FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR - SALMO 129




1Desde lo hondo a ti grito, Señor;

2Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

3Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
4Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

5Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
6mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

7Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
8y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.


COMENTARIO AL SALMO 129

[Es uno de los «cánticos graduales» o «canciones de las subidas», que entonaban los israelitas en su peregrinación a Jerusalén y a su Templo. Es también uno de los siete salmos penitenciales, de los que tan amplio uso se ha hecho en la Iglesia, en particular de éste, el De profundis, y del salmo 50, el Miserere. La Biblia de Jerusalén da a nuestro salmo el título de De profundis. Es un salmo penitencial, sí, pero más aún un salmo de esperanza. La liturgia cristiana de difuntos lo emplea ampliamente, no como lamentación, sino como oración en que se expresa la confianza en el Dios redentor.- Para Nácar-Colunga el título de este salmo es Imploración de la divina misericordia. Deprecación transida de compunción y de humildad: el salmista reconoce sus pecados y espera la rehabilitación espiritual de la misericordia divina. De lo profundo de su tribulación clama el salmista a Dios, seguro de alcanzar la misericordia de Yahvé.- «Salmo penitencial. Invocación del nombre de Dios misericordioso, repetida siete veces y salida de lo más hondo del corazón. Queremos presentar a Dios todos los recovecos de nuestra realidad, para que él los mire con ojos de misericordia. El perdón define la actitud fundamental de Dios con nosotros. Por esto, esperamos en él, a pesar de nuestros incontables pecados. "Jesús" significa "Salvador", "porque salvará a su Pueblo de sus pecados" (Mt 1,21)» (J. Esquerda Bifet).]


* * *


El «De profundis»,
imploración de la divina misericordia

Esta deprecación está transida de compunción y humildad. El salmista reconoce sus pecados, y, por tanto, su rehabilitación espiritual sólo depende de la misericordia infinita de su Dios. Confiado en su bondad, implora perdón y protección para él y para su pueblo. La oración de Nehemías implorando perdón por su pueblo (Neh 1,4-11) tiene muchas afinidades conceptuales y de expresión con este salmo, que tiene también una proyección nacional.

Algunas frases del salmo aparecen en la oración de Salomón según 2 Par 6,40-42. Por su contenido es comparable al salmo 85. Es uno de los siete «salmos penitenciales» de la liturgia.

Los sentimientos de profunda humildad contrastan con la ciega esperanza en la misericordia divina. Lejos de sentirse el salmista alejado de su Dios, toma fuerzas de su debilidad para acercarse confiadamente al que le puede rehabilitar en su vida espiritual. Los atributos y las promesas divinas le dan pie para fundar su esperanza.

El salmista se siente anegado en un abismo de inquietudes y de pesares; por eso, desde lo profundo de su aflicción se dirige a su Dios para que le preste auxilio, rehabilitándolo en su vida de amistad con Él. En realidad, su esperanza está en su misericordia y su prontitud al perdón, pues si no olvida los pecados y los guarda cuidadosamente en su memoria, reteniendo la culpabilidad de los hombres, ¿quién podrá subsistir o mantenerse incólume ante su tribunal? Nadie puede hacer frente a las exigencias de la justicia divina. Pero la medida con que trata a sus siervos no es la de la justicia, sino la de la extrema indulgencia, invitándoles así a un temor reverencial basado en el agradecimiento del que ha sido perdonado.

Basado en esta indulgencia del Señor, el salmista espera en Él con impaciencia y ansiedad más que los centinelas por la aparición de la aurora para ser relevados de su puesto de vigilancia. En esta espera ansiosa, el salmista representa a Israel como colectividad nacional, vejado por pueblos opresores y ansioso de redención. La longanimidad e indulgencia de Yahvé dan confianza al pueblo elegido para pedir su plena rehabilitación a pesar de sus numerosas iniquidades.

[Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC]

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CATEQUESIS DE JUAN PABLO II
«Desde lo hondo a ti grito, Señor»

1. Se ha proclamado uno de los salmos más célebres y arraigados en la tradición cristiana: el De profundis, llamado así por sus primeras palabras en la versión latina. Juntamente con el Miserere ha llegado a ser uno de los salmos penitenciales preferidos en la piedad popular.

Más allá de su aplicación fúnebre, el texto es, ante todo, un canto a la misericordia divina y a la reconciliación entre el pecador y el Señor, un Dios justo pero siempre dispuesto a mostrarse «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado» (Ex 34,6-7). Precisamente por este motivo, el Salmo se encuentra insertado en la liturgia vespertina de Navidad y de toda la octava de Navidad, así como en la del IV domingo de Pascua y de la solemnidad de la Anunciación del Señor.

2. El salmo 129 comienza con una voz que brota de las profundidades del mal y de la culpa (cf. vv. 1-2). El orante se dirige al Señor, diciendo: «Desde lo hondo a ti grito, Señor». Luego, el Salmo se desarrolla en tres momentos dedicados al tema del pecado y del perdón. En primer lugar, se dirige a Dios, interpelándolo directamente con el «tú»: «Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto» (vv. 3-4).

