FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

SAN TARSICIO: PATRONO DE LOS MONAGUILLOS Y DE LOS QUE HACEN LA PRIMERA COMUNIÓN.

SAN TARSICIO:
EJEMPLO DE AMOR HACIA LA EUCARISTÍA
.

La Iglesia Católica ha tenido muy especial cariño a este joven que con tanto amor llevaba la Comunión a los prisioneros y con tan enorme valor supo defender la Santa Eucaristía de los enemigos que intentaban profanarla.

"No echéis a los perros lo sagrado ni a los cerdos lo muy valioso porque se volverán contra vosotros."


-De Wikipedia- San Tarsicio, también conocido como Tarcisio (forma incorrecta de Tarsicio), Tarsicio de Roma oTarsicio mártir fue, según el Martirologio romano y una evidencia epigráfica honorífico-funeraria, un joven que murió martirizado en la Vía Apia de Roma en torno al año 257 o 258 d.C., durante el gobierno del emperador Valeriano. Lo poco que se conoce sobre él con carácter hagiográfico es lo que transmite el martirologio, a lo que se suma la inscripción esculpida en su tumba por mandato del papa Dámaso I, obispo de Roma entre 366 y 384.

San Tarcisio era un acólito (monaguillo) o ayudante de los sacerdotes en Roma en el siglo III siendo Emperador Valeriano quien tenía fama de duro y sanguinario. Valeriano se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.

Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados los cogían de improviso y allí mismo sin más juicios los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo.

El pequeño Tarcisio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedó grabada fuertemente en su alma de niño y decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora que ojalá -decía él- fuera ahora mismo.

Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda que algunos hermanos se encontraban encarcelados por profesar ser cristianos los cuales no tenían sacerdote y que por lo mismo no podrían fortalecer su espíritu para la lucha que les esperaba sino recibían el Cuerpo del Señor.

Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables y jóvenes fornidos. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.

Uno de los que se ofrecía era Tarcisio acólito. Ante tanta inocencia y ternura exclama lleno de emoción el anciano Papa Sixto:
- ¿Tú también hijo mío?
- ¿Y por qué no Padre? Nadie sospechará de mis pocos años.

Ante tan intrépida fe el Papa no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarcisio de apenas once años con esta recomendación:
- Cuídalas bien hijo mío.
- Descuide Padre que antes pasarán por mi cadáver que nadie ose tocarlas.

Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando.
- Hola Tarcisio juega con nosotros: necesitamos un compañero
- No no puedo. Otra vez será mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho y proteger aquella carga preciosa.

Y uno de aquellos mozalbetes exclama:
-A ver a ver qué llevas ahí escondido.

Y otro: Debe ser eso que los cristianos llaman Los Misterios e intentan verlo. Lo derriban a tierra le dan golpes derrama sangre. Todo inútil. Ellos no salen con la suya. Tarcisio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que él ama más que a sí mismo...

Al momento pasaba por allí Cuadrado un fornido soldado que estaba en el período de catecumenado y conoce a Tarcisio. Huyen corriendo los niños mientras Tarcisio llevado en brazos por Cuadrado llega hasta las Catacumbas de San Calixto en la Vía Appia. Al llegar ya era cadáver pero aún sostenía fuertemente las Sagradas Formas contra su pecho las que sólo soltó ante la presencia del Papa Sixto para que las reservara en el Tabernáculo.

El libro oficial de las Vidas de Santos de la Iglesia llamado Martirologio Romano cuenta así la vida de este santo:

En Roma en la Vía Apia fue martirizado Tarcisio acólito. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el Sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba. Tarcisio quería cumplir aquello que dijo Jesús: No arrojen las perlas a los cerdos y se negó a responder. Los paganos lo apalearon y apedrearon hasta que exhaló el último suspiro pero no pudieron quitarle el Sacramento de Cristo. Los cristianos recogieron el cuerpo de Tarcisio y le dieron honrosa sepultura en el Cementerio de Calixto.

Desde entonces el frío mármol guarda aquellas reliquias del mártir de la Eucaristía sobre las que escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarcisio mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo.

La fiesta de su memoria se celebró antiguamente el 15 de agosto pero luego de la Proclamación del Dogma de la Asunción de María se trasladó al 14 de agosto. En muchos países se celebra esta fecha. Tarsicio, conocido como «el mártir de la Eucaristía», es venerado como patrono de los acólitos o servidores del altar, además de aquellas personas que reciben la primera comunión.


Monaguillos: los amigos de Jesús

Mensaje de Benedicto XVI a 50.000 monaguillos en la Audiencia General del 4 de Agosto de 2010.


"Queridas y queridos monaguillos, el testimonio de san Tarsicio y esta hermosa tradición nos enseñan el profundo amor y la gran veneración que debemos tener hacia la Eucaristía: es un bien precioso, un tesoro cuyo valor no se puede medir; es el Pan de la vida, es Jesús mismo que se convierte en alimento, apoyo y fuerza para nuestro peregrinar de cada día, y en camino abierto hacia la vida eterna; es el mayor don que Jesús nos ha dejado.

Me dirijo a vosotros, aquí presentes, y por medio de vosotros a todos los monaguillos del mundo. Servid con generosidad a Jesús presente en la Eucaristía. Es una tarea importante, que os permite estar muy cerca del Señor y crecer en una amistad verdadera y profunda con él. Custodiad celosamente esta amistad en vuestro corazón como san Tarsicio, dispuestos a comprometeros, a luchar y a dar la vida para que Jesús llegue a todos los hombres. También vosotros comunicad a vuestros coetáneos el don de esta amistad, con alegría, con entusiasmo, sin miedo, para que puedan sentir que vosotros conocéis este Misterio, que es verdad y que lo amáis. Cada vez que os acercáis al altar, tenéis la suerte de asistir al gran gesto de amor de Dios, que sigue queriéndose entregar a cada uno de nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos, darnos fuerza para vivir bien. Como sabéis, con la consagración, ese pedacito de pan se convierte en Cuerpo de Cristo, ese vino se convierte en Sangre de Cristo.

Sois afortunados por poder vivir de cerca este inefable misterio. Realizad con amor, con devoción y con fidelidad vuestra tarea de monaguillos. No entréis en la iglesia para la celebración con superficialidad; antes bien, preparaos interiormente para la santa misa. Ayudando a vuestros sacerdotes en el servicio del altar contribuis a hacer que Jesús esté más cerca, de modo que las personas puedan sentir y darse cuenta con más claridad de que él está aquí; vosotros colaboráis para que él pueda estar más presente en el mundo, en la vida de cada día, en la Iglesia y en todo lugar. Queridos amigos, vosotros prestáis a Jesús vuestras manos, vuestros pensamientos, vuestro tiempo. Él no dejará de recompensaros, dándoos la verdadera alegría y haciendo que sintáis dónde está la felicidad más plena. San Tarsicio nos ha mostrado que el amor nos puede llevar incluso hasta la entrega de la vida por un bien auténtico, por el verdadero bien, por el Señor.

Probablemente a nosotros no se nos pedirá el martirio, pero Jesús nos pide la fidelidad en las cosas pequeñas, el recogimiento interior, la participación interior, nuestra fe y el esfuerzo de mantener presente este tesoro en la vida de cada día. Nos pide la fidelidad en las tareas diarias, el testimonio de su amor, frecuentado la Iglesia por convicción interior y por la alegría de su presencia. Así podemos dar a conocer también a nuestros amigos que Jesús vive."


