina y humana de María.

Y en esto no piensan mis sacerdotes; es un secreto más para obligarlos a su transformación en Mí y a que busquen con ardor la perfección por su unión con María, por la unión inefable y pura e indisoluble con el Verbo, por su amor inmenso al Padre, ofreciéndose y ofreciéndome en sus manos puras, como María en la Presentación, como María en el Calvario, como María en todos los pasos de mi vida, especialmente en éstos que he señalado por ser pasos o elevaciones sacerdotales.

¡Oh, si mis Obispos y mis sacerdotes reflexionaran en estas verdades que los envuelven, en estos esplendores que los alumbran y en estos misterios que los penetran, cómo ensancharían sus almas y recibirían humillados y agradecidos el don de Dios!

Cierto que el germen de esta gracia insigne la tienen todos los sacerdotes, la llevan en su sangre, por decirlo así, al recibir la ordenación, el Soplo fecundo del Espíritu Santo; porque ese Soplo siempre produce o comunica al Verbo, única cosa que Dios puede producir, y en el Verbo a todas las cosas. Pero este germen se desarrollará más y más por las gracias especiales y gratuitas del Espíritu Santo. Llevan los sacerdotes el germen; pero el desarrollo de esta gracia solo efectúa el Espíritu Santo, y exige del alma ciertas condiciones, y extiende su realización, plena y su eficacia como don regalado al alma escogida a quien place darlo.

Pero a pesar de esto, todos los sacerdotes tienen obligación de cooperar al desarrollo del germen de esta gracia en sus almas para su propia santificación y bien de otras muchas almas. 

Que mis sacerdotes se empapen de estas verdades íntimas, que las mediten despacio en el interior de sus corazones para agradecerlas primero, y después para utilizarlas; y que dilaten sus almas para su transformación en Mí, para complacencia del Padre y para gloria de la Trinidad”.

JESUS HABLA DEL VALOR DE LA ORACION


Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J.V.

Habla Nuestro Señor Jesucristo,

Sobre: El Valor de la Oración y cómo hacerla. Hijitos Míos, mucho os he venido insistiendo sobre la oración, porque mucho se necesita en éstos tiempos.

Sé de muchos de vosotros, que al momento en que se os pide más oración, inmediatamente ponéis miles de pretextos. Entre ellos decís: Es que yo no puedo ir a la Iglesia a rezar, es que yo tengo que trabajar, es que yo tengo que hacer los quehaceres del hogar, es que yo tengo que hacer la tarea, etc., etc.

Ya, en varias ocasiones, os he platicado sobre el valor de la oración y el cómo hacerla. Yo os pido que os hagáis uno Conmigo.

Yo, vuestro hermano Jesús, al encarnarMe, realizaba casi todas las labores que cada uno de vosotros hacéis y no por ello Me separaba del vivir en oración con Mi Padre. La oración no se tiene que hacer exclusivamente en el templo, la oración es la vida íntima de cada uno de vosotros con vuestro Creador; es vuestra vida unida a la Mía, para que Yo se la pueda ofrecer a Mi Padre; es el tomar en cuenta a Nuestra Santísima Trinidad en todos vuestros actos.

Os explico, Yo dormía igual que vosotros y Mi despertar era ofrecido inmediatamente a Mi Padre. Me levantaba y agradecía el nuevo día y ofrecía Mis acciones a Mi Padre por la salvación de cada uno de vosotros. Mi aseo, Mi desayuno, Mi trabajo en la carpintería, Mi caminar para ir a comprar la madera y lo necesario para Mis trabajos, Mi caminar para ir a entregarlos, la limpieza diaria de Mi lugar de trabajo, la ayuda que le daba a Mi Madre Santísima, la ayuda a los pobres y afligidos de cuerpo y alma, Mis alimentos, Mi tiempo libre y el tiempo que específicamente apartaba para la oración, Mi tiempo de sueño, etc. todo, todo era tiempo de oración, teniendo siempre a Mi Padre junto a Mí.

