FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

LAS MANOS CONSAGRADAS DE UN SACERDOTE...



(Continuación)

"Pedimos y repetimos que nadie toque el Cuerpo de Mi Hijo con las manos no consagradas. Será profanado y descartado, a menos que sólo un sacerdote legalmente ordenado, un hombre de Dios con dedos purificados por el Espíritu Santo, dé el Cuerpo y la Sangre de Mi Hijo a cada uno bajo su cuidado." - Nuestra Señora de las Rosas, 6 de Septiembre, 1975

En la Biblia está anotado que solamente los sacerdotes Levitas eran permitidos cargar el Arca de la Alianza: “No es lícito que el Arca de Dios sea llevada por otros que por los de la tribu de Leví, escogidos por el Señor para llevarla, y para ser sus ministros perpetuamente” (1 Crónicas 15:2; 1 Paralipómenos 15:2 en la Biblia Douay-Rheims). Pero cuando un no-Levita tocaba el Arca de la Alianza, él era herido de muerte: “Mas llegados a la era de Cidón o Nacón, extendió Oza su mano para sostener el Arca; porque un buey retozando la había hecho ladear un poco. Irritose por esto el Señor contra Oza, y lo hirió mortalmente por haber tocado, no siendo sacerdote, el Arca, y cayó allí muerto delante del Señor.” (1 Crónicas 13:9-10; 1 Paralipómenos 13:9-10 en la Biblia Douay-Rheims).

Todo lo que está en la Biblia fue puesto ahí por Dios para nuestra instrucción. ¿Por qué estaba Dios enojado con Oza? ¿Por qué fue herido de muerte? ¿Cuál es la lección que Dios quería impartirnos con este incidente?

La enseñanza de las manos consagradas puede ser encontrada en varios escritos de los santos, los cuales conllevan una actitud admirablemente reverencial hacia los sacramentos, especialmente hacia la Santa Eucaristía. De los escritos de San Bonaventura (El Breviloquium, capítulo 11, #5), él escribe referente a la reverencia de los santos óleos: "...un sacramento cuyo material es santo – eso es, aceite consagrado – para evitar cualquier riesgo, la dispensación de él es confiada a los sacerdotes en general. Y debido a la consagración del aceite, no debe ser tocado por nadie a excepción de manos consagradas." (Nótese la gran reverencia hacia los sacramentos en general expresado por San Bonaventura. La misma reverencia estaba naturalmente presente durante este período hacia el Santo Sacramento, el más grande de los sacramentos). 

Santo Tomás de Aquino, una de las mentes más grandes que la Iglesia jamás ha conocido, escribe lo siguiente en cuanto al Santísimo Sacramento: "En segundo lugar, porque el sacerdote es el intermediario asignado entre Dios y las personas, por lo tanto así como le pertenece a él ofrecer los dones de las personas a Dios, así le pertenece a él entregar los dones consagrados a las personas. En tercer lugar, porque debido a la reverencia hacia este sacramento [el Santísimo Sacramento], nada lo toca sino lo que es consagrado, por lo tanto el corporal y el cáliz son consagrados, y así mismo, las manos del sacerdote, para tocar este sacramento. Por lo tanto no es autorizado por la ley que cualquiera lo toque, excepto por necesidad, por ejemplo si se cayese al suelo, o en algún caso de urgencia" (SummaTeológica, III, Q. 82, Art. 13).