Es significativo que lo que produce el temor, una actitud de respeto mezclado con amor, no es el castigo sino el perdón. Más que la ira de Dios, debe provocar en nosotros un santo temor su magnanimidad generosa y desarmante. En efecto, Dios no es un soberano inexorable que condena al culpable, sino un padre amoroso, al que debemos amar no por miedo a un castigo, sino por su bondad dispuesta a perdonar.

3. En el centro del segundo momento está el «yo» del orante, que ya no se dirige al Señor, sino que habla de él: «Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora» (vv. 5-6). Ahora en el corazón del salmista arrepentido florecen la espera, la esperanza, la certeza de que Dios pronunciará una palabra liberadora y borrará el pecado.

La tercera y última etapa en el desarrollo del Salmo se extiende a todo Israel, al pueblo a menudo pecador y consciente de la necesidad de la gracia salvífica de Dios: «Aguarde Israel al Señor (...); porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa: y él redimirá a Israel de todos sus delitos» (vv. 7-8).

La salvación personal, implorada antes por el orante, se extiende ahora a toda la comunidad. La fe del salmista se inserta en la fe histórica del pueblo de la alianza, «redimido» por el Señor no sólo de las angustias de la opresión egipcia, sino también «de todos sus delitos». Pensemos que el pueblo de la elección, el pueblo de Dios, somos ahora nosotros. También nuestra fe nos inserta en la fe común de la Iglesia. Y precisamente así nos da la certeza de que Dios es bueno con nosotros y nos libra de nuestras culpas. Partiendo del abismo tenebroso del pecado, la súplica del De profundis llega al horizonte luminoso de Dios, donde reina «la misericordia y la redención», dos grandes características de Dios, que es amor.

4. Releamos ahora la meditación que sobre este salmo ha realizado la tradición cristiana. Elijamos la palabra de san Ambrosio: en sus escritos recuerda a menudo los motivos que llevan a implorar de Dios el perdón.

«Tenemos un Señor bueno, que quiere perdonar a todos», recuerda en el tratado sobre La penitencia, y añade: «Si quieres ser justificado, confiesa tu maldad: una humilde confesión de los pecados deshace el enredo de las culpas... Mira con qué esperanza de perdón te impulsa a confesar» (2, 6, 40-41: Sancti Ambrosii Episcopi Mediolanensis Opera SAEMO, XVII, Milán-Roma 1982, p. 253).

En la Exposición del Evangelio según san Lucas, repitiendo la misma invitación, el Obispo de Milán manifiesta su admiración por los dones que Dios añade a su perdón: «Mira cuán bueno es Dios; está dispuesto a perdonar los pecados. Y no sólo te devuelve lo que te había quitado, sino que además te concede dones inesperados». Zacarías, padre de Juan Bautista, se había quedado mudo por no haber creído al ángel, pero luego, al perdonarlo, Dios le había concedido el don de profetizar en el canto del Benedictus: «El que poco antes era mudo, ahora ya profetiza -observa san Ambrosio-; una de las mayores gracias del Señor es que precisamente los que lo han negado lo confiesen. Por tanto, nadie pierda la confianza, nadie desespere de las recompensas divinas, aunque le remuerdan antiguos pecados. Dios sabe cambiar de parecer, si tú sabes enmendar la culpa» (2, 33: SAEMO, XI, Milán-Roma 1978, p. 175).


[Texto de la Audiencia general del Miércoles 19 de octubre de 2005]


MONICIÓN SÁLMICA

Hoy, para la celebración de estas I Vísperas del domingo, usamos un salmo que, a primera vista, puede parecer no muy apropiado con el carácter festivo y alegre del día del Señor. El salmo 129 es, en efecto, la plegaria penitencial de un pecador que, con clara conciencia de su culpa, se ve enfermo y a las puertas de la muerte en castigo de su pecado: Desde lo hondo, a ti grito, Señor; si llevas cuenta de los delitos, ¿quién podrá resistir?

Pero, a pesar de esta primera apariencia, el sentido más profundo de nuestro salmo respira un ambiente muy distinto. Más que la confesión de la propia culpabilidad, el salmista expresa su plena confianza en la salvación de Dios; y esto hace del salmo 129 una plegaria muy propia pare inaugurar la celebración del domingo, porque el domingo es precisamente el memorial de cómo Dios, por la resurrección de Cristo, arrancó al hombre del abismo, de la muerte y del pecado, no llevando cuenta de sus delitos, porque del Señor procede el perdón.

El salmo 129 es uno de los cantos de peregrinación que los israelitas cantaban en su camino a Jerusalén; el nuevo Israel, en peregrinación también hacia la Jerusalén definitiva, repite hoy este salmo a las puertas ya de la celebración dominical, pregustación de su llegada a la Jerusalén eterna. Al acabar la semana, en la que probablemente no han faltado infidelidad ni pecado, no perdemos la confianza: Desde lo hondo de nuestra miseria, a ti gritamos, Señor. El recuerdo de cómo Dios resucitó a Cristo, primogénito de la humanidad, alienta nuestra esperanza: Nuestra salvación no es obra nuestra, sino que del Señor viene la redención copiosa, y él redimirá a Israel, como resucitó a su Hijo de entre los muertos.