Oración

San Tarcisio: mártir de la Eucaristía, pídele a Dios que todos y en todas partes demostremos un inmenso amor y un infinito respeto al Santísimo Sacramento donde está nuestro amigo Jesús, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

LA IMPORTANCIA DEL SACERDOCIO.




CUANDO SE PIENSA ...
por Hugo Wast


Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.

ESCOGÍ LA VERDAD: EL FIN DE LOS TIEMPOS. (PARTE 11)


7.3- San Malaquías y el ultimo papa

Nació en Armagh, Irlanda, en 1094 . Fue bautizado con el nombre de Maelmhaedhoc (latinizado como Malaquías) . Fue elegido abad de Bangor y un año mas tarde fue consagrado obispo de Connor . San Bernardo nos dice que San Malaquías poseía un gran celo por la religión.

La mas famosa de las profecías atribuidas a San Malaquías es sobre los Papas. Está compuesta de "lemas" para cada uno de 112 Papas, desde Celestino II, elegido en 1130, hasta el fin del mundo. # 111: “Gloria Olivae” (La gloria del olivo). Benedicto XVI (2005).

Toma su nombre por San Benito y Benedicto XV. Los Benedictinos tuvieron una rama llamada los "olivetans". Benedicto XV se destacó por sus esfuerzos por la paz durante la Primera Guerra Mundial.

Queda uno solo en la lista: # 112: “Petrus Romanus” (Pedro Romano). Quién será el último Papa ya que en su reinado ocurrirá el fin: "En la persecución final de la Santa Iglesia Romana reinará Petrus Romanus (Pedro el Romano), quien alimentará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto la ciudad de las siete colinas (1), será destruida y el temido juez juzgará a su pueblo. El Fin." (1) Roma

Algunas observaciones IMPORTANTES : Algunos observan que, aunque la profecía dice que Petrus Romanus es el último Papa, no especifica si hay o no Papas entre el y su predecesor (Gloria olivoe). En ese caso San Malaquías habría hecho la lista de los próximos 111 Papas y entonces saltado al último. Esto es especulación pero lo ponemos para observancia del lector

8- El Reinado de María

El gran triunfo de la causa católica es el triunfo de María, como dice San Luis María Grignion de Montfort. Prácticamente todos los santos y personas virtuosas que tuvieron luces proféticas anuncian este triunfo esplendoroso siempre por intercesión de la que es Madre de Dios y de todos los hombres . !! Sin Maria no existiría la iglesia !! .Ella nos dio a a su hijo camino a la cruz , por eso la llamaremos también “corredentora nuestra”.

Nuestra Señora dice: "Yo aplanaré las montañas, las tornaré fecundas, en los valles correrá la leche y la miel y la tierra será inundada de cinco ríos que brotarán de mis llagas" (M. Servant, pág. 623).

En estos últimos tiempos, María debe brillar como jamás brilló, en misericordia, en fuerza y en gracia. En misericordia para reconducir y recibir amorosamente a los pobres pecadores y desviados que se convertirán y volverán al seno de la Iglesia católica; en fuerza contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos empedernidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, todos los que le fueren contrarios. Debe, en fin, resplandecer en gracia, para animar y sustentar los valientes soldados y fieles de Jesucristo que pugnarán por sus intereses"

"...Ella producirá, por consiguiente, las cosas más admirables que han de existir en los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes santos que aparecerán en el fin del mundo le está reservada, pues solo esta Virgen singular y milagrosa puede producir, en unión con el Espíritu Santo, las obras singulares y extraordinarias" ( Tratado de la Verdadera Devoción, n° 35). Religiosa Trapista de Notre Dame des Gardes (+1828) "La religión florecerá después -del castigo- de la manera más admirable.

Yo he visto cosas tan bellas a este respecto que no hay expresión para describirlas...

8.1- ¿Cómo apresurar la victoria?

Un sacerdote me dijo que preguntara a la Santísima Virgen qué debemos hacer para apresurar la victoria. La respuesta vino de la Santísima Virgen:

Si ustedes quieren apresurar el gran milagro de la victoria de su Reina, con el cual Yo salvaré al mundo, ustedes deben confiar en mí y en mi Hijo, como los niños confían en sus madres, además haciendo reparación, ofreciendo sus vidas y orando. Hasta ahora su confianza no ha sido suficiente y, sin embargo, la eficacia de su oración depende de su confianza. Si ustedes oran con confianza plena, la victoria que están ansiosamente esperando traerá la alegría de la paz al mundo entero. Hijos míos, ¡confíen en Mí! ¡Confíen en Mí, siempre!

VUESTRA ELECCIÓN

“Mejor que haya muerte al cuerpo que muerte del alma eterna. El hombre en su arrogancia ha desechado la verdad del alma eterna, la naturaleza del hombre, la inmortalidad del alma! Sabed que no hay una palabra tal como `muerte'—¡únicamente del cuerpo humano! Sois como sois—una entidad que vive para siempre. Pero al pasar el velo— tenéis vuestra elección de los reinos—para siempre en la Luz, o en las tinieblas. Para siempre con Dios el Padre, Mi Hijo, y todos quienes han purificado sus vestimentas en sufrimiento y martirio para Mi hijo, u os uniréis al reino de los condenados—las tinieblas—el lamento y la tortura del corazón, sabiendo que estáis perdidos para siempre en el abismo.” -

Nuestra Señora, 6 de Octubre, 1974

 9- El Gran Monarca

Numerosos videntes anuncian que el gran Monarca aparecerá en mitad de la crisis, en concreto: después de la destrucción de París (Sto. Cura de Ars), “por el emperador de Alemania después de dos enormes batallas” (añade el canónigo de Brana, que conocía mucho a Melania de La Salette). Según éste, en octubre del mismo año será consagrado rey en Reims y diez días después emperador en Aix-la- Chapelle (Aachen, Aquisgrán, capital de Carlomagno); y se llamará Enrique V. Nombre que le dan también otros, como María Julia Jahenny Lo más repetido es que será descendiente de S. Luis IX, rey de Francia de 1242 a 1270 (de la dinastía de los Capetos), o de la flor de lis (=Lirio emblema de la casa real francesa). “El verdadero descendiente de S. Luis”, vimos puntualiza la Bta. Ana MariaTaigi Especialmente interesante es que el gran Monarca será nombrado por el gran Papa, como hemos visto en la Bta, Taigi, y éste puede ser el significado de otros muchos que lo describen como enviado o dado por Dios, como la frase de Souffrand: “traído por el santo Pontífice”.

Ya vimos por qué Francia es llamada la hija primogénita de la Iglesia, titulo dado por vez primera por el Papa Anastasio II en carta al rey Clodoveo después de su conversión. Gregorio IX escribía en una bula de 1239 a S. Luis, rey de Francia; “Dios, como prefirió la tribu de Judá a las otras, así ha escogido con preferencia a Francia para la protección de la fe católica”.

Por eso la prosperidad y gloria de Francia está vinculada a que cumpla esa misión divina, y su prevaricación o traición a ella, es la causa de sus castigos. Esto puede decirse de alguna manera de todas las naciones católicas, sin embargo, a su luz se entienden mejor las predilecciones de la Medalla Milagrosa, La Salette, Pellevoisin (escapulario del S. Corazón), Lourdes, etc. Por algo Juan XXIII el 18 de febrero de 1959 explicaba que en el plan de Dios cada nación tiene una misión, y que califica la de Francia la divisa: Reino de Francia, reino de María.