Así como, cuando vosotros no os despegáis ó no os queréis despegar del ser amado y al estar con él le contáis todas vuestras cosas con tal de agradarle el momento y con la finalidad de que sepa más de vosotros, así debe ser y debe buscarse la compañía con Nosotros. Dos personas que se quieren, buscan pasar el mayor tiempo posible juntos, si no se puede personalmente, al menos lo harán por teléfono ó por alguna otra vía, pero la realidad es que no deseáis separaros de la persona querida.

Mis pequeños, ésa es la oración. Es el caminar perfectamente y si y sin interrupción, “en las buenas y en las malas”, con vuestro Dios. Si os dais cuenta de esto, no necesitaréis, entonces, de un lugar específico para orar con vuestro Dios. Todos vuestros momentos, en donde estéis y lo que estéis haciendo, pueden ser ocasión de oración. ¿Cuál será entonces la diferencia entre que vuestros momentos puedan ser ó no ocasión de oración? Esto es simple, la diferencia estriba en que Nos toméis en cuenta y Nos ofrezcáis de corazón lo que estéis haciendo ó no.

Todo lo que hagáis, por más pequeño que sea, si Nos tomáis en cuenta, adquiere valore infinitos, sea lo que sea, siempre y cuando sea bueno y sea fortalecedor para vuestra alma.

Yo os dije que toda mi Vida sobre la Tierra fue ofrecida para vuestra salvación, para todas las almas y para todos los tiempos y que al Yo iniciar la Obra de la Salvación, vosotros la ibais a seguir. Aquí os quiero explicar algo, no sois vosotros solos los que la seguís, sino Soy Yo en cada uno de vosotros cuando unís vuestra vida a Mi Vida.

Todos vuestros actos, aún los que consideráis muy grandes, realmente son muy pequeños, porque pequeños e imperfectos sois y si estos no los ofrecéis a través Mío, vuestros actos llegan a Mi Padre como pequeñas e insignificantes obras; pero si vuestros pequeños ó grandes actos los ofrecéis a Mi Padre a través Mío, éstos se vuelven Divinos, porque Yo los tomo, los purifico y los llevo a Mi Padre como si fueran Míos, como si Yo todavía estuviera viviendo sobre la Tierra y como si Yo los hubiera realizado. Con esto os quiero hacer entender que vosotros, así, os hacéis UNO Conmigo y de ésta forma Yo vuelvo a caminar, a trabajar, a gozar, a sufrir, a vivir en plenitud en la Tierra a través de cada uno de vosotros. Yo Me encarno en cada uno de vosotros, si así Me lo permitís y, en consecuencia, os volvéis corredentores con vuestro Salvador Jesucristo.

Explicado esto, ¿No se os hace ahora extraordinaria vuestra vida? Esto es oración y esto es Salvación para todos, para restaurar el Reino de vuestro Dios en toda la Tierra.

LlevadMe, mis pequeños, a donde vayáis. DejadMe ser vuestro interlocutor. PlaticadMe todas vuestras cosas y, aunque Yo ya las sé de antemano, Me gusta que Me las platiquéis, porque con ello Me estáis invitando a hacerlo.

Yo siempre estoy con vosotros, es más, estoy en vosotros, pero, puedo ser un huésped al que no se le hace caso, ni al que no se le toma en cuenta para nada ó, puedo ser el amigo, el hermano, el padre, el consejero ó, simplemente, el acompañante, que va a hacer vida con cada uno de vosotros.

Yo os he dado Mi Vida y Mi Muerte para que viváis eternamente, ¿os puedo pedir que hagáis vida Conmigo, en vuestro corazón, para poder derramar en vosotros todo Mi Amor?

Yo os bendigo en Nombre de Mi Padre, en Mi Santo Nombre y en el del Amor de Mi Santo Espíritu.

