Parte 9
Por el Padre Arnold Renz
La Madre de Dios, Madre de la Iglesia
B: Judas no ha visto la majestad de Dios, es decir, que ha visto la humanidad de Dios y ha podido apercibir muchos fragmentos de su majestad, pero no lo ha visto a El mismo en su completa majestad (suspira). ¿Sabéis lo que es eso? Yo lo he visto, es decir, no le he visto como vosotros lo veréis. Pero podía comprenderlo, y sentí y vi una gran parte. No estábamos todavía en la beatitud completa, perfecta, pero nos encontrábamos ya en una beatitud potente y general, pero no queríamos dejar el placer a una mujer como ella (señala hacia arriba). No queríamos dejarle el placer de dominarnos o gobernarnos, y de ahí proviene todo lo que tiene que venir.
E: ¡Continúa diciendo la verdad, Belcebú, por orden de la Santa }Virgen que te ordena hablar, y solamente la verdad!
B: ¡Precisamente, está por encima de nosotros. Está terriblemente por encima de nosotros!
E: ¡Habla Belcebú, en nombre del Padre... por orden de la Inmaculada Concepción!
B: Soy precisamente yo, el que Ella ha escogido (señala hacia arriba), para decir esto; podría haber escogido a Allida, pero soy precisamente yo, el que Ella quiere.
E: ¡Ahora tienes que hablar, Belcebú, en nombre de...!
B: Ahora tenéis que escuchar muy bien. Tengo que decirlo, Ella me obliga.
E: ¡Si, está bien, habla en nombre de...!
B: Ella está ahí con corona y cetro. Está ahí, casi me aplasta. La cosa fué así: al principio, en su tiempo, con los Apóstoles, cuando Ella, la Madre (señala hacia arriba) vivía todavía, tenía, por decirlo así, que ordenar los principios de la Iglesia. Tenía que orar para que se desarrollase como debía ser, para que se desarrollase como (suspira)...
E: ¡En nombre del Padre, del Hijo... di la verdad!
B ...Como debía desarrollarse según el Espíritu Santo. Ella ha estado día y noche de rodillas, orando porque la Iglesia llegase a esa forma, y que se desembarazase de lo antiguo, es decir, la ley mosaica y que se suprimiese la circuncisión. Veía que la circuncisión había sido conveniente en una cierta época, y que según la ley de aquella época había sido necesaria. Pero después de Jesucristo y de su obra, ya no era necesaria. Jesucristo aún se había sometido a la circuncisión, pero no quería que continuase así. A partir de ese momento, estaba el Santo Sacrificio de la Misa (suspira).
E: ¡Belcebú, continua por orden de la Santísima Trinidad, del Padre... de la Inmaculada Concepción por cuyas órdenes tienes que hablar hoy!
B: La Santa Virgen estaba presente cuando los Apóstoles celebraron la Santa Misa por primera vez. Después de la Ascención de Jesucristo, la Santa Virgen tomaba siempre parte en la misa de los Apóstoles y recibía la Santa Comunión. Se preparaba durante horas para sus misas. ¿Existe hoy en día alguien que haga lo mismo?... No muchos. Los Apóstoles se han preparado frecuentemente durante días enteros para celebrar una sola misa. La Santa Virgen se ha retirado una vez durante diez días y ha rezado día y noche. Dios, la Santa Trinidad, nos ordenó, a nosotros los de ahí abajo, que subiésemos del infierno (señala primero hacia abajo, y después hacia arriba). No era todavía la perfecta escena celeste, pero era ya una esfera superior. Tuvimos que subir y tuvimos que ver a esta criatura, lo quisiésemos o no. La Santa Trinidad nos obligó a verla en su majestad casi perfecta. Tenía una mayor majestad y esplendor, como no lo habíamos visto antes. La Santa Virgen ha vencido. Nos ha vencido. La vimos revestida de sol, en todo caso la vimos en una gran majestad, la luna a sus pies, es decir, el mundo. La luna que tiene bajo sus pies significa el mundo entero, y como adversario la serpiente, que es nuestro símbolo. Cómo hemos suplicado a Dios, cómo hemos suplicado a su majestad que nos evitase esa vista. Hasta le hemos suplicado que nos precipitase inmediatamente en el infierno, para que pudiésemos volver a las esferas infernales, por lo pesado que se nos hacía soportar su mirada. Pero no nos ha dejado marcharnos. Hemos tenido que soportarla aún un rato, esa terrible mirada (gruñe desesperadamente).