También a la luz de la misión de Francia como nación, se entiende mejor el mensaje del Corazón de Jesús a Luis XIV por medio de Santa Margarita María, en 1689, pidiendo: 1º.) La fiesta a su Corazón (instituida en 1765). 2º.) Una basílica nacional dedicada a Él (Montmartre, construida en 1873). 3º.) Consagración de Francia al Sagrado Corazón; y 4º.) Colocación del Sagrado Corazón en la bandera nacional.

Estas dos peticiones aún no se han realizado aunque llevan consigo la promesa que así “Dios le dará siempre la victoria sobre sus enemigos y sobre los enemigos de la religión” (pues, obviamente, solo contra ellos luchará). Luis XIV no las atendió, y ese año 1689 fue el principio de la decadencia de Francia, Sin embargo, algún día no lejano se cumplirán. Podemos estar seguros.

LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO (Parte 14).




SOBRE EL ESTADO DE LAS CONCIENCIAS
SUEÑO 27.—AÑO DE 1860.
(M. B. Tomo VI. pág?. 817-822)

Durante las noches correspondientes a las fechas comprendidas entre el 28 y el 30 de diciembre de 1860, San Juan Bosco tuvo tres sueños, como él los llama y que nosotros, por cuanto hemos visto, oído y comprobado, podemos calificar con toda seguridad, de auténticas visiones celestiales.

Se trata de un mismo sueño tres veces repetido, aunque acompañado de circunstancias diuersas. He aquí el resumen del mismo, tal como salió de labios del Santo en la noche postrera del año 1860, al relatarlo a todos los jóvenes reunidos para escuchar sus buenas
noches.

********

Me pareció estar durante tres noches en un campo, en Rivalta, en compañía de [San] José Don Cafasso, de Silvio Pellico y del Conde Cays.

La primera noche la pasamos discurriendo sobre ciertos puntos de religión relacionados con los tiempos actuales. La segunda la dedicamos a conferencias morales en las que proponíamos y resolvíamos diversos casos de conciencia, referentes principalmente a la dirección de la juventud.

Al comprobar que durante dos noches consecutivas había tenido el mismo sueño, determiné contarlo a mis queridos hijos si por acaso volvía a soñar lo mismo por tercera vez.

Y he aquí que en la noche del 30 al 31 de diciembre, me pareció estar nuevamente en el mismo lugar y en compañía de los mismos personajes. Dejando aparte otra preocupación, me vino a la mente el pensamiento de que el día siguiente, último del año, tenía que dar el aguinaldo, o sea, los recuerdos a mis queridos hijos. Por eso, dirigiéndome a [San] José Don Cafasso, le dije-.

—Vos que sois mi gran amigo, déme el aguinaldo para mis hijos.

El me replicó:

—¡Oh!, despacio. Si quieres que te dé el aguinaldo para tus jóvenes, ve primero y diles que preparen y ajusten bien sus cuentas.

Nos encontrábamos a la sazón en una gran sala, en medio de la cual había una mesa. [San] José Don Cafasso, Silvio Pellico y el Conde Cays fueron a sentarse junto a ella. Yo, para obedecer al primero, salí de la habitación y fui a llamar a mis muchachos, que estaban fuera, haciendo cada uno una suma en un papel que tenían en la mano.

Los jóvenes comenzaron a entrar en la sala uno por uno, llevando consigo sus papeles en los que se veían muchas cantidades para sumar; y presentándose a los mencionados personajes, les enseñaban sus cuentas.

Aquellos señores comprobaban el resultado, y si la suma era exacta y los números estaban claros, se los devolvían a cada uno. Pero si las cifras estaban emborronadas ni se dignaban mirarlas.

Los primeros representaban a aquellos que tienen sus cuentas ajustadas; los segundos, los de conciencia embrollada. Estos últimos eran bastante numerosos. Los que salían con sus cuentas aprobadas marchaban contentos de la sala y se dirigían al patio a jugar; los otros, en cambio, se iban tristes y angustiados.

Una gran multitud de jóvenes esperaba a la puerta de aquel salón con el papel en la mano a que le llegase el turno. Largo tiempo duró esta tarea, hasta que finalmente no se presentó nadie. Parecía que habían desfilado por allí todos los jóvenes, cuando [San] Juan Don Bosco, al ver a algunos que estaban esperando y no se presentaban preguntó a [San] José Don Cafasso:

—¿Y éstos qué hacen?

—Estos, replicó [San] José Don Cafasso, no tienen ningún número escrito en el papel, por tanto no pueden hacer ninguna suma; pues aquí se trata de saber el total de lo que se posee, de lo que se ha hecho, por eso estos jóvenes deben ir primero a llenar el papel de números y que vengan después, que entonces podrán hacer la adición. De esta manera terminó aquella gran revisión de cuentas.

Entonces salí de la sala con los tres personajes, dirigiéndonos al patio, donde vi un gran número de jóvenes: eran aquellos cuyos papeles estaban llenos de cifras colocadas en orden. Se entretenían en correr, saltar y jugar en medio de una alegría extraordinaria. Eran tan felices como otros tantos príncipes. No se pueden imaginar la alegría que yo experimentaba al verlos tan gozosos.

Pero había un cierto número de jóvenes que no participaban de los juegos de los demás sino que se distraían contemplando a sus compañeros. Entre ellos, había unos que tenían una venda en los ojos, otros una densa niebla, otros una nube oscura alrededor de la cabeza. Algunos echaban humo por la cabeza, otros tenían el corazón lleno de tierra, otros vacío de las cosas de Dios.

Yo los vi y los conocí perfectamente; de forma que podría nombrarlos uno a uno desde el primero al último. Entretanto me di cuenta de que en el patio faltaban muchos de mis muchachos y me dije para mí después de haber reflexionado un poco: ¿Dónde están aquellos que tenían el papel completamente en blanco?
Mirando hacia una y otra parte, al fin fijé la vista en un rincón del patio y ¡oh, terrible espectáculo! Vi a uno de los jóvenes tendido en el suelo y pálido como la muerte. Otros estaban sentados sobre un escaño bajo y sucio, otros echados sobre un jergón de paja, otros tirados sobre el desnudo suelo, otros recostados sobre las mismas piedras.

Eran todos aquellos que no tenían sus cuentas ajustadas. Les aquejaba una grave enfermedad que les afectaba bien a los ojos, a la lengua, a los oídos; los órganos atacados aparecían roídos de gusanos. Había uno que tenía la lengua completamente podrida, otro con la boca llena de fango y otro de cuya garganta salía un hedor insoportable.

Diversas eran las enfermedades de algunos infelices. Quién tenía el corazón carcomido, débil, corrompido; quién padecía una úlcera, quién otra; había uno en un completo estado de descomposición. Aquello parecía un verdadero hospital. En presencia de semejante espectáculo quedé completamente desconcertado, sin poder dar crédito a cuanto estaba viendo. Entonces exclamé:

—¡Oh! Pero ¿qué es esto? Y acercándome a uno de aquellos desgraciados, le pregunté: —Pero ¿no eres tú N. N.? —Sí —me replicó— yo soy. —¿Y cómo es que te encuentras en un tan deplorable estado? —¿Qué quieres?, —me dijo—. Harina de mi costal. ¡Ya ves! Este es el fruto de mis desórdenes.