En la celebración comunitaria, si no es posible cantar la antífona propia, este salmo se puede acompañar cantando las antífonas «En Dios pongo si esperanza» o bien «Desde un abismo clamo a ti, Señor».

Oración I: Tu pueblo, Señor, espera en ti, la Iglesia espera en tu palabra; nuestras culpas nos han hundido en el abismo, pero de ti viene la misericordia, y la redención copiosa; devuélvenos, pues, en este domingo que ahora empezamos, la alegría de tu salvación y haznos oír el gozo y la alegría. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración II: Señor Dios de poder y de bondad, que nos has dado la redención copiosa, enviándonos a Jesús, para que salvara al pueblo de los pecados; no nos abandones ahora en lo hondo de nuestra miseria, que tus oídos estén atentos a la voz de nuestra súplica, para que no quede defraudada nuestra esperanza de que tú redimirás a Israel de todos sus delitos. Te lo pedimos, Padre, por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

[Pedro Farnés]

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NOTAS A LOS VERSÍCULOS DEL SALMO 129

Súplica individual, con invitación a la asamblea. Siete veces se invoca el nombre del Señor en este breve salmo.

VV. 1-2. Lo hondo es para los israelitas temible, incomprensible, emparentado con la muerte y el abismo. Desde su hondura humana el hombre grita, y su grito sube hacia el cielo.

VV. 3-4. La hondura radical es el pecado, que aleja al hombre de Dios, lo envuelve en oscuridad. Sólo de Dios puede venir el perdón, por eso el hombre ha de respetar a Dios con temor sagrado.

VV. 5-6. En su ignorancia y oscuridad el hombre puede atravesar la oscuridad con su grito; después aguarda y espera. Como la aurora devuelve la luz, así Dios enviará su favor.

VV. 6-8. Como el individuo, todo el pueblo ha de asumir la actitud de humilde expectación: amanecerá la misericordia, el Señor redimirá del pecado.

Para la reflexión del orante cristiano.- La liturgia cristiana ama este canto penitencial. Aunque la Iglesia y cada uno de los cristianos han sido tocados ya por la luz de Cristo, sin embargo, viven en lo hondo del mundo y pecan. La redención copiosa de Cristo se va realizando continuamente, en una expectación continua de la redención definitiva.

[L. Alonso Schökel]

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El salmo 129, undécimo salmo gradual y sexto penitencial, es una composición mixta que consta de: a) oración penitencial, vv. 1-4; b) meditación esperanzada, vv. 5-8, y es conocida por De profundis. Propiamente todo él es individual, aunque en los vv. 7-8 habla a Israel. El vocabulario, expresiones y sentimientos penitenciales son afines a Neh 1,4-11, lo que no quiere decir que el salmo sea de aquel tiempo.

VV. 1-4. Las profundidades o lo hondo son una metáfora de desgracia individual o tribulación. No alude a una acusación injusta o enfermedad (Gunkel), sino más bien al fondo abismal de pecados o penas que el hombre lleva dentro, según sugiere el contexto que sigue. De esas tinieblas interiores emerge el grito que invoca a Dios. Los ruegos o la súplica son las peticiones de perdón de culpas o remisión de penas merecidas. La humilde confesión (v. 3) reconoce que de solo Dios puede venir el perdón. El salmista lo reafirma convencido. Dios perdona de tal suerte, que en el hombre brota un temor reverencial y filial, pues la bondad perdonadora de Dios es uno de los mayores incentivos del temor filial en el AT, casi tanto como en el NT.

VV. 5-8. Como corolario de la oración anterior, el salmista expresa su firmísima y tierna esperanza para sí y para el pueblo. Tan segura como la anterior es esta confianza en Yahvé y en su palabra de perdón. Más impaciente aún que la de los centinelas esperando su relevo al alba, o la de los levitas nocturnos (Targum) esperando la llegada de la aurora para comenzar el sacrificio matutino con sus bendiciones anejas.

[Extraído de R. Arconada, en La Sagrada Escritura. Texto y comentario, de la BAC]

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MONICIONES PARA EL REZO CRISTIANO DEL SALMO 129

Introducción general

La presente súplica, individual o colectiva, es uno de los llamados «salmos penitenciales». La petición por el perdón de los pecados y el canto de esperanza se hermanan. Diría incluso que el segundo aspecto prevalece sobre el primero en la medida en que el salmista confiesa su angustia y su fe, su confianza en Dios que perdona los pecados. Tal es la verdadera seguridad de Israel. Los tres momentos que se suceden se articulan en torno a la persuasión. El salmista persuade a Dios para que le escuche (vv. 1-2), se persuade a sí mismo de que Dios le escucha y perdona (vv. 3-4), persuade finalmente al pueblo para que confíe en Dios, que de hecho atiende y acoge (vv. 5-8).