OREMOS POR LOS SACERDOTES -




Oraciones Por Los Sacerdotes

Oh mi buen Jesús, enséñame a verte siempre en el sacerdote. Sé que ha sido puesto sobre mí para dirigirme y ayudarme a salvar mi alma. Yo sé que Tú nunca encontraras faltas en mí si le obedezco en todo a fin de hacer Tú santa voluntad.

Enséñame a amarlo, a respetarlo siempre, protegerlo y estar cerca de él en su gran labor de salvar almas. Líbralo de todo peligro. Ayúdalo a llevar muchas almas a Tiy, así ganar para sí mismo una corona gloriosa en el cielo. Amén.


Por Los Sacerdotes

¡Oh Jesús, Pontífice Eterno, Divino Sacrificador !Tú, que en un impulso de incomparable amor a los hombres,tus hermanos, hiciste brotar de Tú Sagrado Corazón el Sacerdocio Cristiano,dígnate continuar derramando sobre tus ministros los torrentes vivificantes del Amor Infinito.Vive en Tus Sacerdotes, transformándolos en Ti, hazlos por tu gracia, instrumentos de Tú misericordia.Obra en ellos y por ellos y que, después de haberse revestido totalmente de Ti, por la fiel imitación de Tus adorables virtudes, cumplan en Tú nombre y por el poder de Tú Espíritu, las obras que Tú mismo realizaste para la salvación del mundo.Divino Redentor de las almas, ved cuan grande es la multitud delos que aun duermen en las tinieblas del error, cuenta el número delas ovejas descarriadas que caminan entre precipicios, considera la turba de pobres, hambrientos, ignorantes y débiles que gimen en el abandono.Vuelve, Señor, a nosotros por tus Sacerdotes, revive verdaderamente en ellos, obra por ellos y pasa de nuevo por el mundo, enseñando, perdonando, consolando,sacrificando y renovando los lazos sagrados del amor, entre el corazón de Dios y el Corazón del hombre. Amén.



Ofrecer los Sábados Por Los Sacerdotes

Divino Salvador Jesucristo, que has confiado la totalidad de la obra de tu redención, el bienestar y la salvación del mundo, a Tus sacerdotes como tus representantes, ofrezco a Ti a través de las manos de tu Santísima Madre, todas las oraciones,obras, sacrificios, alegrías y las tristezas de este día para la santificación de Tus sacerdotes.

Danos verdaderamente santos sacerdotes que busquen nada más que tu mayor gloria y la salvación de nuestras almas. Bendice sus palabras y oraciones en el altar, en el confesionario, en el púlpito, en todo su trabajo para los jóvenes, los enfermos y los ancianos.

A Ti, oh María, Madre del Sumo Sacerdote, protege a los sacerdotes de todos los peligros en su santa vocación. Obtén para mí un verdadero espíritu de fe y obediencia humilde, a fin de que cada vez vea a los sacerdotes como representantes de Dios pueda seguirlos voluntariamente en el Camino, la Verdad y la Vida de Cristo. Amén. Oraciones Por Los Sacerdotes

Santifica para Ti, Oh mi señor, los corazones de tus sacerdotes, que por los méritos de Tú sagrada humanidad, pueden llegar a ser imágenes vivas de Ti, los hijos de María, y llenos del fuego del Espíritu Santo, para que custodien Tú casa,defiendan Tú gloria, y que su ministerio a través de la faz de la tierra pueda ser renovado, y que puedan salvar las almas cuyo precio Tú has pagado con Tú Preciosísima Sangre. Amen.

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Vivir en medio del mundo sin desear sus placeres;ser un miembro de cada familia,sin pertenecer a ninguno;compartir todos los sufrimientos; penetrar todos los secretos;curar todas las heridas;ir de hombres a Dios y ofrecerle a Él sus oraciones;volver de Dios a hombre para traer el perdón y la esperanza;tener un corazón fervoroso para la Caridad,y un corazón de bronce para la castidad enseñar y perdonar,consolar y bendecir siempre.¡Qué vida tan gloriosa!es la suya,Oh sacerdote de Jesucristo.