Me acerqué a otro y obtuve la misma respuesta. Tal espectáculo me producía en el corazón el efecto de una agudísima espina, cuyo dolor se me hizo más tolerable al contemplar lo que seguidamente les voy a contar. Con el corazón lleno de dolor me dirigí a [San] José Don Cafasso y le pregunté en tono de súplica:

—¿Qué remedio debo emplear para curar a estos mis pobres hijos?

—Usted sabe como yo lo que se debe hacer —me replicó [San] José Don Cafasso—. No necesita que se lo diga. Medite un poco. Ingeníese. Después me hizo señal de que le siguiese y acercándose al palacio del cual habíamos salido, abrió una puerta. He aquí que entonces me encontré en un magnífico salón, adornado de oro, de plata y de toda suerte de filigranas; iluminado por millares de lámparas cada una de las cuales despedía una luz tal que mi vista no podía resistir su resplandor.

Tanto la anchura como la longitud de aquel local eran, considerables. En medio de aquel salón, verdaderamente region, había una amplia mesa colmada de confituras de todas las especies.

Había almendras recubiertas de azúcar de un tamaño extraordinario; bizcochos descomunales, de manera que uno solo habría sido suficiente para saciar a un joven. Al ver esto intenté salir precipitadamente para llamar a mis jóvenes e invitarles a que viniesen a ver aquella mesa, y para que contemplasen el magnífico espectáculo que ofrecía aquel salón. Pero [San] José Don Cafasso me detuvo inmediatamente exclamando:

—¡Despacio! No todos pueden comer de estos bizcochos y de estas almendras. Llamad solamente a los que tienen sus cuentas en orden. Así lo hice y en un instante la sala se vio llena de muchachos.

Entonces me dispuse a partir y distribuir aquellos bizcochos y aquellas pastas y almendras artísticamente confeccionados. Pero [San] José Don Cafasso se opuso diciendo:

—¡Calma, calma! No todos los que están aquí son dignos de gustar estos confites; no todos pueden participar de ellos. Y me indicó quiénes eran los indignos.

Entre éstos nombró en primer lugar a los que estaban cubiertos de llagas, los cuales no se encontraban en la sala con los demás porque no tenían sus cuentas ajustadas.

Después me indicó los que, a pesar de tener sus cuentas en orden, tenían una niebla delante de los ojos, o el corazón lleno de tierra o vacío de las cosas del cielo.

Yo le dije inmediatamente con aire de súplica: —Dejad que dé un poco a estos últimos; también son hijos míos muy queridos, tanto más que hay mucha abundancia de confites y no hay peligro alguno de que lleguen a faltar.

—No, no —continuó diciendo—, sólo los que tienen la boca sana pueden gustarlos; los demás, no; no están en condiciones de saborear tales dulzuras; pues como tienen la boca enferma y llena de amargura, las cosas dulces les producirían repugnancia y, por tanto, no las pueden comer.

Me resigné a hacer lo que me decía y seguidamente comencé a distribuir los dulces sólo entre aquellos que me habían sido indicados. Una vez que hube repartido entre ellos bizcochos y almendrados en abundancia, comencé nuevamente la distribución, dando a cada uno una buena cantidad. Os aseguro que sentía gran complacencia al ver a mis jóvenes comer con tanto gusto aquellas golosinas. En el rostro de cada uno se reflejaba una gran alegría; no parecían los muchachos del Oratorio; tan transfigurados estaban.

Los que permaneciendo en la sala se habían quedado sin dulces, estaban en un rincón de la misma, tristes y disgustados. Lleno de compasión hacia ellos, me dirigí nuevamente a [San] José Don Cafasso y le rogué con insistencia me permitiese distribuir también algunos dulces entre éstos, para que los pudiesen probar.

—No, no —replicó Don Cafasso—, éstos no pueden comerlos. Haced primero que sanen de sus dolencias y los podrán saborear también ellos.

Yo miraba a aquellos pobrecillos. También observaba a los muchos que habían quedado fuera llenos de melancolía y a los cuales no se les había dado nada. Los reconocí a todos y para mayor tormento mío me di cuenta de que algunos tenían el corazón carcomido.

Continué, pues, diciendo a [San] José Don Cafasso:

  —Dígame, ¿qué remedio debo emplear; qué debo hacer para curar a estos mis hijitos?
Nuevamente me replicó: —¡Reflexione, ingeníeselas; Vos sabéis lo que tenéis que hacer!

Entonces le pedí que me diese el aguinaldo prometido para mis jóvenes. —¡Bien —replicó—, se lo daré!

Y adoptando la actitud de una persona que se dispone a partir, dijo tres veces en tono cada vez más elevado: —¡Estén atentos, estén atentos, estén atentos!

Y diciendo esto desapareció con sus compañeros y se desvaneció el sueño.

******

Sí en todo esto hay algo que pueda ser útil a nuestras almas —continuó [San] Juan Don Bosco—, aprovechémoslo. No me agradaría con todo, que alguno contara algo fuera de casa. Yo se los he referido a Vosotros porque son mis hijos, pero no quiero que Vosotros lo deis a conocer a los demás. Entretanto os puedo asegurar que os tengo todavía presente a cada uno de Vosotros tal como os vi en el sueño; sabría decir quién estaba enfermo, quién no; quién comía, quién no. Ahora no quiero ponerme a manifestar aquí en público el estado de cada uno, sino que lo diré en particular a quien así lo desee.

El aguinaldo que les doy en general a todos los del Oratorio, es el siguiente: Frecuente y sincera confesión; frecuente y devota Comunión.

Permítasenos —escribe Don Lemoyne— hacer tres reflexiones sobre este sueño. La primera empleando palabras de Don Ruffino: "[San] Juan Don Bosco —dice— cuenta solamente el resumen de sus sueños, lo que se refiere e interesa a los jóvenes, si hubiese querido narrar el sueño completo en cada circunstancia, habría necesitado de un grueso volumen.

Todas las veces que se le preguntó prudentemente sobre alguno de sus sueños o visiones se obtuvieron numerosísimas ideas nuevas y nuevos detalles que duplicaban o triplicaban la materia. E incluso, cuando no era interrogado, en ciertas ocasiones dejaba escapar palabras que indicaban sus conocimientos sobre muchos acontecimientos futuros, de una manera confusa, sin saber dar más explicaciones sobre los mismos».

Estas palabras fueron escritas por Don Ruffino en fecha de 30 de enero de 1861 y de ellas se infiere que anteriormente [San] Juan Don Bosco había narrado otros muchos sueños, cuyos textos originales se perdieron, o, al menos, que los que hemos esbozado en los volúmenes precedentes, fueron por él desarrollados con mucha amplitud y abundancia de pensamientos y amonestaciones.

Por lo demás, hemos de hacer nuestras estas afirmaciones, pues nosotros mismos, más de cien veces al escuchar estos relatos de labios de [San] Juan Don Bosco, llegamos a las
mismas conclusiones.

La segunda sugerencia es de [Beato] Miguel Don Rúa y se refiere a la realidad de los conocimientos que [San] Juan Don Bosco adquiría durante tales sueños, sobre el estado
de las conciencias de sus jóvenes.