En la celebración comunitaria, este salmo, que es fundamentalmente una lamentación individual, debe conjugar la persuasión individual con la colectiva. Podemos adoptar uno de estos dos modos de rezo:

Que un salmista cante las estrofas y la asamblea conteste cantando «Mi alma espera en el Señor...».

Si se recita, se puede asumir una salmodia litánica del siguiente modo:

Salmista, Persuasión divina: «Desde lo hondo... a la voz de mi súplica» (vv. 1-2).

Asamblea, «Desde lo hondo, a ti grito, Señor».

Salmista, Persuasión personal: «Si llevas cuenta... infundes respeto» (vv. 3-4).

Asamblea, «Desde lo hondo, a ti grito, Señor».

Salmista, Persuasión comunitaria: «Mi alma espera... de todos sus delitos» (vv. 5-8).

Asamblea, «Desde lo hondo, a ti grito, Señor».


De lo profundo a lo excelso

Lo «profundo» es, en sentido directo, las aguas abismales, caóticas y vacías que amenazan a lo creado (Gn 1,2). En sentido trasladado es la angustia o la culpabilidad. ¿Cómo levantarse de lo «profundo» hasta «lo excelso»? Por el momento es suficiente con que un grito desgarre la oscuridad y llegue hasta Dios, que escucha. Una vez que Cristo descendió hasta «lo profundo», hasta el reino de la muerte, por haber asumido una carne de pecado, subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Cristo exaltado es un grito sustantivo que ha suprimido la distancia entre el abismo profundo y el excelso celeste. La angustiosa pregunta de Pablo: «¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?», tiene una respuesta: «¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!» (Rm 7,24-25).

Tú eres un Dios de perdón

Verdad es que ningún hombre vivo es inocente frente a Dios, que tanto judíos como griegos están bajo el pecado, que nadie puede decir «no he pecado» sin hacer mentiroso a Dios. Junto a esto, el Dios de la Alianza se proclama Dios de perdón. La consecuencia de esta definición fue hacer de Cristo la víctima propiciatoria por nuestros pecados. La sangre de Cristo obró la purificación del pecado. Así es como nos infunde respeto; es decir, adoración, acción de gracias y un temor reverencial, que no minimiza la realidad de nuestro pecado, sino que exalta su actitud misericordiosa. Esperamos en el Señor, esperamos en su palabra clemente, porque Cristo está siempre vivo para interceder en favor nuestro.

Dios es grande en perdonar

Nadie espera la aurora tan ansiosamente como el centinela. También amanecerá la misericordia del Señor sobre el hombre y sobre el pueblo pecador. Será una mañana espléndida, porque Díos es grande en perdonar. Un futuro hecho presente desde que resonaron aquellas palabras en nuestra tierra: «Ánimo, hijo, tus pecados son perdonados» (Mt 9,2). Muchas ovejas perdidas han sido encontradas desde entonces. Tienen el rostro de la Samaritana, de Zaqueo, de Simón Pedro, de Pablo, mi propio rostro. También yo «conseguí misericordia, para que en mí primeramente mostrase Jesucristo toda su longanimidad» (1 Tim 1,16). En cada creyente se va preparando el Señor la esposa santa e intachable hasta que pueda presentarla engalanada como una novia ataviada para su Esposo (Ap 21,2). Dios redimirá a la Iglesia de todos los delitos.

Resonancias en la vida religiosa

Un grito desde lo hondo: El grito más desgarrador y más significativo de toda nuestra historia fue aquel que Jesús moribundo lanzó en la cruz. Había recorrido el camino del destierro, lejos de su Patria, lejos de su Padre; había entrado en la angustiosa y desesperada condición del hombre; se había solidarizado en todo, menos en el pecado, con nosotros. Y cuando llegó hasta el fondo-fondo de nuestra condenación gritó al Padre. Era su grito una súplica esperanzada desde la más absoluta desgracia. Era el grito colectivo de toda la humanidad pecadora. Pero al mismo tiempo la potencia de la súplica revelaba la inmensa confianza que Jesús depositaba en el Padre; Él sabía que debía anhelar impacientemente la aurora de la resurrección, y entonces todo quedaría transformado, y Dios respondería a la oración, redimiendo, liberando a la humanidad.

Sintonizamos con el grito de Cristo, cuando también nosotros reconocemos la hondura terrible del pecado en que nos encontramos nosotros y los hombres que pueblan nuestro planeta. Nuestro grito ha de estar potenciado con el grito dolorido de tantos hombres y mujeres desesperados. Pero hemos de poner en él un acento de infalible esperanza: ¡Que aguarde el mundo la aurora de la liberación copiosa y abundante! ¡Que la esperanza desborde la magnitud imponente del gemido y de la súplica!