E: ¡Habla en nombre de la Santísima Trinidad, del Padre...!
B: ¿Sabéis cuánto tiempo hemos tenido que deliberar para llegar a saber como podríamos debilitar o degradar, aunque no fuese más que por una pequeña parte, esta criatura? (Señala hacia arriba). Pero nada tuvo éxito. quedaba victoriosa en todo los sitios y era soberana sobre todo. Durante años, durante siglos, hemos deliberado para ver lo que podíamos hacer y lo que podríamos hacer cuando estuviese allí. Y cuando estuvo allí, ni siquiera la hemos reconocido enseguida...
E: ¿Qué no la habéis reconocido enseguida?
B: ...no enseguida Ya habíamos notado que tenía que ser Ella. Hemos sentido qué criatura extraordinaria, increíblemente virtuosa tendría que ser, una criatura sobre la cual no teníamos ningún poder. Pero porqué no hemos sabido inmediatamente (gruña y suspira con vehemencia).
E: ¡Tienes que hablar ahora, Belcebú, continúa en nombre de la Santísima Trinidad, del Padre... ]De la Inmaculada Concepción, por orden de la que tienes que hablar ahora!
B: Y lo que se encontraba detrás. Yo, Belcebú, y Lucifer, hemos convocado todo el consejo. Cuando por fin hubimos adivinado que era Ella, hemos deliberado mucho tiempo, día y noche, para ver lo que podríamos hacer para dañarla. Por eso hemos convocado a los mejores magos. Les hemos ordenado que tenían que dañar en su cuerpo y en su alma a Ella (señala hacia arriba), para que no siga siendo tan fuerte, para que su oración no siga siendo tan funesta y que no pueda seguir ejerciendo ese poder. Porque hemos visto que sería Ella la que más tarde tendría a la Iglesia en sus manos. Hasta Pedro caía a sus pies cuando era necesario (gruñe). tiene un poder inmenso, porque ha sido la criatura de Dios más amable y más perfecta, Ha sido una criatura de una perfección increíble; después de Dios, está mil y mil veces por encima de todas las criaturas. Hasta su esposo san José, que estaba mil y mil veces por encima de todos los hombres, era aún mil y mil veces inferior a Ella.
E: ¡Sigue hablando, Belcebú, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en nombre de la Inmaculada Concepción, por cuya orden tienes que hablar ahora. Di la verdad!
B: Para mí es una penitencia loca, que yo, precisamente yo, tenga que hablar sobre estas cosas.
E: ¡Adelante ! ¡Continúa diciendo la vedad, y solamente la verdad! ¡No tienes derecho a mentir!
B: ¡No queremos hablar más! ¡No!
E: ¡Sí! ¡Vamos! ¡Habla!
B: ¡Déjame en paz! La mujer (se refiere a la poseída) casi tiene una crisis cardíaca. ¡Déjame en paz!
E: ¡Tienes que hablar ahora en nombre de la Santísima Trinidad... en nombre de la Inmaculada Concepción, de la Santísima Virgen María, tienes que hablar ahora!
B: Bueno. Es imposible describir el furor del infierno, cuando hemos visto que nuestro golpe había fracasado. Como eso no tenía posibilidades de éxito, hemos reflexionado de nuevo como podríamos dañarla, pero a nuestros perversos esfuerzos y todo lo demás, los ha hecho huír. Estaba muy por encima, porque era una criatura escogida por Dios, escogida muy especialmente. Mientras la tierra subsista hasta el fin del mundo, no encontraréis jamás nada semejante, y jamás, desde el comienzo del mundo hasta la eternidad habrá ninguna criatura que pueda igualarla. Y El de lo alto (señala hacia arriba), no podía imaginarse nada que fuese más atroz no podía encontrar nada más vergonzoso, que hacernos subir hasta esa esfera para presentarnos a esa criatura. Para nosotros fue un desastre terrible (habla con voz llorosa). Hubiéramos preferido permanecer en el fondo del infierno, en medio del más cruel de los fuegos, que contemplar esta... No podemos decir lo que queremos, pero quisiéramos emplear los calificativos mas injuriosos si pudiera. Pero Ella no lo permite.
E: ¡Di la verdad, tienes que hablar en nombre de la Santa Virgen, en nombre de la Santísima Trinidad!
B: Estar obligados a contemplar a esta criatura revestida de la más alta santidad, con corona y cetro, elegida por el Altísimo (grita terriblemente), fue terrible para nosotros. Tengo todavía el espectáculo ante los ojos, esa mirada: me vuelvo nuevamente loco (grita). Me parece que eso ha pasado hoy en día, y a los otros también. Todavía saltamos de rabia. Cuando hemos tenido-era más bien un permiso que una orden- que volver al infierno, nos hemos peleado mutuamente de mera rabia. Quiero decir, que nos hemos maltratado mutuamente, porque no podíamos soportar vernos los unos a los otros. Estar dominados por esa criatura, por una mujer, es ya el colmo, es la locura. En relación con esta maldita cuestión, tengo que decir aún... (grita y se lamenta terriblemente).
E: ¡Continúa diciendo la verdad, en nombre de la Santísima Trinidad...!
B: Cuando, en su tiempo, ayudó a formar la Iglesia, fundada por su Hijo, se hundía de tal forma en la oración, que el Todopoderoso la hubiese llevado continuamente en sus manos, tan grande era su satisfacción. Entonces vino el apóstol Bernabé, acompañado de otro apóstol, y se prosternaron ante Ella y se dieron cuenta de que había llegado el momento en que era necesario escribir los Evangelios para la Iglesia. Por mucho tiempo han invocado al Santo Espíritu y han perseverado durante días enteros en la oración. Semejantes oraciones ya no se hacen hoy en día, o solamente en circunstancias y lugares extremadamente raros. Si, durante días enteros han orado y han implorado al cielo con sus rezos, para saber quienes serían los seleccionados para escribir los Evangelios. Y entonces, la Santa Virgen, ha escogido a ese Lucas, a ese Juan, a ese Marcos y a no sé quién más, para escribir esos puercos textos. Hay que ver lo que nos contraría el que todavía existan. ¿Sabéis lo que eso ha sido para nosotros, cuando salieron esos textos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan? (Gruñe furiosamente). Pensad que esos cuatro fueron los elegidos por la Trinidad y por la Santa Virgen, con su loca majestad. No fue Pedro el que recibió el encargo, no fue él. El era la piedra, tenía la supervisión sobre todo, y la Iglesia fue fundada sobre él. Sin embargo, la redacción de los Evangelios fue confiada a los cuatro apóstoles.
E: ¡Di la verdad en nombre de...!
B: Entonces el Espíritu Santo descendió en forma de paloma sobre ellos, y vieron que eran esos cuatro los que habían sido designados. Todos los demás lo vieron. Pero ya no quiero habla más.
E: ¡Sí! ¡En nombre del Padre... en nombre de la Inmaculada Concepción tienes que hablar ahora, Belcebú. Adelante!
B: Cuando Bernabé y otro fueron a visitar a la Santa Virgen, Ella les dijo: "Tenéis que contar principalmente la vida de Cristo. ¿Me comprendéis? Es El el que debe se glorificado, El en primer lugar, dejadme a mí atrás. De mí, solamente tenéis que relatar el nacimiento y la encarnación de Cristo, es decir, lo que es indispensable. El resto lo dejáis de lado. Aunque estuviesen al corriente, y hubiesen visto cosas convincentes y muy grandes, y muy elevadas, no pudieron escribirlas. Ella quería retrotraerse por humildad, para dejar en primer plano al Hijo de Dios, su Jesucristo, sobre El había sido fundada la Iglesia. Pero Ella, la Madre de Dios, es el gran signo de Dios; en cierta forma simboliza la Iglesia. El (Jesús) ama a la Iglesia como una esposa. Ella ha dicho también a esos dos apóstoles para que no se entristeciésen, que más tarde Cristo hablaría de Ella a través de la humanidad, o a través de quien fuese (grita horriblemente).
E: ¡Continúa diciendo la verdad, y solamente la verdad! ¡Por orden de la Santa Virgen, es necesario que hables ahora, y en nombre de...!