FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. Cap. LXXXII APREMIANTE INVITACIÓN.

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a sus hijos predilectos.


LXXXII

Apremiante Invitación



"Y amo tanto a mis sacerdotes, que lo que a ellos les hacen, a Mí me lo hacen. Y eso ¿qué quiere decir? Que tenía ya en cuenta, cuando dije esto, su transformación en Mí. Así debe ser: soy Yo en ellos y ellos en Mí; me hieren las pupilas de los ojos y las fibras más delicadas de mi Corazón, cuando los hieren de algún modo; y hasta he impuesto penas gravísimas a los que tengan la desgracia de injuriarlos, insultarlos, calumniarlos y aun de tocarlos siquiera con un mal fin.

Este amor infinito de predilección deben tenerlo muy en cuenta mis sacerdotes, porque no lo he hecho con todos los hombres. Ese dolerme de tan grande manera lo que a los míos denigre, deshonre a los que haga sufrir de algún modo, ya de pensamiento, palabra o de obra; esa delicadeza y ternura inconcebible, viene de mi amado Padre, que ve en Mí a los sacerdotes todos, y en Mí los ama y en Mí los cuida, y vela por ellos en esa unidad de la Iglesia, y se indigna cuando algo que soy Yo o que a Mí me representa es ofendido en lo más mínimo.

Y hay todavía más. A Mí, su Hijo Unigénito, en el que tiene todas sus complacencias, me dio al mundo para ser sacrificado para salvarlas, porque me amaba, y en atención a su amor infinito a las almas. Pero a mis sacerdotes, a los Míos, no deja ni que los toquen. Lastiman en ellos las fibras más íntimas con que los ama. ¿No es ésta una predilección sin nombre, una elección excelsa y gratuita, un amor que no tiene igual?

Porque mis sacerdotes no me eligieron a Mí, sino que Yo, como Dios, los elegí eternamente a ellos para que fueran Míos,mis escogidos, mis predilectos, otros Yo en la tierra, y aun en el cielo, con grados de tal excelencia que no tienen idea los hombres.

Los sacerdotes apenas si corresponden a mi llamamiento, y eso ayudados de mi gracia; pero Yo hice como una creación aparte en mis sacerdotes, porque los llene de especialísimas gracias, bendiciones y dones, les di al Espíritu Santo -por María- para que se formaran en el Amor, en la pureza, en la divina Luz, que iluminado y caldeando sus corazones, los apartara de lo terreno, de lo vano, de lo que asa, elevando sus almas a lo sublime que perdura.

Pero todas estas prerrogativas de mi predilección, todas estas delicadezas del amor del Padre que me ve a Mí en ellos, que no permite sin castigar que me toquen en ellos a Mi, deben tener como correspondencia su perfecta transformación en Mí.

Deben mis sacerdotes meditar estas felices y venturosas realidades muy despacio, en lo íntimo de sus corazones, y corresponder al Padre sus ternuras, y al Padre y al Verbo hecho carne la elección gratuita de su santa, de su hermosa e incomparable vocación sacerdotal, que tanto los eleva, que los aparta del común de las gentes, que los hace más de María y que los transforma en Mí, los diviniza en la Trinidad, desde la tierra, a la medida de su correspondencia; y en el cielo, a la medida de su fidelidad en la unidad de la Trinidad.

¡Qué grande es un sacerdote en mi Iglesia! ¡De qué privilegios interiores y exteriores, sobrenaturales y divinos, goza desde la tierra!

Y por eso mismo ya se comprenderá la magnitud de su pecado, de su ingratitud sin nombre, de lo innoble de su proceder, cuando ofende a ese Dios, a esa Trinidad benditísima, que sólo ha tenido para él derroche de gracias, ternura infinita, delicadeza incomparable, puesto que son las mismas delicadezas del Padre con su Hijo amado. Porque ciertamente, como tantas veces lo he dicho, el Padre ve en mis sacerdotes a Mí, único Sacerdote digno de ofrecerse puro, de inmolarse con fruto, de glorificar como Dios a Dios

¿No es esta predilección de amor un acto ternísimo de la voluntad del Padre en bien de los sacerdotes que me iban a representar y que me representarán hasta el fin de los siglos?

¿En qué aprecio tienen su vocación esos sacerdotes ligeros, tibios y pecadores en su santa, admirable e incomparable vocación sacerdotal? ¿En dónde tienen la cabeza y el corazón esos sacerdotes perjuros, cismáticos, que, que no son puros, ni santos, ni fieles, ni agradecidos, ni amantes del Puro, del Santo, del Amor mismo que todavía los llama con hondos gemidos en su Espíritu, con silbidos amorosos como Pastor, con latidos del Padre como al hijo pródigo, para perdonarlos, para cubrir sus deshonras en su Iglesia, para ponerlos sobre mis hombros como ovejas vueltas al redil, para resucitarlos, para sacudir el sopor en que viven adormecidos, con muy débil voluntad, y salvarlos?

Todo esto y más soy para ellos aun aquí en la tierra: Pare, Madre, Pastor, Amor, Amor que me hace olvidar las ofensas y que se me impone en el Corazón, por encima de todos los crímenes y sobre todas las ingratitudes y deslealtades.

Todavía es tiempo de que muchos, sordos hasta aquí a la voz de la gracia, vuelvan sobre sus pasos, atraídos por mi ternura incomparable, por mi Corazón de Salvador; y se acerquen a Mí, que curaré con mi aliento sus llagas, que los libraré del enemigo con mi Poder, que aliviaré todas sus dolencias.

Que sepan, una vez más, que estoy pronto a olvidar su pasado, a lavarlos con mi Sangre que todo lo blanquea y lo purifica; que me tienen, repito, con los brazos abiertos para perdonarlos y para ayudarles a realizar el ideal de mi Padre, transformándolos en Mí y consumando esa transformación deseada para gloria de la Trinidad.

¿Por qué temer a un Dios crucificado-aun por mis sacerdotes mismos-, si en la misma cruz pedí perdón para mis verdugos?  ¡Si mi sangre todo lo borra, todo redime, todo lo salda, porque brotó del amor! Que no teman, que Yo soy en ellos el que clama, el que gime en lo hondo de sus corazones, el que lucha en sus luchas y el que triunfará, si ellos lo dejan triunfar, rendidos por la ternura infinita que en estas confidencias los invita, los impele, los conquista, los apremia, porque van directamente a conmover las ocultas fibras de sus corazones.

Vienen estas confidencias, repito, a despertar, a activar, a comprometer, a luchar, a triunfar del espíritu del mal, apoderado de muchos corazones sacerdotales. Y es que el Espíritu Santo esgrime en estas confidencias la espada de dos filos del amor; y no existe en la tierra ni menos puede existir sacerdote, por indigno que sea, que no le conmuevan en alguna íntima fibra del alma el recuerdo del amor divino despreciado, el palpitante amor presente que está pronto a perdonarlo y a colmarlo de caricias.

¡Oh, quiero que todos los sacerdotes vengan a Mí, se indentifiquen conmigo, se unan a mi Corazón y a mi brazo omnipotente, y que recordando su transformación en Mí, no tan sólo perpetúen, sino que la consumen; que realicen todos, por fin, ese grito secular de mi Corazón, la consumación de todos en uno, en mi Padre y en el Espíritu Santo, en la unidad perfecta en la Trinidad!".




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