DEL JUICIO PARTICULAR - San Alfonso María de Ligorio



«Dame cuenta de tu administración» (Luc. XVI, 2)

De los bienes que hemos recibido de Dios, oyentes míos, bien sean dones de la naturaleza, o de la gracia, no somos dueños, de manera que podamos dispones de ellos a nuestro antojo, sino solamente administradores; por lo cual debemos emplearlos según la voluntad de Dios, que es el verdadero dueño de ellos y de nosotros mismos. De donde resulta, que hemos de darle cuenta de ellos a la hora de la muerte. Porque, como nos dice Jesucristo, por San Pablo, hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, para que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas acciones (II, Cor. v, 10). San Buenaventura comenta de este modo: «No eres dueño o administrador de las cosas que se te han confiado; y, por lo mismo, has de dar cuenta de ellas. Quiero haceros ver en la presente plática, el rigor con que se nos juzgará el último día de nuestra vida, cuando el alma, abandonando el cuerpo, se presente ante el tribunal de Dios, para ser juzgada por todas sus obras, buenas y malas.

Consideraremos, pues, el terror que se apoderará del alma:

          Punto 1º: Cuando se presente a ser juzgada.
          Punto 2º: Cuando sea examinada.
          Punto 3º: Cuando sea condenada.



CUANDO SE PRESENTE A SER JUZGADA


1. Decretado está, dice San Pablo, que los hombres mueran sólo una vez, y que después sean juzgados. (Heb. IX, 27). Es de fe que hemos de morir, y que después de la muerte debemos ser juzgados de todas las acciones de nuestra vida. ¿Cuál será pues nuestro pavor y aturdimiento a la hora de la muerte, pensando en el juicio que nos espera luego que el alma se haya separado del cuerpo? Entonces se decide la causa de nuestra muerte, o de nuestra vida eterna; y al pasar el alma de esta vida terrena a la eternidad, la consideración de los pecados cometidos, el rigor del divino juicio, la incertidumbre de la salvación eterna, hacen temblar a los mismos santos. estando enferma Santa María Magdalena de Pazis, temblaba de miedo al acordarse del día del juicio; y animándola el confesor, le respondió: «¡Ah padre! Es terrible cosa tener que comparecer ante el tribunal de Jesucristo». También San Agatón, después de haber pasado tantos años haciendo penitencia en el desierto, temblaba diciendo: «¿Qué será de mi cuando sea juzgado?».

2. Es sentencia común de los teólogos, que el mismo momento y en el mismo sitio en que el alma se separa del cuerpo, se alza el divino tribunal, se examina el proceso, y pronuncia la sentencia del supremo juez Jesucristo, manifestando a cada alma todas sus obras buenas y malas, y el premio o castigo que merece por ellas. A este tribunal hemos de presentarnos todos, para dar cuenta de todos nuestros pensamientos, palabras, obras y deseos. Al tiempo de ser presentados algunos delincuentes ante los jueces de este mundo, se les ha visto bañados de un sudor frío dimanado del miedo que tenían. Se cuenta de un gentil llamado Pisón, que al presentarse ante el senado en traje d ereo, fue tran grande su confusión, que se suicidó porque no pudo hacerse superior a ella. ¡Que pena tan grande es también para un súbdito, o para un hijo, tener que comparecer ante el príncipe, o ante el padre, que irritados los mandan llamar para dar cuenta de un delito cometido! ¡Oh, cuanto mayor será la pena y la confusión que tendrá el alma al comparecer ante Jesucristo irritado, por haberle ella despreciado mientras vivía!