Así mismo Michael Davies observa, “A menos que creemos que el Espíritu Santo abandonó la Iglesia por 1,000 años [el período de 1,000 años desde el Siglo 10, cuando la Comunión en la mano fue prohibida], tenemos que aceptar el hecho que, bajo Su guía, se evolucionó una tradición que solamente las manos consagradas de un sacerdote podía tocar la Hostia; nosotros tenemos el testimonio de Santo Tomás de Aquíno que, para el Siglo 13, fue firmemente establecido que ni un diácono podía hacerlo bajo circunstancias normales.” (Privilegio de los Ordenados, p. 16)

El Papa Pío XII, en su encíclica Mediator Dei, escribe: 

“De la misma manera, en realidad el bautismo es la marca distintiva de todos los Cristianos. Sirve para diferenciarlos de quienes no han sido depurados en esta corriente purificadora y por consiguiente no son miembros de Cristo. El sacramento de la Orden Sacerdotal establece que el sacerdote es apartado de los demás fieles quienes no han recibido esta consagración. Porque solamente ellos, en respuesta a un llamado interno sobrenatural, han entrado al augusto ministerio, donde son asignados al servicio en el santuario y se han convertidos, como si fuese, en los instrumentos que Dios emplea para comunicar vida sobrenatural del Cielo al Cuerpo Místico de Jesucristo. Hay que agregar a esto, como hemos anotado arriba, el hecho que solamente ellos han sido marcados con la señal indeleble ‘conformándolos’ a Cristo el Sacerdote, y que solamente sus manos han sido consagradas ‘para que todo lo que ellos bendicen fuere bendecido, todo lo que ellos consagren será sagrado y santo, en el hombre de Nuestro Señor Jesucristo’ [Pontificio Romana, Ordenación de un sacerdote: unción de manos].” (Mediator Dei, #43)

Dietrich von Hildebrand, a quien el Papa Pío XII llamó un Doctor de la Iglesia del Siglo 20, ha escrito muchos libros y artículos extraordinarios en defensa de la Fe Católica, y en contra de muchas tendencias peligrosas y herejías que infectan a la Iglesia hoy en día. Él es, de hecho, el escritor Católico por excelencia del Siglo 20 cuyas conclusiones son idénticas a los mensajes de Nuestra Señora de las Rosas. No hay ningún otro escritor quien ha concurrido tan completa y precisamente con los mensajes de Nuestra Señora de las Rosas como Dietrich von Hildebrand. Concerniente a la Comunión en la mano, él escribe:

“Desafortunadamente, en muchos lugares la Comunión es distribuida en la mano. ¿A qué extremo se supone que esto sea una renovación y una profundización a la recepción de la Santa Comunión? ¿Es quizá aumentada la reverencia temblorosa con que recibimos este regalo incomprensible al recibirlo en nuestras manos no consagradas, en lugar de recibirlo de las manos consagradas de un sacerdote? No es difícil ver que es incomparablemente aumentado el peligro que partes de la Hostia consagradas caigan al suelo, y el peligro de profanarla, o que sea realmente muy grande una horrible blasfemia.” (El Viñedo Devastado, pp. 67-68)

El Papa Paulo II habla de las manos consagradas en Dominicae Cenae: 

“Debemos también recordar siempre que a este poder ministerial hemos sido sacramentalmente consagrados, que hemos sido escogidos de entre los hombres ‘por el bien del hombre.’ Nosotros especialmente, los sacerdotes de la Iglesia Latina, cuyo rito de ordenación agregó en el curso de los siglos la costumbre de ungir las manos de los sacerdotes, debemos pensar acerca de esto…. Cuán elocuente por lo tanto, aunque no de costumbre Antigua, es el rito de la unción de las manos en nuestra ordenación Latina, ¡como si una gracia y poder especial del Espíritu Santo son precisamente necesarios para estas manos!” (#49).

Es importante notar que las manos de un diácono no están ungidas, como las manos de los sacerdotes.

Nuestra Señora de las Rosas repite este tradicional entendimiento de las manos consagradas de un sacerdote: 

"Yo repito de nuevo que nadie llevará el Sagrado Cuerpo de Mi Hijo, su Cuerpo y Sangre, a otro, mas que un sacerdote ordenado legalmente, con manos consagradas. Yo digo, hijos Míos, ¡manos consagradas, manos benditas, limpias, lavadas por el Espíritu Santo! ¡Ningún hombre presentará excusas por la profanación del Cuerpo de Mi Hijo!" - Nuestra Señora de las Rosas, 14 de Mayo, 1977

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