«Tal vez alguno —escribe— podría suponer que [San] Juan Don Bosco, al poner de manifiesto la conducta de los jóvenes y otras cosas ocultas, pudiese servirse de revelaciones hechas por los mismos jóvenes o por los asistentes. Yo, en cambio, puedo asegurar con toda certeza que jamás, en los muchos años que viví a su lado, que ni yo, ni ninguno de mis compañeros pudimos darnos cuenta de tal cosa. Por otra parte, siendo nosotros entonces jóvenes y estando en medio de los jóvenes, al cabo de breve tiempo
podríamos haber descubierto con mucha facilidad que el [Santo] hacía uso de confidencias hechas por alguno de la casa, ya que los muchachos difícilmente saben guardar un secreto.

Era tan común entre nosotros la persuasión de que [San] Juan Don Bosco nos leía los pecados en la frente, que cuando alguno cometía una falta procuraba evitar el encuentro con él, hasta después de haberse confesado; y esto sucedía mucho más frecuentemente después de la narración de un sueño. Tal persuasión nacía en los alumnos del hecho que yéndose a confesar con él, aunque se tratase de jóvenes que le eran desconocidos, encontraba en ellos y ponía de manifiesto culpas en las que no habían reparado o que pretendían ocultar.

Finalmente haré observar que además del estado de las conciencias, [San] Juan Don Bosco anunciaba en los sueños cosas que era imposible conocer naturalmente con sólo los medios humanos; por ejemplo, la predicción de algunas muertes y otros hechos futuros.
Por mi parte, a medida que avanzaba en edad, al considerar estos hechos y revelaciones de [san] Juan Don Bosco, tanto más me convencía de que estuvo dotado por el Señor del espíritu de profecía.

La tercera reflexión es la nuestra —dice Don Lemoyne— y es que de este sueño se deduce que [San] José Don Cafasso hacía el papel de juez de todo lo referente a la religión y a la moralidad; Silvio Pellico dictaminaba sobre la diligencia en el cumplimiento de los deberes
escolásticos y profesionales, y el Conde Cays, sobre obediencia y disciplina.

En los dulces nos parece descubrir el alimento de aquellos que comienzan a andar por los caminos del Señor, y en la pasta de almendras a los que están ya en vía de mayor perfección. De unos y de otros se podría decir con el Salmista: "Los alimentó con el mejor de los trigos y los sació con la miel que salía de la piedra".

El sueño que acabamos de ofrecer a los lectores está tomado de la Crónica de Don Ruffino y de las Memorias personales de Don Bonetti.

Causa verdadero estupor —continúa Don Lemoyne— el comprobar los efectos producidos en los alumnos de [San] Juan Don Bosco durante meses y meses, por el sueño que
acabamos de transcribir».

Don Ruffino y Don Bonetti conservaron recuerdo de ello en sus respectivas Memorias, las cuales se complementan recíprocamente. Su lectura refleja lo que sucedió entonces en el Oratorio en el terreno espiritual; las luchas continuas mantenidas entre la virtud y el vicio, entre el espíritu de Dios y el espíritu de las tinieblas; el sucederse alterno en el campo de ¡as almas, de ¡as victorias y de ¡as derrotas, de las caídas y del resurgir de las mismas; de la labor de un sacerdote dotado de un celo ardiente y que sostenido por uña luz especial y por una energía divina, en medio de aquellas formidables y misteriosas batallas, infunde valor y fuerza a quienes luchan varonilmente, socorre a los vencidos y aleja al enemigo obstinado.

He aquí ¡o que nos dice la Crónica de Bonetti en fecha de 1 de enero de 1861.

«[San] Juan Don Bosco no podía quitarse a los jóvenes de encima. El uno quería que le dijese si se encontraba entre los enfermos; el otro, si le había visto con el corazón lleno de tierra; un tercero, si sus cuentas estaban en regla o si se encontraba en el número de aquellos que comían los bizcochos y las pastas de almendra.

El, cual padre amoroso, deseoso de complacer a todos, pasó casi todo el día atendiendo a los que, uno tras otro, fueron a preguntarle confidencialmente el estado de la propia alma. Y el [Santo] les indicaba el lugar que ocupaban en e¡ sueño dándoles un aguinaldo particular. El que dio al clérigo Juan Bonetti, fue el siguiente: "Quaere animas, et dabis animan tuam Domino" ¡Cuánto bien produjera este sueño entre los jóvenes no se puede calcular! Baste saber que incluso aquellos que, hasta entonces, no habían cambiado de manera de pensar, ni se habían dejado influenciar por los buenos ejemplos de los compañeros, ni por los saludables avisos y consejos de los superiores, ni por varias tandas de ejercicios espirituales, al oír este sueño no pudieron resistir más, y todos fueron con empeño a hacer su confesión general con el mismo [San] Juan Don Bosco, el cual sentía su corazón inundado de alegría a¡ comprobar cómo el Señor favorecía de aquella manera a sus queridos hijos.

En esta ocasión, llevado del deseo de que todos los jovencitos se aprovechasen de aquel favor del cielo, nos dijo tales cosas, que no nos quedó lugar a duda de que aquel sueño misterioso era uno de los que el Señor suele infundir de vez en cuando a ¡as almas elegidas».

Y continúa ¡a Crónica de Don Bonetti en ¡a fecha del 10 de enero.

«En el día de hoy un nuevo acontecimiento ha venido a afirmar a los jóvenes en su creencia de que con aquel sueño misterioso, el Señor quiso revelar a [San] Juan Don Bosco el estado de las conciencias de sus hijos. He aquí una prueba contundente de ello: "Un joven había callado varias veces un pecado en la confesión. En estos días de salud, atormentado por el pensamiento del estado lamentable de su alma, determinó hacer una
confesión general, y para ello se presentó a Don Picco el cual, precisamente en aquellos días comenzaba a acudir al Oratorio para ayudar a [San] Juan Don Bosco en las confesiones de los jóvenes. E¡ muchacho en cuestión hizo una confesión de toda su vida pasada, pero al llegar a aquel pecado que había callado ya varias veces, no se atrevió a confesarlo y lo calló nuevamente. Esta mañana, al bajar [San] Juan Don Bosco de su habitación para ir a la sacristía, se encontró en la escalera al pobre joven y le dijo:

—¿Cuándo vendrás a hacer tu confesión general? —Ya la he hecho —le respondió—. —¡No me digas!, —replicó [San] Juan Don Bosco—. —Sí, la hice anteayer con Don Picco. —No, no has hecho tu confesión general. Y si no dime: ¿Por qué has callado tal pecado?

Al oír estas palabras, el jovencito bajó la cabeza y se le llenaron ¡os ojos de lágrimas; después comenzó a llorar desconsoladamente y habiendo bajado a la sacristía hizo su confesión de la manera más consoladora».

El Clérigo Juan Cagliero, que había estado presente cuando [San] Juan Don Bosco relataba el sueño y era amigo de todos los alumnos, habló con este alumno, el cual, aunque de mala gana, le contó cuanto [San] Juan Don Bosco le había dicho.