Oraciones sálmicas

Oración I: Mira, Señor, nuestra postración; estamos abismados en nuestro pecado y quisiéramos vernos libres de él; escucha nuestro grito y libéranos de este cuerpo de muerte, como liberaste a tu Hijo, que asumió nuestra misma carne pecadora, y a quien exaltaste sobre todo lo creado. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración II: Ningún hombre vivo es inocente frente a ti, Señor, y, sin embargo, Tú eres un Dios de perdón y por la sangre de tu Hijo purificaste nuestros pecados; recibe por ello nuestra adoración, nuestra acción de gracias, la expresión de nuestro temor reverencial, que exalta tu actitud misericordiosa. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración III: Nuestra alma te aguarda, como centinela a la aurora; la presencia de tu Hijo, Padre, abrió en el mundo un amanecer de perdón y misericordia, que llegó a su culmen cuando en la mañana de Pascua restauraste el universo; recibe nuestro agradecimiento y alabanza vespertina. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

[Ángel Aparicio y José Cristo Rey García]


FUENTE: franciscanos.org

LUISA PICCARRETA, MINISTROS EXTRAORDINARIOS, MISAS GREGORIANAS

 


Son ministros ordinarios según el Derecho Canónico en el 910 párrafo I de la Sagrada Comunión el Obispo, el presbítero y el diácono. Es ministro extraordinario de la comunión el acólito y también otro fiel designado. El canon 230 y también el 911 del derecho canónico, también lo definen, tienen la OBLIGACIÓN Y DERECHO de llevar la santísima Eucaristía a los enfermos como viático el párroco y vicarios parroquiales, por eso es importante entender el magisterio porque entendiendo el magisterio de la Iglesia Católica eso es lo que Dios quiere y después ya vienen las opiniones inclusive las malas interpretaciones de algunos jerarcas de lo que realmente está aquí y que es triste.

El canon 230, párrafo III, indica lo siguiente: donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia los ministros extraordinarios deben ser necesarios, y en muchos lugares no son necesarios. La pregunta es ¿para qué los llaman? ¿para que los ponen a ejercer? ¿Un ministro extraordinario de la Eucaristía no debería ser un ministro ordinario de la Eucaristía?

Voy a ponerles un ejemplo que me duele mucho. El celebrante está celebrando la Eucaristía y el Sagrario está cercano, la pregunta es ¿cuál es la necesidad de que el ministro extraordinario vaya por el copón al Sagrario? No se está alargando más la Eucaristía y el sagrario está inmediato. No es necesario, la necesidad no existe.

Esta figura, el ministro extraordinario, fue introducida en 1973 en una Instrucción que se llama Inmensae Caritatis de la sagrada congregación para la disciplina de los Sacramentos. Después de esta instrucción de Inmensae Caritatis  el magisterio ha tenido que intervenir en varias ocasiones para corregir los errores pero siguen dándose muchos en la iglesia tristemente y yo diría que cada vez más.

Esta es una figura que se está instrumentalizando, los laicos están felices y los Obispos tienen una forma de hacerles trabajar, sentirles ser parroquia, etc.

Instrucción para escoger a un ministro extraordinario

Cuando NO EXISTA un acólito, un lector (laico), un seminarista mayor, un religioso varón, una religiosa, un catequista (varón o mujer). Hay ciertas instrucciones que deben ser evitadas porque provocan confusión por ejemplo, que el ministro extraordinario comulgue como si fuera un concelebrante como se ve en algunas parroquias. No pueden comulgar como un concelebrante. En las Misas se ha entendido arbitrariamente porque lo extraordinario se ha puesto como ordinario.

LA IMPORTANCIA DEL USO DEL VELO EN MISA - Padre Hector Ramirez



¿Se debe o no usar el velo en la Eucaristía o cuando entramos al templo? No es obligatorio pero es muy importante y muy bello en lo espiritual. El velo es algo espiritual, no es algo estético. El velo no es para verse bien sino porque es sagrado y todo lo que implica el velo es un tesoro. 

Por qué la Virgen se sigue apareciendo a lo largo de 2000 años, usa velo y es la Reina. Es la criatura mas importante y se pone velo para estar delante de Dios. Mejor argumento no hay. Quien usa velo sabe perfectamente lo que significa en su oración, en su pudor, en su recato para poder estar concentrada en la oración. Son muchos los beneficios. 

(Me van a perdonar pero tengo que decirlo porque tengo que dar cuentas a Dios y a la Virgen: no hagan caso ni a Obispos ni a sacerdotes que se burlen por usar el velo porque si fuera una orden yo me callaría. Si a usted no le gusta el velo, no lo promueva pero tampoco lo ataque porque es una opción en la iglesia Católica. Nadie ha prohibido el velo en la Iglesia Católica. Ningún Santo Padre lo ha prohibido.

¡Usa el velo por Dios, no por los hombres! 

MENSAJES A MONSEÑOR OTTAVIO MICHELINI -

 ¿Por qué me ha escogido Dios?

¿Quién soy yo? Soy menos que un granito de polvo frente al universo, soy menos que una gotita invisible frente al océano, soy menos que un repugnante gusanillo que se arrastra en el fango de la tierra.

Soy un pobre sacerdote, entre tantos, el menos culto, el menos docto, el más desprovisto, un pobre sacerdote rico sólo en innumerables miserias de toda naturaleza.