3. ¡Cuán llena de espanto estará el alma, que se presente manchada con el pecado ante tan justo Juez, al verle la primera vez, y verle irritado! San Basilio dice: que la atormentará todavía más la vergüenza que el mismo fuego del Infierno. Cuando los hermanos de José oyeron la reprensión que él mismo les daba: Ego sum Joseph, quem vendidistis: «Yo soy José a quién vendistes»: Dice la Escritura, que no podían responderle sobrecogidos de terror. ¿Qué responderá, pues a Jesucristo el pecador, cuando le diga: «Yo soy aquél tu Redentor y tu Juez a quien tu despreciaste tanto». ¿Dónde huirá entonces el desgraciado, pregunta San Agustín, cuando vea sobre si al juez irritado, a sus pies abierto el Infierno, a un lado los pecados que lo acusan, y al otro los demonios que le arrastran al suplicio, y la conciencia que le despedaza interiormente? ¿Quizá entonces pensará hallar piedad? Pero, ¿como podrá esperar piedad, dice Eusebio Emiseno, cuando ante todas las cosas deberá dar cuenta del desprecio que hizo de la piedad que tuvo con él Jesucristo?



TERROR QUE TENDRÁ EL ALMA CUANDO SEA EXAMINADA

4. Luego que el alma e presenta al tribunal de Jesucristo, le dice éste justísimo Señor: «Dame ahora cuenta de todas las obras de tu vida». Dice el Apóstol, que para hacerse el alma digna de la salvación eterna, ha de confirmar su vida con la de Jesucristo. (Rom. VII, 29 et 30). Escribió San Pedro, que en el juicio recto que hará Jesucristo, «apenas se salvará el justo que haya observado la ley divina, perdonado a sus enemigos, respetando a los Santos, y siendo manso y casto de corazón». Y luego añade: «¿Cuál será la muerte del pecador y del impío?» (I. Petr. iv, 18). «¿Cómo se salvarán los vengativos y los blasfemos, los deshonestos, y los maldicientes?» «¿Y cómo se salvarán aquellos cuya vida ha sido siempre contraria a la vida de Jesucristo?».

5. El Juez, ante todas las cosas, pedirá cuenta al pecador de los beneficios y de las gracias que le hizo para salvarle, de las cuales él no quiso aprovecharse. Le pedirá cuenta de los años que le concedió para servir a Dios: Vocabit adversum me tempus (Threm. I, 15) y él los gastó en ofenderle. En seguida se la pedirá de los pecados. Los pecadores cometen las culpas, y luego se olvidan de ellas; pero no las olvida Jesucristo, que tiene contadas todas nuestras iniquidades, como dice Job: «Tú tienes sellados y guardados como en una arquilla mis delitos». (Job. XVI, 17). Y también nos dice que «el día de la cuenta tomará el Señor la antorcha para escudriñar todas nuestras obras»: Et erit in tempore illo; scrutabor Jerusalem in lucernis (Sophon. I, 12). Mendoza comenta estas palabras, diciendo: Lucerna omnes angulos permeat. «La luz de la antorcha penetra en todos los ángulos de la casa»; lo cual quiere decir, que Dios descubrirá todos los defectos de la conciencia, grandes y pequeños; porque entonces, como dice San Anselmo: «Se pedirán cuentas hasta de sus miradas»; y San Mateo: «De toda palabra ociosa». Omne verbum otiosum, quod locuti fuerint homines, reddent rationem de eo in die judicci. (Matth. XII, 36).

6. El profeta Malaquías dice, que «así como se purifica el oro, separándose de la escoria, así el día del juicio se examinarán todas nuestras acciones, y se castigarán las que no sean buenas y arregladas a la ley divina. Hasta las obras justas, como por ejemplo, las confesiones, las comuniones, las oraciones han de ser examinadas entonces». (Psalm. LXXIV, 3). Y si han de ser juzgadas las miradas y las palabras ociosas; ¿con cuánto rigor se juzgarán las acciones deshonestas, las blasfemias, las murmuraciones graves, los hurtos y los sacrilegios? «En aquél día», -dice San Jerónimo- «cada alma verá por sí misma con grande confusión suya toda la fealdad de sus acciones».