El [El [Santo] jamás revelaba a nadie más que al interesado cuanto sabía o conocía por medio de los sueños; pero de las mutuas confidencias que se hacían los jóvenes que habían sido objeto de su exquisita caridad, se ponía siempre en claro que Dios hablaba por su boca. En la crónica de Don Ruffino correspondiente al 11 de enero se lee:

«Muchos jóvenes están preocupados; bastantes se preparan para hacer una confesión general. Muchísimos desean hablar con [San] Juan Don Bosco, el cual comunica a cada uno de ellos cosas importantísimas relacionadas con lo más íntimo de sus conciencias. A algunos, yo mismo los he visto llorar, como si se les hubiese comunicado una gran desgracia. Otros están contentos porque han podido oír una palabra de seguridad sobre su estado.

Un clérigo, al cual conozco muy bien, le pidió le dijese algo sobre el estado de conciencia en que se encontraba y [San] Juan Don Bosco se lo expuso así:

—No te desanimes, procura apartar tu corazón de las cosas del mundo. Abre bien los ojos para alejar las tinieblas de tu mente y para conocer la verdadera piedad que se opone a la propia gloria. Procura con la medicina de la Confesión remover todo obstáculo que pudiera hacerlo enfermar. Reaviva tu fe, la cual te hará conocer y amar la vida de piedad. Aquí tienes descrito tu estado. En el Oratorio se siente un gran bienestar. [San] Juan Don Bosco dijo en medio de un gran corro de muchachos en tiempo de recreo:

—Hay jóvenes en la casa que aventajan en piedad a [Santo] Domingo Savio. Uno especialmente, poco conocido, me supo decir después de la Misa, los pensamientos y distracciones que yo tuve durante la misma».

Las crónicas de Bonetti y Ruffino, en fecha 13 de enero continúan:

Un buen número de artesanos, especialmente los encuadernadores, han ido a hacer su confesión general, sin que nadie les incite a ello. Un alumno, habiéndose encontrado con [San] Juan Don Bosco en el patio, le preguntó:

—Dígame, ¿cómo es que habiéndose confesado casi todos el día de Navidad vio usted a tantos en el sueño en tan deplorable estado?

—Me has preguntado una cosa —replicó el [Santo]— que no te puedo aclarar; yo lo sé, pero, aunque no estoy obligado a secreto, en público no la diré nunca; hay con todo muchas otras que no puedo decirlas ni en privado.

Ese mismo día dijo [San] Juan Don Bosco después de las oraciones: —Al punto a que han llegado las cosas, me veo obligado a hablar y a descorrer el velo de este sueño. Les dije que ¡o tuve durante tres noches consecutivas. La primera vez en la noche del 28 de diciembre, repitiéndose en las fechas del 29 y del 30. En la primera noche se trataron puntos y cuestiones de teología referentes al tiempo presente, o sea, cosas de actualidad y les aseguro que recibí muchas ilustraciones del cielo.

La segunda noche hablamos sobre diversos temas de moral, también relacionados con casos de conciencia referentes a jóvenes del Oratorio. La tercera noche se trataron casos prácticos, por los cuales conocí el estado moral de cada joven en particular.

El primer día no quise hacer caso del sueño porque el Señor nos lo prohíbe en la Sagrada Escritura. Pero en estos días pasados, después de haber hecho algunas experiencias, tras haber hablado con varios jóvenes en particular y de haberles expuesto las cosas tal y como las vi, y de que ellos me asegurasen que todo era como yo les decía, ya no pude seguir dudando, llegando a la convicción de que se trataba de una gracia extraordinaria que el Señor concede a todos los hijos del Oratorio.

Por eso me encuentro en la obligación de decirles que el Señor los llama y les hace sentir su voz y ¡ay de aquellos que cierren sus oídos a sus reclamos! [San] José Don Cafasso, pues, hizo entrar a todos en una sala y a todos proporcionó un pliego. Algunos tenían sus cuentas ajustadas por completo. Otros nada más que los números, pero les faltaba por hacer la suma.

—¿Y todos aceptaron el pliego que se les ofrecía?, — preguntó el mismo [San] Juan Don Bosco—. No —se respondió a sí mismo— porque muchos se habían quedado fuera, recostados en las yacijas de paja, otros sentados en los escaños; otros tendidos por el suelo o echados sobre el fango: algunos estaban tan cubiertos de heridas y de llagas que causaban repugnancia.

Los que recibieron el papel de manos de [San] José Don Cafasso con las cuentas aprobadas, salieron a hacer recreo, pero no todos jugaban, pues muchos de ellos tenían los ojos rodeados de una niebla que les impedía ver claro; otros los tenían vendados, no faltando quienes mostraban el corazón carcomido.

Los que tenían sus cuentas ajustadas representan a los de conciencia recta. Los que tenían el papel con los números escritos, pero sin la suma hecha, con los que tienen la conciencia en regla, pero les falta la adición de la última confesión.

Los que tenían los ojos circundados de niebla o vendados, son los que se dejan dominar por el espíritu de soberbia y por el amor propio. Los que estaban tirados por los suelos podría nombrarlos uno a uno y decirles por qué se encontraban sobre las yacijas de paja, sentados en los escaños o en el mismo suelo. Vi también el interior de los corazones. Muchos los tenían llenos de cosas bellas: de rosas, de azucenas, de fragantísimas violetas.

Estas flores simbolizan ¡as distintas virtudes. ¡Otros en cambio!... El corazón carcomido representa a ¡os que alimentan odios, rencores, envidias, antipatías, etc., etc.

Algunos tenían el corazón lleno de víboras, símbolo de los pecados mortales; otros lleno de tierra, representación del apego a las cosas del mundo y a los placeres sensuales. Bastantes eran también los de corazón vacío, o sea los que a pesar de estar en gracia de Dios y alejados de ¡as cosas del mundo y de ¡os placeres sensuales, al mismo tiempo no procuran llenar e¡ corazón con la piedad y con el santo temor de Dios. Estos tales viven a la buena y si no caen en el primer lazo que les tiende el demonio no tardarán mucho en malearse.

Por tanto, todos aquellos que no tienen aún en orden las cosas de su alma, ¡ah!, que no aguarden más tiempo a ajustarías. Que vengan a mí y me prometan responder sinceramente a cuanto les pregunte y si no se sienten con ánimo para hablar, hablaré yo por ellos. Por fortuna me encuentro en condiciones de poder decir a cada uno su pasado, su presente y algo del futuro.

Les estoy diciendo cosas que no debiera decir. ¡Ah, queridos jóvenes! Hay un pensamiento que me llena de horror. Les aseguro que jamás habría creído que hubiese en nuestra casa un tan crecido número de jóvenes con ¡as conciencias tan desordenadas, tan desarregladas. ¡Jamás lo hubiera creído! ¡Cuántos con el cuerpo cubierto de llagas y tendidos por los suelos! Créanme que pasé noches y días terribles.

Una palabra de pláceme a aquellos que han pensado ya en arreglar su conciencia; pero, aun hay muchos que no se han determinado a hacerlo.

Al decir esto, se notaba en su voz la emoción que le embargaba y gruesas lágrimas rodaban de sus ojos. No pocos de los jóvenes lloraban también. Las palabras del [Santo] consiguieron el efecto deseado.

En su crónica del 15 de enero, Don Ruffino dejó consignado: «Los artesanos continúan haciendo su confesión general.