...

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(Continuación)



26 de Agosto de 1975

AMIGOS Y CORREDENTORES

Te he dicho que todas las cosas me pertenecen: el mundo visible y el invisible.

Todo y todos me pertenecen, todo ha sido hecho por medio Mío y sin Mí nada de lo que existe ha sido hecho. Pero en modo muy particular, como ya te he manifestado, me pertenecen mis sacerdotes.

Los sacerdotes son mis corredentores; investidos de poderes misteriosos y sobrenaturales, deben tener relaciones de gran intimidad Conmigo. Ya no os llamo siervos sino amigos.

Hijo mío, son pocos los sacerdotes que han comprendido el alcance de este don, de mi amistad real. Por tanto son pocos los sacerdotes conscientemente responsables de la necesaria e insustituible solidaridad de fe y de amor que debe producirse entre Mí, Maestro y Salvador, y ellos mis amigos y corredentores.

Son pocos los que han comprendido que entre Yo y ellos debe haber un intercambio recíproco de fuerzas y de energías. Yo me doy enteramente a ellos y ellos deberían darse exclusivamente a Mí.

Si falta este intercambio absolutamente esencial e insustituible entonces se tiene la muerte espiritual de mis ministros; y muerte quiere decir podredumbre que contagia y pierde a las almas. Muchos no parecen darse cuenta de las consecuencias que se derivan de ello.

Interrumpida la savia vital, mi ministro, de amigo mío y corredentor se convierte en aliado de Satanás, se vuelve como un demonio y hace las veces de demonio.

La insensibilidad de muchos ministros míos ante el escándalo del rechazo de Dios, ante el escándalo de la apostasía universalizada, la pasividad con la que asisten a la perdición de tantas almas, son, verdaderamente, heridas lacerantes para mi Corazón misericordioso.

Tú me dirás que muchos se mueven. Se agitan, ¡pero no se mueven en la dirección justa! Si al menos sintieran la necesidad de pedirme su conversión, que no niego a nadie de los que la piden con sentimiento de fe viva y de humildad sincera.

No me aman

Es bien cierto que no faltan sacerdotes santos, pero son pocos. Faltan expertos confesores y directores espirituales.

Hijo mío, podría hacerte comprender a fondo cuántas almas están apenas vivas, van tirando como plantas enfermas; amarillean por falta de una iluminada dirección espiritual. Incluso en los conventos, entre las almas consagradas falta una válida dirección espiritual.

Hay almas que si estuvieran bien dirigidas, habrían llegado a los niveles más altos de la santidad.

Qui non diligit manet in morte[7]

Muchos sacerdotes míos están en la muerte porque no me aman, porque no han querido conocerme.

San Juan dice: "Vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron". Pero que no me acojan mis predilectos en su corazón, esto, hijo mío, es un pecado enorme.

Que se responda al amor con la frialdad y con la injusticia es una herida grande que incesantemente se provoca a mi Corazón misericordioso.

Fui rechazado cuando aún estaba en el seno materno. Continuo siendo arrojado fuera por mis ministros, escogidos con amor infinito.

Por dignidad y poder he puesto a mis sacerdotes por encima de las legiones angélicas.

Me he confiado a su arbitrio. Yo les he concedido el poder divino de perdonar los pecados, de transubstanciar el pan y el vino en mi Cuerpo, en mi Sangre, Alma y Divinidad.

¿Quién podría suponer que mi amor llegara a tanto?

Hijo mío, ámame mucho para reparar tan monstruosa ingratitud: dame todo tú mismo, con lo que tienes y lo que eres. Repara, hijo, repara por los innumerables Judas que diariamente me traicionan.


Acepta sufrir

Mis ministros vagan en la oscuridad ignorando culpablemente hacia lo que se dirigen.

No han acogido con responsabilidad consciente las numerosísimas intervenciones de mi Madre. Deberían, con inequívoca claridad, hacer de ello sabedores a los fieles. ¡Al contrario! Presunción, orgullo, respeto humano, incredulidad los han cegado.

¡Qué hemorragia de almas consagradas!

¡Cuántos Judas habrá todavía!

Cuánta sangre, cuánta sangre será derramada... ¡Cuánto tiempo han tenido, a cuántos acontecimientos han asistido! La revolución española, la persecución en los países donde impera el comunismo, no han servido para nada, o de muy poco. La crisis de fe ha hecho materialistas a mis sacerdotes hasta tal punto que no pocos incluso han perdido el sentido cristiano de la vida.

¿Cómo pueden estos sacerdotes míos, a quienes quiero salvos a pesar de todo, adiestrar a las almas contra Satanás si ellos se han convertido en el hazmerreír de Satanás?

Han ignorado las repetidas llamadas de mi Vicario en la tierra. No aman a mi Vicario y ¿cómo podrán educar a las almas en el amor a mi Vicario, en mi amor?

Hijo ¡Qué desolación! Reza, repara, acepta sufrir por la salvación de estos ministros míos.