7. «Pesados están en fiel balanza los Juicios del Señor». (Prov. XVI, 11). En la balanza del Señor no se pesa la nobleza, ni la ciencia, sino la vida y las obras. El aldeano, el pobre y el ignorante serán premiados, si mueren en la inocencia; y el noble, el rico y el literato serán condenados, si resultan reos en el juicio, como dijo Daniel al rey Baltasar: Appensus es in statera, et inventus es minus habens. (Dan. V, 27) El P. Alvarez comenta estas palabras, diciendo: «No entran en la balanza el oro ni el poder; solamente fue pesado el rey».

8. Entonces el infeliz pecador se verá acusado por el demonio, que, como dice San Agustín, «repetirán ante el tribunal de Jesucristo las palabras con que prometimos ser fieles; y nos echará en cara todo lo que hicimos, y en que día y hora pecamos». Nos recordará en efecto el demonio, todas nuestras malas obras, señalando el día y la hora en que las hicimos; y terminará la acusación y el proceso con estas palabras que el mismo Santo pone en boca del demonio: «Yo no sufrí como vos bofetadas y azotes por este ingrato; sin embargo, él os ha vuelto las espaldas a vos, que tanto padecisteis por salvarle, y se ha hecho esclavo mío». También se presentará a acusarle el Ángel custodio, como escribe Orígenes, y dirá: «Yo he trabajado tantos años a su lado; él, empero, despreció todos mis consejos e inspiraciones». Entonces pues, hasta los amigos despreciarán el alma condenada en el juicio. Y la acusarán sus mismos pecados, según San Bernardo, diciéndole: «Tú nos cometiste, obra tuya somos, no te abandonaremos». (Lib. Medit. cap. 2).

9. Veamos ahora que excusas podrá alegar el pecador. Dirá que la mala inclinación natural le indujo al mal; pero se le responderá, que si bien la carne le inclinaba al pecado, ninguno le violentaba para cometerle: antes al contrario, si hubiese recurrido a Dios cuando se veía tentado, el Señor le hubiera dado fuerzas para resistir por medio de su gracia. Con este fin Jesucristo instruyó los sacramentos; y no habiendo querido valernos de ellos, ¿ de quién podemos quejarnos sino de nosotros mismos? Por esto dice San Juan: «Ahora no tienen excusa de sus pecados» (Joann. XV, 22). Dirá para excusarse, que el demonio le tentó; pero San Agustín dice que el enemigo está atado con cadenas como un perro, y que no puede morder a ninguno sino al que se acerca a él con demasiada confianza. Puede el demonio ladrar, más no morder sino a aquél que se le acerque a él y le preste oídos. Ved, pues, cuán necio es aquél a quien muerde el perro que está atado a la cadena. Alegará quizá para excusarse el mal hábito, pero no le valdrá semejante excusa, porque el mismo San Agustín añade: que aunque es difícil resistir a los malos hábitos, sin embargo, si se quiere de veras, se vencen con la ayuda de Dios. «El Señor›, -como asegura San Pablo-, ‹no permite que ninguno sea tentado más allá de lo que puede resistir». (I.Cor. X. 13).

10. «¿Que será de mi, -decía Job-, cuando Dios habrá de venir a juzgar?» «¿Ni que podré responderle cuando me pregunte?» «¿Y que le responderé cuando me buscare?» ¿Que podrá responderle a Jesucristo el pecador? ¿Que ha de poder contestar cuando se vea convencido? Callará confuso, como calló el hombre que según San Mateo (22, 12) fue hallado sin el vestido nupcial. Toda iniquidad cerrará su boca. Entonces dice Santo Tomás de Villanueva, no habrá intercesores a quienes pueda recurrir. ¿Quién te salvará entonces? ¿Dios? Más ¿cómo podrá salvarte Dios, dice San basilio, si tú le despreciaste? El alma que sale de esta vida en pecado se condena a sí misma, aún antes de que se pronuncie la sentencia contra ella.