Hoy, algunos hicieron a [San] Juan Don Bosco la siguiente pregunta: —¿Cómo es que habiendo tenido este sueño en vísperas de la fiesta de Navidad, tardó tanto en contarlo en público? —Repetiré lo que les dije en otra ocasión —replicó [San] Juan Don Bosco—.

Después de tener este sueño, no quise por una parte dar importancia a cuanto en él había visto, pero por otra me parecía que la tenía, por eso hube de reflexionar durante algunos días sobre la conducta que debía seguir.

Después llamé a un joven de los que había visto en el mismo horriblemente cubierto de llagas y le dije: —Tú te encuentras en tal estado de conciencia. Lo deducía del estado en que lo había visto.

—El tal me respondió que, efectivamente, era así como yo decía. Llamé a otro y me dio la misma respuesta; coincidiendo su contestación con lo que yo había observado. Vi que también se cumplía en un tercero cuanto yo había visto. Entonces no me cupo ya la menor duda. En aquel sueño se me había manifestado el estado de las conciencias de todos los jóvenes; el estado presente y hasta el futuro de muchos de ellos. [San] Juan Don Bosco aseguró también a algunos de sus íntimos:

—Adquirí mayores conocimientos teológicos en aquellas tres noches, que durante todo el tiempo de estudio en el Seminario».

Don Ruffino prosigue en su crónica correspondiente al 16 de enero: «Hablando [san] Juan Don Bosco con algunos después de la comida, les decía:

—Cuando se trata de la ofensa de Dios, no hay que tener nada en consideración con tal de que se llegue a impedirla. [Beato] Miguel Don Rúa entonces le preguntó:

—¿Lo que nos ha contado es sueño o realidad? —Ni yo mismo lo sabría precisar —replicó el Santo— .

Lo cierto es que cuando hubo terminado, me encontraba sentado en la cama y por cierto que sentía mucho frío. Y al decir esto, sonreía. Que cuanto [San] Juan Don Bosco contaba no eran simples sueños, lo demuestran los efectos de sus relatos. Cuando Francisco Dalmazzo llegó al Oratorio, Don Bosco le preguntó: ¿Qué quieres ser cuando hayas terminado aquí tus estudios?

—Farmacéutico o algo parecido —respondió el jovencito— —¿No te agradaría ser sacerdote? —No, no. —Con todo, quiero hacerte sacerdote. Dalmazzo miró a [San] Juan Don Bosco sonriendo y replicó:

—¡Oh! No lo conseguirá.

Han pasado ya tres largos meses del curso y Dalmazzo es uno de los más aficionados a [San] Juan Don Bosco, al que dice ya reiteradamente: —Si a Vos le place, me haré sacerdote».
Continúa la crónica de Don Ruffino en fecha del 26 de enero: «Parece ser que [San] Juan Don Bosco vio en sueños a otros jóvenes que ahora no están en el Oratorio. Como le rodeasen algunos de sus confidentes, recordando el [Santo] a ciertos jóvenes que habían estado en el Oratorio y que al presente llevaban mala vida, exclamó:

—¡Oh, si les pudiese hablar! Yo creo que al ver sus faltas puestas al descubierto se enmendarían. Por ejemplo, a Ard... jamás lo he conocido y, sin embargo, le podría decir
el estado de su conciencia.

Dicho esto, guardó silencio y después de permanecer algún tiempo pensativo, continuó: —Sí por la noche pudiese ver como por la mañana, confesaría a un triple número de jóvenes. Por la mañana, mientras confieso a uno, tengo a muchos delante de mi aguardando turno. A todos los tengo confesados, aunque no me hayan hablado.

A este conocimiento sobre el estado de las conciencias, se añadía la bondad con que acogía a los penitentes.

En cierta ocasión fue a confesarse con él cierto joven. Una vez terminada la confesión, el penitente le dijo: \ —Tendría todavía una cosa que decirle. —¿Qué? ¡Habla! —Desearía que me permitiera besarle los pies.

—No hace falta. Bésame solamente la mano según se acostumbra al sacerdote.
El joven comenzó a llorar copiosamente añadiendo: —¡Feliz de mi si en el pasado hubiese abierto los ojos como al presente! Vos me habeis hecho ver claro esta noche. Y se marchó sollozando. Cuando se serenó volvió para tratar con [San] Juan Don Bosco sobre las cosas de su alma».


MORTAL AMENAZA
SUEÑO 28.—AÑO DE 1860.
(M. B. Tomo VI, pág. 828)

Las crónicas de Ruffino y de Bonetti, en la fecha correspondiente al 12 de enero de 1860, dicen: «Esta mañana [San] Juan Don Bosco llamó a un joven a su habitación y le dijo:

*******

Esta noche pasada vi a la Muerte que te amenazaba. Cuando estuvo a tu lado la observé en actitud de descargar un golpe terrible sobre ti con su tremenda guadaña. Al ver esto, corrí inmediatamente a detener su brazo; pero ella, dirigiéndose a mí, me dijo: —Déjame. Este no es digno de vivir. ¿Por qué se ha de tolerar que siga en el mundo quien no corresponde a tus cuidados y abusa de tal forma de las gracias del Señor? Mas yo insistí para que te perdonara y al fin te dejó».

******

Aquel pobrecito, al oír el relato de este sueño, quedó tan preocupado y conmovido que, entre lágrimas y sollozos, hizo su confesión y formuló numerosos propósitos. [San] Juan Don Bosco contó aquella misma noche el sueño y todo ¡o sucedido a la Comunidad, sin decir que había sido él quien había tenido el sueño ni indicar la relación del mismo con un alumno del Oratorio.

Todo habría quedado en secreto si el joven C, apenas hubo bajado de la habitación de [San] Juan Don Bosco no se hubiese acercado al clérigo Bonetti para comunicarle, en el seno de la confianza, cuanto el buen padre le había dicho; añadiendo, entre otras cosas, que había sido el mismo [San] Juan Don Bosco quien había tenido aquel sueño y que él era el joven a quien el siervo de Dios había llamado aquella mañana.

El muchacho terminó asegurando con la mayor candidez que desde que hiciera la primera comunión no se había confesado bien, pero que, afortunadamente, al presente sus cuentas con Dios estaban completamente arregladas.

MENSAJES DE JESÚS EL BUEN PASTOR - MENSAJES RECIENTES PARTE 5.

Mensaje de “El Buen Pastor Enoc" 



¡DE COLOMBIA SALDRÁ EL GRITO DE LIBERTAD!

ABRIL 24 DE 2011 12:50 P.M.
LLAMADO URGENTE A LA HUMANIDAD

Hijos míos, que mi paz esté con vosotros.

He escogido a Colombia la mancillada, la criticada, la vituperada, la llamada violenta por el mundo, pero grande en fe y esperanza, tierra grata a mis ojos. Desde aquí haré sonar el grito de libertad, que estremecerá los confines de la tierra, y hará volver mi rebaño disperso a mi redil.

¡Oh mi Colombia, te estoy purificando como se purifica el oro en el fuego!. Quiero que seas luz para las naciones, y guía para la humanidad. Te necesito purificada para que puedas llevar a cabo mis designios. Acordaos de lo que dice mi palabra: Donde abunda el pecado, también florece la gracia. Y yo, vuestro Padre, me glorifico más abundantemente en las duras y secas piedras, de ellas hago brotar corrientes de agua viva.

Que mi paz y la luz de mi Espíritu estén contigo, mi amada Colombia.

Soy vuestro Padre: Jesús el Buen Pastor.

Dad a conocer este mensaje en todos los confines de la tierra.



OS HAGO UN LLAMADO EJÉRCITO MILITANTE DE MI PADRE: ESTAD LISTOS Y PREPARADOS PARA EL COMBATE ESPIRITUAL SAN MIGUEL A LA IGLESIA MILITANTE

Abril 26 de 2011 – 11:25 a.m.

Aleluya, Aleluya, Aleluya. Gloria a Dios. Gloria a Dios, Gloria a Dios.

Hermanos: Estad listos y preparados con vuestra armadura espiritual puesta, porque la batalla por vuestra libertad, está por comenzar. El dragón infernal ha comenzado ya a desplegar sus ejércitos, todo está listo para el combate espiritual aquí en la tierra.

Os hago un llamado ejército militante de mi Padre, ya es el tiempo. Uníos a nuestra Señora y Reina María, a través del rezo del Santo Rosario; colocaos vuestra armadura espiritual a mañana y noche y hacedla extensiva a vuestros familiares. El aviso de mi padre está cerca, muy cerca. Él, no quiere que se sigan perdiendo más almas; es por eso, que os despertará para que conozcáis la verdad y os defináis de una vez. El cielo y el infierno se os mostrarán; vuestras almas verán la gloria de Dios, pero también verán el reino de las tinieblas y su desolación.

Mi Padre os dará esta última oportunidad para que recapacitéis y enderecéis vuestro camino, ya que no quiere que os perdáis, sin antes haberos avisado. ¡No seáis insensatos!; mirad cuanta misericordia os da mi Padre, para que volváis a Él. Si después del aviso continuáis en vuestro desenfreno y pecado, es porque no sois de Dios, y seréis entonces expulsados de su grey.

Hermanos: Mi Padre es todo Amor y Misericordia y no se complace con la muerte del pecador, no despreciéis esta oportunidad. Después del Aviso, habrá un pequeño tiempo de amnistía, para que las almas que andaban en tinieblas se reintegren al rebaño del Eterno Pastor. Luego vendrá el reinado del adversario por un corto tiempo y después el castigo, donde ya no habrá marcha atrás.

El falso mesías y su falsa doctrina enlutarán la creación y todos aquellos que no están inscritos en el libro de la vida, le servirán y lo adorarán como si fuese el mismo Dios. Estad pues listos hermanos, porque nosotros el ejército triunfante y purgante, ya estamos preparados para unirnos a vosotros en batalla espiritual. Aceitad pues vuestra armadura con la oración; colocáosla de una vez a mañana y noche, porque los espíritus ya vagan por los aires. Que vuestra armadura sea vuestro escudo; que la oración sea vuestra fortaleza, y la espada del Espíritu sea vuestra libertad. Aleluya, Aleluya, Aleluya. Dad gloria a Dios porque es eterna su misericordia. Amén. Amén. Amén.

Soy vuestro hermano, Miguel Arcángel.

Dad a conocer mis mensajes a todas las naciones, hombres de buena voluntad.

PURGATORIO: "LÉEME O LAMENTALO" PARTE 5.

CAPITULO 4 



¿Por qué y para qué rezar por las ánimas benditas 

del Purgatorio?


El gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos amemos los unos a los otros, genuina y sinceramente. El Primer Gran Mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. 

El Segundo, o mejor dicho el corolario del Primero, es amar al prójimo como a nosotros mismos. No es un consejo o un mero deseo del Todopoderoso. Es Su Gran Mandamiento, la base y esencia de Su Ley. 

Es tanta la verdad encerrada en esto que El toma como donación todo aquello que hacemos por nuestro prójimo, y como un rechazo hacia El cuando rechazamos a nuestro prójimo.

Leemos en el Evangelio de San Mateo 
(Mt 25:34-46), las palabras de Cristo que dirijirá a cada uno en el Día del Juicio Final.

Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en desuso, pues en estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y cada uno piensa en sí mismo y en su engrandecimiento personal. "Es inútil observar la Ley de Dios en estos días", dicen, "cada uno debe mirar por sí mismo, o te hundes".

¡No hay tal cosa! La ley de Dios es grandiosa y todavía y por siempre tendrá fuerza de ley. Por eso, es mas que nunca necesaria, mas que nunca nuestro deber y por nuestro mayor interés.


ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR POR LAS ANIMAS BENDITAS

Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y mas estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otros.

Sería un monstruoso crimen, por caso, rehusar al poder y desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo. 

Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se está hundiendo. 

No solamente debemos ayudar cuando es fácil y conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en dificultades.

Ahora, qué puede estar más urgido de caridad que las almas del Purgatorio? Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus mas terribles sufrimientos? 

Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro. 

Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, ¡escasamente encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio!

Y quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.


DIOS DESEA QUE LAS AYUDEMOS

Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos; El desea mucho tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia El pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos, El nos da el poder de aliviarlas y aún de liberarlas. 

Nada le place mas a Dios que les ayudemos. El está tan agradecido como si le ayudáramos a El.


NUESTRA SEÑORA QUIERE QUE LOS AYUDEMOS:

Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a sus hijos fallecidos, nunca nadie consuela como María busca consolar sus sufrientes niños en el Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos gran regocijo cada vez que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.

LAS BENDITAS ANIMAS DEL PURGATORIO NOS DEVUELVEN 
EL MIL POR UNO


Pero qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? Sería prácticamente imposible de describir su ilimitada gratitud con para aquellos que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan constante, que Dios no les puede negar nada. 

Santa Catalina de Bologna dice :"He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho mas grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)".

Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la Tierrra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. 

Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan.
No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.

Si los católicos solamente supieran cuan poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas benditas, no serían tan remisos de orar por ellos.



LAS ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO PUEDEN ACORTAR 
NUESTRO PROPIO PURGATORIO


Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión!

San Juan Massias, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa devoción a las Almas del Purgatorio. 

El obtuvo por sus oraciones (principalmente por la recitación del Santo Rosario) la liberación de ¡un millón cuatrocientas mil almas! 

En retribución, el obtuvo para sí mismo las más abundantes y extraordinarias gracias y esas almas vinieron a consolarlo en su lecho de muerte, y a acompañarlo hasta el Cielo.

Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en la bula de decretaba su beatificación.

El Cardenal Baronio recuerda un evento similar.
Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un ejército de espíritus benditos aparecieron en el lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a los demonios que gemían, en un desesperado intento por lograr su ruina.

Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras. Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un solo momento en el Purgatorio.

Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros ultimos minutos. 

Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para esta Santa, el pensó en molestarla su beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas. 

Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Angeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las ánimas benditas, le llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.

El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera, el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y otras oraciones también. 

Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique comenzó inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un largo tiempo. 

Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo había alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas. Grande fue su arrepentimiento y consternacion cuando el hermano muerto apareció frente a él sufriendo intensamente y reclamándole que no hubo celebrado las Misas prometidas.

El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no continuó con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la Visión Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones. "Oh hermano Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima Sangre de Jesús lo que yo más necesito" lloraba la sufriente alma.

El Beato recomenzó a ofrecerlas, y con redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta que recibió absoluta certeza de su liberación. Luego fue su turno de recibir gracias y bendiciones de toda clase por parte de su querido hermano liberado, y muchas más veces que las que hubiera esperado.


EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís