"LA ESCALERA DEL DIVINO ASCENSO"
DE SAN JUAN CLÍMACO
(Con anotaciones de Fr. Luis de Granada)
Escalón décimo: de la detracción, o murmuración.
Ninguno de los que bien sienten habrá que no confiese, que de la memoria de las injurias nace la detracción. Y por eso convenientemente se ha de poner este vicio después de sus antecesores en este presente lugar.
Detracción es hija del odio, enfermedad sutil, secreta, y escondida, sanguijuela que chupa todo el jugo de la caridad, fingimiento de amor, destierro de la castidad interior del alma, corrompedora del corazón, y también de las palabras.
Así como hay algunas mujercillas que desvergonzada y públicamente son malas, y otras que secretamente cometen mayores culpas: así también acaece entre las pasiones y vicios, que unos son mas públicos y desvergonzados (como es la gula y la lujuria) y otros mas secretos y disimulados (pero mucho peores que estos) como es la hipocresía, la malicia, la tristeza mundana, la memoria de las injurias, y de la detracción de que hablamos; los cuales vicios, aunque parecen una cosa, tienen otra encubierta; porque so color de virtud y de celo encubren su veneno.
Oí una vez ciertas personas que estaban detrayendo de otras; y reprehendiéndolas yo deseo, queriendo darme satisfacción de lo que hacían, dijéronme que lo hacían por la caridad y provecho de aquel de quien detraían. yo les respondí que cesasen de aquella manera de caridad; porque no hiciesen mentiroso aquel que dijo[91]: Perseguía yo al que secretamente de su prójimo retraía. Si dices que amas al prójimo, ruega secretamente por él, y no digas mal de él; porque esta manera de caridad es muy agradable Dios.
Tú que quieres juzgar y condenar al prójimo, piensa cuan diferentes sean los juicios de Dios del de los hombres; pues ves que Judas estuvo en el coro de los Apóstoles, y el buen ladrón en el numero de los homicidas; y con todo esto en un momento se hizo tan súbita mudanza de entrambos. Si alguno quisiere vencer el espíritu de la detracción, no atribuya la culpa al que la hizo, sino al demonio que se la hizo hacer; pues este es el autor universal de todos los males. Vi uno que públicamente pecó, y secretamente hizo penitencia; y habiéndolo yo juzgado por malo, después hallé que ante Dios era inocente; pues él ya con su penitencia le había aplacado.
No tengas demasiado respeto al que delante de tí dice mal de su prójimo; antes le di: Calla hermano, porque aunque tú no hagas lo que este hace, puede ser que hagas otras cosas peores, que él por ventura no hará. Pues cómo le puedes condenar? Porque con esta sola medicina ganarás dos cosas: curarás a tí, y también al prójimo.
Entre los caminos que hay para alcanzar perdón de los pecados; este es muy breve; conviene saber, no juzgar nadie; porque verdadera es aquella sentencia que dice[92]: No queráis juzgar, y no seréis juzgados. Muy contraria es el agua al fuego: y así el juzgar al espíritu de la verdadera penitencia. Aunque veas pecar otro cuando está para espirar, no lo condenes. Algunos hay que públicamente cayeron en grandes pecados; los cuales después secretamente hicieron mayores bienes. Y por esto se engañan los que juzgan las vidas de los otros, siguiendo mas el humo que el sol: esto es, la sospecha que el claro conocimiento de la verdad. Oídme (ruégoos) los que sois malos jueces de los otros. Si es verdad (como lo es) que con el juicio que cada uno juzgare, será juzgado[93]: claro está que en las cosas que culpáremos a nuestros prójimos, en estas mismas vendremos por justo juicio de Dios a ser culpados.
La causa porque somos tan fáciles en juzgar los delitos de los otros, es porque no tenemos el cuidado que debíamos tener de llorar y enmendar los nuestros. Porque si alguno, quitado a parte el velo del amor propio, mirare diligentemente sus males, ningún pecado le fatigará mas en esta vida que este; considerando que no tiene tiempo suficiente para llorarse, aunque le quedasen cien años de vida, y aunque viese el río Jordán convertido en lagrimas manar de sus ojos. Miré atentamente la figura y naturaleza del llanto, y no hallé en él rastro de detracción ni condenación de nadie.
Los demonios procuran siempre una de dos cosas; o de hacernos pecar, o de hacernos juzgar a los que pecan; para que como los crueles homicidas con estos segundo destruyan lo primero. A lo menos señal muy cierta es de que guarda la memoria [94]
[91]Psalm. 100
[92]Luc. 6
[93]Matt. 7
[94]Luc. 7
[95]Psalm. 63
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