TERROR DEL ALMA CUANDO SEA CONDENADA

11. Cuanta será la alegría de un alma, cuando sea recibida por Jesucristo a la hora de la muerte con aquellas dulces palabras: «Siervo bueno y leal, ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho, ven a tomar parte en el gozo de tu Señor» (Matth. XXV, 21). Tan grande será la pena y desesperación del alma condenada que se vea desechada por el Juez con aquellas palabras. «Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno» (Ibid. 41). ¡Oh, que acento tan terrible será para ella una sentencia semejante! Pero hagamos oyentes míos, unas reflexiones sobre nuestra conducta antes de terminar esta plática. Dice Santo Tomás de Villanueva (Conc. 1, de Jud.) que muchos oyen hablar del juicio y de la condenación de los réprobos; pero hacen tan poco caso de ello, como si estuviesen seguros que no les ha de caber esta suerte, o como si el día del juicio no hubiese de llegar para ellos. Y añade: Pero ¡que locura es tener seguridad en una cosa tan peligrosa! Algunos aunque vivan en pecado, dice San Agustín, no pueden ni siquiera imaginarse que Dios quiera enviarlos al Infierno, y dicen: ¿Será cierto que Dios nos ha de condenar? No hijos, dice el Santo, no digáis eso: reflexionad que muchos condenados no creían que habían de ser enviados al Infierno, pero murieron en pecado, y fueron arrojados a él, según la amenaza de Ezequiel: «El fin llega, ya llega el fin… y yo derramaré sobre ti mi furor, y te juzgaré». (Ezech. VII, 2 et 3). Pecador que me escuchas, ¿quién sabe si el castigo está ya próximo, y tu te burlas en el pecado? ¿Quién no temblará oyendo aquellas palabras del Bautista? «Ya la segur está aplicada a la raíz del árbol; todo árbol que no produce buen fruto, será cortado, y echado al fuego». (Matth. III, 10) ¿Cuál es este árbol que no da buen fruto, sino el pecador que no sigue la recta senda que Jesucristo le trazó? Sigamos, oyentes míos, el consejo del Espíritu Santo, que dice: «Antes del juicio asegúrate de tu justicia». (Eccl. XVIII, 19) Esto es, antes de presentarnos ante el juez, ajustemos las cuentas. Busquemos a Dios ahora que podemos hallarle, porque vendrá tiempo en que querremos, y no podremos. «Me buscaréis, y no me hallaréis» (Joann. VII, 36); porque entonces ya habrá expirado el plazo que Dios nos ha concedido para hacer penitencia y asegurar nuestra salvación. Por eso dice San Agustín: que «al juez que ha de juzgarnos de ha de aplacar antes del juicio, pero no en el juicio». Ahora, ahora, oyentes míos, podemos aplacar a Jesucristo, enmendando nuestra vida, abandonando la senda de los vicios y recobrando la gracia divina que perdimos por la culpa; cuando empero nos presentemos al Juez, si nos encuentra en pecado, por lo mismo que es justo, se verá precisado a hacer justicia, y no habrá remedio alguno para nosotros. ¿De que os servirá entonces haber nacido en el seno del cristianismo? ¿De que los sacramentos instituidos por Jesucristo para vuestra salvación? ¿De que la sangre de Cristo derramada en el árbol sacrosanto de la cruz. De hacer más intolerables las penas del Infierno, pensando que pudisteis salvaros tan fácilmente, y os condenasteis por vuestra culpa. 

Despertad, pues, de este letargo criminal en que os tiene adormecidos el demonio: volveos a Jesucristo, a quien habéis abandonado por seguir a Lucifer; y os recibirá de nuevo en su amistad, y os abrazará amoroso, como abrazó su padre al Hijo pródigo del Evangelio, que volvió a la casa paterna cuando se vio perdido y sin recurso en el mundo, oprimido del hambre, y del gusano roedor de la conciencia.



FUENTE: catolicidad.com

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

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San Francisco de Asís