Te Bendigo, hijo mío. Ámame.



27 de Agosto de 1975

CALLAR Y OFRECER


Hijo mío, Yo te lo repito por segunda vez: procura convencerte de ello y no dudar.

Cuando rezas, cuando escribes lo que te digo, Satanás hace de todo, no sólo para distraerte y disuadirte de tu acción, sino para que te impacientes y, si lo consigue, ensoberbecerte. (...)

Satanás ha pecado por soberbia: en ella está y permanecerá eternamente. Se necesita vencerlo con la virtud opuesta: la humildad.

Si tú, esta tarde, en lugar de impacientarte, hubieras puesto en práctica con un acto de humildad el "callar, aceptar, sufrir y ofrecer", habrías vencido a Satanás con la mortificación de tu “yo”.

El “yo” es orgullo y Satanás, despechado y humillado, después de un poco hubiera soltado su presa. En este caso tú eras la presa, porque él te miraba sirviéndose de "x"

He dicho “humillado” porque nada le molesta más que un acto de humildad. El bochorno de ser vencido por un hombre, inferior a él por naturaleza, lo exaspera y lo hiere.

¡Qué groseramente yerran los que (materializados y por tanto, ciegos, en nombre de la personalidad, es decir, del propio yo, basurero del orgullo, la vanidad y la presunción) favorecen e incrementan estas pasiones secundando a Satanás en su acción demoledora y devastadora del alma!

El Príncipe de la mentira hace creer que es fortaleza lo que en realidad es debilidad, debilidad lo que es fortaleza; de este modo muchas almas son impulsadas hacia su ruina.

Tú, hijo, puedes tocar con tu mano tu flojedad y ver la necedad de quien se deja prender tan fácilmente por el lazo. Sin embargo no faltan mis amonestaciones, no faltan mis ejemplos, ni los de mi Madre y vuestra Madre, los ejemplos de los Santos.


La virtud base

¿No os dije "aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón"? Cuesta más y se necesita más fuerza para mortificar el propio "yo", que para realizar cualquier otra empresa.

Satanás ha pecado de orgullo, por orgullo ha inducido al hombre a pecar; la victoria del hombre es derrotar a Satanás con la potente y eficaz arma de la humildad.

La humildad es la virtud base, fundamental, sin la que no hay ningún progreso espiritual, sin ella es imposible la edificación del Reino de Dios en las almas.

Piensa, medita, reflexiona qué grande es esta virtud. Satanás teme a los humildes, porque por los humildes siempre es derrotado.

Hijo mío, tu Jesús, océano infinito de amor, está sediento de amor, pero los hombres, hechos pesados por la materia en la que están inmersos, son incapaces ya de verme y de entenderme, y por tanto mucho menos de amarme.

Ámame tú, hijo, quiéreme y ámame por los numerosísimos cristianos que no me aman, por tantos y tantos sacerdotes que no me aman, profesionales materializados de los valores de mi Redención.

Te Bendigo.


9 de Septiembre de 1975

EL AMOR Y EL ODIO

Hijo mío, si Yo soy el Amor que por naturaleza tiende a la unión, Satanás es odio, el odio nacido de la soberbia y que lleva a la desunión. Del amor brota la humildad, de la rebelión de Lucifer nace el odio.

La humanidad, desde su caída, conoce el amor de Dios que se vierte en ella; igualmente conoce el odio de Satanás: Caín fue el primer intoxicado por este odio, la primera víctima.

El odio viene vomitado como fuente turbia sin descanso; ¡ay de los hombres que no sepan tener cuidado de esto!

Dios salva a los hombres de buena voluntad con el amor. Satanás los pierde con el odio y la división.

Dios transforma al hombre; de selvático lo hace humano, de humano lo hace cristiano es decir, hijo de Dios, elevándolo a su naturaleza divina "Consortes divinae naturae". [8]

También Satanás tiende a transformar al hombre en demonio de soberbia, odio y rebelión.

Frutos preciosos del amor de Dios son la fe, la esperanza y la caridad. De éstas derivan: el respeto de la libertad personal y social, el respeto por la justicia que une y hermana a los hombres y hace más serena y deseable la peregrinación terrena.

De la soberbia, del odio y de la división nacen las injusticias personales y sociales, la esclavitud, la explotación, la opresión que exaspera los ánimos de las personas y de los pueblos hasta la desesperación.

Frutos de la fe, de la esperanza y del amor son: la paz en las conciencias, en las familias, la paz entre los pueblos. Son los justos, los santos y los buenos los que hacen civilizados a los hombres, y ayudan al florecimiento del arte verdadero, del arte bueno, que no pervierte sino ayuda al hombre en su ascenso hacia la conquista del bien, de lo verdadero y de lo bello.

Frutos del orgullo, del odio, de la división son la violencia, las guerras, la degradación de la naturaleza humana, la corrupción en todos los sectores, la perversión del arte en pornografía y sensualidad.

En la más densa oscuridad

Todo esto, hijo mío, es evidente, es claro. Las experiencias cercanas y lejanas lo confirman, pero los hombres olvidan fácilmente. Es como si una cortina de densa niebla hubiera bajado sobre la humanidad, por lo que anda a tientas en la más densa oscuridad.

En esta oscuridad van a tientas también muchos sacerdotes míos; es fácil intuir con cuánto daño y peligro para la salvación de muchas almas.

Tú no puedes comprender y abarcar con la mente la inmensa mole de mal de la que sufre mi Iglesia. Divisiones, rencores, incluso odio. Divisiones en las parroquias, divisiones y disensiones en las órdenes y en las congregaciones religiosas, en los conventos; rebeliones abiertas desgarran mi Cuerpo místico.

Un cenagoso torrente que desemboca del infierno sobre la tierra, en un hervidero rebosante de herejías, obscenidades, escándalos, violencias, injusticias privadas y públicas hace estragos también en las almas consagradas.

¡Oh, sí! Los hombres de hoy no son mejores que los hombres de antes del diluvio. Las ciudades de hoy no son mejores que Sodoma y Gomorra.

Para nada han servido las muchas llamadas, para nada han servido las múltiples intervenciones mías y de mi Madre. Para nada han servido los muchos castigos parciales.

Los hombres de este siglo han colmado la medida, han endurecido los corazones en la iniquidad, y el castigo total hubiera venido ya si no hubiera sido por la intervención de mi Madre y vuestra Madre, interponiéndose Ella entre vosotros y la Justicia divina.

Y si no hubiera sido por las almas víctimas, valerosas, generosas, heroicas, inmoladas como lámparas vivientes delante de mis altares...

Los habitantes de la corrupta Nínive creyeron y se arrepintieron ante las llamadas amenazadoras del profeta y así se salvaron. Pero los hombres de esta generación perversa, que rechaza a Dios, no saldrán ilesos de los castigos de la divina Justicia.

"Non Praevalebunt “[9]

Sí, los justos verán que Dios es fiel a sus promesas; verán cómo mi Padre, en su Justicia hará resplandecer su designio de amor para la salvación de la humanidad y de mi Iglesia.

Te bendigo hijo mío, ámame y ofréceme tus sufrimientos. Recuerda que mi Corazón misericordioso es inagotable en sus riquezas y arde en deseos de poderlas dar.

MENSAJES DE MEJUGORJE - Diciembre 2022

Mensajes de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorje

Al inicio Nuestra Señora regularmente da sus mensajes sólo a los videntes, y a través de ellos a todos los fieles. A partir del 1 de marzo de 1984, Nuestra Señora comienza a entregar regularmente sus mensajes todos los jueves a la comunidad de parroquial de Medjugorje, y a través de ella, al resto del mundo. Puesto que algunas cosas que el Señor había deseado se cumplieron, como lo afirmó Nuestra Señora , a partir del 25 de enero de 1987, Nuestra Señora da sus mensajes a todo el mundo los 25 de cada mes Esto aún continúa.

Mirjana Dragicevic-Soldo, Ivanka Ivankovic-Elez y Jakov Colo tuvieron apariciones diarias hasta 1982, 1985, y 1998 respectivamente. Desde entonces, la Virgen se les aparece una vez al año y les da un mensaje. Debido a que el trabajo sobre los archivos está aún en curso, no estamos en condiciones de publicar los mensajes otorgados antes de 1995.

(http://www.medjugorje.ws)


Mensaje 25 de diciembre de 2022

“¡Queridos hijos! Hoy les traigo a mi Hijo Jesús para que ustedes sean Su paz y el reflejo de la serenidad y del gozo del cielo. Oren, hijitos, para que estén abiertos a recibir la paz, porque muchos corazones están cerrados al llamado de la luz que cambia los corazones. Estoy con ustedes y oro por ustedes para que se abran a recibir al Rey de la Paz, que colma sus corazones de calor y bendición. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”


Mensaje 25 de diciembre de 2022 - Aparición anual a Jakov

En la última aparición diaria del 12 de setiembre de 1998, la Virgen le dijo a Jakov Colo que tendría una aparición cada año, el 25 de Diciembre. Así ha ocurrido también este año. La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La aparición comenzó a las 14:18, y duró 8 minutos. La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La Virgen dirigió el siguiente mensaje a través de Jakov:

“Queridos hijos, hoy, cuando la luz del nacimiento de Jesús ilumina al mundo entero, con Jesús en mis brazos, oro de manera especial para que cada corazón se convierta en el establo de Belén en que nacerá mi Hijo, y para que sus vidas se conviertan en la luz de Su nacimiento. Hijitos, ustedes viven en la aflicción y en el miedo. Por eso, hijitos, hoy en este día de gracia, pidan a Jesús que fortalezca su fe y se convierta en el Soberano de sus vidas porque, hijos míos, solo con Jesús en sus vidas no verán aflicción sino que orarán por la paz y vivirán en paz; no verán miedo sino que verán a Jesús que nos libera de todos los miedos. Yo soy su Madre que vela continuamente por ustedes y los bendigo con mi bendición maternal.


EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís